El Final (Parte 1)
POV. Anastasia Grey.
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Apenas puedo creer que han pasado muchos años desde la primera vez que entré a este edificio. Décadas. Una pequeña sonrisa se desliza en mis labios al recordar aquella vez en que esposé a Christian en su silla, pero en mi defensa, él se lo merecía.
Alguien golpea mi puerta y me giro en la silla para mirar cuando Leila entra, trayendo con ella dos vasos de café.
—Buenas tardes, jefa. ¿Una bebida caliente?
Ella no necesita permiso para entrar en la oficina y sentarse en la silla frente a mi escritorio, luego desliza un capuchino vainilla en mi dirección.
—¿Todo bien esta mañana? —pregunta, sorbiendo de su vaso.
—Si. Nada emocionante pasando en Seattle a esta hora, tal vez es el frío.
—Tiene que ser. —Leila frunce las cejas—. El frío entumece a todo el mundo.
Lanzo otro vistazo a la ventana donde las nubes comienzan a soltar una lluvia ligera. Tal vez por eso también me siento melancólica. Mejor cambiar el tema.
—¿Y cómo le va a Liam adaptándose a la vida civil?
Mi amiga sonríe porque adora hablar de su hijo.
—Está muy emocionado, pero jura que tiene demasiado tiempo libre y le preocupa abrumar a Maddie. ¿Puedes creerlo? —suelta una risita—. Sugerí que entrara a la academia de policía, pero prefirió ingresar de voluntario al departamento de Bomberos. Está tratando de actuar como un chico maduro pero para mí sigue siendo mi bebé.
—Lo sé. —como madres, seguimos viéndolos como los pequeños que criamos, no los adultos que comenzaron a formar sus propias familias—. Escuché que se comprometerá oficialmente con ella para fin de año.
Leila sacude la cabeza con una mueca de labios apretados.
—Es demasiado joven, pero estoy segura de que si digo algo al respecto, querrá enlistarse de nuevo. —sus cejas se arquean muy arriba—. O podría huir y casarse en Las Vegas.
Dios, eso me trae algunos recuerdos de mi boda rápida en Detroit. Maldito clima. Pero una idea aparece en mi mente tan rápido que me sorprende, algo que no había considerado hasta ahora.
—Creo que tengo una idea para mi cita de aniversario. —me enderezo en la silla y alcanzo el móvil para comenzar a teclear—. ¿Alguna vez te dije donde conocí a Christian?
La rubia agita la cabeza en negación.
—No lo dijiste, solo que te encontró cuando escapaste de tu casa. —sus ojos se entrecierran—. ¿Por qué? ¿Vas a huir de nuevo?
Mi búsqueda por Great Falls da resultado, mostrándome la distancia y las rutas que tomé hace tantos años para llegar a ese pequeño hotel al costado de la carretera. Estoy segura de que si voy ahí esta noche, mi precioso esposo irá por mi.
—Oh, Dios. —Ella se burla—. ¿Qué estás planeando?
Sonrío mientras sigo pensando en las alternativas de esto y en lo mucho que se enojará Christian antes de que sé dé cuenta de lo que es. Espero que sea tan perspicaz como lo es en el trabajo.
Bebo más de mi café, pero el sonido de mi alarma me hace mirar la pantalla del móvil. Carajo, lo olvidé. Por eso es que continúo programando mis citas importantes.
Leila mira la pantalla y arquea las cejas.
—¿Tienes una cita?
—Si. Con un jovencito muy guapo.
La rubia luce genuinamente sorprendida cuando continúa con su interrogatorio.
—Dios, Ana, ¿Christian lo sabe?
—Por supuesto, en realidad fue su idea. —agito mi mano para quitarle importancia al asunto—. Hasta dijo que podría beneficiar a nuestra dinámica familiar.
—Yo no... Bueno, carajo. No puedo creerlo. —sacude la cabeza mientras tomo mi bolso y me pongo de pie.
—Gracias por el café, Lay. Pero tengo que salir si quiero llegar a tiempo. ¿Te veo después?
Ella todavía está ahí sentada pero asiente, luego toma su café y se apresura a subir las escaleras hasta su piso, seguramente para atormentar a Christian ahora.
Antes de que algo más pueda detenerme, salgo de la estación y subo a mi auto particular para conducir las pocas cuadras que me separan de la cafetería porque no quiero mojarme. Por suerte, Harrison ya está ahí cuando entro al local.
—Hola, cariño.
Levanta la vista del móvil y saluda.
—Hola, mamá. ¿Qué tal el trabajo?
—Tranquilo. —cuelgo el bolso en la silla y tomo el menú—. ¿Ya pediste algo? Hoy va por mi cuenta.
Mi pequeño Harry niega y retuerce sus manos, haciendo crujir sus dedos de esa forma nerviosa que tiene desde que llegó a la pubertad. ¿Quién hubiera pensado que el más centrado de mis hijos sería un manojo de nervios? Yo no.
—Mamá, en realidad hay algo muy importante que quiero decirte.
Dios. La sangre y el corazón se me van al piso imaginando los peores escenarios que obligan a mi niño a decir tal cosas con seriedad.
—Por favor, no me digas que te quieres enlistar tú también.
Contengo el aliento dentro mientras lo veo fruncir las cejas y poner una expresión de molestia.
—¿Qué? No. Soy un genio, mamá. Voy a ir a la universidad a estudiar economía y matemáticas.
Exhalo el aire atorado y juro que podría llorar de alivio, no sé qué haría si uno de mis niños se alejara tanto tiempo como lo hizo James o William.
—¿La universidad? Dios, Harry, ¡me asustaste!
—¿Yo? —se señala—. Soy el más normal de todos los Grey, ustedes se ganaron la lotería conmigo.
Me río porque tiene razón, Harry heredó mucho de la confianza de su padre y mi cabeza fría. Mi niño jamás tomaría una desición apresurada y emocional.
—Es cierto, cariño. ¿Ya estás listo para ordenar?
Por fin toma el menú de la mesa y pide unos bocadillos para acompañar su café, yo también lo hago porque disfruto mucho el tiempo que aún lo tengo conmigo. Aunque sé que es parte de la vida, que Ted y Phoebe se mudaran de la casa me partió el corazón un poco.
—Gracias por hacer esto conmigo, hijo. Tu papá tambien tenía razón, me gusta que tengamos nuestras propias reuniones.
Harry encoge un hombro y sigue mirando el menú para esconder la pequeña sonrisa en sus labios, la tensión del ambiente completamente evaporada para cuando la mesera toma el pedido.
—Por cierto, ¿Ustedes tienen algo planeado para esta noche?
Yo sé lo que estamos festejando esta noche, ¿Lo sabe él? Mi cabeza de ladea en confusión y mi hijo pone los ojos en blanco.
—Papá tiene un calendario en su estudio con nuestras fechas de cumpleaños marcadas y la de su aniversario, que sería hoy.
¿Lo tiene? No recuerdo haberlo visto, aunque casi nunca entro ahí porque es su cueva de hombre.
—Si, es nuestro aniversario y voy a escapar de tu padre.
Harry me mira por largos segundos antes de fruncir las cejas, y rayos, cada vez que lo hace me recuerda a Christian.
—¿Por qué?
—Porque es divertido. —chillo, pero al decirlo en voz alta ya no lo parece—. Es solo algo que hacemos tu papá y yo, es... Bueno, complicado.
Mi hijo hace una mueca con los labios.
—Si esta es otra de sus actividades sexuales, no quiero oírla. —se tapa los oídos con las manos—. El tío Luke me dijo por qué papá te llama Cerecita.
Agh, maldito bocón.
—Bien, no te diré nada, solo necesito que me hagas un favor.
Baja las manos y deja de hacer un berrinche cuando la mesera se acerca con nuestra comida. Sabiamente espero hasta que estamos solos para hablar, no tiene por qué saberlo todo, solo lo esencial.
—Necesito que llames a tu padre y le des un mensaje de mi parte.
Harrison pone los ojos en blanco.
—¿No puedes decirle tú? —es mi turno de fruncir las cejas—. Bien, lo haré. Pero te advierto que me mudaré al campus si esto continúa.
Podemos ser discretos.
—Bien. —le explico lo que quiero que diga y esperamos a terminar nuestros cafés y bocadillos para hacerlo porque esta vez huiré con el estómago lleno—. ¿Listo? Llámalo ahora.
Mi niño niega con la cabeza al mismo tiempo que toma el móvil y busca a su padre entre los contactos, el altavoz se activa mientras esperamos a que responda.
—¿Si? —su voz gruesa viene del otro lado de la linea—. Harry, ¿Qué pasa?
Mi hijo menor suspira.
—Mamá quiere que sepas que... —me mira, dudando del mensaje—. Tiene unas ganas enormes de escuchar a Kings Of León y que tiene boletos para...
No lo deja terminar porque mi precioso esposo ya está uniendo los puntos en esa cabeza suya.
—Ay, carajo. —luego su voz se escucha distante del móvil—. Luke, estás a cargo, tengo qué salir. —de nuevo su voz viene fuerte y clara—. ¿Hace cuanto dijo eso?
Harry sigue mirándome mientras sonrío.
—Hace unos 10 minutos, pero papá, ¿Está todo bien? ¿Por qué mamá de pronto quiere ir a un concierto de rock?
Tengo que presionar los labios para no reírme de todo esto.
—Porque es una cereza traviesa, hijo. Y no nos esperes para cenar.
Harry gime de angustia termina la llamada con su padre. Yo reviso mi móvil para asegurarme que tengo la ubicación activada, así mi esposito puede ver a dónde me dirijo exactamente.
Saco dinero de mi bolso, lo pongo junto a mi taza y me levanto para besar la frente de mi hijo precioso.
—Gracias, cariño. La señora Jones sabes que pedirás pizza para cenar.
Mi niño sacude la cabeza con una sonrisita mientras me alejo por la acera para subir a mi auto. Enciendo la radio, me ajusto el cinturón de seguridad y conduzco hacia la autopista con dirección a Great Falls.
Me tomo mi tiempo para llegar ahí, disfrutando el camino y las vistas sabiendo que probablemente Christian conduce detrás de mi aunque su auto no sea visible en mi retrovisor.
Estaciono mi auto cuando llegó y apenas reconozco el pequeño hotel en la salida que me trae muchos recuerdos. Bajando del auto con mi bolso, voy directo al mostrador con un hombre anciano que me resulta familiar de algún lado.
—Buenas tardes, quiero la habitación número 12.
El hombre entrecierra los ojos sobre mi uniforme de color blanco y azúl de la policía de Seattle que no tuve tiempo de cambiar.
Después de un largo momento silencioso, estira la mano por encima del mostrador con una llave.
—Habitación número 12. —sus ojos se posan de nuevo en mi blusa blanca—. Es gratis.
—¿Gratis? —ladeo la cabeza en confusión—. Porque puedo pagarla.
Sé que debería sospechar un poco más cuando el hombre niega y vuelve a decir:
—Cortesia de la casa.
Oh, bueno. Tomo la llave en mi mano y subo las escaleras hasta encontrar la habitación que busco. El papel tapiz aún tiene flores en color vino y la apariencia de un hotel de los 70's. Pero al menos luce limpio. Lanzo el bolso sobre la cama y me siento, simplemente a esperar a que la puerta de abra de nuevo.
Ni siquiera han pasado 10 minutos cuando la cerradura gira y Christian entra, llevando una bolsa con comida y las llaves en su mano. Cierra la puerta y la señala con el pulgar.
—Creo que el dueño ensució sus putos pantalones cuando me vio, nena.
Me río.
—Probablemente fue mi culpa.
Pone la bolsa en la mesita y lanza las llaves y la cartera a un lado, luego se sienta junto a mi en la cama.
—Este lugar todavia luce espeluznante, pero la ducha me trae buenos recuerdos. —él sonríe, levantando una sola ceja.
—Ya lo sé. —me acuesto y lo atraigo conmigo para recargarme en su pecho—. Tal vez deberíamos venir aquí en nuestros aniversarios para que Harry no piense que somos unos pervertidos.
La risa profunda y masculina de mi marido resuena en la pequeña habitación.
—Lo somos, esposa. Pero en mi defensa, —gira el cuerpo para subirse encima de mi—. Todo esto es tu culpa.
—¿Mi culpa? —mis manos tiemblan de anticipación cuando las pongo sobre sus hombros.
—Si, todo es tu culpa: la perversión, el sexo, el amor, el hogar, los niños. Todo es gracias a ti. —inclina la cabeza más cerca e inhala de mi cuello—. Entrar a ese asqueroso bar de mierda fue la mejor decisión que pude haber tomado en mi maldita vida, Cerecita.
Gimo, abriendo mis piernas para que él se acomode aunque aún estamos muy vestidos.
—Pensé que estabas muy enojado por tener que perseguir a una chiquilla mimada. —hago un puchero—. ¿Me amas?
Su sonrisa es la cosa más hermosa, además de nuestros hijos.
——Te amo, Ana. —su cadera se presiona contra la mía—ahora comencemos con nuestra celebración con tu cereza y luego en la ducha... Dos veces...
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¡Sorpresa! Capítulo final pero no el último 🤭 Viene uno más y el epílogo también será en dos partes.
Lueeeeeego vienen los extras, así que no se acaba todavía, solo llegué a mi planeación de capítulos. 😅
@Unicornio Cristina nena, te adelantamos el cumpleaños para festejarte más días ☺️ Desde ya te deseo un maravilloso y muy especial día. 🥳🎂🎉
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