Capítulo 98. Jenny
El restaurante que Ted eligió para nuestra primera cita es un lugar muy bonito cerca del centro, un restaurant café con comida deliciosa y pastelillos para el postre.
Me paso las manos arriba y abajo por los brazos sintiendo el aire fresco de la bahía en los huesos. Espero que la taza de café vainilla y mi rebanada de Red Velvet me hagan entrar en calor.
—¿Estás bien? —Ted entrecierra los ojos desde el otro lado de la mesa.
—Si.
—Carajo, una pregunta tonta, lo siento. —se pone de pie y se quita la chaqueta para ponerla sobre mis hombros.
Espera hasta que meto los brazos para volver a su silla.
—Estoy bien, no necesitas disculparte por cada cosa que haces, o por no leer mi mente.
Él estira la mano por encima de la mesa para alcanzar la mía que estaba a punto de tomar el tenedor.
—Lo sé, lo siento. Mierda. —se pasa la mano libre por la cara—. Sé un carajo sobre ser un buen novio, pero quiero aprender. No voy a arruinar esto, Jen.
—Lo sé, tranquilo. —palmeo su mano para calmarlo y que me suelte—. Aprenderemos juntos. Aunque me cuesta creer lo que dices considerando que has tenido muchas citas.
—Mierda... —exhala de nuevo con los hombros tensos mientras habla consigo mismo—. Mi pasado me está pateando el culo a lo grande.
—¿Por qué?
La expresión de labios apretados no augura nada bueno.
—Jen, nena, no quiero mentir pero esto suena muy mal porque en realidad solo era sexo. Nunca tuve una relación real con ninguna de ellas, y Dios, solo recuerdo a Patricia porque fue mi primera vez.
Rayos.
Sé que no debo enojarme por cosas que pasaron antes de mi, pero duele que mi hermana tenga un lugar tan significativo. O que compartiera su intimidad con tantas chicas cuando yo me he guardado para el matrimonio.
Pongo mi atención en un trago enorme de mi café para evitar mirarlo.
—Jenny...
Trago el nudo en mi garganta junto con mi café y levanto la mirada a sus ojos preocupados.
—¿Te importa si no hablamos de mi hermana o de otras chicas cuando salimos?
—Por supuesto.
Tomo el tenedor y corto el primer pedazo de mi pastelillo pero la tensión todavía se siente en la mesa. Una camarera demasiado sonriente no parece notarlo cuando se detiene junto a nosotros.
—Hola, ¿Todo bien? —dice, pero su mirada se detiene en mi cita.
Él sacude la cabeza.
—Estos bien, ¿Verdad, nena? ¿Quieres algo más?
—No, gracias. —levanto más la cabeza para mirar a la chica—. Estamos bien.
—¿Seguros? —insiste, deslizando un menú de postres frente a Ted, a pesar de que ya lo vimos—. Tenemos una gran variedad de cosas dulces.
Las cejas de Ted se fruncen en molestia, negándose a mirar a la chica que comienza a irritarme.
Ted también debe pensarlo porque se levanta de la silla y rodea la mesa por el lado contrario, arrastrando la silla para sentarse a mi lado.
—Tenemos justo lo que necesitamos, ¿Verdad, nena?
Me quita el tenedor y corta otro trozo de mi pastel, luego lo lleva hacia mis labios. Intento tomar el cubierto pero me esquiva y señala mi boca.
—Abre para mí, preciosa.
Mis mejillas se ponen rojas y las de la camarera también, que al menos parece incómoda con la escena porque desaparece rápidamente.
Sin nadie más que me mire, abro la boca y espero a que Ted me dé el pedazo de pastel. Sus hermosos ojos están fijos en mis labios.
—Eso es, nena. ¿Te gusta? —mueve el tenedor y pone la cubierta de queso crema sobre mi comisura—. Qué tonto soy, te estoy ensuciando.
Se acerca rápidamente y lo próximo que sé es que su lengua está recogiendo el glaseado, luego moviéndose entre mis labios abiertos. Un gemido bajo sale de mi garganta.
—Carajo, nena. Una probada y ya estoy duro.
—¡Ted! —mis mejillas se sienten calientes y miro nuestro alrededor—. No puedes decir cosas como esas aquí.
Él también mira al par de señoras a dos mesas de distancia.
—Tienes razón, necesitamos salir de aquí antes de que pida una porción más grande para llevar y ensuciarte con ella.
Bueno, rayos. Resistirme a él es cada vez más difícil, sobre todo porque sus besos me encantan.
Lo aparto para terminar mi café y mi pastelillo, tomando el control del tenedor antes de que algún trozo caiga sobre una zona erógena y seamos echados por indecentes.
Ted paga la cuenta con el chico que atiende la caja y regresa con una bolsita en sus manos. Otro pedazo de Red Velvet empaquetado para llevar.
—No voy a terminar cubierta de glaseado de crema, Ted.
Lo escucho gemir y mis ojos se mueven instantáneamente a su entrepierna. Dios, no debería estar pensando en si tiene una erección.
Salimos del restaurante y camino hacia el auto, pero me detiene y me rodea con sus brazos.
—¿Te gustaría caminar un poco?
Empiezo a creer que me abraza porque tiene frío, pero no parece preocupado cuando me besa la frente y me lleva con él más cerca de los muelles.
Solamente caminamos tomados de las manos por un buen rato antes de que paremos junto a una banca cuya luminaria no enciende.
—Ted...
—Tranquila, puedo controlarme. —se sienta en la banca y me atrae a su regazo—. Solo quiero abrazarte un poco más, hasta que me haga a la idea de que eres real.
¿Qué?
Acaricio su cabello y él levanta sus bonitos ojos hacia los míos.
—Por favor no me dejes, por favor, por favor. Antes de que lo pienses, dame la oportunidad de arreglarlo.
No entiendo, ¿Se refiere a lo de la camarera?
—¿Lo dices por lo de la chica del restaurante? ¿La conoces?
—¡No! —chilla—. No la conozco, lo juro. Pero vi la expresión en tu cara y cómo me evitaste, y nena, duele que pienses que voy a coquetear con una mujer frente a ti. —sacude la cabeza y tropieza con las palabras—. Tampoco lo haría a tus espaldas, puedo mantener mi pene en mis pantalones. Mierda, no era eso lo que quería decir, ya no voy por ahí teniendo sexo. Carajo, eso sonó igual de mal...
Presiono la mano contra sus labios para que deje de divagar.
—No quiero hablar de esto tampoco, ¿Está bien? A partir de hoy, solo somos tú y yo. No pensaremos en lo que ocurrió antes de nosotros.
Esperaba que eso le ayudara, pero frunce las cejas con una expresión obstinada.
—¿Antes de nosotros? ¿Hay algún cabrón del cual deba preocuparme?
—No. —me guardo para mí misma que nunca antes he tenido novio.
—¿Segura? Tal vez debería hacer un rastreo de antecedentes.
—¡Ted! Eso es absolutamente innecesario. Y de todas formas no encontrarás nada.
Presiona los labios en una línea.
—¿Tu hermana te empujaba a ir a citas?
—Bueno, si.
Algunas veces, y no es como que haya ido a todas. Normalmente éramos yo y el chico elegido por ella sentados en silencio. Tampoco voy a confesar eso.
—Esa traidora. —susurra—. Un par de multas podrían aparecer en su historial si sigue entrometiéndose.
Dice con determinación y esta vez me río, porque es la mejor cita que he tenido alguna vez.
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zuiuzg Hermosa, ¡Muchas felicidades! Tarde pero segura, este capítulo es mi regalo para ti. ❤️
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