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Capítulo 2.

Día uno desde tu muerte.

Primer día sin ti.

Querido Mase.

Para Mason.

Para la persona que más amé. Para la persona que amo.

A quien corresponda.

Capítulo 2.

Mason.

Escribí un millón de cartas que nunca te entregué. Lo lamento, quería hacerlo, pero me avergonzaba. Eran demasiadas palabras y demasiados sentimientos enredados entre las curvas de las "e" de cada te amo, y luego una docena de disculpas por no decirlo en voz alta. Debí aprovechar cada oportunidad que tuve. Ojalá lo hubiera hecho.

Sé que ahora será imposible que las recibas, pero aún tengo la costumbre de hacerlas, de alguna forma siento que estamos un poco más cerca. Me asusta la idea de no volver a crear recuerdos contigo, así que me refugio en los que alguna vez construimos. Ojalá estuvieras aquí. Así es como pasan las horas desde que no estas, ojalá Mason me llamara, ojalá entrará por la ventana, ojalá no hubiera muerto, comienzo a pensar que quienquiera que invento la palabra ojalá es una perra, solo alimenta una esperanza vacía. Son demasiados deseos y decepciones, no sé si pueda con eso.

No sé si pueda hacerlo sin ti.

Una vez me dijiste que era la persona más fuerte del mundo.

Tal vez creías que podía sostener el mundo sobre mi cabeza, así como el hombre musculoso en los juegos de mesa, o que era una persona inquebrantable, capaz de resistir cualquier cosa, aunque no puedo ni tolerar la lactosa. No lo sé, nunca me lo explicaste. Tenías más fe en mí de la que yo me tenía a mí misma, o de la que te tenías, al parecer. Yo no tenía fe en ti, porque la fe esta solo en nuestras cabezas; yo daba por hecho que podías hacer cualquier cosa que tú quisieras. Aunque, si soy honesta contigo, no creí que fueras capaz de dejarme, ¿Era eso lo que querías?

-Conocí a alguien- era de noche, el foco del balcón estaba quemado y el único sonido era el eco de mis palabras y la respiración de Leo a mi lado- Es diferente a mí, demasiado, quizá me asusta un poco, siento que puedo dañarlo, no intencionalmente, claro, pero aun así- él no me miraba, lo sé porque alcanzaba a distinguir la silueta de su perfil y su nariz puntiaguda, estaba viendo las estrellas- Me gusta, bueno, no, es que él es... no sé cómo explicarlo, ¿Está bien que me guste?

-Todo sucede por una razón- era la primera vez que le hablaba de ti- Quizá es el destino- y él dijo justo lo que necesitaba escuchar

Era la persona más idiota para hablar sobre sentimientos, pero estaba segura de que Leo había entendido a la perfección lo que quería decir. Mase, tú no tienes idea de lo mucho que significabas para mí, ni siquiera ahora. Nadie podría saberlo, porque nadie jamás había sentido algo tan inimaginable como lo que yo sentía por ti. Lo que siento por ti. Es una forma única de amor, Mase.

Nunca te pregunté si creías en el destino.

Mase, tú me haces creer en el destino. Me haces odiarlo a partes iguales. Te trae a mí y luego te aleja como si no significara nada. Como una casualidad de una sola vez, como una mirada fugaz o los pensamientos horribles que se asoman por un instante entre las puertas de mi mente. Nuestros mundos eran completamente ajenos uno del otro; mi vida era una mierda antes de ti, pero estaba bien con ello; en cambio, tu vida era perfecta y no podías soportarlo. Nacimos en el lugar equivocado. Lamento que haya sido así. El destino me jugó a favor durante lo que considero como el mejor momento de mi vida, porque te conocí y conectamos, porque estábamos jodidos, estábamos rotos y por eso estábamos juntos. Cada uno era miserable a su manera, pero estando a tu lado, Mase, te prometo que no había nada en el puto universo que pudiera atormentarme.

A la mierda el destino, que se joda el universo, me niego a creer que este es el final, de ti, de mí, de nosotros. Lo nuestro es para siempre, lo prometiste, ¿Lo recuerdas? Porque yo lo recuerdo muy bien.

Era tarde, muy tarde. Habías salido de casa a las once, cuando tus padres ya estaban dormidos y tu hermano mayor estaba ocupado complaciéndose, sin nadie que pudiera atraparte, sin que supieran que era la quinta noche consecutiva que pasabas en mi casa. Me parecía increíble que tu madre se tragara esa historia de las trotas matutinas, sin detenerse un segundo a pensar por qué a su hijo le había entrado de repente el espíritu deportivo que no había desarrollado en los siete años de natación obligatoria, sin tomarse un segundo para notar los tonos violetas bajo tus preciosos ojos café. Pero lo que más me había sorprendido no tenía nada que ver con esos pares extraños que vivían contigo, sino que aceptaras, casi sin dudar, escabullirte cada noche solo para estar conmigo; a veces en silencio, inmóviles, a veces no tanto.

-¿Cuál es la probabilidad de que personas como nosotros se crucen en la vida?

No sabía que respuesta esperaba al preguntar aquello, quizá una que pegara con tu lado cerebrito o una estupidez desde lo más profundo de tu roto y casi sin sentido humor, pero lo que dijiste, Mase, lo que dijiste no lo vi venir.

-Al parecer, todas

-¿Y de quedarnos juntos por siempre?

Mase, ni siquiera lo pensaste.

-Todas- dijiste- te lo prometo

Me sentí mareada por un segundo, y no supe y no quiero saber, si las serpentinas saliendo expulsadas de mi pecho eran parte de la alucinación o fueron reales. Solo sé que ese día me marcó, y desde entonces, creí que las probabilidades de que el destino existiera eran más reales que mi existencia misma. O quizá solo se trata de ti. Luego de un tiempo, todo se trataba de ti. Me alimentaba, respiraba y existía por ti. Tú eras el sol, el núcleo de mi universo caótico, lo único que brillaba por sí mismo, la única razón por la que la sangre en mis venas seguía su curso. 

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