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Capítulo 4: Sin aguantar la respiración

Los piratas siempre buscan una excusa para rodearse de cerveza; el anuncio oficial de la relación entre el capitán y su artillero favorito no sería la excepción, incluso si ellos mismos no están en condiciones para unirse a la fiesta. Lo que realmente celebran es ya no tener que fingir que no saben de su noviazgo, así que no importa mucho que se queden por fuera.

Reír por la tonta manera en que Kazutora se envenenó y cómo ahora Mikey tiene que cuidarlo no es lo único de esa noche. Para terminar de esclarecer el malentendido de la sirena, antes de irse a ser enfermero, presenta a Emma junto a Draken. Esa noticia sí causa sensación. Luego de un brindis más formal por la primera velada de la pareja fuera del agua, regresan al festejo por el significado de la primera noticia.

Chifuyu se pregunta si harán algo igual cuando se enteren de él y Baji. Siquiera imaginarlo es muy soñador, es consciente de ello, pero ¿cómo podría ser menos que eso cuando se le está dando su romance marítimo? Para empezar, ¿qué tan resistente al alcohol es un tritón? Debería tolerar un mínimo de dos cervezas grandes para no pasarla tan mal. Se complacerá si aguanta más de las tres que suelen derrotarlo a él.

Como saben que estuvo presente en el escándalo, lo hacen pasar al frente del grupo y contar con lujo de detalles cómo fue la escena de celos hasta la gran revelación. Por la integridad del otro, omite la parte en la que la amenaza de usar el arpón no era contra la sirena, pero no escatima en dramatizaciones para volver más teatral el relato, justo como les encanta. Cuando acaba, le piden continuar con la historia del envenenamiento. De tanto chisme suyo, Kazutora debe haber tenido más problemas para descansar esa noche que solo los síntomas advertidos por el tritón de pez león.

Es una suerte que no le hagan repetir todo después de superar su límite de bebida, no confía en lo que podría escurrírsele de la lengua en ese estado. Eso sí, piensa muy tarde en la resaca nada conveniente que le espera ahora.

Estar en tierra firme vuelve más soportable el malestar que lo acompaña cuando se levanta esa mañana, así que solo le da problemas con la gestión del tiempo de preparación para la cita. Los minutos que se le van en lo que los estragos de la cerveza dejan de fastidiarle le habrían servido para comer un mejor desayuno o para darse una ducha más larga. La imprudencia de anoche lo obliga a apresurarse en cuanto recupera fuerzas, así que no para de pensar que no estará tan presentable como quisiera.

De todos modos, trata de compensarlo peinándose bien —como si el viento playero no fuese a estropearlo— y vistiéndose con ese atuendo que incluso Mitsuya —el fundador a cargo de todo lo textil— le ha halagado. Solo ruega que el cuerpo no le falle por haberlo nutrido lo mínimo. Eso debe ser lo de menos, ¿qué tanto podrán hacer con sus limitaciones territoriales? A menos que lo haga nadar, duda que puedan alejarse demasiado de la orilla.

Antes de salir, y solo por si acaso, decide llevar ropa extra. Por último, pasa por la enfermería del barco para avisarle a Mikey —que sigue cuidando a un Kazutora convaleciente— que ya irá a su cita.

—Oye —que hable como si tuviera algo atascado en la garganta delata lo mal que aún se siente, pero logra identificar su tono de reclamo en el fondo—, ese tiburón mentiroso nunca vino a traer mi arpón.

Increíble.

—¡Estás así por ese arpón! —De entre los fundadores, Chifuyu no teme alzarle la voz a Kazutora en especial, incluso frente al mismísimo capitán. No es solo porque odie las jerarquías, que ni siquiera son tan estrictas en los barcos piratas, sino porque ya todos saben bien que él es el más complicado, por lo que cualquier tripulante de cierto nivel de confianza puede sobrepasarse un poco—. ¡Y no es ningún mentiroso! Anoche estabas tan enfermo que, al parecer, se te olvidó que te contamos que le encargó a Emma traerlo.

—¿Ah? Eso nunca pasó.

—Sí pasó —Mikey asiente—, lo guardé en tu camarote.

—¿En serio? —Entrecierra los ojos.

—No dudaré en usarlo si me haces perder tiempo trayéndolo para confirmarlo —amenaza Chifuyu.

—Ve a tu cita, estás agresivo. —Kazutora levanta una mano para hacerle señas de que se vaya.

—Ya sé que es mejor no negarte citas, ¿eh? —bromea Mikey, aunque no puede evitar sentirse algo regañado—. Mientras no nos descuides...

—¡Sí! —Hace una pequeña reverencia y se va corriendo. Siente que está sonrojándose y no quiere darle el gusto a Kazutora de ver lo fácil que es alterarlo con el tema. Por su paz mental, ignora la sensación de haber escuchado risas.

Calma el paso en cuanto pisa arena, seguro de que no se cruzará a más compañeros. Gracias a la prisa en su preparación, podrá llegar al punto de encuentro —una playa un tanto menos rocosa a unos minutos del lugar del accidente de ayer— sin necesidad de correr, aunque tendrá que abstenerse de cualquier distracción.

Si es que había existido un registro mental de los minutos de caminata, la estimación se le esfuma de la cabeza en cuanto ve a Baji acostado boca abajo sobre la roca más grande a su alrededor.

—Chifuyu —lo llama con ese toque entre cantarín y arrastrado que tiene de alargar la última letra de su nombre—. Eres puntual.

—¿Cuánto llevabas esperando ahí? —Solo después de decirlo se da cuenta de que ha sonado como en los diálogos de algunas de las novelas que ha leído. Es algo vergonzoso.

—No mucho. —Da unas palmadas al espacio a su lado, igual que la vez anterior. Chifuyu sube de un salto y aprovecha que hay el espacio de sobra para acostarse boca arriba. El sol no le da en la cara, así que es un buen ángulo para ver al tritón que le sonríe de cerca—. Supe que conociste a Emma y que hubo una fiesta en el barco ayer.

—Sí, y digamos que una cosa tiene que ver con la otra.

—Eso me dijo. Me temía que llegaras con resaca, pero pareces estar bien.

—Ah... —Siente un rubor tenue en las mejillas.

—¿Hm? —Alza una ceja. Claro que está sospechando.

—También me lo temía... —confiesa en voz muy baja y la mirada a un costado.

—¿Te emborrachaste? —Le da dos toques juguetones en la mejilla con la punta del índice.

—Un poco, pero paré a tiempo al pensar en la cita.

—Oh —Chifuyu vuelve a verlo. Resulta en un ataque a sí mismo por la ligera rojez en Baji—, pensaste en mí.

Chifuyu queda tan en blanco que ni siquiera halla la fuerza para esconder el rostro, aun si le arde.

—Es que... era una fiesta por un noviazgo, así que pensé en si harán algo así cuando puedas subir a bordo...

Le sorprende poder admitirlo, pero supone que es por cuestión de ya no tener honor que perder. Sale bien, porque se gana una sonrisa algo más tímida del otro.

—¿Te han dicho que eres muy soñador?

—E imaginativo también —ríe por lo bajo.

—Pero compartimos el mismo deseo.

¿El sonido de las olas será suficiente para que no oiga cuán loco se ha vuelto su corazón? A este ritmo, no le costará nada enamorarse de él.

Para Chifuyu, la forma en la que se miran es como si el tiempo se hubiera detenido. Sabe que tal cosa es imposible, que es solo una sensación, pero ¿cómo más describiría la incapacidad de estimar cuánto está durando este momento? Un montón de novelas le vienen a la mente con sus líneas sobre el mundo reduciéndose al espacio que ellos ocupan. Ahora mismo cree que no exageran, sobre todo cuando Baji se arrima para apoyar una mano a un lado de su cabeza, lo que le sirve como soporte para descender hacia su rostro. Cierra los ojos conforme se aproxima, y-...

«¡Espera, ¿va a besarme?!».

Abrir la boca del asombro hace que Baji solo le atrape el labio inferior entre los suyos, por lo que reacciona completando el contacto. Le parece que reprime una sonrisa para no arruinar el contacto. Justo después, empieza a moverse. Chifuyu le sigue el ritmo, aunque no es como si alguno tuviera realmente idea de cómo proceder. Solo sabe que se siente bien. Se le aceleran los latidos; quiere gritar, saltar, que dure más; le urge usar las manos, así que las lleva al cabello aún algo húmedo del tritón.

Cuando se separan, se relame los labios y percibe el ligero sabor salado que Baji les ha transferido. Se le hace curioso; había leído de besos azucarados por dulces y amargos por alcohol, tabaco o café, mas no recuerda uno con regusto a mar.

Sabe que Baji sigue cerca por la manera en la que todavía enreda los dedos por su cabello, así que abre los ojos despacio, preparado —a medias— para que la mirada rojiza invada su vista.

—¿Qué piensas? —susurra. Esa voz grave a tal volumen lo estremece.

—Que deberíamos hacer eso más a menudo. —Sonríe con la timidez que no les traspasó a sus palabras.

—Hm, estoy de acuerdo.

Esta vez, el beso es más confiado. Van entendiendo poco a poco cómo funciona el asunto y, por lo tanto, se atreven a sumar elementos, como dientes que apenas pinchan labios o lenguas que se deslizan por ellos antes de adentrarse a la otra boca. Ahora sí que nota la sal directamente de él. Son solo los restos del agua marina, así que no es que sea molesto. También detalla que debió activar la magia que le vuelve los dientes humanos hace poco, porque tenía los de tiburón antes de esto. Es considerado de su parte, si lo piensa bien.

Con la noción del tiempo de un reloj roto, no puede decir cuánto han durado en esto. La única delimitación posible de sus besos es que se detienen cuando siente que una de las manos de Baji desciende por la tapeta de su camisa, demasiado cerca del primer botón cerrado.

—H-hey —llama la atención con dificultad, pues no es que quisiera parar—. ¿Qué haces?

—¿Crees que estaremos todo el rato aquí?

—¿Ah?

—No tengo problema con solo conversar contigo y besarnos aquí, pero quería algo más interesante para la primera cita, así que pensé en dar un paseo.

—Sí, por eso mismo vine en pantalones pesqueros.

—Debí suponer que no me entenderías. —Sacude la cabeza con suavidad, todavía sonriente. Chifuyu solo arquea una ceja—. Aunque caminar por la zona menos profunda mientras yo nado sería una opción, también sería limitante.

—Ah, ¿te refieres a que yo nade también?

—Te estás acercando, pero podrías no nadar si lo prefieres.

Recae en la confusión, pero Baji le hace una seña con la mano para que lo siga, por lo que supone que le enseñará a qué se refiere con un ejemplo. El tritón se zambulle al agua en lo que él se sienta en la última parte seca de la roca. Cuando emerge, señala hacia su costado. Chifuyu fija la mirada en ese punto hasta que algo transparente, creciente y redondo sobresale.

—¿Es una burbuja?

—Sí. No resisten si salen mucho del agua, pero uno de nuestros poderes básicos es hacer burbujas. Si encierro tu cabeza en una, tendrás suficiente oxígeno para dar una vuelta por aquí, y en caso de que no quieras nadar o te canses, puedo agrandarla hasta que abarque todo tu cuerpo. ¿Qué prefieres?

—¡Nadaré! —exclama con una sonrisa de admiración.

—Buena elección. —Sonríe también. A la vez, regresa a su lado, aunque ahora mantiene la mayor parte del cuerpo en el agua.

—Ahora entiendo por qué ibas a quitarme la camisa. Consideras que sobra para nadar, ¿cierto?

—Sí, pero puedes quedártela si quieres.

—Nah, me la quitaré. —Guiña un ojo, las manos ya en el primer botón.

—No. —Baji lo detiene con una mano encima de las suyas.

—¿Hm?

—Déjamelo a mí —pide mientras empuja suavemente sus manos hacia abajo.

—¿Qué? —Se le calientan las mejillas.

—Se supone que seré humano en algún punto, ¿no? Debo aprender cómo se pone y se quita la ropa, aunque no pueda practicar en mí mismo.

—Ah... —«Claro, está tan tranquilo porque no llevar camisa es natural para él. De seguro reaccionaría más a las piernas». Desciende la mirada hacia el centro de su pecho, donde las manos de Baji esperan su aprobación—. Adelante.

Luego de unos momentos de inspección, quizás para comprender cómo funcionan los botones, Baji empieza a abrirle la camisa. Debe concentrarse en el rostro ajeno para no desviarse a pensamientos menos apropiados para esta hora del día, pero el viento en contacto directo con cada vez más piel no ayuda.

—Es más fácil de lo que pensé —dice al deslizar la camisa ya desabotonada por sus hombros.

—Es más difícil abotonarla, pero hay prendas más desafiantes. Espero que sepas hacer nudos.

—Algunos. —Luce algo intrigado, mas deja sus dudas para después—. ¿Te quitarás más o te quedarás así?

—Solo las sandalias. Traje cambio para lo demás. —Da unas palmadas al pequeño equipaje a sus espaldas.

—¿Huh? Así que habías previsto meterte al agua, ¿eh?

—Puede ser.

Él mismo se encarga de descalzarse y guardar las prendas descartadas. Baji le ofrece hacer una burbuja adicional para sus cosas, de modo que no tengan que preocuparse por regresar al punto exacto de partida para recuperarla ni temer posibles robos. De hecho, aprovecha el equipaje como ejemplo para enseñarle cómo entrar sin mojarse, ya que sería molesto no poder secarse las gotas que se escurrieran de su cabello al rostro si se sumergiera primero.

Como eligió solo cubrir la cabeza, después de saltar directo a una burbuja del tamaño suficiente para atrapar todo su cuerpo, Baji simplemente la achica hasta que le queda como una especie de casco.

—Recuerda: no salgas a la superficie o se romperá. No garantizo que tu cabello no se moje en lo que hago la siguiente burbuja si eso llegase a pasar.

—Entendido. —Asiente con la cabeza una vez.

—Bien, entonces —Baji lo toma de la mano y tira de ella para ir un poco más hondo—, bienvenido al mar.

Sin superar aún el asombro por poder respirar bajo el agua, queda perplejo por esta nueva forma de ver el mundo marino. A pesar de que en su tiempo como pirata ha visitado costas cristalinas en las que es posible divisar hasta al cangrejo que se desplaza a varios metros de profundidad, la perspectiva desde el propio mar es inigualable. Quizás, los tripulantes como Kazutora que practican la pesca de inmersión hayan robado vistazos de lo que atestigua ahora, pero Chifuyu apostaría que ninguno ha tenido el placer de disfrutarlo por la necesidad de salir a tomar aire constantemente.

No parece haber fin. Las rocas de la playa también se reparten por el fondo hasta dar cada vez más paso a la arena. Ve animales de distinto tipo esconderse entre ellas. Más adelante, distingue algunas algas. Pasan unos pocos peces de varios tamaños y, muy a la distancia, cree identificar un cardumen.

—Esto es... wow. Hermoso.

—¿No te da miedo?

—Estoy contigo. —Voltea a verlo con una sonrisa. Por la forma en que los ojos de Baji crecen un poco, deduce que acaba de conmoverlo—. Sé que detectarás cualquier peligro antes de que sea una amenaza para nosotros.

—Lo haré. De todos modos, sé lidiar con la mayoría de los animales peligrosos y, en todo caso, agárrate fuerte a mí y nadaré a mi máxima velocidad hasta que nos pierdan de vista.

—Hm, ¿y podemos seguir tomándonos de la mano como ahora?

—Claro.

Con unas últimas indicaciones sobre cómo meter la mano a la burbuja si realmente necesita tocarse la cara —deslizada por el cuello—, contra qué no chocar —cualquier cosa puntiaguda o filosa— y un muy requerido tutorial de cómo besarse —Baji tendría que crear una burbuja para sí mismo para luego fusionar ambas en una más grande, algo así es lo que entiende—, el recorrido submarino por fin da inicio.

Sí, corté el capítulo, pero sino no lograba la actu para antes del fin del MerMay y quería aprovechar mi primera oportunidad de participar de cierto modo en eso, je. De todos modos, habrá partes de la cita para el siguiente y no será la única vez que naden por ahí ;D

¡Hasta el siguiente (o los comentarios)! ^0^/

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