Enfrentamiento
Mi hermano toma mi tarjeta, la examina de ambos lados.
—Ana B. V., ¿acaso son violentos o se dedican a cosas ilegales? —dice en tono bromista—. Entiendo —guarda los regalos y le quita la tarjeta a un compañero.
—Para nada —la profesora sale de su estado serio y vuelve a sonreír.
—Sus pupilas dilatadas, los labios fruncidos, el silencio prolongado y sus expresiones ante mi pregunta me dice que tengamos cuidado —dice mi hermano serio.
Parece que los interpretó bien, algunos se frotan el brazo o desvían la mirada apresuradamente.
—Los conocerán después de las clases —dice la profesora—. Ustedes llegarán a sus propias conclusiones —dice de nuevo de forma amable—. Terminen de comer y vamos a empezar con el tema de hoy —dice mientras da unas palmadas para sacar a todos de sus pensamientos—. Deberán ponerse al corriente por su cuenta, los exámenes son la próxima semana —habla mientras regresa a su escritorio.
El ambiente en el aula después de eso no fue el mismo, pero la mayoría de compañeros prestaron atención al pizarrón, mientras que otros se pasaban papelitos y nos miraban de reojo. Sus actitudes tras lo que dijo mi hermano me dejan intranquila, el recibimiento de ellos me hicieron olvidar momentáneamente la bienvenida de ayer. Esto solo me confirma que este lugar será complicado, no sé si hasta peligroso.
—¿Quieren estar en nuestro equipo? —la chica de hoyuelos me asusta por estar en mis pensamientos—. Disculparme —me da unas palmaditas en el brazo.
—Les aseguramos que somos muy responsables trabajando en equipo —el chico que le quitó la tarjeta a mi hermano se acerca.
—Entonces les advertimos que somos un poco lentos —dice mi hermano con una agradable sonrisa.
—Cristina se encargará de apresurarlos —inclina la cabeza a un lado y mira a la chica de cabello negro—. Su insistencia los hará trabajar por las buenas —sus ojos grises se ven llenos de vida—. Créanme, después de trabajar con ella le encontrarán el gusto a todo lo que hagan.
—Que halagador —le da un golpe en el hombro.
—Te acusaré con Lorena —dice mientras se soba.
—Es mi jefa, me creerá más a mí —le responde de forma juguetona, sus hermosos hoyuelos le iluminan el rostro.
—Cuanta dulzura —interrumpe mi hermano—. Será agradable trabajar con ustedes —extiende su mano.
—Bien —corresponde al apretón.
—Ya que terminaron las clases de hoy, ¿qué les parece si vamos a comer algo y luego les enseñamos la residencia? —dice entusiasmada.
—Sí, ya tengo un poco de hambre —digo tras el ruido de mis tripas delatándome.
Tomo la mochila, pero al notar que pesa se la di a mi hermano. Sólo sonrió y se cargó las dos.
Cristina habla del menú, dice que hay uno para cada día pero que si uno quiere algo diferente lo prepararán, además no hay horario, atienden las 24 horas del día.
—Nunca había escuchado eso —le digo sorprendida.
—Es que muchos estudian en el comedor y piden algún bocadillo para mantenerse despiertos —cuenta Marcelo—. Nadie quiere reprobar.
—¿Por qué?, si se reprueba se puede repetir la materia y ya —dice mi hermano sin darle importancia.
—No en este lugar —Cristina interviene—. Si repruebas te expulsan y con ello pierdes la oportunidad de trabajar en una empresa importante —camina más lento—. Además, es nuestro único deber, la comida está siempre disponible, los cuartos son agradables, los profesores son buenos y dan asesorías, hay una bodega con ropa donde tu misma puedes elegir que prendas tomar.
—Hay un edificio con televisores enormes para ver los partidos que quieras, videojuegos, mesas de billar y futbolito, canchas para diferentes deportes —Marcelo habla animado—. Debemos ir mañana mismo a jugar un partido —le da una palmada fuerte a mi hermano en la espalda.
—En resumen, ¿quien querría perder todo eso?, en los orfanatos no nos dieron esas cosas y ahora tenemos la oportunidad de tenerlas —el rostro de Cristina decae.
—¿Y vale la pena tener esas cosas a cambio de trabajar para esos sujetos? —mi hermano ladea la cabeza indicando una dirección.
Desde la ventana vemos a un chico rubio de uniforme azul y decorados dorados gritando y dándole zapes en la cabeza a un compañero de nuestra vestimenta.
—No todos son así —dice tras un suspiro—. A veces pierden la cabeza y se desquitan con sus futuros trabajadores —la sonrisa desaparece—. El maltrato esta cubierto al cien porciento por la residencia —Marcelo tiene los puños cerrados y una mirada de impotencia.
El rubio incrementa su nivel de violencia, toma al chico y lo arroja al piso. Se nota que le grita de cosas y el chico solo se hace bolita. Ante su estado de temor el tipo aprovecha y empieza a patearlo.
—¿Hasta que grado? —mi hermano no aparta la vista.
—Cualquier reconstrucción facial o cirugía que se necesite.
—Genial —Alán sonríe de forma extraña y deja las mochilas en el piso.
En un instante abre la ventana y sale por ella corriendo hacia el sujeto, agita los brazos para llamar su atención.
—No se muevan, iré por ayuda —Marcelo sale corriendo por el pasillo.
El rubio se acerca a mi hermano y se para frente a él, el sujeto es más alto, lo mira desde arriba, parece que le divierte lo que dice mi hermano. Alán se agacha para ver al chico y el tipo alto lo mira con una sonrisa burlona, retorcida.
Con las manos temblorosas me esfuerzo en abrir la mochila y saco la caja de regalo, la madera se ve bien ensamblada y dura. Salto por la ventana con dificultad y me apresuro.
—¡Cuidado! —le grito a mi hermano.
Alán reacciona rápido, esquiva la patada, se levanta rápido pero el rubio trata de alcanzarlo. Lanzo la caja con fuerza, le cae en la cabeza, el broche sale volando y la caja se rompe. El chico deja de seguirlo, se soba la frente y patea los restos de madera.
—¿Quieres mi atención? —me mira.
Ahora que lo miro de cerca noto que tiene lentes de contacto amarillos con la pupila larga. Detesto tanto esos pupilentes, me dan miedo, le dan a la persona que los porta una apariencia de monstruo... me paraliza, es algo con lo que sigo luchando, con lo que sigo soñando.
Empieza a caminar en mi dirección y yo retrocedo sin quitarle la vista de encima. Me mira con superioridad, se acercaba rápido pero ahora lo hace lento.
—¿Se fue tu valor?
Topo con la pared, mi corazón empieza a latir. Miro a los lados, por la izquierda hay un pequeño estanque que me cierra el paso, trato de ir por la derecha que está despejado.
—¿A dónde vas? —me bloquea las salidas con sus brazos atrapándome contra la pared—. ¿Por qué tiemblas?, ¿no querías que me acercara a ti? —rodea con su mano mi mejilla—. Podría aceptarte como mi amante —su voz la vuelve arrogante y empieza a acercarse a mi rostro.
—No —digo con la voz temblorosa.
Quito su mano de un manotazo y pongo mis manos sobre su pecho para alejarlo, pero solo me mira divertido por mis esfuerzos por apartarlo más.
—Es tarde —me da una cachetada y se acerca a mi oído—. Ya te imaginé en mi cama —ensancha la sonrisa y empieza a bajar la mirada inspeccionándome.
—¡Déjala! —escucho a mi hermano gritar y me giro a verlo.
Alán se acerca corriendo y se lanza sobre él, ambos caen en el estanque salpicándome de agua. Mi hermano se levanta rápido, mira mi mejilla, siento su mano fría y temblorosa.
—Atrás —logro decir.
El rubio se levanta, el agua escurre por su ropa arruinada, el cabello bien recogido ahora está todo caído y sus ojos con esos lentes de contacto lo hacen ver como una bestia furiosa.
Mi hermano se gira, tiene los puños cerrados y mueve los hombros preparándose para defenderse a golpes. No se ve asustado, más bien decidido y es que no es algo nuevo el tener que recurrir a la violencia.
—¿Crees que puedes contra mí? —el sujeto sacude los brazos y truena su cuello—. Bueno, serás un breve precalentamiento.
—Ahora mismo no veo a un humano —mi hermano responde con la voz seria—. Eres un abusador.
—Ya sé quienes son, los huérfanos traumados —ríe—. Parece que su bienvenida no les quedó clara.
Miro a mi alrededor y noto que nos miran muchos compañeros de uniforme crema desde las ventanas, techos y a una distancia segura. Sus rostros de preocupación hacen que mi mente empiece a volar: ¿y si nadie detiene esto?, ¿si se niegan a darle atención médica? ... no quiero perderlo a manos de ese chico, es mi hermanito, el único ser que me conoce, que me ayuda y me defiende ... las lágrimas empiezan a salir y mis sollozos hacen que mi Alán se acerque a mí.
—Quisimos hacer las cosas bien, pero saben nuestro punto débil —dice con pesar.
El rubio lo toma del cabello y lo aleja de mí. Mi hermano no se queda sin hacer nada empieza a conectar algunos golpes. El sujeto se confía mucho, empieza a darle rodillazos y lo lanza al piso. Se burla de él y lo vuelve a levantar del cuello de la camisa, así que no lo ve como un peligro hasta que mi hermano logra romperle la nariz, se queda parado y mira su sangre.
—Estaba siendo amable —se limpia la sangre y vuelve a mirar a mi hermano de forma siniestra.
Los golpes que le da son más fuertes, su estilo es de boxeador, mi hermano sigue defendiéndose pero su cansancio es evidente, sus rodillas lo han dejado de soportar varias veces.
No puedo solo seguir llorando sin hacer nada. Los adultos deben estar del lado de los azules, he visto a varios pasar y seguir su camino como si nada. Estamos rodeados de muchos ojos y a la vez completamente solos. Respiro profundo para controlar mis emociones, tengo que actuar mi hermano se ha casi caído solo.
—¡Basta! —me lanzo y me cuelgo de su cuello por la espalda.
El rubio trata de romper mi agarre con una mano y con la otra trata de alcanzar mi rostro. Por lo menos lo estoy distrayendo de Alán, quien está tratando de recuperar fuerzas en el piso. Poco me dura mi esfuerzo, ya que me logra alcanzar del cuello de la camisa y darme la vuelta. Azoto contra el suelo, un grito de dolor se me escapa al sentir pequeñas piedras incrustadas en mi piel.
—¡Dije que la dejes! —Alán empuja al tipo lejos de mí y siguen peleando.
Me quedo en el piso, sujeto mi cabeza para tartar de que el dolor punzante se detenga. No distingo bien los sonidos de mi alrededor, parece que empezaron a gritar con desesperación que se detengan ... o tal vez no, capaz es solo lo que resuena en mi cabeza. No sé cuando se dignará alguien en separarlos, mi hermano es fuerte, se ha enfrentado a varios chicos que nos molestaban, pero eso no significa que siempre saliera ileso.
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