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Capítulo 3: Preguntas


–­­­­­¡Mamá! –­­­­­ llamé un poco dubitativa, apoyada en el umbral de la puerta. Desde que se fue la abuela que no hablamos de este tipo de cosas. A los 10 años aprendí que solo se podía hablar de esto con ella, y desde su partida juré a mis padres no volver a hacer este tipo de preguntas.

–­­­­­Sí cariño –­­­­ ­respondió automáticamente con esa voz extremadamente dulce, mientras aparecía en mi rango de visión, vistiendo un pijama rosa con orejitas, y la cara de un conejo estampado en la parte superior. Esperé un momento, solo por si aparecía un arcoíris o mariposas doradas alrededor de su aura completamente pura.

–­­­­­ ¿Tú y papá se aman? –­­­­­ lancé sin siquiera pensar, con los ojos cerrados para no ver la expresión de su rostro, que seguramente alejaría la eterna paz que la embargaba en cada segundo de su iluminada vida.

Los volví a abrir, si estuviera viva estaría conteniendo la respiración hasta escuchar su respuesta, pero gracias al cielo no lo estaba, o habría muerto asfixiada (ahora que lo pienso sería una muerte horrible, la sumaré a mi lista mental de formas más horribles para morir, así no me siento tan mal por escoger esta).

Sostenía su mentón con la mano derecha, como si fuese a desprenderse de su cara, mientras la izquierda envolvía su cintura, como si tuviera que contener al monstruo que quiere salir de su estómago. No se notaba molesta, pero su silencio era suficiente castigo para mí.

–­­­­­Estuvo mal que preguntara–­­­­­ me apresuré a añadir. –­­­­­ No debo causarles más problemas, ya estaba a punto de salir. –­­­­­ pensé en escapar lo más rápido posible, pero su mano adivinó mis intenciones y me detuvo antes de que pudiera dar el primer paso.

–­­­­­Cariño, tu padre y yo somos muy felices, una pareja compatible en prácticamente todos los aspectos, tenemos dos hijos maravillosos y una vida tranquila. Nunca esperé algo más que esto. –­­­­­ en un comienzo estaba muy seria, pero al finalizar me acarició suavemente el rostro y la dulzura volvió a iluminar sus ojos. –­­­­­ Es mi compañero de vida, mi amigo. No habrían podido escoger a alguien mejor para mí, fui afortunada.

–­­­­­Gracias mamá–­­­­­ traté de simular una sonrisa perfecta, la abracé y le deseé las buenas noches, antes de salir a toda velocidad.

Bueno, vale recalcar que nunca fui rápida, y estar muerta no cambia mucho las cosas en ese aspecto, así que antes de llegar siquiera a tocar el pomo de la puerta, sentí otra mano, menos dulce que la anterior, que rodeó mi muñeca, obligando a que me volteara rápidamente.

Era la irritante cara de mí, exaltado y perturbado hermano, con esos ojos acusadores que me fulminaban con la mirada y esa expresión de desaprobación con la que el mundo lo vio nacer.

–­­­­­ ¿Tienes que hacer que sus vidas sean tan miserable como la tuya? –­­­­­ ya acostumbrada a sus insultos me deshice violentamente de su amarre. Hace unos meses se me habrían escapado un par de lágrimas con esta escena tan fuera de lugar, pero mi versión no viva ya no se entristecía por este tipo de reacciones.

–­­­­­Está bien, no se lo tomó tan mal. Además a penas lo dije me arrepentí. –­­­­­ añadí a la defensiva mientras me acomodaba nuevamente la mochila antes de intentar salir de casa otra vez.

Se detuvo entre mi no persona y la puerta, antes de que pudiese alcanzar el pomo de ese enorme pedazo de madera que me separaba del mundo exterior.

–­­­­­Vas a hacer que llegue tarde otra vez­, ¿quieres que vaya a prisión por incumplimiento de las normas? – traté de escupir cada una de mis palabras en su estreñida cara.

–­­­­­No vuelvas a preguntar ese tipo de cosas, mamá también sabe fingir muy bien. –­­­­­ pausa incómoda –­­­­­ aunque no lo creas esto nos está matando a todos.

–­­­­­ ¿Preferirías que me fuera? ¿Perturbo tu anhelada paz? Ya ni siquiera tienes que verme la cara todos los días. ¿Soy tan desagradable para ti? –­­ escupí nuevamente algo alterada.

–­­­­Deseo que todo esto sea un mal sueño­–­­­­­ terminó algo menos exaltado

–­­­­­Yo no –­­­­­ mentí. –­­­­­ lamento arrastrarlos a esto con mis decisiones del pasado, espero que te cases pronto, te mudes a una casa perfecta y vivas armoniosamente con tu familia ideal, y que no te sientas miserable por que haya caído en desgracia.

–­­­­­Kyra...–­­­­­ trató de decir algo más, pero lo corté al vuelo. Supongo que estaba medio arrepentido por todo el alboroto.

–­­­­­Ya tengo que irme, espero que te inspires para rellenar el formulario de la "felicidad" –­­­­­ las comillas las hice con los dedos para recalcar lo absurdo de esa tradición. –­­­­­ Nuestros padres están orgullosos de ti, prometo no volver a ofenderlos con mis preguntas irreverentes.

Con una mano lo aparté suavemente de mi camino y con la otra (la tercera es la vencida) logré abrir la bendita puerta.

Mi hermano acaba de cumplir 20, y como todos los jóvenes de su edad, debe enviar el folleto de la "felicidad" en un par de semanas, de esta forma para finalizar el año encontrarán a una mujer adecuada para él, según el examen psicológico (que ya hizo) y una descripción detallada de sí mismo (el formulario).

Por surte, al estar muerta me libré de esta estupidez. Antes de morir y bueno, de conocer al asesino de corazones que me destrozó por deporte, pensaba que Louis y yo seríamos la pareja ideal, nos conocíamos desde los cinco años, nos complementábamos en todo, podíamos pasar horas hablando de lo que sea sin aburrirnos jamás y estábamos completamente seguros de que ninguno de los dos sería capaz de hacerle daño al otro.

Incluso hicimos un pacto de sangre y juramos que escribiríamos juntos nuestro formulario, para que todo encajara a la perfección. Pero eso quedó en el pasado, decidí arriesgarme y me enamoré. Cuando pienso en ello, estoy segura de que volvería a hacerlo, muy probablemente con otra persona, pero volvería a arriesgarme, ya que prefiero morir a vivir de esta forma; es decir, como Xavier. Debe estar aterrado.

Así como están leyendo, caminaba envuelta en mis cavilaciones, por las oscuras y estrechas calles de nuestro "tan querido pueblo", que extrañamente parecía estar más vacío que de costumbre. Traté de apurar el paso para llegar a tiempo a lo de Molly. Odiaba tener que encontrarme con su espantosa cara todos los días. En realidad era muy bella, pero me odiaba infundadamente, simplemente por estar muerta.

Todo iba relativamente bien, hasta que lo vi nuevamente (al tipo raro con capucha), posiblemente estén pensando que pudo ser cualquier tipo con capucha, y no precisamente el sujeto con el que me topé la otra noche, pero lo que no saben es que, por si fuera poco, los no vivos no podemos ocultar nuestro rostro, es decir, las normas no solo restringen nuestra forma de movernos por la faz de la tierra, sino que también nuestra forma de vestir. Me siento profundamente indignada.

Volviendo a lo anterior, estoy segura de que lo vi correr calle abajo muy pegado a la pared (me imagino que tratando de pasar desapercibido). Pero esta vez me limité a seguir mi camino.

Obviamente, al llegar recibí otro regaño de Molly, a pesar de que llegué a la hora. Para esta chica siempre hay algún motivo por el cual regañarme.

La noche transcurrió lentamente, mientras me consumía la culpa por haber herido los sentimientos de mamá, por hacer de la vida de Xavier un infierno, por recordar haber roto la promesa de Louis (espero que algún día me perdone, estoy segura de que encontrará a otra persona que encaje con su adorable personalidad), y por no seguir a ese extraño ser "tal vez" humano, solo por temerle al temperamento cruel de Molly (su nombre suena demasiado dulce como para contener esa desagradable personalidad).

Eran las 3 de la mañana cuando terminó mi doble turno, debía dirigirme directamente a la piscina municipal para limpiar el recinto y luego volver a casa para dormir, hacer origami, leer un libro, inventar alguna conspiración o algo por el estilo.

Entonces, ahí estaba, caminando por las calles escasamente iluminadas, pensando en si debería escribir o no las conspiraciones en la que había estado pensando, si debería dejar de hacer origami por el bien del planeta, y, paralelamente, si sería un sacrilegio hacer origami con las hojas de los libros que ya leí.

Concentrada en mis pensamientos tropecé torpemente (no creo que exista otra manera de tropezar), con un extraño objeto de forma circular, era dorado, brillante, y se abría como una ostra, pero en vez de tener un hermosa perla, solo había una extraña flecha roja que no dejaba de moverse de un lado a otro.

Extraño.

Otra excusa para llamar a Louis al llegar a casa, esperando que no esté muy molesto por haberlo expulsado deliberadamente de mi habitación. 

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