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Hola, Iguro.

No estoy molesto no te disculpes, fue un accidente bobo por mi culpa, debo dejar de llorar tanto.

Hablé con mi hermana el día de ayer y no está molesta contigo, solo con tu madre por la discusión. Incluso me permitió ir de nuevo a tu casa para pintar el cohete, ¿qué te parece?

Me gustaría hablar contigo pero nada relacionado al proyecto o química, quiero conocerte. Quiero seguir siendo tu amigo después de la tarea.

¿Hay otras cosas que te gusten? ¿por qué nunca te quitas la mascarilla? ¿cómo se siente vivir con una madre loca?

Me tienes con muchas preguntas, te espero detrás de la escuela en el árbol.

Nos vemos, víborita amargada.

_Cara de rata.

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Obanai se rió por muchas cosas en esa carta, desde la caligrafía chueca por la mano herida, la firma de Tomioka aceptando el apodo, hasta la vergüenza causada por su apodo, su humor poco a poco iba subiendo y ni siquiera se disperso en molestia por el insulto a su madre.

Mayor fue su diversión cuando giro su cabeza y Tomioka estaba sentando en el suelo a lado de él, hace unos minutos lo tomo de la mano al salir a receso y lo condujo hasta aquí. Después le dió la nota para que lo leyera al frente de él,  Tomioka a veces era un bobo.

Obanai no entendía cuál era la necesidad pero estaba contento de poder guardar la nota en el bolsillo de su camisa y así leerlo más tarde.

Ambos se recostaron en el tronco del árbol y miraron el cielo azul cubierto de nubes blancas brillantes por el sol.

—¿Te sientes mejor?— Pregunta Tomioka mirando el perfil del más bajito.

Iguro se retuerce nervioso en su sitio, evita mirar a Giyū y en cambio sigue mirando al cielo.

—Un poco, sí.— Dice con duda para después volver a cerciorarse.— ¿Y tú? ¿no te duele la mano o algo similar?— Gira el rostro para mirar al azabache un momento y después vuelve a mirar a los cielos.

Tomioka niega con la cabeza riéndose de las reacciones lindas que hace su compañero, después sus mejillas se tornan rosas por mirarlo tanto.

—Estoy bien, duele cuando escribo o lo toco.— Sin necesidad de hacerlo Giyū se toca la zona mordida para luego quejarse del dolor en un sonido lloroso.— ¿Ves?

Obanai lo miraba incredulo por la estupidez de su amigo, Tomioka contuvo su risa.

—¡Tomioka, no te toques si duele! ¿A caso no piensas? — De nuevo el mal humor se escuchó en el tono de voz de Iguro, el mayor no pudo aguantar reírse.— ¿De qué te ríes, tonto?

—Me gustas mucho cuando te enojas, Iguro.— Confesó divertido.

Obanai abrió los ojos y evito la mirada de Tomioka ocultando el sonrojo de su rostro. Ahora veía el lado contrario con su mano encima de la boca intentando controlar la respiración acelerada de sus pulmones.

No podía dejar de repetir esas palabras, ¿le gustaba  enojado? ¿en serio dijo eso? Fue un comentario desubicado en un momento a lazar, Giyū era tan distraído que parece no darse cuenta de lo que dijo.

Tomioka no se dió cuenta de sus palabras hasta unos segundos después, dónde retrocedió las interacciones para saber de dónde salía la vergüenza de su amigo y termino él avergonzado también, mirando a un lado incapaz de observar al más bajo.

Era cierto lo que dijo, pero comenzar cualquier oración a tu amigo con un 'Me gustas mucho...' era bastante fácil de mal entender. No estaba seguro de dar ese mensaje pues Tomioka aún estaba dudoso de su sentir.

—M-me refiero como amigos.— Reveló.— Eres divertido enojado, solo eso.

El ambiente tímido se apaciguó y ahora ambos pueden estar mucho más relajados.

Obanai fue el primero en suspirar y observar a Giyū, también se tomó el atrevimiento de arrastrarse en el suelo hasta llegar a una distancia más cercana.

Tomioka se sorprendió pero después sonrió y copio su acción hasta que el costado de sus cuerpos chocaron entre si, la cercanía de los amigos era disfrutable para ambos.

— Y bien, ¿vas a responder mis preguntas?

Iguro ni siquiera se acordaba de la nota y simplemente asintió, pensando con cuál debería comenzar.

—Veamos...— Llevó su mano a su mentón en una pose pensativa.— Me gusta mucho leer poemas y cocinar...— Se tomó unos segundos pensando un poco.— También me gusta cuidar el jardín y plantar flores.

La forma en la que Giyū lo miro tras decir eso lo hizo pensar que era un poco aburrido, Iguro no supo cómo actuar y se encogió en su sitio.

—U-uh... Otra cosa es sacar a Kaburamaru, lo llevo al parque en mis hombros.— Se rió él solo por un recuerdo vago de un pequeño accidente que sucedió hace tiempo.— Es divertido ver a las personas asustarse al verlo.

Tomioka también se rió de ese comentario, resultandole fascinante imaginarlo con una serpiente en el cuerpo. Él no podría jamás, desde su pequeño incidente con el animal prefiere ver desde lejos a los seres con colmillos.

Ahora que Tomioka lo piensa ha tenido varios incidentes con animales.

El perro que lo mordió en el trasero cuando era más pequeño, el gato que le araño toda la cara hace un par de semanas, ahora la serpiente de su amigo...

Tal vez deba alejarse lo más posible de todos los animales.

—Ahora, vivir con mi madre no es tan malo como piensas.

La voz de Obanai hablando hizo que Giyū dejara de pensar y lo escuchará, no sabia qué tenía el más bajo pues siempre lo hacía prestar atención sin hacerlo disociar tanto.

—Con lo que pasó ayer me quedo claro que es muy mala.— Susurró Giyū sin intención de ofender a su compañero.

—Eso es porque no conoces a mi mamá.— Defendió tranquilo Iguro, bastante acostumbrado a que lo intenten contradecir en este tema.— Ella es estricta, agresiva y de lengua aguda pero sé que me quiere, simplemente no sabe cómo demostrarlo. Aunque con las demás personas sí es muy cruel por gusto.— Una risa volvió a resonar desde su garganta, Obanai no culparía a su madre por eso pues él admite que tiene un gusto similar.— ¿Y qué hay de tí?

—¿Yo?

Tomioka mira confundido a Iguro, un poco aliviado de que no viva el sufrimiento que se imagino en su cabeza está mañana y la noche anterior. Igualmente tomaría sus palabras con pinzas, Giyū sigue sintiéndose mal por las palabras usadas en él.

—Tus padres, ¿qué hay con ellos? Deben tenerte muy mimado.— Iguro se rió en su propia ignorancia.

El más alto se entristeció por la pregunta recordando la muerte de sus padres pero a diferencia de las otras veces donde alguien se lo recordaba, está vez no sintió las impetuosas ganas de llorar. Solo fue un sentimiento ligero de melancolía, acompañado por supuesto de pequeñas lágrimas.

—E-Ellos murieron.— Admitió en voz baja con su ánimo decaído.

Iguro quiso que la tierra se lo tragara en ese momento, sintiéndose fatal por preguntar y bromear sin saber.

—Oh, ¡lo siento!— Exclamó con arrepentimiento.— No sabía y-yo-.

—Esta bien, no tenías idea.— Dijo Tomioka con una mano en el hombro del más bajo, Obanai se callo en el instante que sintió la mano más grande sobre él.— Y bueno, sí. Me tenían muy mimado, no existía cosa que que me fuese negada.— Su voz sonaba apagada pero una pequeña sonrisa le era regalada al más bajo.

Obanai podía ver los ojos un poco llorosos de su amigo, se sintió bastante culpable. Es entonces que sin pregunta alguna paso su mano por la espalda del más alto y le dió un abrazo fuerte, sintiendo cosquillas en el estómago por realizar tal acción.

Giyū parpadeó un poco sorprendido del abrazo pero no se quejo, se dejó abrazar y también correspondió la muestra de afecto con cariño, volviendo a subir sus animos por la manera tan tierna en la que las manos de Obanai apretaban a tientas la camisa blanca del uniforme.

El rostro de Iguro estaba sonrojado, ardiente y tembloroso por sentir la cercanía del más alto y Giyū lo sabía, o al menos podía intentar adivinar la razón detrás de la vergüenza de Obanai.

No le gusta dar abrazos, pensó Tomioka suprimiendo la sonrisa amorosa que intenta iluminar sus labios.

—Gracias, víborita.

—No me digas víbora, cara de rata.

Iguro ni siquiera se había esforzado en sonar amenazante, estaba muy ocupado en disfrutar de aquel calor acogedor en su pecho.

Los amigos se quedaron abrazados y sordos al sonido del timbre que anuncio el fin del receso.

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