A veces me siento atrapado en las conexiones humanas formadas, congelado en el tiempo, con gritos que no llegan a ser alaridos, que dominan ciertos detalles del ser, del vivir y existir.

El escape está a un click de distancia, un mundo ya conocido se asoma entre las telas del qué será... y sé lo que ofrecen aquellos mundos no tan lejanos, no tan sinceros, la tierra de espejos doblados, cuyas invitaciones se anuncian como cantos de sirena en esta bahía de atención naufragada.

He de admitir, a veces aquellos cantos
todavía me hacen sentir especial...

Burbujas de atardecer ahumado y olores de carbón suscitado dan cabida al respirar de nuevo. Nada malo sucede en el fondo, ni en la realidad; lo malo y bueno es subjetivo y la rienda suelta a sentimientos encontrados es el mejor camino qué tomar en estos tic tac.

El debilitamiento de las tardes se ha arreglado con café recién chorreado. Con la risa de aquellos niños que existieron en el pasillo de la casa que hoy está vacía, con el sol bochornoso que tuesta la piel que me encanta, aquella morena con sabor a azúcar tostado.

Y no quiero escapar de aquellas noches del caribe,
de las trenzas que me alejan de la ciudad,
de la sonrisa blanca nocturna.