Capítulo 103. Luke Sawyer
—Tranquila, pequeña. Todo está bien. —aprieto con más fuerza a roja 2 contra mi pecho y beso su cabeza—. Te amo.
Maddie se aparta con una sonrisa pequeña y los ojos llenos de lágrimas.
—Gracias, papá. Yo también te amo.
Le doy otro pequeño abrazo a mi niña y me aparto para que pueda ir a su habitación, pero antes de que lo olvide, meto la mano en el bolsillo de mi saco.
—Por cierto, aquí están las estampillas y sobres que me pediste. —los entrego y sus mejillas se sonrojan—. ¿Piensas escribir muchas cartas?
Ella solo sonríe.
—Si.
Gira sobre sus pies y sube las escaleras para ir a su habitación. Solo entonces miro a mi esposa que está del otro lado de la sala.
—¿Crees que estará bien? —me froto la mano sobre el pecho—. Porque nena, quiero hacer pedazos a ese pequeño cabrón con mis propias manos.
En lugar de reír como siempre hace, Becca se levanta y viene a mis brazos.
—No lo sé. Quiero decir, si, estará bien algún día. Y odio que mi nena esté pasando por esto.
Yo también. Me costó mucho aceptar el hecho de que fueran mujeres adultas y comenzaran a tener citas, ¿Pero esto? Odio que rompan sus corazones.
Becca sacude la cabeza.
—Démosle algo de espacio, luego nos ocuparemos del resto, ¿Te parece?
—Si.
Cuando Becca me llamó a medio día para decirme que Maddie había terminado con Brian, pensé que era algo de mutuo acuerdo, pero después de escuchar como ese pequeño cabrón ha estado engañándola con una compañera, vine tan rápido como pude.
Beso la mejilla de mi esposa antes de señalar la puerta.
—Tengo un asunto pendiente en la oficina, ¿Te importa si me ausento un par de horas?
Mi esposa me conoce super bien porque me dirige una mirada de ojos entrecerrados.
—¿Ese asunto pendiente incluye convertir a alguien en picadillo?
Mierda.
—¿No? —respondo y ella pone los ojos en blanco.
Al menos eso hace que me ignore para ir a la cocina por chocolate caliente y galletas para Maddie, yo ya llevo algunas en el bolsillo por si tengo hambre más al rato. Me despido de Becca con otro beso y salgo de la casa para subir a mi auto.
—¿Ella está bien? —pregunta Christian desde el asiento del copiloto.
—Lo estará. ¿Alguna novedad del bastardo imbécil?
Ethan levanta la cabeza de su regazo donde tiene una laptop y me mira.
—No hay reporte oficial, pero Jase y Ted estuvieron en la escuela y dicen que el vehículo es chatarra. —sus cejas de arquean—. Preguntaron si quería levantar una denuncia y dijo que no. Estoy suponiendo que los reconoció a ambos.
Sonrío.
—Eso espero. Entonces, el vehículo sigue en la escuela siendo chatarra, no hay señales de él en su apartamento y solicitó un traslado con urgencia. ¿Dónde podría estar?
Todas las cabezas giran en dirección a Leila, sentada junto a Ethan en el asiento trasero.
—El GPS de su móvil dice que está en movimiento hacia el este, —extiende un mapa de la zona y señala—. Seguramente hacia la casa de su madre.
Bingo.
Lo tengo, tenemos al maldito idiota. Miro el reloj en mi muñeca y calculo que en 20 minutos le estaremos dando alcance. Enciendo el auto y me pongo en marcha mientras escucho las risas de mis amigos.
—Esto se siente como en los viejos tiempos. —Ethan sonríe.
—¿Te refieres a Luke siento idiota e imprudente? Creí que eso ocurría todos los días. —se queja Christian.
Cabrón.
—Cállate Christian, porque fuiste el primero en hacer todo lío por lo de Phoebe y Jamie, al final no pudiste detenerlos y ya están casados y felices. Así que puedo ser impulsivo sobre esto.
Siento sus miradas sobre mi mientras conduzco, pero se quedan en silencio por un buen rato hasta que Ethan se echa a reír.
—Luke y Christian son consuegros ahora, ¿Te imaginas como serán esas reuniones familiares?
Grey suspira.
—No me lo recuerdes, Et.
Bajo la velocidad y miro con atención mientras Leila señala una pequeña casa del lado izquierdo. Me detengo en la acera frente a la casa y bajo del auto. Nadie me sigue porque es algo que debo hacer yo solo.
Toco el timbre y espero, hasta que una mujer adulta abre la puerta.
—¿Si? —tiene las mismas facciones del estúpido chico.
—Buenas tardes, señora. —saco la placa de mi cinturón y se la muestro —. Soy detective de la policía de Seattle, y necesito hacerle unas preguntas a su hijo sobre sus nexos con el narcotráfico.
—¡¿Qué?! —chilla—. ¡Brian! ¡Te busca la policía! ¿Qué hiciste?
La mujer se aparta y la cara pálida del ex prometido de mi hija aparece, sudando profundamente.
—¿Señor Sawyer? ¿Que hace aquí?
Mantengo mi expresión seria.
—Vine a arrestarte.
—¿Bajo qué cargos? —chilla.
—Traición.
Debe estar más aterrorizado de lo que pensé porque no lo cuestiona, solo se pone pálido y balbucea.
—Estoy jodiendo, chico. —sacudo la cabeza—. En realidad lo único que quiero es que entiendas que rompiste el corazón de una excelente chica, jamás encontrarás a una mujer como ella y eventualmente morirás solo. O puedo matarte ahora y ahorrarte el sufrimiento.
El chico es estúpido, o podría estar sufriendo una embolia, no lo sé. Solo sé que hago a un lado el saco para que vea mi arma en su funda.
—Solo lárgate de mi vista, chico. Si alguna vez me entero que estás molestando a mi hija o a alguien de mi familia, vendré por ti. ¿Entendido?
Él asiente demasiado y cuando siento que podría mearse en los pantalones, me doy media vuelta y vuelvo al auto. Después de ver las fotos de cómo quedó su auto, el pobre idiota ha entendido el mensaje.
Conduzco de vuelta a la estación para que mis compañeros recojan sus autos y voy ahora hacia el bar porque definitivamente necesito un trago.
Estaciono en la acera y entro directo a la barra donde Marcie está lavando tarros. Me siento frente a ella pero tengo qué girar cuando siento una mirada sobre mi espalda.
Es Reynolds, el novio de Marcie.
¿Que carajos hace él allá en un rincón? Decido no quedarme con la duda.
—Niña, ¿Por qué tu novio está allá sentado? —no soy discreto cuando volteo para mirarlo—. Parece triste.
Marcie sigue limpiando el mismo tarro.
—No es mi novio, papá.
—¿No? —arqueo las cejas—. Pensé que si. Siempre estás con él y salen todo el maldito tiempo, aunque crees que nunca me entero.
Intento hacer una mueca graciosa para ella, pero cuando finalmente me mira, sus ojos castaños están llenos de lágrimas.
—Oh, nena. —me levanto en automático del asiento y rodeo la barra para ir de su lado—. ¿Qué pasó?
Marcie, la única de mis hijas que siempre rechaza un abrazo o palabras dulces, se aferra a mi como un pequeño mono.
—Lo arruiné, papá. Tengo miedo y ahora él lo sabe.
¿Qué?
—No entiendo, ¿Qué arruinaste, Marcie?
Roja número 1 se aparta de mi, luego jala mi brazo para llevarme hasta la oficina de su mamá y cierra la puerta. Como Becca llevó a Maddie a casa, Marcie tuvo que quedarse a cuidar el bar junto con otra chica. Esto debe ser importante para que ella quiera dejar el trabajo.
—¿Qué pasó? —ahora estoy verdaderamente intrigado.
—Yo... Bueno, mierda... —se pasa los dedos por el cabello—. Él dijo que quiere algo más serio y yo me asusté.
Vaya.
Marcie es la última persona que admitiría tener miedo. Es casi tan dura como Christian antes de casarse.
—Pero, ¿Por qué te asustaste? Ustedes prácticamente ya son novios, sales con él todos los días, algunas veces ni siquiera vienes a dormir y Dios sabe que no estoy listo para escuchar lo que sea que han estado haciendo.
Una pequeña sonrisa se estira en sus labios pero rápidamente la esconde.
—¡Papá! No puedes estar hablando en serio.
Después del drama de hoy, estoy fastidiado y tengo hambre. ¡Mierda! Tengo galletas en mi bolsillo. Meto la mano y saco la bolsa para llevarme una a la boca.
—Carajo, debí traer también una taza de chocolate para acompañarlas. —vuelvo a mirar a mi hija—. ¿Por qué crees que no hablo en serio, niña? Soy detective, nada se escapa a mi intuición.
Marcie hace una mueca de frustración.
—Porque... Porque no... No sé si va a funcionar.
—Pero ya lo haces funcionar, ¿No? Antes de que él lo mencionara, ya estabas metida en la relación. ¿La etiqueta es lo que te asusta?
La roja gruñe y agita las manos en el aire, lo que me hace recordar cuando era niña y me comía sus dulces de colores.
—¡Lo que me asusta es que él sea importante para mí! ¡No quiero que lo sea! —comienza a elevar el tono de su voz—. ¡No estoy lista para terminar como Maddie!
No quiere sentirse vulnerable, lo entendí.
Lanzo otra galleta a mi boca, me sacudo las manos y le doy un abrazo fuerte a mi hija.
—Creo que es muy tarde para eso, cariño.
Beso su cabeza roja y salgo de la oficina para que ella pueda poner en orden sus sentimientos.
.
.
.
💙✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro