Capítulo 94. Greg Reynolds
Lo primero que hace Marcie cuando salimos es señalar el sofá y ordenarme que la lleve hasta ahí. La bajo sobre sus pies y ella se sienta en medio con los brazos a cada lado del respaldo.
—Cariño, ven aquí.
Me río.
—Nena, te lo juro, ese no es el lugar donde quieres poner tu bonito culo si quieres que te bese.
Sus cejas caen formando una línea.
—¿Por qué? ¿Hay un resorte del infierno queriendo llegar antes que tú?
Carajo, ¿Cómo podría no gustarme esta chica? Luce jodidamente caliente en cuero y habla sucio, podría venirme en mis malditos pantalones de solo escucharla.
—No, no hay un resorte intentando violarte. Pero ese sofá ha tenido el culo desnudo de Jamie demasiadas veces como para que lo olvide.
—¡Mierda! —se levanta inmediatamente—. No menciones a mi hermano y mi cuñada si quieres tener sexo esta noche.
—Bien.
La observo caminar hasta el piano y se sienta sobre la cubierta, sus hermosas piernas en zapatillas subidas en el banquillo.
—¿Y aquí? —señala y sacudo la cabeza en negación.
Ella entiende el gesto porque frunce los labios y se levanta. Sus pasos la llevan hasta la cocina y se inclina sobre la barra, poniendo el culo en pompa y dedicándome una mirada traviesa.
—¿Qué te parece aquí?
Presiono los labios con fuerza para contener una risa pero Marcie de todas formas la ve porque pone los ojos en blanco y se aleja como si la superficie tuviera ácido.
—Carajo, ¿Hay algún lugar del apartamento en el que mi hermanito cachondo no haya tenido sexo?
Bueno, no me di cuenta todas las veces pero con Ted y Jase viviendo aquí, Jamie y Phoebe fueron sorprendidos muchas veces.
—En el piso de arriba. Aunque yo me alejaría de la biblioteca, por si las dudas.
Marcie suelta un gemido frustrado y niega, antes de comenzar a caminar hacia la escalera. Cómo nota que no la sigo, me hace una seña con su dedo con manicura roja.
—Rey, no me hagas ir allí por ti. Trae ese delicioso caramelo aquí y muéstrame tu habitación.
Mierda.
Creo que estoy enamorado.
Troto detrás de Marcie por la escalera y la guío hasta la habitación de invitados que estoy ocupando al final del pasillo. Tiene solo una cama matrimonial y un clóset completo.
—Bueno, vaya. —mira con curiosidad las paredes blancas—. Esperaba pintura negra y posters de chicas en bikinis.
Señalo con el pulgar.
—Esa es la habitación de Ted. Pero creo que los quitó la última vez porque quiere ir en serio con Jenny.
La roja arquea las cejas con sorpresa y se gira para mirarme.
—Ah, si, la amiga de Phoebe. —sus manos suben para quitarse la blusa roja por encima de la cabeza—. Pero basta de hablar de ellos, esto es sobre nosotros.
—Por supuesto. —carajo, lleva un sostén negro de encaje a juego con su falda—. Me encanta que exista un "Nosotros".
Sus manos se mueven al botón de la falda y se detienen mirándome con el rostro pálido y los ojos bien abiertos.
—Si, bueno, me refería a que nosotros... —titubea—. Esto es sobre tú y yo, no sobre...
La interrumpo sin querer escuchar que esto es totalmente temporal o que no soy material de novio. Si, puedo ser huérfano y desarraigado, pero me gusta la idea de una familia unida y divertida como la de Jamie.
—Lo entiendo. Y sé que te cuesta darme una oportunidad, aunque sabes que soy un excelente partido. —la ayudo a desabrochar el botón y deslizo la falda fuera de su cuerpo—. Nena, no me importa lo que los otros piensen. Me basta con que tú me quieras.
Deliberadamente se muerde los labios y acuna sus tetas cubiertas de encaje cuando me aparto.
—Te quiero, Rey.
Se acerca lentamente y mi boca es atraída a la suya para un beso profundo mientras sus manos liberan los botones de mi camisa que termina en el suelo. Luego se dirige hacia mis pantalones.
—Me gustas mucho. —me toca los bíceps y los hombros—. Eres muy atractivo, pero eso ya lo sabes.
Así es. Y me enorgullezco de mi cuerpo atlético con músculos más pequeños que los de Jamie. En mi defensa, soy del tipo listo pero incomprendido.
Antes de que meta las manos en los boxers, la empujo hacia la cama para sentarme y ponerla de horcajadas en mi regazo. Mis manos bajan inmediatamente para apretarle el culo.
—Despacio, nena. No voy a ningún lado.
Su ceño se frunce.
—Pero quiero tocarte, déjame hacerlo. —intenta ir de nuevo hacia mi pene—. Carajo, ¿Ya dije que hueles delicioso? Mis hormonas están vueltas locas.
Me río bajito y ella aprovecha el momento para pasar su lengua por mi cuello hacia arriba, mordisqueando el lóbulo de la oreja. Las manos en mis bíceps me clavan las uñas.
—Marcie, nena... —yo también beso su cuello y sus tetas—. Quiero ir lento.
La pelirroja gime de frustración.
Junto sus manos frente a mí y las sostengo con una sola de más mías, luego la empujo de espaldas a la cama.
—Me prometiste que me lamerias como un caramelo y quiero eso, pero esta primera vez quiero tomármelo con calma.
Marcie usa las piernas para rodearme la cadera y empujarme sobre ella, y mierda, verla desesperada por mi es lo más erótico que he visto.
Le doy lo que quiere y uso mi miembro para presionar su centro. Ella ronronea como un gatito.
—Si, Greg, así. Hazme llegar. —sacude los brazos para que la libere—. Te necesito más cerca.
Estoy seguro de que si ella estuviera arriba, ya habría tomado lo que quisiera de mi y yo lo habría disfrutado completamente.
—Carajo, nena, eres una llamita ardiente, ¿no? Pero me quiero tomar mi tiempo para hacerte el amor como se debe. De esa forma serás adicta a mi.
Marcie se pasa la lengua por el labio inferior y sonríe.
—Ya soy adicta, chico. Y quiero mi dosis de Greg ahora.
Sonrío porque la tengo donde quiero, deseándome y queriéndome a mi. Solo a mi.
Solo entonces libero sus manos y me tomo mi tiempo para besarla y recorrer todo su cuerpo, sabiendo que yo también ya soy adicto a ella.
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