5
Corregido ✅
Natalia.
Zack y Dylan chocan sus manos con orgullo. El equipo aplaude y felicitan a los actores por el trabajo realizado, menos Agus, que refunfuña por lo bajo. Nunca está satisfecho, ni siquiera se le ve ilusionado con el proyecto. Así debería de ser ¿no? Es su primera película...
Aron se quita los cascos y deja la tanda de papeles sobre la primera mesa que pilla. Agarra su mochila y sale corriendo hacia la puerta de salida. Yo le observo desde uno de los sofás del decorado, justo al lado de Lily que nos ignora a todos y cada uno de nosotros, pero me levanto al ver que acelera el paso para evitar toparse con nadie y tras una carrera logro alcanzarlo. Al girarse me pilla sonriendo como una estúpida. Y muy sofocada también. Mis pasos le han debido de alertar.
—¿Vas a algún lado? —le pregunto, con una sonrisita.
—He quedado —dice, con nerviosismo.
—¿Quién es la persona afortunada?
No le da tiempo a contestar, porque Agus grita enfadado, provocando un silencio ensordecedor en la nave. Camina hacia nosotros con paso firme. Le señala.
—¿A dónde vas?
—Al médico —respondo por él, después de unos segundos en silencio para salir del paso.
—¿A estas horas? —ironiza, mirándome por encima del hombro.
—¿Qué tiene de malo esta hora? Uno no elige cuando le duele la cabeza —miro a Aron con las cejas en alto, esperando que pille la indirecta—. ¿Verdad?
Agus ríe sarcástico, con aires de maldad. Tal y como lo hace el monstruo de las pesadillas cuando está a punto de suceder algo muy malo. Camina hacia Aron dándome la espalda y se sitúa en frente. Amedrantado por su jefe, baja la mirada.
—Si no quieres dar credibilidad a su dolor de cabeza, allá tú —interviene Dylan, poniendo la mano en el pecho de ambos—. Deja que se marche. Ha cumplido con su jornada. Es tu empleado, no tu esclavo.
Agus ríe de manera sarcástica y se aleja, colocando las manos en la nuca.
—¡Dylan Brooks, el salvador! —exclama, haciendo aspavientos con las manos.
—Tengamos la fiesta en paz, cariño —le pide Gia, alejando a su marido de nosotros.
La situación se vuelve tensa. Mis puños se cierran con fuerza a ambos lados de mi cuerpo y de manera inconsciente las uñas se clavan en las palmas. Dylan baja la mirada y después de topa con mis ojos. Se ha dado cuenta. Y, aunque intento disimular mirando hacia otro lado, me chista para llamar mi atención. Con la cabeza hace un gesto para que me despida de Aron. Me vendrán bien unos minutos de descanso.
—Gracias por ayudarme, aunque no sé si servirá de mucho o... por el contrario pagaréis las consecuencias de su mal humor —dice Aron—. Por eso... te contaré un secreto.
Sonrío con ternura.
—Tu secreto está a salvo conmigo —le interrumpo—. Aunque otros, y no me hace falta decir nombres te hagan sentir lo contrario, a mi lado puedes ser tú ¿entendido?
Aron frunce el ceño, pero al instante alza las cejas y abre la boca, muy sorprendido. Yo le imito el gesto. No estoy muy segura, pero algo me advierte de que acabo de meter la pata.
—¿Cómo sabes que me gustan los chicos?
—Te vi. Os vi —respondo atropelladamente—. Miraba por la ventana cuando pasasteis agarrados de la mano. Parecéis tan monos...
—No quiero que se entere nadie, pero me tranquiliza que lo sepas tú y no otra persona.
Él asiente y se recoloca la mochila sobre un hombro. Me regala una media sonrisa que se desvanece al instante cuando Agus le llama por su nombre.
—Vete —le digo.
—Espera, ese no es el secreto que te iba a contar.
¿Qué?
Mi corazón comienza a latir muy deprisa.
—Tu amiga Lara y Zack mantienen sexo telefónico muy a menudo. El otro día le pillé en el despacho de Agus. Como se entere...
Mis ojos se abren de par en par. A su vez, los de Aron también.
—¡¿QUÉ ZACK Y LARA QUÉ?! —grito.
¿Por qué Lara no me lo ha contado?
Zack acaba de llegar a mi vida, pero ella... ¡Llevamos toda la vida juntas! ¿Por qué no me contaría algo así? Es la mejor noticia que podrían darme. Mi mejor amiga y mi nuevo mejor amigo juntos... ya puedo imaginar las noches de películas y pizza, juegos de mesa y escapadas a la montaña juntos. Como si todo el mal hubiera merecido la pena con tal de ser feliz con las personas que quiero.
—Natalia creo que deberías...
—¡Ay dios! ¡Ay dios! —repito, con las manos en la cabeza—. ¡Es genial!
Tras unos segundos pensativa, bajo la latente mirada de advertencia de Aron, caigo en cuenta.
—Espera ¿Zack está jugando a dos bandas?
Alguien se aclara la voz detrás de mí.
—Tengo a Lily detrás ¿verdad? —susurro.
Aron asiente y me giro para encontrarme con ella.
—Yo no sabía nada, te lo aseguro.
Lily comienza a reírse de manera sarcástica y voltea a ver al equipo, que observan la escena desubicados. Dylan y Zack se acercan para saber qué es lo que ocurre, pero antes de que el rubio me alcance, Lily le da un rodillazo en la entrepierna que le hace caer al suelo. Gia grita horrorizada y Aron, que aun no se ha marchado corre a ayudar a Zack a levantarse del suelo.
—Pero ¡¿Qué cojones haces?! —espeta el afectado—. ¡Mis pelotas!
—Espero que te duela lo suficiente como para no hacerle a su amiguita lo mismo que me has hecho a mí —responde Lily, con rabia. Me señala—. ¿Te ha contado Dylan de qué conoce a un tal Axel?
Axel.
Axel.
Axel.
El nombre del monstruo se repite en mi cabeza. Cada vez con más eco. El bombeo de mi corazón rebota en mis oídos y noto la sangre recorrer con lentitud los vasos sanguíneos. Una vez más, las uñas sobre mis palmas. No puedo pensar.
—Lily, cállate —masculla Dylan.
—¿O qué, Brooks? ¿Vas a llamar a tu mamá? ¿A tu papá? —inquiere.
Agus se sitúa a su lado y fulmina con la mirada a Dylan, para después fijarse en mí.
—No es necesario que te lo cuente él. Dylan tenía complejo de policía. Llegó hasta aquel famoso narcotraficante. Y allí conoció a Lily. Una nariz rota, una detenida y un prófugo de la justicia. Lo demás es historia. ¡Para más casualidad era tu padre!
—¡Me prometiste que no meterías al chico en esto! —grita Gia.
Apunto de desmayarme, con todo mi alrededor dando vueltas y los oídos taponados, ladeo ladeo la cabeza para mirar a Dylan. El barullo, los gritos y
—¿Lo que dice es verdad?
—Natalia, ven conmigo —dice Aron, agarrándome del brazo.
—¡Responde! —grito, con los ojos llenos de lágrimas.
Dylan aprieta la mandíbula y contiene un sollozo, porque sus ojos se empapan. Una lágrimas moja su mejilla y sin darme una respuesta, ladea para ver a Agus.
—Eres un hijo de puta —masculla.
—Él será lo que quieras, Dylan —dice Aron—. Pero ¿es eso verdad?
Agus chista con superioridad y camina con paso firme hacia nosotros, pero Dylan frena su recorrido, encarándose con él.
—Quítate —escupe.
—Mi padre te ha perdonado muchas. Yo no soy mi padre —le advierte, pero eso no provoca el cese de su maldad. Incrementa una sonrisa sarcástica que crece al mismo tiempo que lo hace la rabia de Dylan—. Vete a la mierda.
El director le aparta de su camino y al alcanzarnos, pone una mano sobre el hombro de Aron.
—No te habrás pensado que serías el único en salir ileso ¿no?
—Ya basta —murmuro, con un hilo de voz.
Los párpados me pesan y a penas me tengo en pie.
—Espero que el dolor de cabeza haya desaparecido para mañana. No me gustaría tener que hacer una llamada y que, casualmente, tus padres se enterasen de que a su hijo le gustan los chicos.
Aron abre y cierra la boca. Intenta decir algo, pero él no le deja. Y yo no puedo articular palabra para defenderle, porque mis ojos se funden a negro y caigo al suelo.
—¡Natalia! —grita Dylan.
Lo último que siento son unos brazos rodeándome, el aliento de alguien sobre mi nuca y la voz de Agus de fondo.
—Esta panda de mocosos me va a buscar la ruina.
A la mañana siguiente, la vida pesa un poco más que ayer. Lo que era mi lugar seguro hoy es un montón de escombros que no sé como sacar de mi mente. Cuando desperté, tras haberme desmayado, lo primero que vi fue su rostro. Allí estaba él, de brazos cruzados a mi lado, esperando que abriera mis ojos. Intentó decir algo, pero en ambas ocasiones sus ojos se aguaron y su respiración se aceleró.
—¿Cómo estás? —me pregunta.
—Rota.
Dylan me aparta la vista de inmediato.
Me incorporo apoyándome en su antebrazo y me acerca un vaso de agua que rodeo con ambas manos. Tengo miedo de que caiga al suelo y se rompa. Me siento débil.
—¿Dónde están los demás? —pregunto.
—Se marcharon a casa. El ambiente no era el indicado para seguir trabajando.
—¿Y por qué te has quedado conmigo? —me intereso, pero antes de que pueda contestar, añado—. ¿Te sientes culpable de haber sido un mentiroso todo este tiempo?
Dylan no responde. Durante unos minutos permanecemos en silencio.
—Natalia... —murmura cuando le doy la espalda para marcharme.
Volteo a verle, pero no lo veo a él. A esa versión de hierro que muestra delante de los demás. Veo cristal. El miedo, la culpa, el remordimiento. Todo eso que antes no me ha dejado ver.
No me siento con fuerzas para hablar de lo sucedido. Ni siquiera sé si quiero conocer las respuestas a las preguntas que se formulan en mi mente.
—¿Por qué te infiltraste en la policía? ¿Por qué ir a por el monstruo y no a por otro?
—No te lo puedo decir.
Inspiro profundamente y niego con la cabeza.
—Buenas noches, Dylan —termino diciendo.
—¿Y ya? —exclamó, visiblemente afectado.
—¿Qué más quieres? —inquirí—. ¡Me has mentido! ¡Conocías al monstruo! ¡Tú no estás por la labor de darme las respuestas que necesito y yo no tengo energía suficiente para escucharlas!
—Lo hice por ti. Un trato con Agus. La película a cambio de hacerle un favor.
—¿Qué tiene que ver Agus con el monstruo?
Dylan se frota la cara con exasperación.
—No tengo la más remota idea. Me limité a hacer lo que me mandaron.
—Si te lo contaba te irías de mi lado. No quería perderte.
Asiento con la cabeza.
Lo único que quiero es abrazarle y sentir que ya nada podrá ir mal, pero por el contrario, mi cuerpo no avanza hasta él ni un centímetro.
—Es justo lo que has conseguido, Dylan. Enhorabuena.
A la mañana siguiente, después de no haber pegado ojo, Zack viene a mi apartamento a por mí. Nada más verlo le apunto con el dedo índice, advirtiéndole. Él se lleva la mano a la entrepierna para protegerse de manera repentina.
—Como le hagas daño a Lara, te mataré.
—Pensaba que repelías la violencia —ironiza.
—Y lo hago, siempre y cuando no hagan sufrir a mi mejor amiga.
—Lara sabe que estoy con Lily —me dice, mientras caminamos hacia la nave. Yo freno en seco, pero él continúa. Avanzo hasta él mientras lo miro con el ceño fruncido—. No tienes nada por lo que preocuparte, hemos hablado del tipo de relación que queremos. El único cabo suelto es la rubia.
—¿Una relación abierta? —me intereso.
—Algo así —se limita a decir.
—Lara no... ¿Estás seguro de que es con Lara con quién has tenido esta conversación?
Zack se ríe y me pasa el brazo por los hombros.
—Vamos enana, no deberíamos llegar tarde después del incidente de ayer.
De camino vemos a Dylan pasar con el coche. Frena en uno de los semáforos en rojo. Sus ojos se clavan en los míos y al instante, en la nula distancia que hay entre Zack y yo. Cuando este último se percata de su presencia, sin previo aviso cambia el sentido de mis pasos y abre la puerta trasera del coche.
—¿Podemos ir contigo? —pregunta.
—Ya estáis dentro —dice Dylan, colocando el retrovisor para mirarme.
Siento un pinchazo en el corazón.
La herida de su labio. La que tiene lugar en su pómulo.
—¿Qué te ha pasado? —le pregunto.
—Me caí —dice, sin apartar la vista de la carretera.
—Yo también me he caído muchas veces.
—Qué torpes... —comenta Zack, perdido en los edificios que dejamos atrás a través de la ventanilla—. ¿Qué tal anoche con Agus?
Dylan voltea a verle negando con la cabeza y devuelve la vista al frente.
—Te agradecería si guardaras entre tú y yo lo que hablemos —se limita a decir.
—Yo os agradecería a los dos que afrontarais la vida con madurez y dejarais de mentir.
Zack guarda silencio. Dylan asiente con rostro serio.
La mañana transcurre con normalidad. Las mismas discusiones, malos gestos por parte de Agus y la misma tensión en el ambiente que días atrás. Hoy, con la ausencia de Lily.
Aprovecho que Agus está inmerso en una escena que rueda Dylan en solitario para acercarme hasta donde están Aron y Gia. Esta última me abraza nada más me ve aparecer.
—¿Estás mejor?
Asiento con la cabeza. Miro a Aron.
—¿Y tú? —pregunto.
—La cita fue bien, pero no creo que perdure en el tiempo. Es complicado.
Gia alza nuestras cabezas dando un toque en nuestras barbillas. Nos sonríe.
—No voy a dejar que mi marido os amargue. Merecéis vivir, enamoraros y disfrutad de la juventud sin miedo a lo que esté por venir.
A lo lejos, Agus grita lleno de ira. Capta toda nuestra atención.
—¡CORTEN!
—¿Qué? ¿Por qué? —espeta Dylan—. ¡No puedo hacerlo mejor!
—¡Necesito un descanso! —grita de vuelta el director. Él también tiene un moratón en el ojo.
—¿Qué tal con Dylan? ¿Habéis hablado? —se interesa Gia, haciéndome desconectar.
Niego con la cabeza.
—Tengo dudas. Miedos. Duele que la persona que te gusta te mienta —sorbo mi nariz—. Creo que todavía no estoy acostumbrada a que alguien esté dispuesto a quererme. A quererme bien, digo.
Gia se muerde el labio. Parece pensativa.
—Te comportas diferente cuando él te mira. Ayer incluso... No temes que te haga daño, sino que vea el dolor que otros causaron.
Espero que no se refiera a los moretones. A las marcas. Arañazos. Heridas. O cicatrices. Que sus palabras vayan más allá. Que se haya atrevido a hablar sobre lo que hay en mi interior. Eso que nadie ha visto. De lo que aún no he hablado. Ese gran agujero vacío, lleno de los trozos que se han ido desprendiendo de mi corazón con el paso de los años.
Tendemos a pensar que el vacío es sinónimo de nada. Al contrario. El vacío es sinónimo de todo. Un pozo no es un pozo si antes no ha habido mano de obra humana que lo construya. El surco en el suelo después del impacto de un meteorito. El hueco para la construcción de una piscina. El agujero en la arena después de que un niño dedicara parte de la tarde a excavar. En cada uno de los supuestos, el agua tiene cabida. Lo ahoga todo. Lo llena.
Simplemente, el vacío busca estar completo. Le da igual la manera a emplear para conseguirlo. No le importa si es agua, hormigas o flores. Pero tampoco si es odio, rabia, inseguridades o dolor, mientras deje de estar vacío.
Mi vacío no está vacío. Está más lleno que nunca. Y no sé cómo deshacerme de todo eso. De los golpes. Los gritos. Los insultos. Las miradas de pena. Las personas que no han confiado en mí. Los que alguna vez me juzgaron. Quienes no me ayudaron. Mi vacío está lleno de todo. Pero cuando él está cerca el agujero se vacía como un colador. Y no sé cómo lo hará. Pero por primera vez se llena de cosas buenas.
Gia carraspea y rompe el silencio.
Menos mal que lo ha hecho ella. No sé si me hubiera atrevido a hacerlo yo.
—Te diré algo con una condición. No quiero preguntas al respecto —comienza diciendo.
—Vale.
—Conozco a Dylan desde hace muchos años. En Nueva York todos le conocen por el suceso que tuvo lugar la noche de año nuevo de hace unos años. Su madre lo abandonó. Ha sido el amor platónico de muchas e inalcanzable de tantas. Puede llegar a dar la apariencia de un chico duro, frío y resentido con el mundo, pero esa imagen dista de la realidad.
Pobre...
—No me parece que sea así.
Me parece un chico dulce, amable, considerado y divertido
—Quizás a él tampoco le incomode mi mirada —añado, mientras lo observo desde la distancia.
Después de unos minutos en silencio, Gia sonríe.
—¿No quieres saber qué es lo que pasó esa nochevieja?
—Sólo si él quiere contarlo algún día.
—Pareces convencida —no, que va—. Desde ese día Dylan no volvió a ser el mismo. Puedo afirmar con tranquilidad, aún sin tener la certeza, que no le ha contado a nadie la verdad de lo ocurrido. Tienes que estar muy segura de ti misma para pensar que Dylan te va a abrir sus sentimientos. No quiero que te lleves el chasco, pero en caso de que lo haga, no digas nada, solo abrázalo con la misma fuerza que emplearías para detener las olas en una noche de Luna llena.
—A veces, ser un bicho raro no es tan malo —añado, sin venir a cuento—. Te da ventaja en ciertos aspectos de la vida. Detectar los bichos raros se vuelve tarea sencilla. Es fácil distinguir entre la multitud a las personas que el mundo ha tratado como eso, bichos raros. Dylan es uno de ellos, quiero pensar. Por eso noto su incomodidad cuando habla con Agus. El ego que emplea cuando se relaciona con Zack para evitar malas jugadas. Lo distante que se muestra cuando le preguntan acerca de su vida personal. Conmigo no ha establecido una norma. Todavía no. Hace cuánto siente. Cuanto quiere. O mejor dicho, cuánto puede. Él no se comporta conmigo como yo me comporto con los demás.
—A lo mejor para él no eres los demás.
—Entonces... Si para él no soy una más ¿Qué soy?
—Lo que tú crees que no eres para los demás —responde con obviedad. No la entiendo.
—Tú misma —finaliza.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro