[25]
Color de ojos: (c/o)
Color de pelo: (c/p)
Dónde vives: (d/v)
(Los recuerdos tendrán esta letra)
— Cómpralo.
— ¿Pero...debería? — Elliot acaricia su barbilla con su pulgar y dedo índice mientras escanea con la mirada un bonito collar de piedras pequeñas y un corazón colgando de la cadena delgada y diminuta. Todo se veía tan delicado y en cierta forma a ____ le daba ansiedad de solo imaginar algo tan pequeño y tan bonito reventarse y esparcirse por todos lados... Como las lágrimas del dueño.
Ella suspira de manera pesada, lenta y demasiado alargada como si no lo hubiese hecho en toda su vida a la par que pone sus ojos en blanco. Jura que si no agarra cualquier regalo, ella misma escogerá al azar.
— ¡Es tu mamá, Elliot! ¡Le va a gustar...! — grita frustrada. Los ojos le pesan desde que despertó, y su cuerpo la noche anterior no tardó en caer en sueño, a pesar de eso, no recuerda haber soñado algo y sigue pensando que es algo decepcionante. Le encanta dormir con tal de producir historias incoherentes de vez en cuando. Varias personas que se encontraban en la tienda de regalos miraron discretamente hacia los jóvenes, unos rieron ligeramente, otros solo se quedaban observando y unos pocos solo entregaban una sonrisa que expresaba que tan conmovidos estaban. El mayor al darse cuenta de esto se le colorearon las mejillas de rojo y agarró con brusquedad el collar.
— ¡No hables tan alto! — regaña entre dientes y ambos comienzan a caminar a la caja para pagar el accesorio.
La fila resulta con ser irritantemente larga y la paciencia del pelirrojo demasiado pequeña para estar dispuesto a tener una buena cara mientras espera, pero prefiere por aguantarse la energía cruzándose de brazos con el collar a la mano. Amaba la Navidad, pero en casos como esos, la odiaba con toda su alma.
Había una melodía en el fondo de canciones navideñas en caja musical, y el frío daba una vibra de comodidad dentro de la tienda pero nada de eso le importaba a, él solo quería conseguirle un regalo a su madre para poder llegar a casa después y enviar un mensaje a Marinette.
Su sonrisa tímida, sus ojos azules y su estatura. Todo en ella era tan perfecto en todos los aspectos posibles.
— ¡Vamos! ¡No sean crueles! — Elliot camina por adelante de los tres. Era gracioso ver tantas cabecitas pelirrojas entre la multitud—. ¡Nath! ¿Me ayudarás no?
El mencionado abre la boca inseguro y solo sale una nube blanca del frío. Las luces de la ciudad se han iluminado, y logran brillar en los espejos de sus ojos claros, su piel parece ser sensible al frío y tiene las orejas, labios, nariz y mejillas rojas, y se han coloreado más con solo escuchar el nombre de la secreta súper heroína.
— S-Sabes, e-estoy enamorado de e-ella ta-también...
Una chispa de celos se prende en el pecho del chico, y se aclara la garganta a la vez que da un paso al frente para avanzar en la fila. Acaba de recordar lo que sucedió ayer en la noche, y realmente se iba a atrever a preguntar:
— Entonces ¿cómo les fue anoche?
____ a pesar de su comportamiento orgulloso, podía dejar escapar ligeras pizcas de un lado más dulce: cuando mantiene la mirada fija a un solo punto y juguetea con su cabello (c/p), cuando tiembla de frío y espera un abrazo cálido, claro que no le gusta verse vulnerable, aunque anoche se sentía vulnerable, escondida en una capa de distanciamiento en lo muy profundo de sus pensamientos. Guardó silencio unos segundos para revisar las palabras correctas que podría utilizar.
Pasar tiempo con Nathanaël fue algo...
— ¿Anoche? U-Uhm... — su voz se tambaleó en la inseguridad, la respuesta estaba en la punta de su lengua, pero no podía asegurarla completamente—. Estuvo bien, supongo — presionó sus labios helados formando una línea delgada y sus ojos (c/o) se fueron hacia el suelo.
Elliot por su parte, podría atravesar a su prima con su mirada al hacer un intento fallido de fingir desinterés. Ella no estaba sonriendo, y se le congeló la sangre de solo imaginar que la metió en alguna mala experiencia.
— ¿Pasó...algo malo? — pregunto lentamente, con cuidado de la reacción que podría tener ___ y su personalidad impredecible, pero ella elevó la mirada rápidamente y se encogió de hombros.
— No pasó nada — volvió a contestar cortante y tragó saliva con dificultad—. Fue divertido, de verdad.
Y ahí acabó su opinión. ¿Divertido? ¿A qué se refiere con eso? No es por nada, pero Nathanaël puede ser amable, puede ser bueno para llevar una conversación profunda pero ¿divertido? No es un chico bromista y juguetón como para considerar pasar el tiempo con él algo "divertido"
— ¿De qué hablaron? — escarbó por respuestas el chico, girando todo su cuerpo hacia ella—. ¿Por qué dices que fue divertido?
Claro que ella no es tonta, y volvió a poner los ojos en blanco gimiendo con mal humor. A veces su primo podía ser demasiado obvio.
— No me acuerdo, ya déjalo.
— Vamos, cuéntame — rogó caprichosamente—. Nathanaël es demasiado cerrado y tímido, quiero saber si es distinto contigo.
— Él... Uh...
— ¿Los seguimos?
— Por supuesto-- — la tos la interrumpe e inmediatamente cambia de parecer—. Q-Que no.
Hace tanto frío una vez que el sol se ha ido y la noche ha cubierto todo el cielo, dando a la vista a las estrellas a la distancia.
— ¿Estás resfriada o algo...? — al hablar, sube sus manos hacia su propio saco negro, removiendo su bufanda. Ella sube sus manos hacia sus brazos y frota con tal de conseguir calor. Seguramente la idea de Nath es correcta.
— C-Creo que si, pero no es importante por qué fue desde hace muy poco y...eh, pues eso — busca explicarse expulsando el aire rápidamente y todas esas neblinas la siguen hasta volverse invisibles.
Tiene las manos heladas como siempre suele pasar, y las acerca a sus labios para soplar aire cálido en sus palmas.
— Si me enfermo, mi mamá me va a mantener encerrada el resto de las vacaciones — bromea con un tono inocente y sus pestañas están cerca de acariciar sus dedos al mantenerlos cubriendo su boca.
— ¿A sí? — el chico atropella las pocas palabras que pronuncia. ___ está por hablar de nuevo hasta sentir un suave peso sobre sus hombros, junto con un cambio de temperatura.
— ¿Eh? — la duda se escapa de repente y deja caer sus manos a sus costados, mirando de nuevo al pelirrojo, con la cara completamente pintada de vergüenza. Lucía tan tierno como su rostro casi podría volverse del color de su cabellera.
— E-Elliot puede parecer alguien inconsiderado a veces ¿cierto? — opina subiendo su mano a su nuca y rasca como si eso pudiese disminuir sus nervios—. No puedo entender lo que pasa por su mente, pero no me resulta desagradable.
— Bueno — la chica sostiene las orillas del saco con las yemas de sus dedos cerca de la insensibilidad. La tela es suave, como debería ser tratándose de una prenda de invierno y ella sonríe en comprensión a lo que dijo él—. Si quieres, te lo regalo — bromea—. Siempre hace lo que quiere, y de alguna manera las cosas suelen salir bien la mayor parte del tiempo.
Nath frunce el ceño y vuelve a embutir sus manos en sus bolsillos. Un poco de su fleco decide por acomodarse sobre el puente de su nariz.
— ¿Cómo lo conociste? — la curiosidad sale disparada y el chico se estremece con solo recordar la respuesta.
— E-Eh... F-Fue hace poco y... — sus ojos turquesas pierden el brillo cuando busca entre las imágenes que aparecen en su mente unos segundos—. Rompió uno de mis dibujos — concluyó casi apático.
____ entrecerró los ojos y miró a lo lejos en desaprobación.
— Eso... Suena como Elliot — comenta acompañado de una carcajada y el chico simplemente sonríe—. ¿Cómo terminó agradándote alguien que haría eso...?
— Ah... —elevó su mirada del suelo hacia ella. Caminando juntos, con la misma estatura era sencillo mirarse el uno al otro sin problemas—. No me agradaba — contestó sin borrar su sonrisa—. Pero siempre que me veía, no dejaba de disculparse una y otra vez.
— ¿Supongo que fue su insistencia lo que hizo que simplemente...lo aceptaras?
— Me... Daba algo de miedo su presencia — habló con la voz mecánica—. Podría decirse, que su insistencia hizo que me acostumbrara — rió subiendo sus hombros rápidamente—. Me obliga a ser más abierto, así que es algo bueno para mí.
Era lindo escuchar como su primo había conseguido un amigo tan distinto a él. Nathanaël la hacia recordarse a sí misma en cierto punto... Elliot se le hacía demasiado extrovertido la primera vez que viajó a París para conocerlo y visitarlo.
Un silencio incómodo envolvió a ambos, él miró al suelo arrastrando sus pies, ella apretó el agarre en el saco que rodeaba sus hombros y miró hacia la gente que paseaba al rededor. La decoración de Navidad era acogedora, luces de colores, música navideña.
— P-Podría enseñarte... — la voz nerviosa de él rompe el silencio y ella voltea rápidamente para poner mejor atención—. Algunos de...mis dibujos, si quieres — sus palabras bajaron de volumen hasta escucharse como un susurro.
La emoción comenzó a brotar en el interior de la menor y accedió con la cabeza a su invitación.
— Sería lindo.
— ¿Eso fue todo?
— No realmente, pero... Los temas de los que hablamos no fueron más allá de eso.
Elliot se palmea la frente con impaciencia, no sólo por la fila, sino que la ilusión por qué su pobre prima de corazón roto caiga por su mejor amigo se fue a la basura instantáneamente.
— Me gusta.
Entre el ruido de todos los compradores y trabajadores en él área, esas palabras parecieron tener un efecto especial que le permitiera escucharlas con claridad, se queda hecho piedra creyendo que se trata de alguna alucinación y la mira bruscamente, esperando que lo dijera de nuevo. Todos avanzaban más lento, el rededor se volvía borroso, su enfoque solo era ella.
— ¿Lo dices de nuevo?
— ¿Eh? — ella lo mira de reojo y luego relame sus labios para volver a hablar—. Dije, que Nath me gusta — sonríe para sí misma.
Hay algo aquí, el corazón del chico se acelera tanto al oír esas palabras, sonríe de oreja a oreja y respira con mucha más facilidad. ¡Eso es bueno! ¡Si a ___ le gusta Nath, no sufrirá por Adrien!
— ¿Te gusta...?
Vuelven a dar un paso para acortar la fila. Ella respira para mantenerse tranquila y vuelve a hablar:
— Si, creo que es una buena influencia — suena completamente honesta, y cada opinión suena como la más hermosa melodía para Elliot—. Me gusta que sean tan amigos.
¿Khé?
— ¿Te gusta que sea mi amigo? ¿No te gusta él?
Cuando ella escucha las palabras de su primo explota en carcajadas, todos voltean a ver con curiosidad y varios compradores y trabajadores hacen muecas de disgusto. La risa sube y resuena desde su garganta y siente un dolor en el estomago repasando las mismas palabras dentro de su mente. Múltiples imágenes de Nathanaël se aparecieron una tras otra y simplemente la risa la invadía cada vez más. Elliot está que se muere de vergüenza aún, pero tampoco comprende que le pasa a su familiar...quizá, con el frío y tanto pensar en el rubio de ojos verdes, ya perdió la cordura.
— Eh...
Lágrimas se colocan en los lacrimales de los ojos (c/o) de ____. Intenta disminuir la risa e hiperventila del esfuerzo. Era tan prevista esa pregunta, tal vez veía a Elliot casi dos veces al año, pero ya lo conocía perfectamente.
— No Elliot...él no me gusta — contesta con un hilo de voz, y pasa sus dedos por sus ojos, resbalando las lágrimas y quitándoselas con cuidado. Lentamente, entre la tranquilidad en la que se mantiene la fila, volvió a recuperar el aliento hasta convertirse en una persona con una cara en blanco, sin sonreír, sin verse molesta, sin verse triste.
Y es que, ¿cómo podrá sacarse al rubio de su mente? Hasta ahora, ha estado ahí constantemente, sin descanso. Su risa, el cuidado que tiene por los demás, como es tan amable y tan bromista, le produce tanto amor en el pecho, no lo puede soportar.
Elliot abre la boca inseguro, está por hablar pero alguien lo detiene al apurarlos en la fila:
— Avancen.
— A-Ah, perdón — susurra, y ambos avanzan a la vez. De nuevo, el mayor retiene el aire en sus pulmones preparándose para hablar, pero vuelve a ser interrumpido por una voz desesperada:
— ¡P-Por favor! ¡Lo mantuve apartado, de verdad! ¡Ya no está ahí! — una chica es jalada por dos de los trabajadores hacia fuera de la tienda. Intenta con todas sus fuerzas acercarse a la caja, y nadie hace nada al respecto—. ¡Es para mí mamá! ¡Está enferma!
____ escucha con atención, no entiende que está pasando pero está segura de que su corazón acaba de caer y romperse en miles de pedazos, como si fuese un cristal delicado.
— ¿Q-Qué...? — la chica no logra mantenerse con sus brazos, y la cargan por completo hasta caminar afuera después de que ella se sostuvo a uno de los clientes. Estaba llorando descontroladamente, gritando por piedad.
Elliot le da la espalda, mirando al suelo con el mismo dolor que sentía su prima.
— Ya casi es Navidad, y esto tiene que pasarle — murmura para sí mismo. Los ojos (c/o) de la menor revisan a los clientes. La mayoría reaccionaron igual de tristes que su primo y ella, mientras otros se enfadaban por que avanzara la fila y preguntaban cuanto faltaba a los demás.
____ aprieta los puños. Se siente tan molesta de que permitan una experiencia así para una chica tan joven.
— T-Tenemos que volver a avanzar — la mano de Elliot se siente cálida cuando toca su brazo y vuelven a caminar hacia la caja, cortando el largo de la fila, solo falta un hombre más antes de ellos y después podrán pagar aquel collar.
El tiempo le parece más lento de lo usual, con cada paso de la gente a su alrededor, y las voces de los niños preguntando sobre juguetes y adultos riendo en sorpresa por encontrarse en una situación tan parecida. El sonido de la caja, los euros que caen al suelo por accidente. Tanto movimiento termina por producirle ansiedad, y pierde el equilibrio unos segundos. Los ojos avellana logran captarla y la atrapa con miedo, por suerte ella logra sostenerse en sus pies de nuevo.
— ¿Estás bien?
A decir verdad, ella no tiene idea de que pasó y simplemente ríe.
— Todo me dio vueltas de repente — contestó con un tono bromista, pero el otro no reaccionó con la misma sencillez, sino subió su mano a la frente de la menor, después de pasar mechones de su pelo detrás de su oreja. Ella cerró los ojos con fuerza y frunció el ceño sintiendo la palma fría.
— ¿No te habías dado cuenta de que estas enferma?
— ¿Qué? No molestes — habló creyendo que se trataba de una broma, pero el otro siguió con su actitud protectora.
— De verdad, estas tibia — esta vez volteo su mano y la puso de nuevo sobre su frente para asegurar—. Sep, creo que tienes fiebre.
— No me digas eso — abrió los ojos y habló en forma de ruego—. ¿De verdad? — preguntó subiendo su mano hacia su frente una vez que su primo quito la suya. Ella no sentía nada, su mano era igual de caliente que su frente y gimoteó—. No...rayos.
— Tienes que ir a casa a tomar algo y--.
— ¿Siguiente? — el trabajador habló con un tono contento para recibirlos. Caminaron rápidamente hacia la caja y Elliot dejó el collar sobre la mesa.
— ¿Está muy mal? — volvió a preguntar ____ como una niña pequeña—. ¿Fue por eso?
— ¿Qué te fuiste unos segundos? No lo sé, tal vez — se encoge de hombros, paga el collar y se lo entregan unos minutos después en una caja especial para que no se maltrate—. ¡Gracias!
Y sin más, solo agarra la caja, rodea a su prima por los hombros y la lleva con él fuera de la tienda. Muchas personas los ven y sonríen. Elliot es un chico atractivo, pero nunca le pareció algo importante a ____.
El cambio de temperatura es demasiado repentino para ella y la piel se le eriza acompañado de un escalofrío de sudor frío. Vuelve a gemir malhumorada mientras caminan tranquilos hacia casa.
— ¿Quieres que te preste mi chaqueta? — pregunta él dejando de caminar, y ni siquiera logra contestar cuando le cae encima la tela. Ella suspira amargamente. Esto de las chaquetas se estaba volviendo bastante común ahora, no se quejaba, pero por suerte todos eran suficientemente respetuosos para compartir en caso de tener frío.
— G-Gracias-- ¡Hay! — un golpecito sobre su frente de parte del chico con su dedo índice, el dolor pulsa suavemente—. ¡Ya sabía que en realidad eres bien cruel! — grita acomodándose la chaqueta, y al inhalar con fuerza comienza a toser.
— Tu mamá te matará. Sigo sin olvidar lo mucho que evitó que te enfermarás como para que estés así ahora.
— Dímelo cuando este en una camilla completamente desmayada. Estoy bien — refunfuña e introduce sus manos a los bolsillos de la chaqueta. Le queda tan larga que cubre unos cuantos dedos antes de su rodilla—. Vamos ahora — exhala aire caliente y contrasta con el clima, produciendo esos típicos vahos.
Vuelven a caminar, y ella pone atención una vez más a la gente al rededor. Todos se ven demasiado preocupados por conseguir un regalo de Navidad para sus familiares. A su mente regresa el joven Agreste y se pregunta cómo se la estará pasando ¿con la misma suerte que ella? Ojalá que no.
Las ganas de verlo no la han dejado en paz, y aumentan cada vez más y más.
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