
26
El patriarca de los Lee estaba sentado tomando un poco de alcohol en una pequeña taza de cerámica que había sido servida por uno de sus empleados. Con cuatro dedos, tamborileaba sobre la mesita a su lado mientras murmuraba algo en voz baja, intentando organizar bien sus pensamientos.
Por pura casualidad había descubierto algo terrible. Se percató de su ingenuidad y del error gigantesco que cometió. Una falla digna de recriminar al confiar en alguien como Sehun. ¿Cómo no se dio cuenta de eso antes? ¿A quién va a ser fiel un espía? Evidentemente al más poderoso, no al que ofrece serlo en el futuro. Por eso le ha sucedido lo que le ha sucedido. Por confiar. Oh Sehun le traicionó y le contó todo al príncipe. ¿Cómo? ¿Cómo fue tan ciego? No tiene pruebas, pero las posibilidades son altísimas.
Empezó a sospechar cuando se enteró que estuvo en el ataque al segundo príncipe, el día de la casería. Su excusa fue convincente y por eso le creyó. Dijo que estaba siguiéndolo para asegurarse de que la tarea fuera completada, pero cuando el príncipe lo vio, intentó salvarlo para guardar apariencias y que Kyungsoo no desconfiara de él. Todo sonaba muy bien, hasta que uno de sus empleados le hizo caer en cuenta, que Sehun no estaba enterado de qué día se iba a realizar el plan contra el segundo príncipe. No se confiaba todavía mucho en él. ¿Cómo supo que se iba a atacar? ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo se le había pasado un detalle tan importante? Imperdonable. Pero Sehun fue convincente de nuevo, asegurando que fue el mismo príncipe quien le dio la información.
Después se enteró que su yerno era amigo de la infancia de Sehun. El joven había crecido cerca de los príncipes y, a pesar de que su amistad no era muy conocida, varias personas estaban enteradas de lo fiel que le era Sehun a Kyungsoo. Mandó a varios de sus más capaces hombres y se enteró de lo peor: Sehun no trabajaba para él en contra de el segundo príncipe. Trabajaba para el segundo príncipe en su contra. Y si eso era cierto, probablemente información muy delicada había llegado a sus oídos. Conocía bien a los hijos del rey, no iban a parar hasta que se hiciera justicia.
–¿Hay algo que le preocupe, padre?
Soo Mi se acercó a la entrada y se paró justo al frente de donde el hombre descansaba. Su corte estaba acompañándola, pero se mantiene alejada de la princesa, una orden que el maestro Lee le obligaba a su hija a cumplir.
–Tengo muchas cosas en la cabeza, pero tú también eres un problema muy grande. ¿Qué te dije sobre Minsoo? Debe morir. Se lo merece. Atentó contra la vida de tu marido. Así que por favor, olvida el tema.
El cinismo con el que el hombre hablaba no tenía igual, la mujer cerró los ojos intentando no parecer afectada por aquellas palabras. Había sido descubierta intentando ayudar a su amante, así que debía mantener la calma para no empeorar las cosas. Si mostraba sus verdaderos sentimientos, quedaría más en evidencia y podía ponerse en riesgo.
–Padre...
–¿Quieres que la gente se entere de tus pecados? ¿De lo que has hecho? ¿Quieres que Kyungsoo tenga la oportunidad de rechazarte públicamente?
–No creo que se atreva. Yo sé muchas cosas– se defendió Soo Mi con firmeza.
–Eso no sirve de nada. Él es hijo del rey, algo que tú nunca serás si sigues tomando decisiones estúpidas. Escúchame bien: todo este tiempo te he estado dando oportunidades para que te conviertas en reina. Minho no aceptó y el rey cumplió su estúpido capricho. Aún así puedo hacerte reina madre. Podrías ser la mujer más poderosa que pise estas tierras. Pero eso no quiere decir que si se te ocurre traicionarme o cometer más errores, no puedo renegar de ti. Si el rey lo hizo con un príncipe, yo también puedo repudiar a mi hija. Especialmente si ha engañado a su marido.
–Pero...
–Cállate. Harás lo que te diga. No quiero enterarme de que vas por aquí y por allá pidiendo favores. Podrían acusarte de conspiración. Tienes hijos y un hogar que cuidar. No necesitas salir de tus aposentos. Y no lo harás hasta que esto termine.
Con una orden tosca, le hizo saber que quería que se fuera, ni siquiera tuvo la delicadeza de preguntarle por qué lo había visitado. Soo Mi avanzó lentamente, intentando no echarse a llorar. El viejo Lee la miró marcharse con impaciencia y de inmediato llamó a uno de sus empleados.
–Busca a Oh Sehun y desaste de él. No quiero que parezca un accidente. Quiero que sea un mensaje para los demás. Ensucia su nombre tanto como puedas, como el espía sin escrúpulos que es. Que el segundo príncipe se entere que ha sido un traidor de lado y lado.
–Sí, maestro.
Aquella orden fue perfectamente escuchada por Soo Mi, que se demoró intencionalmente al caminar. Tal vez esa valiosa información le podría servir de algo.
***
Jongin estaba practicando su escritura. Se había dedicado al estudio, pero no encontraba nada que pueda ayudarlo a descubrir información valiosa. Todo lo que descubría lo lleva al mismo sitio. La leyenda y la teoría del poder sólo apuntaban a que la fuerza roja atacaba a las doce fuerzas y, mientras no estuvieran unidas, no podrían ser capaces de enfrentar a un ente tan poderoso.
Había intentado encontrar a las doce fuerzas y, a pesar de que muchos de sus amigos aparecieron, no todos parecen ser muy accesibles. Xiumin, Suho y Chen eran sus hermanos, pero no vivían cerca de él. Con Baekhyun tenía una relación cercana y había logrado ver varias veces a Chanyeol, pero ellos no mostraban ningún conocimiento o afinidad especial para luchar por unos manuscritos que representaban más la filosofía, que otra cosa para ellos. Sehun era un espía fuera de su alcance. Kyungsoo era su pareja y eso le daba fuerzas para sobrevivir, pero estaba demasiado ocupado con sus propios problemas. Los cuatro restantes estaban probablemente en China y a él le resultaba imposible ir a buscarlos ¿Con qué excusa iría a ese país? ¿Cómo encontrarlos entre tanta gente?
También tenía que considerar, que reunir a las doce fuerzas no aseguraba nada. En otras ocasiones habían estado juntos y eso no significó el fin del problema. Lo lógico era encontrar a la fuerza roja y descubrir de dónde salía esa fuente de poder que causaba tantos problemas. Pero, ¿cómo? Necesitaba más conocimiento y experiencia sólo para identificarla. La época, las distancias, las situaciones no colaboraban con su investigación.
En medio de sus pensamientos, Jongin escuchó la puerta de su cuarto abrirse sin que se anunciara a nadie. Intentó ponerse de pie, sorprendido.
–¿Kyugn... majestad?
***
–¿Qué estás haciendo?
El segundo príncipe regresó al lugar donde había estado escribiendo después de una repentina necesidad de desahogar su vejiga. Encontró a Baekhyun leyendo los textos en su mesa de trabajo y considero, seriamente, mandarlo a ahorcar.
–¿Poemas? ¿Es en serio?–se burló el muchacho.
–¿Con qué derecho los has leído?– Kyungsoo estaba verdaderamente furioso. Por primera vez en mucho tiempo, Byun Baekhyun temió por su vida.
–Unos caracteres llamaron mi atención– se justificó el joven maestro.
–No te sobrepases.
--Lo siento tanto... pero... ¿árboles?
–¿Perdón?– Kyungsoo frunció aún más el ceño.
–¿Por qué eres un cerezo y Jongin un durazno? No lo entiendo.
–¡Acabo de ordenarte que no te sobrepases!– exclamó, más enojado, Kyungsoo.
–¡Por favor! "La armonía de aquel precioso jardín se debía a la cercanía del cerezo y el precioso durazno. Parecidos, pero no iguales, brindaban sus frutos y su sombra, pero se entregaban el uno al otro, entrelazando sus ramas y formando el arco más hermoso, por donde pasaban los enamorados" y no sólo eso, también dice: "A la sombra de un cerezo y un precioso durazno, el amor más grande era protegido...". Otras personas podrán pensar que es tu esposa, pero esto s evidente para mí, que te conozco y que los conozco.
–¿Te estás burlando de mí?
–Jamás me atrevería, Kyungsoo, y lo sabes. Es sólo que estoy preocupado. Están muy distantes últimamente y a ambos se les ve preocupados. Jongin está enfermizo y tú ahora escribes poesía romántica. No comprendo. ¿Pasó algo que yo no sepa?
–¿Jongin ha dicho algo?– preguntó, muy intranquilo, el segundo príncipe.
–No, realmente– mintió Baekhyun ya que a su mente regresaron las palabras de su amigo, haciendo referencia a marcharse. –Pero me preocupan.
–¿A qué te refieres? ¿Qué harías en mi lugar?
–Ir a verlo. Se siente solo. Varios días se ha quedado en mi habitación, porque parece que tiene miedo.
Kyungsoo caminó por el palacio hasta las habitaciones de los jóvenes maestros. No dio tiempo a nadie, ni a su propia corte de alcanzarlo. Él mismo abrió las puertas de la habitación de Jongin con sus propias manos. Su amado no esperaba la visita, así que estaba ahí... sin estar completamente vestido. Su cabello no estaba recogido y caía por sus hombros. Ya no necesitaba la peluca como cuando recién había regresado. Su negro y largo cabello estaba hermosamente desordenado. Una hermosa sonrisa apareció frente a los ojos del segundo príncipe.
–¿Kyugn... majestad?
–Viste ropas cómodas, por favor. Te veo en la biblioteca. Es una orden.
Y se marchó. Jongin no tuvo otra opción que obedecer. Sin ayuda, se cambió por algo más acorde a la situación, acomodó un poco su cabello y también se aseó. No quería hacerle esperar mucho, pero tampoco quería aparecer sin lucir bien.
Su camino hasta la habitación secreta fue largo y lento. No se sentía precisamente mal, pero la debilidad parecía atrapar su cuerpo con la mínima actividad física. Logró ver la edificación cuando un recuerdo de la noche anterior se coló en su mente.
–¿Pasó algo? ¿Algo que no me hayas contado? Nada puede ser tan malo como parar que estés huyendo así de mi.
–Lo es.
–No. No lo es.
–Claro que si, Jongin. Porque te fui infiel.
La noche anterior despertó sudando frío y la espantosa sensación se mantuvo casi toda la mañana instalada en la boca de su estómago. Y ahora volvía a él, justo cuando iba en encuentro de su amado, después de tanto tiempo.Cuando entró, Kyungsoo ya estaba ahí. Se sintió mal por verlo tan ansioso. Seguramente había estado esperando. No parecía en lo más mínimo molesto, pero tampoco estaba feliz.
–Kyungsoo.
–Dime– su respuesta fue dulce, anticipando algo tal vez romántico.
–¿Qué es lo único que no serías capaz de perdonarme?
–¿A qué viene eso?– quiso saber el príncipe. Se acercó y tocó su rostro, Jongin negó con la cabeza.
–No lo sé, sólo quiero saberlo.
–Bueno, no hay mucho que puedas hacer para enojarme. En general nuestros problemas jamás los provocamos nosotros mismos, pero creo que no te perdonaría que me seas infiel. Entiendo, por ejemplo, que tuvieras que casarte como lo hice yo mismo. Pero no podría soportar que quisieras, que desearas estar con alguien más por tu voluntad. Creo que es lo único que no sería capaz de perdonarte. Que me abandonaras por otra personas.
–Es lo que supuse. Creo que es igual para mí. Es lo único que no sería capaz de perdonar.
–Pero no debes temer de eso. Sé que es absurdo que lo diga un hombre que se ha casado, pero aún así te soy fiel. Tú me tienes encantado, Jongin. Nuestro amor es algo que no puedo asimilar por completo. A veces siento que me matas, que me absorbes por completo y, aún así, no puedo evitarlo. Llegas hasta lo más profundo de mi ser y yo quiero seguir entregándome. Cuando estamos juntos, siento que todo es tan natural, pero también todo es nuevo. Y cada día aprendo más y más.
Jongin, para sorpresa de Kyungsoo, se echó a llorar. Parecía no tener consuelo y fue recibido en los brazos de su pareja mientras sollozaba incontrolablemente. Las causas de su tristeza podían ser muchas, pero su conversación hacía que un poco de duda mezclada con terror se instalaran en la mente del mayor de los dos.
–¿Por qué te amo tanto, Kyungsoo? ¿Por qué? ¿Por qué siento que esto está mal, cuando somos tan felices juntos?
–Es porque Soo Mi ha puesto ideas absurdas en tu mente. No tengas miedo, no importa lo que pase. Yo te voy a proteger.
Kyungsoo se acercó y le plantó un sentido beso en los labios, Jongin sintió un vuelco en el estómago. Sabía que lo había extrañado como loco, pero era más evidente cuando lo tenía tan cerca y estaba desesperado por tocarlo, por corresponder a todas las caricias que su amante estuviera dispuesto a darle.
Tal vez debían conversar más, tal vez debían resolver todo lo pendiente que tenían entre ellos y con el resto del mundo, pero les resultaba imposible separarse, ahora que después de tanto tiempo habían tenido la oportunidad de reencontrarse. Kyungsoo respiraba con dificultad, abrumado por la necesidad que tenía del otro.
Quería tenerlo y quería que Jongin también lo tuviera. Quería entregarse en cuerpo y alma. Quería fundirse, quería entrelazar sus ramas con las de su amado durazno. Su joven amado había logrado transmitirle tanto, que no sabía cómo hacerle entender que los miedos estaban demás.
–Kyungsoo...– jadeó el más alto de los dos al caer sobre la cama con todo el peso del príncipe sobre él.
–¿Mmm?– más que una pregunta, parecía una queja. No quería ser interrumpido cuando su boca tenía, en ese preciso instante, la posibilidad de besar, lamer y morder la cálida piel de Jongin.
–¿Quién debería...?
La interrogante fue bruscamente interrumpida por un gritito de sorpresa. Kyungsoo había atrapado su hombría y la velocidad que llevaba era un tanto exagerada, demasiado para un pobre muchacho que había estado en abstinencia por tanto tiempo. Aún así, nada importaba. Estaban juntos en ese momento, así en un abrir y cerrar de ojos fueran a ser separados de nuevo en el futuro.
Kyungsoo regresó para atrapar los labios de Jongin en un húmedo encuentro, que parecía más una batalla para tomar el control. Entre juegos disfrutaban de esa pequeña competencia. El menor de los dos se llevó dos dedos a la boca y empezó a lubricarlos. La imagen fue demasiado para el segundo príncipe, quien era suficientemente inteligente para entender lo que se venía.
–Que no importe, amor mío, ambos podremos hacerlo.
*
Era el tercer día del siguiente mes. Jongin debía ir hasta el estanque que estaba debajo del árbol de albaricoque del segundo puente. Kyungsoo no estaba enterado, nadie lo estaba. Jongin llevó con él sus notas personales. Iba a encontrarse con el astrónomo y averiguar algo que pudiera hacer para arreglar su vida.
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