Capítulo 86. Jamie Sawyer
Sawyer Security logró al fin su primer contrato grande con el banco del centro. Por supuesto, primero ofrecimos una muestra de nuestros servicios, así que contábamos con conseguirlo.
Ahora tenemos que instalar 22 cámaras de seguridad y monitorear los riesgos gracias a la aplicación de reconocimiento de Reynolds. El maldito idiota es un genio.
—¿Dónde quieres instalar los monitores? —Greg termina de marcar el plano para las cámaras.
Nos tomamos nuestro tiempo dos días antes para revisar los puntos ciegos y ajustar los ángulos.
—Una en la sala de vigilancia y la otra en la oficina del director.
—Perfecto.
Levanto mi maletín de herramientas y las primeras cámaras que se van a instalar, y salgo en camino a la bóveda.
Por seguridad, la cámara se instalará en el pasillo dirigida a la puerta, y así consecutivamente hasta cubrir los accesos. Mientras yo instalo los equipos, Reynolds pondrá los cables de fibra óptica que enlazará todo.
Pongo la escalera, subo con el maletín y el primer equipo, luego comienzo a taladrar la pared para colocarlos. El sonido es tan fuerte y ensordecedor que me retumba la cabeza a pesar de llevar audífonos.
Termino con el segundo equipo, así que vuelvo por el pasillo para traer los siguientes cuando el cañón frío de una arma contra mi cabeza me detiene. Mi mano está sobre mi escuadra 9 milímetros en segundos.
—Ni lo pienses. —un enmascarado está a mi lado—. ¿Eres un guardia de seguridad? No llevas uniforme.
Me toma un segundo responder.
—Soy solo un repartidor. —escaneo con la mirada el vestíbulo, al menos dos hombres más se pasean por entre los clientes.
—¿Un repartidor armado? Si, claro.
Me quita mi arma y me empuja para que camine a un rincón donde tiene a los dos guardias de seguridad.
Me dejo caer junto a ellos y espero a que se aleje.
—¿Que ocurre?
El más cercano me habla manteniendo los ojos al frente.
—Tan pronto como entraron esos encapuchados, se dispararon las alarmas y se cerraron los accesos.
Mierda.
—Así que estamos atrapados con ellos.
—Si.
Carajo, al menos sé que la alarma de riesgos potenciales de Reynolds funciona perfecto. Lo que significa que, además de sellar las salidas y resguardar a los cajeros, también se alertó a la policía, convirtiendo esto en una situación de rehenes.
—Entonces lo mejor será esperar a que la policía llegue. —miro de nuevo a los clientes sentados en el piso mientras los ladrones intentan buscar una salida.
El movimiento en un pasillo llama mi atención y sé que es Reynolds. Sus dedos señalan rápidamente las amenazadas y sus ubicaciones, además de que cubrirá mi espalda cuando vaya por ellos.
Lo pienso un momento: si ellos ven que no hay salida, empezarán a lastimar a los clientes, y no podemos permitir eso. Tomo la escuadra 22 de mi tobillo y quito el seguro, luego cuento hasta tres antes de lanzarme hacia el encapuchado más cercano.
No me ve venir, por lo que ambos caemos al suelo y el forcejeo activa su arma contra el techo. El problema es su amigo que dispara sin importar a quien le da.
Otro disparo resuena antes de que el segundo caiga al piso, lo que provoca que el tercero tome a una mujer del suelo para usarla como escudo.
—¡Alto! —el imbécil lleva una semi automática de las que usa el ejercito—. Si se mueven, me los llevo a todos.
Me quedo en el suelo, observado.
Si conozco al maldito Reynolds, sé que está buscando la mejor ubicación para un tiro. Su puntería no es tan buena como la mía, pero puede distraerlo mientras lo ataco.
Las sirenas de los autos patrulla se hacen más ruidosas a medida que se estacionan afuera, haciendo que nuestros encapuchado entre en pánico.
—¡Ustedes! ¿Dónde hay otra salida? ¡Rápido!
El guardia viejo se tambalea cuando se levanta y señala el pasillo por el que yo vine. Y sé que ahí no hay ninguna salida.
—Por ahí, señor. Al fondo del pasillo.
Intento levantarme lentamente pero una punzada de dolor me atraviesa el hombro derecho.
Un golpe fuerte resuena desde el pasillo de las oficinas y el hombre gira, presionando el gatillo que lanza varios disparos.
—¡Mierda! —me impulso hacia el frente y tacleo al hombre y a la mujer.
El golpe contra el piso los desorienta a ambos, pero me mantengo sobre el hombre para golpearle la cara y quitarle el arma de las manos.
Tres puñetazos son suficientes para someterlo, y cuando levanta la cabeza, los guardias están amarrando a los otros dos.
Exhalo de alivio.
—Jodida suerte. —me dejo caer a un lado—. ¿Reynolds? ¿Estás bien?
Un momento demasiado largo hasta que pasos pesados se acercan a dónde estoy tirado.
—Ese imbécil me disparó, ¿Puedes creerlo? —señala el torniquete en su brazo—. Es un rasguño, pero me hace ver rudo.
Maldito imbécil.
Una risa sale de mi pecho pero me detengo cuando el movimiento hace escocer la herida de mi hombro.
—Carajo, jefe. Estás manchando el piso con tu sangre. —se inclina para mirar mi hombro—. Tu primera herida de bala, ¿No?
Presiono los labios con fuerza mientras pienso. ¿Moretones y huesos rotos en el ejército? Si. ¿Heridas de bala? No.
Esto es una novedad.
—Duele como la mierda. —me quejo, pero Reynolds me ayuda a sentarme.
Me tomo un momento para analizar si de verdad ocurrió todo esto hoy, y en como afectará a Sawyer Security. Greg sigue hablando con un tono de diversión.
—Me han disparado antes, te acostumbras.
Idiota.
—Debe ser la sangre Sawyer en mis venas porque escuché que papá es un imán para las balas.
Me río y me duele de nuevo.
El director pone los códigos para desactivar la alarma y en pocos minutos las salidas se van a desbloquear y podrá entrar la policía, las unidades de emergencia y seguramente tendremos que ir a declarar a la oficina de papá.
—Carajo, esto se volverá un circo en cuestión de minutos.
Greg asiente.
—¿Me voy bien? Quiero estar guapo en las fotos de la prensa.
Pongo los ojos en blanco porque él siempre se ha preocupado por su aspecto, pero...
—Hey, ¿Qué pasó con mi hermana el día de la boda? ¿La llevaste directo a su casa?
Reynolds deja de peinarse el cabello con los dedos y sonríe.
—Si, la llevé y me comporté como un caballero. Incluso cuando ella me besó y metió su lengua en mi garganta.
Ah, carajo, por eso no quería que estuvieran juntos.
—Bien, ahora cállate, no necesito los detalles. —mientras menos sepa, mejor para mi salud mental—. Pero si la engañas, que sepas de una maldita vez que te voy a partir esa cara flacucha que tienes.
Mi amigo encoge los hombros con indiferencia.
—Prefiero eso a la amenaza de Marcie de patearme las bolas tan fuerte que volverán a estar dentro de mi cuerpo.
Bueno, mierda. Mi hermana mayor es aterradora. Bien por ella.
—Entonces ya lo sabes. Ahora ve a ser el rostro de nuestra empresa.
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Otro capítulo porque estamos de fiesta ☺️😘
💙✨
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