Capítulo 36. Jamie Sawyer
Tan pronto como Phoebe sube a su habitación con su mamá detrás de ella, me quedo a solas con su papá. Su expresión seria no me dice si está feliz de que me vaya o simplemente sorprendido.
—Tengo qué decir... —comienza, luego suspira—. Que entiendo lo que estás haciendo, y te lo agradezco. Sé cómo puede ser mi hija.
Mis manos se aprietan en puños.
—No lo hago por usted, lo hago por ella y por mi. No voy a pasar los próximos tres años escondiéndome para ver a mi novia solo porque usted piensa que no soy bueno para ella.
—Es una niña. —me recuerda.
—Lo sé. —mi mirada se clava en la suya—. Pero en tres años los dos seremos adultos y no necesitaré permiso de nadie para verla. Si ella quiere estar conmigo, no la detendré.
El señor Grey frunce las cejas con molestia, abre la boca para decirme algo pero la vuelve a cerrar rápidamente. Una sola palabra se escucha.
—Mierda. —se reclina en el sofá y su expresión cambia a algo más confuso, y por primera vez desde que lo conozco, parece incómodo—. Creo que eres más parecido a mi que mis propios hijos.
Se queda en silencio otra vez, por eso escuchamos los pasos que bajan de la escalera antes de que Phoebe y su madre aparezcan. Los señores Grey se dirigen a la cocina, dejando a Phoebe libre para sentarse en mi regazo.
Así permanecemos los siguientes minutos hasta que el claxon de un auto suena en la calle y la señora Grey aparece para decirme que papá vino por mi. Me despido de mi novia y subo a la camioneta.
—Hola, cariño. —Mamá gira la cabeza para mirarme—. ¿Cómo lo tomó la pequeña Phoebe?
Antes de que pueda responder, papá frunce las cejas y contesta desde el asiento del conductor.
—Es obvio que muy mal, está totalmente enganchada con los encantos de la familia Sawyer. —niega con la cabeza—. Seguramente ya está pensando en cómo enlistarse también.
—¿Qué? Por supuesto que no, Phoebe no haría algo así. —la mirada de papá en el retrovisor me hace buscar a mamá—. ¿Verdad?
Comparten una mirada que me provoca un escalofrío. Luego papá agrega:
—Phoebe es la hija de Ana y Christian, puedes esperar cualquier cosa. Es todo lo que voy a decir.
No sé si eso me asusta o me tranquiliza, pero ya no hay marcha atrás. Llené la papelería, la envié y en una semana estaré reportándome en la base militar que me asignaron.
Solo cuando papá estaciona la camioneta en nuestra cochera, es que salgo de mis pensamientos.
Mamá entra a la casa, pero papá se recarga en el capó y me hace una seña.
—Chico, ven aquí. —su brazo empuja mi cabeza contra su pecho—. Quiero decirte que te amo, y que siempre estaré orgulloso de ti. No tienes qué hacer esto si no quieres.
Me aparto para mirarlo.
—Pero si quiero hacerlo, papá. Me gustan mucho tus historias de francotirador y quiero ser igual de bueno.
—Lo serás. —me aplasta de nuevo—. Solo digo que no tienes nada qué probar, o seguir mis pasos. Vive la vida, sé feliz y sienta cabeza solo cuando estés listo. No te enganches con la primera chica que te lo exige.
Me aparto de nuevo y esta vez retrocedo lejos de su alcance.
—Estoy haciendo esto porque quiero, y también porque quiero a Phoebe.
—Bien, bien, entendí. —levanta las manos en señal de rendición—. Cristo, eres igual de obstinado que ellos. Encajarás bien.
Mis hermanas interrumpen el momento cuando salen de la casa y papá les lanza las llaves de la camioneta. Marcie ayuda a mamá a administrar el bar y Maddie siempre que puede después de su trabajo como maestra.
—Un paso a la vez, Jimmy Boy. —Marcie sacude mi cabello—. Ya estás hablando de engancharte para siempre y apenas eres un bebé. Los bebés no se casan.
Maddie se ríe.
—Las cosas podrían cambiar en estos tres años, por favor no lo presionen. —mi hermana me defiende como siempre—. Disfrutemos los días que nos quedan con Jamie en casa.
La voz de Maddie se corta al final y gira la cabeza, pero sé que está llorando porque Marcie le pasa un brazo por los hombros para acercarla. Incluso papá tiene los ojos sospechosamente brillantes.
Mamá grita desde el marco de la puerta con las manos en la cadera.
—¿De qué me estoy perdiendo? ¿Por qué están todos afuera? —intento sonreír pero todos los demás lucen devastados—. Oh, cariño.
Mamá va directamente a abrazar a papá, que se aferra a su cintura y recuesta la cabeza sobre su pecho.
—Estamos un poco melancólicos, mamita. Nuestro chico está creciendo y se va.
—Lo sé. —mamá moquea—. Criaste a un buen chico, nene. Lo hará bien.
Echo un vistazo a mi familia, las personas que más amo en el mundo y se me forma un nudo en la garganta. Nunca he estado lejos y mis hermanas siempre han cuidado de mi, esto será difícil para todos. Pero sé que me ayudará a crecer.
Ahora que la universidad ya no es mi prioridad, me doy de baja en la oficina administrativa y regreso a casa. Estoy terminando de empacar algunas cosas en la mochila que llevaré cuando alguien golpea la puerta.
Bajo corriendo, miro por el costado de la ventana y al instante estoy sorprendido. No esperaba abrir la puerta para Phoebe y su padre. Se supone que estaría en su clase de gimnasia.
—¿Phoebe? ¿Señor Grey?
Mi chica es una figura llorosa, así que su padre es quien habla.
—Phoebe quería verte, y tiene permiso para pasar la tarde contigo. —Oh—. ¿Puedo confiar en ti?
Quiero decirle que es su hija la que quiere llegar a la parte física, pero aprieto los labios y asiento para que ella entre. El señor Grey lanza un vistazo rápido en la sala antes de gruñir.
—Estaré aquí afuera.
Bueno.
Phoebe empuja la puerta para cerrarla, toma mi mano y me lleva con ella a la sala. Se detiene junto al sofá más grande y me empuja.
—¿Nena? —si este es otro intento para tocarme, no lo haré con su padre escuchando.
—Solo quédate ahí, quiero abrazarte. —dice, antes de recostarse a mi lado y apoyar su cabeza en mi pecho.
Sé que estoy haciendo lo correcto pero, ¿Por qué me hace sentir tan mal?
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