Prólogo
El suelo está algo húmedo, no es que lloviera antes, ni fue por el rocío, es por mi propia sangre que se acumula a mi alrededor. Los disparos y golpes no fueron lo suficientes como para acabar con mi vida de forma rápida, sólo lo hicieron para disfrutar de mi sufrimiento y mis intentos por defenderme.
Quien diría que este día familiar terminara así. La neblina nos alcanzó y dificultó todo. La pesadilla empezó debajo del puente: la silueta de una persona frente al auto hizo que me detuviera y corrió entre los árboles. Estaba por seguir pero escuché gritos de niños, de inmediato miré a mi esposa, ella se llevó la mano al corazón y su rostro palideció.
Parecían cercanos, justo por encima de nosotros, parecían ser sobre el puente. Tomé un bate de béisbol de mis hijos y salí del auto, caminé hasta llegar al puente. Miré a dos niños sentados y gritando. Traté de acercarme pero en ese momento sentí un golpe en mi cabeza que me desestabilizó, me sujeté del barandal del puente para no caer y traté de enfocar al sujeto. Veía como se acercaba a mí, tenía una piedra en la mano y cuando estaba por golpearme de nuevo mi esposa lo atacó por detrás.
Ella me tomó de la muñeca y me rodeó con sus brazo para guiarme hasta el vehículo, pero no contábamos con la suerte a nuestro favor. Alguien la sujetó del cabello y la derribó. Quise defenderla y al escuchar el sonido de las pistolas mi corazón empezó a enloquecer. La vista me fallaba pero no era necesaria para saber que no había salida. Los sujetos solo reían con nuestro dolor. Son unos locos disfrazados con ropas negras y ojos de diferentes colores.
El exterior no escondió lo que sucedía fuera del vehículo, nuestros hijos salieron y quisieron ayudarnos, pero no había algo que pudieran hacer. Los acercaron a nosotros y nos golpeaban o disparaban frente a ellos. Mis pequeños cubrían sus caritas con sus manos y lloraban con cada sonido de dolor que exteriorizábamos. Sus ropas quedaron salpicadas de nuestra sangre, la impresión fue tan brutal que se han desmayado.
-¿Qué es ese sonido? -dijo uno al notar las sirenas acercándose.
-¡Debemos largarnos!, ¡tomen sus cosas! -escucho que otro grita.
Los pasos alejándose no me consuelan, la respiración de mi esposa ya no la percibo y mi fuerza para seguir consciente no es suficiente. El frío me envuelve, tengo sueño y sé que de este no podré despertar.
Unos pasos logro distinguir, no son de un adulto, tal vez sea algún animal.
-Lo siento -me dice una voz familiar entre sollozos-. No sabía que tendría que pasar esto -un pequeño cuerpo me abraza.
No sé porque, pero logro recuperar un poco de aliento y abro un ojo. Distingo de forma borrosa una cara conocida, la de un niño: Alejandro. Hace un año y meses lo encontré caminando solo en la carretera y me ofrecí a llevarlo a la policía, pero él me rogo que no lo hiciera, decía que nadie iría por él. Tenía una carita tan triste, su ojos azules no se veían como los de un niño de su edad, tenían mucho dolor. Lo dejé quedarse con mi familia, mis hijos jugaban con ellos y mi Zoé parecía algo interesada por él, siempre trataba de hacerlo hablar y se quedaba a su lado hasta que se dormía.
-Perdón -su voz tiembla.
No sé a que se refiere, mi cerebro no puede procesar bien las cosas. Creo que esto ocurrió por él, pero es solo un niño y algo en mí no me hace odiarlo, además, ¿qué puede obtener con la muerte de mi esposa y la mía?
Noto que detrás están mis hijos, se sostienen de la mano y están desplomados en el suelo. Parece que no fueron heridos de forma física, noto que respiran.
-Cui -sus ojos se fijaron en mí, el arrepentimiento y el miedo relucen en ellos.
"Cuídalos".
No puedo decir más, la fuerza se desvanece y el frío me invade cada vez más.
-Prometo que los protegeré -me dice y escucho como se va corriendo al notar que las sirenas están cerca.
No pasa ni un minuto cuando me percato de que hay gente a mi alrededor. Ponen algo casi igual de frío en mi pecho que lo que me recorre por el cuerpo.
-¡Papá! -puedo escuchar los gritos de mis hijos, pero cada vez más lejos y menos claros.
-¡Mamá!
Mi corazón palpita con dificultad, los sonidos ya no los percibo.
Tum, tum, tum ...
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