01: Soy Shakira
Capítulo 01
Soy Shakira
Para: Mr. Books
De: Cleo Starky.
10 de abril del 2023.
Cleo Starky, ese es mi nombre. Nací el 31 de diciembre del año 2003. Si, el último día del año, el día en que todos están ocupados preparándose para despedir el año. No estoy acostumbrada a fiestas de celebración por mi cumpleaños o cosas por el estilo, es más, ya hasta me he acostumbrado a no celebrarlo así que para mí, ese día es un día igual que los otros.
No me gusta el san Valentín, creo que es una vil excusa para festejar el amor en un día indicado y facturar, el carnaval mucho peor, porque a ¿quien le gusta ir a la playa y lanzarle espuma a gente desconocida? Si, suena un poco divertida la idea, pero recuerdo que una vez le partieron la ceja a Sebastián porque le echó espuma a una chica en el ojo, la chica estaba acompañada de su novio y el novio al parecer tenía problemas de ira. Ese día mi primo terminó en la sala de espera de un hospital público, la atención fue demasiado lenta debido a que habían mas enfermos por ahí como borrachos que terminaban accidentándose, borrachos que se tiraban de lo alto de un hotel para caer en la piscina o personas que de una u otra forma eran víctimas de algún borracho.
Tengo muchas cosas más por decir, por ejemplo, no me gusta ningún día festivo, en mi propia experiencia siempre algo sale mal o alguien sale herido, así que podría trabajar todos los días del año si es necesario, no me gusta quejarme, aunque supongo que eso es lo que estaba haciendo en párrafos de arriba. La cuestión es que deseo mucho trabajar con ustedes en su librería, es un lugar que me transmite paz y libertad y... es mi sueño cobrar en libros y no en dinero, aunque si necesito el dinero, más que los libros, pero si me necesitan estaré gustosa de llevar en mi camiseta su logo.
Con mucha pasión.
Cleo Starky.
PD: La señora Coco me dio su correo electrónico para poder enviarle mi carta de petición de trabajo. :)
Volví a leer el documento esperando encontrar algún error para corregirlo antes de enviarlo. Después de varios minutos lo hice, lo envié y aunque me arrepentí mucho, en cada minuto e incluso horas. Estuve frente a mi computadora refrescando el correo para ver si había alguna respuesta. La hubo. Un día más tarde fui contactada para trabajar como asistente en la librería más cool de todo el país. Así que ese día brinqué y chillé, por pocos minutos, en mi casa siempre debía existir ese silencio que a papá le gustaba tanto.
Al principio lloraba de felicidad, pero luego de tristeza y mezclado con un poco de ira. Mi padre no quería que trabajara, mucho menos en una biblioteca como él decía, no hubiera tenido su permiso si no fuera por mamá, quien lo terminó de convencer.
Nosotros no éramos ricos y la plata nos faltaba así que la mayor razón de que papá aceptara era que le ayudara con ciertos gastos en la casa. No me parecía loca la idea porque moría por trabajar y por supuesto ayudar en ciertos gastos de la casa, aunque finalmente solo me permitían pagar el internet y mis gastos para ir a la universidad. Aunque esos gastos se disminuyeron cuando salí de vacaciones hace un par de semanas. Mis días favoritos en la librería sin duda eran cuando había nuevas entradas, en esos días me quedaba hasta más del tiempo establecido para poder presentar los nuevos ingresos en el escaparate, que por cierto me dejaban arreglar, después de rogar y suplicar.
La señora Coco es la madre del dueño de la librería y prácticamente la razón de que esté trabajando aquí.
—He visto el escaparate y me ha encantado —confesó al entrar.
Le ofrecí una de mis mejores sonrisas. Ella siempre es así de amable y honesta.
—Me he quedado casi toda la noche trabajando en eso.
—Te ha quedado genial, pero tampoco debes pasar mala noche por estas cosas, después de todo mi hijo no pasa mucho por aquí —susurró— aunque tenga todas esas cámaras para vigilarlos.
Yo sonreí y le ofrecí agua, ella negó y sacó de su bolso una funda de papel.
—Son galletas que hornee por la mañana, te he traído un poco.
Yo acepte avergonzada por mis compañeros, ellos sabían que la señora Coco me había dado el trabajo y que prácticamente soy su favorita, la única a la que no se le cargaba nadie por ser su protegida. Me daba vergüenza aceptarlo, pero de cierta manera es verdad. Conocí a la mujer cuando tenía trece años, ella era profesora y yo era su mejor alumna. Además, su nieto estudiaba en la escuela y más de una vez le di tutorías.
—Muchas gracias, pero no era necesario.
—Pero si te encantan mis galletas o acaso ¿ya perdí el talento?
Negué rápido.
—Si he agarrado sus galletas es porque son mi debilidad, mi mayor adicción, pero no puedo seguir aceptándolas cuando ya mis compañeros me odian lo suficiente por su suave trato.
—Esos son una pila de envidiosos —dijo señalándolos— es por eso que no son mis favoritos ¡¿escucharon?!
Mis compañeros que escuchaban nuestra conversación se hicieron los ocupados y continuaron con lo suyo.
Y fue suficiente para estar roja como un tomate.
—Señora Coco.
—Solo digo la verdad que todos sabemos —aceptó—. Por cierto, mi hijo estará aquí en unos días con su nueva amante, así que cuidado, esa mujer le calienta el oído y si llegas a caerle mal, que sería imposible, pero posible, podría quitarte tu puesto. Esa mujer es una víbora en busca de dinero, así que solo me quiero encargar de advertirte.
Quise enterarme de que nueva amante se trataba, pero tampoco quería ser tan chismosa. Aunque en realidad si éramos chismosas, si sabía todo lo que pasaba en la alta sociedad, era por esta mujer, siempre que visita la librería se aseguraba de traerme galletas y se quedaba por horas mientras me ponía al día.
—¿No se le está haciendo tarde para volver a casa?
Ella miró su reloj y negó.
—Nunca es tarde para ponerte al día.
Y fue demasiado tarde, tanto ella como yo caímos en el pecado llamado chisme.
—¿Recuerdas a la mujer del padre Fergus?
No conocía a casi nadie de la alta sociedad, de vez en cuando visitaban la tienda y los conocía personalmente, pero no es como si ellos compraran libros todos los días y si lo hacían, enviaban a sus trabajadores. Así que solo sabía de nombres y apellidos, muy pocas veces tenía el rostro del protagonista del chisme.
—No, no la conozco.
—Espérate, déjame busco su foto, por aquí la tengo a esa mujer... aquí está.
Y reconocí a la mujer.
—Oh, ya la recuerdo. Estuvo aquí hace unos días junto a un chico, creo que su hijo.
—Esa mujer no tiene hijos —comentó—. Ese era el amante.
—¿Que? —solté sorprendida
—Bueno, sabes que en todos lados hay gente chismosa, pues en el club andaban murmurando que esta mujer le fue infiel al padre Fergus, pero nadie ha sido capaz de creerlo ya que la tenían como a una santa. Yo si me lo esperaba, la mujer no está tan vieja y ¿quién no quiere un poco de colágeno hoy en día?
Casi me echo a reír.
Me echó de mi lugar en caja y empezó a revisar la computadora.
—¿Que dia estuvo aquí?
—Hace cuatro días.
—¿Recuerdas la hora?
—Tres de la tarde —respondí con cierta duda.
Y solo pasaron segundos hasta que la señora Coco me enseñó el vídeo de las cámaras. La mujer se estaba besando con el chico en el pasillo cinco. Parecía que se estaban chupando el alma.
—Entonces no era el hijo.
La señora Coco negó.
—Pero que sinvergüenza, está metiéndole la lengua hasta la garganta en frente de la sagrada biblia.
—No, esa no es la biblia. Es otro libro... es un libro de todo menos religioso.
La señora Coco tomó un vídeo con su celular y se lo envío a alguien.
—¿Que hace? —pregunté con horror.
—Estoy enviándole esto al padre.
—¿Al padre Fergus? —pregunté con más horror.
—Al padre de este niño. A este muchacho lo conozco y su padre es un hombre respetado, pero si alguien más ve como su hijo le arranca los labios a esta mujer su reputación será manchada. Necesita una buena paliza para que asunte.
Quería reírme o tal vez debería preocuparme por el asunto.
El vídeo tenía nuestra marca de agua o como le llamarán al logo en el fondo del vídeo.
—Esperemos que el vídeo no se divulgue porque la única reputación manchada será la nuestra. Nos podemos meter en problemas por ese vídeo.
—No te preocupes, este vídeo no saldrá de aquí.
El día terminó sin más preocupaciones y de hecho, toda la semana transcurrió con normalidad.
Había una clienta que estaba regañando a su hija por algún motivo, así que desde la distancia observaba por si necesitaba ayuda. No me gustaba atosigar a los clientes siguiéndolos a todo momento, pero siempre me quedaba cerca para escuchar sus llamados de ayuda.
—Tienes que estudiar para que de grande no estes trabajando en lugares como este —decía a su hija—. Esta gente es infeliz y pobre.
Y yo me quede con la boca abierta.
Para su información este es el trabajo de mis sueños, pensé.
Ignore a la clienta y a su hija hasta que se acercaron a caja. Les cobraba con normalidad hasta que vi entrar a la mujer o ex mujer del padre Fergus, venía furiosa tumbando a todos.
—Niña, ¿me puedes decir como es que filtraron un vídeo diciendo que soy yo? —me soltó molesta—. En este lugar la privacidad al cliente no existe y hasta me están difamando. Claramente no soy la mujer del vídeo y ahora ustedes destruyeron ¡MI VIDA!
Y mientras la mujer me gritaba, mi jefe entraba de la mano de su amante.
Quería convertirme en un camaleón y camuflarme.
—Starky, ¿que sucede aquí? —preguntó.
Y la mujer del padre Fergus se impuso ante mi jefe. Estaba más molesta que antes.
—¡USTEDES NO RESPETAN LA PRIVACIDAD DEL CLIENTE Y LOS DEMANDARÉ POR ELLO!
Y mi jefe entró a la oficina con su amante y la clienta. Después de una hora la mujer salió más calmada y al pasar me dio su mirada llena de molestia. Es como si supiera que yo soy la única culpable de filtrar el vídeo. Podía meterme en problemas, podía amanecer con la boca llena de moscas uno de estos días.
—Starky, ven aquí.
Y supe por el tono del llamado que estaría en problemas, pero con mi jefe.
—Starky, ya lo sé todo.
—¿Todo? —pregunté
—Tus compañeros dijeron que fuiste tú quien le permitió el acceso a los vídeos a mi madre. Y por ende, tú nos has metido en problema con esta mujer, que nos amenaza con demandarnos.
Y entonces me lanzo una charla de diez años. Es que ni mis padres me montaban semejante regaño.
—No puedo tomar otra decisión que despedirte. Al final de tu jornada recibirás el pago por tus servicios.
Y si, así fue como me despidieron del trabajo de mis sueños.
Recibí mi cheque y entonces brotaron las lágrimas. Sabía que no había hecho bien al permitir que la señora Coco tomara el vídeo, pero es que no podía negarle nada a ella.
Llegue a mi casa y no podía parar de pensar en cómo le diría a mis padres que me echaron por incompetente. Calle durante la cena y me acosté antes de que me hicieran preguntas como:
¿Qué tal tu día en el trabajo?
¿Cómo estuvieron las ventas?
¿Llegaron nuevos libros?
Estaba viendo novela hasta que salió el espacio publicitario y aproveché para bajar a la cocina y subir agua. Eso hasta que...
—Cleo, ¿vienes o no?
Mire por unos segundos a Sebastian, mi primo ese el que terminó en urgencias por echarle espuma a una chica en el carnaval pasado.
Sebastian tiene 22, dos años más que yo, es alto de pelo oscuro y de ojos marrones, vive en nuestra casa y no, no vive con nosotros porque tal vez sus padres murieron en un trágico accidente, nada de eso, afortunadamente sus padres están más vivos que todos nosotros, es solo que mis tíos son mayores, en serio, muy mayores y Sebastian al ser hijo único prefiere pasar metido en nuestra casa que en la suya. Es divertido y cree que canta, en realidad suena más a un gallo siendo estrangulado, pero obviamente no se lo decimos, es muy sensible y se ofende hasta porque lo miras por dos segundos de más.
—Eh, no —negué.
Y casi se le cae el rostro. Le gusta divertirse, pero también le gusta arrastrar gente por el camino, como yo por ejemplo, que desafortunadamente me lo tropecé al ir a la cocina para rellenar mi jarrón con agua.
Era ya la medianoche y ellos estaban huyendo de casa. Esto ya no es novedad, suelen escapar a fiestas a estas horas mientras mis padres duermen como rocas. ¿Que si es malo que hagan esto? Por supuesto, lo es si papá se entera, estarían emproblemados hasta el año que viene.
Él es muy correcto con esto, papá aún se rige bajo las enseñanzas que le dejó el abuelo Harry. Mi abuelo fue un militar y como es de esperar, le inculcó todo a papá como el respeto por el hogar, la religión, el matrimonio. Si por papá fuera ya habría casado a Doty con algún muchacho decente, pero Doty no le ha dejado ni siquiera mencionar el tema porque está interesada en sus estudios, en las fiestas y en la diversión y casarse a su edad significaría decirle adiós a todo lo que le gusta.
—Deja a Cleo —hablo Doty— mi hermana es demasiado santurrona y aburrida para esto.
Doty es mi hermana mayor. Es mi polo opuesto. A ella le encanta salir, celebrar, beber y bailar mientras que a mi me gustan cosas más... sencillas como ver televisión.
—No es que sea santurrona, simplemente tus gustos y los míos no son los mismos —respondí y pase por su lado— Y no se preocupen, mamá no sabrá nada de esto, no por mí.
Ellos asintieron más cómodos al escuchar mi palabra, tampoco son tan atrevidos y valientes para enfrentar a mamá y peor a papá.
Agarraron las llaves del carro y corrieron bien arreglados hacia el carro de papá. Estaba por salir de la cocina cuando vi la licencia de conducir de mi hermana, al parecer la dejo caer al salir apresurada. Sali por la misma puerta que salieron hace unos segundos.
—Doty, tu licencia.
Fue cuando en mi frustrado intento por llamar a mi hermana sin gritar demasiado alto me di cuenta de que alguien se les había infiltrado:
Vinnie.
Mi hermano menor de tan solo siete años cerraba la cajuela mientras mi hermana conducía a toda velocidad. Vinnie al verme se despidió con la mano, sacudiéndola sonriente. Si, Vinnie es un completo loquillo. Es el dolor de cabeza de esta casa y el más desafortunado de todos, siempre algo sale mal en su presencia. Una vez lo llevamos al parque y se quebró la mano. No podía imaginar que podía pasarle en una fiesta, no cualquier fiesta, la fiesta de Jane.
Fue cuando actué sin dudarlo.
Corrí detrás de ellos con la esperanza de ser vista, pero mi hermana era una loca desquiciada que amaba la velocidad. Vi como mi oportunidad para salvar a mis hermanos de una bronca se escapaba a toda velocidad, así que tomé medidas apresuradas. Me robe la bicicleta de la vecina Julia, y no, la vecina Julia no es una adulta, es la hija menor de los vecinos Thompson, de apenas 5 años, apenas y entraba en la bicicleta. Sonaba el claxon que la bicicleta poseía, sonaba más a cuando el heladero está cerca.
Pedaleé y pedaleé sin preocuparme por mi estado no tan decente para ir por la calle a estas alturas de la noche.
—Doty —llamaba.
Llegue mucho tiempo después, mis piernas ardían y las sentía tan débil que podía caerme en este preciso momento, pero primero debía buscar al pesado de Vinnie, llevármelo a casa y volver a mi novela.
—Cleo —me llamo Tristan, el nieto de la señora Coco— Has venido...en pijama, pero has venido.
Se acerco alegre, confundido y divertido, mientras yo me sentía avergonzada, él me había invitado a esta fiesta hace unos días y negué, dije que estaría muy ocupada. Y si lo estaba, en mi novela, pero es que ya está en los capítulos finales y no puedo perderme ni un minuto. Aunque ahora ya me había perdido medio capítulo.
—Te sienta muy bien el pijama de vacas —aseguró riendo.
Mire mi ropa, es infantil, claro, pero es mi pijama favorito. Además, no contaba con salir de casa, si lo hubiera sabido al menos me hubiera puesto un abrigo encima.
—Hola, eh, ¿has visto a mi hermana por aquí?
—La vi hace un rato con Sebastian.
—¿Solo estaban ellos dos? ¿O por si acaso viste a Vinnie junto a ellos?
—No, Vinnie no venía con ellos —aseguró—. No me digas que Vinnie se coló a la fiesta.
Solté aire cansada y agotada del viaje en bicicleta.
—Mis padres no pueden enterarse de que Vinnie se escapó de casa, mucho menos que Seb y Doty también lo hicieron.
—Está bien, te ayudare con Vinnie. Revisaré la casa.
—Yo los alrededores.
Asintió y corrí inmediatamente a buscar a mi pequeño y destartalado hermano. Ellos iban a meterse en serios problemas aunque me preocupaba más Vinnie que Doty, ella ya sabía que si la descubría estaría en problemas, pero Vinnie no, bueno si, él también sabía que se metería en problemas, pero él aun tiene 7 años y todo a su edad es un chiste.
Encontré el rastro de Vinnie, era uno de sus zapatos. Este estaba en un arbusto que separaba la casa de Jane, la dueña de la fiesta con la de sus vecinos. Me metí entre los arbustos y conseguí lastimarme el rostro con las ramas sueltas. Me quejé un poco y caí en frente de una gran piscina. Esta no era una simple casa, no, esta era una mansión. Aunque no debía sorprenderme, en realidad esta parte de la ciudad tenía unas casas muy hermosas que estaban valoradas en millones de dólares. Solo gente con dinero podía regodearse en este vecindario.
—Vinnie —susurré— ¿estas aquí?
Rodeo el borde de la piscina y reviso con cuidado todo el jardín trasero de la mansión.
Entonces vi a Vinnie correr entre la oscuridad, logró perderse dentro de la casa. Esto no estaba bien, lo sabía, pero también sabía que Vinnie podía hacer alguna locura más grande y sabia a ciencia cierta que papá castigaría hasta los que no tienen que ver en esto. El peso de su furia caería en Doty, Seb y en mí.
—Vinnie, ven aquí —exigí.
Entré a la casa que se sumía en un completo silencio. No había nadie aquí y seguramente sus dueños estarían fuera de la ciudad o incluso fuera del país.
—Vinnie, no me hagas esto, por favor —supliqué.
—Ven aquí, hermanita. No hay nadie aquí, están en Hawái.
—¿Tú como sabes que todos los que viven aquí están en Hawái?
—Lo dijo Jane. Ven, sígueme si puedes.
Y seguí al muchacho malcriado por toda la casa, eso hasta que lo perdí en la oscuridad o fui yo la que se perdió. Abrí una puerta y sinceramente vi algo que no debí.
—Ayúdame, ayúdame, por favor —suplicó un hombre.
Él estaba atado con cadenas tanto en los pies como en las manos.
—Quien... ¿quién eres?
Corrí a ayudarlo inmediatamente.
—¿Dónde están las llaves? —pregunté con prisa— ¿quién te tiene aquí? ¿Hay alguien más en la casa?
Él soltó el llanto, tenía los labios secos y partidos hasta sangrar y su nariz rota y morada. Su rostro parecía haber sido un saco de boxeo para alguien.
—Él va a matarme —respondió.
Y fue cuando la puerta sonó.
—Lo siento, lo siento —reaccioné y hui.
Corrí a esconderme detrás de unas cajas.
Vinnie, en cuanto te vea sabrás hasta dónde llega mi paciencia.
Me culpé por no haber traído el celular o incluso a Tristan. Necesitaba ayuda para salir de aquí sin ser vista por la persona que estaba entrando. Trate de ver el rostro a esa persona, pero las cajas no dejaban mucha visión para mí.
—¿Con quién hablabas?
Fue una voz, una voz tan fuerte y profunda que al oírla escalofríos corrieron por mi cuerpo. Sonaba fuerte y malo. Es un hombre como suponía, pero su voz me decía que no era un hombre mayor, es alguien joven.
—Por favor, ya déjame ir —suplicó el hombre.
El hombre lo ignoró por alguna razón y se quedó todo en silencio por unos segundos. Me asomé un poquito y fue cuando su mirada y la mía chocaron en el espejo que tenía en frente. Sus ojos estaban tan oscuros que me preguntaba si había un poco de bondad en ellos.
No, no había nada dentro de ellos, estaban vacíos y fríos y fue cuando algo dentro de mi dijo:
Corre.
Tome la oportunidad y salí de mi escondite para correr a la puerta. Estaba huyendo, al menos eso creía. El hombre me cayó encima, me aplastó con su cuerpo. Mi respiración estaba alborotada y su cuerpo, su pesado cuerpo no ayudaba, me estaba cortando la respiración. Si no luchaba, temía que no saldría con vida de aquí, peor viendo al hombre atado. Me iría mal, muy mal. Me giré y su cara quedó a pocos centímetros de distancia. Esto parecía alguna comedia romántica y era el momento en el que sonara alguna canción trágica, pero la realidad es que esta situación se asemejaba más a una película de terror y llegaba el momento en el que me despedazarían.
—Ahora tú y yo vamos a charlar pequeña rata.
Se levantó y me levantó con más fuerza de la necesaria, me estaba apretando el brazo tanto que podía retorcerme. Miré disimuladamente la mesa que tenía a pocos metros de distancia. Había algunas herramientas.
—No vi nada, no sé quién eres, no te conozco y no diré nada, lo prometo. Solo olvidemos que esto paso.
Mi voz sonaba temblosa, y la verdad es que estaba nerviosa, este hombre es un criminal y yo una posible testigo.
Él se tomó el tiempo para observarme de pies a cabeza. Yo evite mirarlo, así que miré al hombre encadenado. No quería terminar como él.
—¿Quién eres? —preguntó.
—Soy Shakira.
—¿Shakira? —repitió incrédulo.
—Si, Shakira, sorda, ciega y muda, asi que me voy y ni tu ni yo nos veremos nunca mas.
Y él se empezó a reír, pero luego volvió a su cara de ogro.
—¿Te crees chistosa?
Entonces aplasté su pie con tanta fuerza que soltó mi agarre, corrí a la mesa y agarre un martillo y golpeé al criminal en la cara, lo mandé al piso, lo escuché gemir del dolor y maldecirme muchas veces, sinceramente hasta sentí un poco de dolor.
—Lo siento —me disculpe rápidamente— lo siento, no quería golpearte tan fuerte. ¿Estas bien? ¿Cuantos dedos tengo aquí?
Y levante mis tres dedos.
—Treinta —habló el encadenado.
—Ves, de tantos golpes que le has dado a ese pobre chico ya ni sabe lo que dice —le reproché al criminal.
Levante el martillo, amenazando con golpearlo si intentaba hacerme algo.
—Bueno, definitivamente están locos todos —comenté asustada— Adiós, que tengan una linda noche.
Sali de la habitación de la tortura y corrí hacia la salida. A toda velocidad me tiré en los arbustos y fui a dar a la casa de Jane. Una vez que estuve en su patio pude suspirar aliviada, pero no tanto como para quedarme tendida en el césped. Me levanté y corrí.
—Lo siento, Vinnie, pero si estas en problemas, te quedas en ellos.
Llegué a la bicicleta, me monté en ella y pedaleé sin mirar atrás.
Al llegar a casa corrí directo a mi habitación, me lancé a mi cama y me escondí debajo de las sábanas. Asustada me arrepentí de haber seguido a mis hermanos, incluso de salir de mi habitación para tomar agua. No, no debí hacer nada de eso, debí seguir aquí viendo novelas sin parar.
No pude pegar el ojo, tampoco dejar de pensar en esos hombres, no quería pensar en ellos, pero no es algo en lo que pudiera intervenir, ese hombre estaba golpeado para esta y para la otra vida, que parecía que le iba a llegar pronto.
Pensé en ir a la policía, podía denunciar este acto, tal vez aún estaba con vida ese muchacho.
Me moví en mi cama toda la noche, es la conciencia que no me dejaba descansar tranquilamente.
¿Y si ese hombre moría?
Yo sería tan culpable como ese loco demente que lo tenía en ese estado. Sería igual que el, sería su cómplice, sería una asesina. Una criminal.
Tenía que tomar una decisión y la tomé.
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