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Monstruo

Alejandro


La voz de Zoé mostró el odio que siente por mí y sus ojos con lágrimas me destrozaron el corazón, mostraban una tristeza profunda junto a una furia capaz de incendiar lo que sea.

Sus palabras fueron sinceras, dijo cosas que debo rectificar. Cada mes recibía estados de cuenta y correos que me comunicaban los gastos respectivos al orfanato, los cursos extracurriculares y lo que me pidieran para cubrir sus necesidades. Nunca me dijeron que tuvieran problemas con otros niños, de ser así me hubieran cobrado la atención psicológica que les pudieran brindar.

Debo levantarme, dentro de unos minutos empezarán las clases y la próxima semana serán evaluaciones. Debo obtener el mayor promedio para acceder a la recompensa por sobresalir, pediré que Alán sea reasignado a mí, será difícil tratar con él, pero necesito mantenerlos cerca. No me preocupan las notas de Ana, ella siempre es lista y podrá pedir a Zoé como su secretaria.

-Alejandro -Ana entra y se sienta a mi lado-. Lo siento, no tuve otra opción, tuve que firmar -me dice con voz baja.

Me siento y la herida en la espalda me arde por la tela al separarse de la carne en cicatrización.

- No me preocupa, sólo debemos tener una nota especial -me quito la ropa rápido.

-Espera, te vendo, si te ven así no te dejarán estar en clases -Ana empieza a limpiar y cierro los puños por el dolor-. La bala la dejé en tu caja fuerte -me dice decaída.

Ayer mientras atendían a Zoé y Alán, Ana me sacó la bala para no afectar al chico de ojos grises. También se encargó de los videos donde salía, lo que menos queremos es tener problemas con su próximo jefe, lo necesito como socio.

-Gracias -le digo al sentir que terminó.

Me visto con lentitud, la verdad estaré algo afectado, mis movimientos no serán libres como siempre y eso me molesta.

-Nos vemos en la tarde, debo irme -Ana deja mi mochila en la silla y sale con prisa.

Respiro y me cargo la mochila, veo el reloj y apresuro a correr al ascensor, pero veo que está por cerrarse.

-Date prisa -José, el jefe de Marcelo detiene la puerta.

-Gracias -digo serio.

Las puertas se cierran, la musiquita me relaja un poco, me recargo y cierro los ojos para tranquilizar mis pensamientos.

-Escuché que mi secretario expuso su vida dos veces por tu chica -rompe mi tranquilidad.

-Sí, ve al punto, dime la cantidad y te transferiré -respondo sin verlo.

-Te tendrán vigilado, no podrás tener noticias de ella -me habla con soberbia-. Seguro tu amiga, Ana, ya no podrá visitarte.

-Sólo se directo -respondo cansado.

-Mi secretario podría ser útil, ya que está cerca de ellos.

-Lo pensaré -abro los ojos ante el sonido de las puertas abriéndose.

-Accederás -camina a mi lado-. Saluda a tu padre de mi parte -me golpea en la herida y me sostengo de la pared.

Él se ríe y sigue caminando.

Yo me quedo unos segundos respirando para que el dolor disminuya, después de unos minutos me apresuro a salir del edificio y correr al salón.

Llego justo delante del profesor y cierra la puerta. Me siento y noto como mis compañeros me miran con aprobación y otros con repudio.

Seguro todos saben que le hice a Marcos y esperan que reciba un castigo ejemplar. Lo sé, es el sobrino del director, así que me pedirán algo realmente costoso, pero como no tengo mucho seguro me ordenarán hacer alguna actividad física agotadora. No me importa, se metió con mi chica.

Zoé.

No la veré por un tiempo, pero tuve la oportunidad de estar a su lado mientras dormía, su respiración calmada y la sensación de nuestras manos entrelazadas me da el aliento necesario para soportar la tortura que se aproxima.

-Joven Alejandro, lo esperan en la dirección -el Prefecto, Roberto, dice sin importar interrumpir al profesor.

Justo estaba sacando mi tableta, bueno, perderme una clase por culpa del director no me afectará. Investigaré por mi cuenta los temas de hoy, tengo que estar concentrado en lograr la mejor nota.

Me levanto y salgo, sigo a Roberto hasta el edificio del director y entro, me mira con un rostro rígido.

-Joven Alejandro -el director me invita a sentarme en la silla frente a Marcos-. Qué bueno que nos acompaña.

No digo nada, sólo me siento. Marcos me mira con superioridad tanto como su rostro inflamado se lo permite.

-El uso de armas está prohibido en esta institución -me muestra una pistola y solo la observo-. No puedes negarlo.

-Él se metió con mi familia -lo miro directamente a los ojos.

-No hay testigos que prueben eso -me reta-. Seguro ellos lo provocaron.

Quiere que delate al chico de ojos grises, pero sé bien que su testimonio sería insignificante y empeoraría las cosas para mí. Tampoco puedo meter a Ana, necesito que conserve su historial impecable para que no se le niegue tener a Zoé. Además, no veo que estén aquí los amigos de Marcos, así que él tampoco quiere exagerar las cosas.

-¿Qué quiere de mí? -ladeo la cabeza mirando la ventana, parece que el cielo está despejado.

-La propiedad cercana a la playa -me acerca unos papeles.

-¿Quieres hacer un nuevo hotel? -lo miro fastidiado.

-Eso no te incumbe -sonríe victorioso.

-Ya me están cansando -me masajeo el hombro-. Los sucesos ocurrieron en un lugar apartado de la residencia, un lugar donde no hay cámaras ni guardias, no hay testigos y esa arma no es mía.

-Marcos dijo que fuiste tú -me dice molesto.

-Entonces que se investigue el caso -cruzo los brazos.

-Resultarás culpable.

-Primero demuéstrelo y después hablamos -me impulso del escritorio para levantarme y el hombre me sujeta de la muñeca.

-Señor, el padre de Alejandro ...

-Tiempo sin verte -mi padre entra sin permiso y nos mira.

El director me suelta y se acomoda el saco, se acerca a mi padre.

-Que sorpresa -extiende su mano, pero mi padre no lo saluda.

-¿Eres Marcos? -se para frente al chico rubio.

-Sí -lo dice como si tuviera la garganta seca para causar lástima.

-Ten -le da un sobre.

-Señor, estábamos discutiendo la indemnización por los daños que Alejandro le ocasionó a Marcos -recobra la postura, intenta verse amenazante.

-Entonces llegué a tiempo -toma los papeles del escritorio, los lee rápidamente y los rompe-. Mi hijo no rompe ninguna regla, sólo defendió a las personas que estaban bajo su protección -habla con dureza-. El sobre qué le di contiene la suma que le corresponde a Zoé y Alán.

-Eso lo cubre el seguro -el director lo mira con furia.

-Lo cubre cuando el jefe correspondiente lastima a sus empleados, pero en este caso, los jóvenes Alvarado no eran nada de tu sobrino -mete sus manos en los bolsillos del pantalón.

-Ya fueron atendidos, no hay nada que pagar -Marcos deja caer el sobre.

-Claro que debes -mi padre lo mira serio-. De hecho -chasquea los dedos y entran otros padres-. A ellos también -me toma del hombro y me trago un grito de dolor-. Me retiro, tienen mucho que hablar -salimos y cierra la puerta.

No me dice nada, me lleva hasta su auto y me indica que suba. Obedezco, no tengo de otra.

-Veo que no aprovechaste la oportunidad de estar con las personas que consideras una verdadera familia -me mira con frialdad-. Hasta los liberaron de sus contratos -cruza las piernas.

-Sólo es un contratiempo.

-Ellos no te perdonarán, nada de lo que hagas podrá hacer que te consideren siquiera un amigo -toma una botella de agua y bebe-. Arruinaste sus vidas.

Bajo la mirada, sé que será complicado, pero tengo la esperanza de que podré recuperarlos, sólo necesito otra oportunidad para que no me vean como un monstruo, sólo quiero obtener de Zoé su cariño sincero y de Alán su amistad, como en esos días.

-Lo sé, pero me encargaré de ello, yo ... yo -las emociones empiezan a subir a mi garganta-, lo prometí y lo cumpliré.

-Hasta ahora no has hecho un buen trabajo -su voz me golpea.

-En parte gracias a ti -levanto el rostro y no hay expresión en su cara.

-Después de la forma en que usaste el dinero de tu madre no permití que lo manejarás tan desperdiciadamente.

-¿Dónde está ese dinero?, se suponía que lo usé en ellos, en un orfanato adecuado y en recursos básicos para su desarrollo -le reclamo, me fastidia su actitud.

-Está confiscado hasta que vea que eres un adulto responsable.

-Esa no es la razón -lo miro fijamente.

-Teniendo tantas personas de tu nivel ... no comprendo porque te enfocaste en ellos -se inclina hacia adelante para acercase a mí-. Mientras viva haré lo posible por mantenerte apartado de ellos -regresa al respaldo de su asiento-. Elegir a Lorena y Marcos fue una mala decisión, se excedieron en mis órdenes.

-¿Qué dices? -un frío me recorre por el cuerpo ante su mirada sin corazón-. ¿Ordenaste la bienvenida y los golpes? -mi voz empieza a quebrarse.

-Yo sólo uso las herramientas que tú me brindaste, ese día fue muy doloroso para ellos -sonríe de forma retorcida-. Sólo quiero que te odien, que madures y veas que estás mejor sin ellos.

-¡Esa familia me cuidó! -le grito-. ¡Me trataron como persona, como uno más de su familia! -no dice nada-. Me escucharon, me alimentaron y me hablaban con cariño, como mamá lo hacía -una lágrima se escapa y él hace una mueca de disgusto-. Tú solo me buscaste cuando viste que era el heredero de mi madre -la voz me traiciona-. Sólo me ves como un socio, no como tu hijo -muerdo mis labios para retener el llanto, no quiero llorar frente a él.

-No somos diferentes -atrapa una de mis lágrimas-, ambos quitamos del camino lo que nos impedía llegar a lo que anhelábamos -limpia su dedo y vuelve a su postura derecha.

-Eres un asesino -aprieto los dientes.

Los recuerdos de mi madre en cama reviven en mi mente. Ella era una mujer independiente, de buenos hábitos y un corazón cálido. Visitaba hogares para niños huérfanos o maltratados y se encargaba personalmente de remodelar instalaciones y platicar con los pequeños. Pero después enfermó, dijeron que no había cura, que su muerte era algo inevitable.

-Igual que tú.

No soporto más y salgo corriendo del auto. Golpeo a algunos a mi paso y la herida en mi espalda me duele, pero no me importa, sólo quiero estar solo.

Me detengo cuando siento que piso pasto, miro que no hay nadie y me derrumbo en el suelo. Mi rostro siente la frescura de las yerbas, con mis manos toco la tierra y la aprisiono en mis manos, es algo que mi madre me decía que hiciera para recordarme que soy un humano conectado con la naturaleza, que soy solo polvo.

-No seas como tu padre.

Las últimas palabras de mi madre me rompen. Dejo salir lo que he estado guardando, tengo que aceptarlo.

-Soy un monstruo -digo entre llanto.

-Entonces transfórmate -la voz de José me asusta-. Mantenlos seguros desde la distancia, porque tu presencia les causa dolor -se inclina a mi lado-. Por lo menos hasta que puedas demostrar tu sinceridad -me da la mano para ayudarme a levantar.

-¿Cuánto dinero quieres?

-Parece que lo llevas en la sangre -me palmea la espalda y me quejo-. Lo siento -me sonríe.

-¿Entonces? -le pregunto con sospecha.

-Que tu padre pague por todo lo que hace -me extiende la mano-. ¿Qué dices, primo?

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