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Capítulo 3

Junio 2020

En cuanto comencé a leer el primer párrafo por alguna razón mis ojos se habían humedecido, creía que sería una simple lectura, pero cuando llegué al final ya era un mar de lágrimas, estas se deslizaban por mis mejillas y brotaban de mis ojos a una velocidad descomunal. Siempre he sido muy sensible, ya sea al leer un libro, mirar una película, una serie, cuando me frustro, cuando estoy feliz, cuando estoy triste, en fin, lloro con cualquier cosa. Pero esto que acabo de leer ha sido la gota que derramó el vaso, quiero creer que no es real, que tan solo son palabras al aire, que no ha sido escrito para nadie, pero el formato en el que está escrito: con dirección, nombre de remitente, y saludo al final, claramente indica que definitivamente ha sido escrito para alguien.

En el hueco no solo habían pelusas, insectos muertos y telas de araña, en el hueco había escondida una pequeña caja de madera y un recipiente de vidrio en forma de pecera —este último me generó mucha dificultad quitarlo de allí abajo—.

Deposité ambas cosas en frente de mi y las observé durante varios minutos debatiéndome si abrirlas o no, si husmear o no. Y si era algo personal y lo habían escondido allí para que nadie lo encontrase? y si lo que contenía esa caja era algo peligroso o algo que pudiese comprometerme a mi o a alguien más? Quizás estuviese exagerando, quizás no.

"La curiosidad mató al gato" solía decir mi abuela.

Finalmente me armé valor y decidí abrir lentamente la pequeña caja de madera. Tenía aspecto de ser un cofre, llevaba una cerradura de color plateado pero para mi suerte no estaba cerrada con llave, tan solo tenía un clip que permitía que la tapa no se abriera por si sola.

En cuanto mis ojos hicieron contacto con el interior del objeto al principio sentí miedo, luego confusión, y por ultimo tristeza. Allí dentro había algo que, claramente, no iba a poder volver a guardar y hacer de cuenta que allí no había nada.

Siete cartas estaban prolijamente apiladas una sobre la otra sujetadas con un hilo de color marrón.

Las cartas estaban deterioradas, quizás por la humedad del sitio en el que se encontraban, quizás porque llevan demasiado tiempo allí guardadas. No las leí una vez, ni dos, ni siquiera tres, las he leído diez veces, y en cada leída las lagrimas se deslizan con más insistencia. Deslizo mi dedo sobre la delicada letra pero más específicamente sobre el nombre de la chica: Maddie.
Cada palabra que hay allí escrita las repito una y otra vez en mi mente. Me pregunto por qué, cuando, donde y cómo ha sucedido esto. Por qué estas cartas han llegado a mi, por qué precisamente en este momento y por qué en este lugar.

Dejo las cartas a un lado y comienzo a observar los demás objetos: pequeños trozos de papel, un tubo de ensayo con lo que parece ser un diente de león marchito, una bolsita de color amarilla —la cual al juzgar por su aspecto supongo que en su momento fue de color blanco— con un montón de pequeñas piedras de colores. Luego dentro del recipiente de vidrio hay cerca de veinte o incluso más caracoles pequeños del tamaño de un frijol, todos de diferentes formas, colores y texturas.

—Pero... que es todo esto?—pregunta Charlie desde debajo del marco de la puerta haciendo referencia a los objetos que me rodean. Quiero explicarle lo que ha sucedido, pedirle por favor que se siente a mi lado y me acompañe, pero por mas que lo intente la voz no brota de mi interior, tan solo soy capaz de derramar lágrimas. Charlie me observa preocupado al notal mi rostro hinchado, rojizo y mojado—Que ha sucedido aquí?—pregunta inclinándose hacia mi y quedando su rostro a escasos centímetros del mío

—Co-como se llama?—intento preguntar, pero el llanto se apodera totalmente de mi

—Cariño que sucede, por qué lloras?

—Co-cómo s-se llama?—vuelvo a preguntar gimiendo y sorbiendo de mi nariz

—Cómo se llama quien? Millie, me estás asustando

—Có-cómo se llama l-la chica—observo las cartas, rozo mis dedos sobre ellas y dirijo nuevamente la vista a Charlie—La la chica

—Que chica?

—La hija del señor y la señora Fierman—digo está vez con la voz firme. Yo sé cómo se llama, claro que lo sé, pero esto no puede ser posible

—No lo sé, no lo recuerdo...—se acuclilla a mi lado y me observa preocupado

—Por favor...—ruego—ne-necesito saberlo

—No lo sé cariño, creo que era Maddison, Mindy—él está mintiendo, puedo verlo en su rostro, su voz es temblorosa y casi un susurro como la mía, acaricia mi cabello con suavidad y eso causa que mis lagrimas broten de mis ojos con mas insistencia—Maddie—dice luego de estar varios segundos en silencio—su nombre era Maddie—dice nervioso

Y allí fue cuando mi cerebro hizo clic y terminó de atar cabos.

Ésta era la habitación de Maddie.

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