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Capítulo 3


Poco a poco abrí mis ojos, pues sentí una respiración en mi cuello, además de que un enorme peso estaba sobre mí y me incomodaba.

Mi sorpresa era grande, ¿qué hacía aquí Yuma? Me aterré de nuevo al ver sus ojos sedientos de sangre. No grité, pues no quería alertar a nadie en mi casa, simplemente me incorporé un poco y pasé saliva. Yuma se acercó más aún y me lamió el cuello demasiado lento, era como una eternidad esa sensación.

Sabía lo que quería, sabía que no podía escapar, no forcejeé, mi condición no permitía que lo hiciera. Después de años de no vernos, ahora, volvía ese momento que nos había alejado tanto.

Conforme hundía sus colmillos en mi cuello, rezaba para que esto no nos apartara de nuevo. Me abrazó a su cuerpo con cuidado evitando lastimarme más y succionó un poco, esta vez no lloré, controlé ese impulso de herir a Yuma con mi llanto, en lugar de eso, me abracé un poco más a él dejando que bebiera todo lo que quisiera.

Mis fuerzas comenzaban a caer y él lo notó, se detuvo y me miró, su mirada era menos fría y un tanto llena de culpa:

- Lo siento, venía a disculparme por lo de ayer, ni siquiera te pregunté o llamé después... - Estaba nervioso, pero lo calmé.

- No pasa nada, fue un accidente, no te preocupes.

Acaricié su rostro y él me recostó de nuevo, acarició mi cabello y me dijo:

- Te prometo que nadie más, nunca, te hará daño – sonreí ante sus palabras y asentí.

- Creo que vas tarde para la escuela, Yuma.

- Tienes razón, iré para traerte la tarea. Mañana vendré por ti, ¿de acuerdo?

- Te estaré esperando.

Me besó la mejilla con ternura y entonces mamá entró:

- Ya es tarde, ¿ya se despidieron?

- Sí, ya voy. Nos vemos, señora, Scar.

Me había dicho como cuando nos conocimos, Scar, así acortaba mi nombre. Sonreí de lado y mamá lo acompañó a la salida.

Toqué las marcas y aún había sangre en ellas, afortunadamente, mi cuarto era oscuro y podía disimular bien cuando mamá entrara para que no notara nada.

Mi día fue un poco aburrido, no poder hacer nada me hartaba mucho. Leí, escuché música, comí, lo normal. En la tarde, Yuma fue a mi casa de nuevo, traía la tarea y los trabajos a entregar en una semana.

Suspiré pesadamente, sería una larga jornada de trabajo la que me esperaba. Afortunadamente, la mitad de las tareas era en equipo, por lo que podría dedicarme a lo individual un poco más.

- Bien, ¿me extrañaste? – dijo Yuma sonriendo.

- No, para nada – le contesté a modo de juego y él se rió.

Mamá entró a la habitación con comida para ambos y nos volvió a dejar solos. Me sentía como un bebé mientras Yuma me daba de comer en la boca, tal vez no podía cortar algunas cosas pero mi mano derecha seguía sana, con ella podía hacer lo que con la otra no.

Pasaron unas horas más y me ayudó a terminar la tarea, además de hacer la suya, así que nos divertimos un poco y jugamos en la computadora un rato. Tanto había extrañado volver a estar así con él, estar como antes.

Mamá volvió a entrar y nos dijo:

- Subaru está aquí, viene a ver cómo está Scarlet.

Yuma fingió una sonrisa de entusiasmo, le dije que lo dejara entrar y nos dejó solos de nuevo. Subaru hizo como que no vio a Yuma y se me acercó:

- ¿Ya estás mejor?

- S-Si, no tienes de qué preocuparte.

- Siempre dices eso, tonta.

Lo miré con el ceño fruncido y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. De pronto, su semblante cambió, miraba mi clavícula, insistente.

Alcé una ceja, pero no le dije nada. En cambio, él me preguntó:

-¿Qué es eso en tu cuello? – señaló el lado derecho de mi cuello.

Las marcas eran notorias para él, no sabía qué responder y dijo, enojado:

- ¿Te mordió él, verdad?

Yuma no contestó nada en su defensa y volteó a otro lado.

- Tsk, ¿acaso no sabes en qué condición te encuentras? Te puedes poner peor si pierdes sangre.

- Deberías ponerte en su lugar, tú también sufres ese tipo de sed, ¿no? – lo reté con mis palabras.

- Si, ahora que lo mencionas, tengo mucha sed.

Me sonrió maliciosamente y se agachó hasta la altura de mi rostro, ignorando a Yuma, se acercó a mí oído izquierdo y dijo en una voz terriblemente ronca:

- Me gustaría terminar con ella.

Tragué saliva, no me podía mover. Yuma se controlaba, en este caso él no tenía nada para oponerse.

Subaru quitó el cabello que estaba cerca del lado izquierdo de mi cuello y sin previo aviso hundió sus afilados dientes en mí. Tapó mi boca evitando que un grito saliera de mis labios y comenzó a succionar con fuerza. Paró un poco y buscó aire, gemía cada vez que terminaba de pasar el líquido que salía de mi cuello.


Cuando se cansó se incorporó y limpió sus labios. Estaba débil, había bebido más que Yuma y no tenía forma de responderle nada. Se me oscureció la vista y no supe nada más.


Me enfermaba, la forma en que ella le sonreía a Yuma. Era como si nunca en sus vidas se hubieran visto, como si realmente fueran el uno para el otro.

No son celos ni nada de eso, simplemente me irrita que lo quiera después de que fue el primero en lastimarla, cada vez que están cerca me dan ganas de romperle la cara al ¨poste¨ ese.

Ella tampoco hace nada por alejarlo, alejar a quien más la ha abandonado. Creo que esa es mi suerte, desde la infancia, desde que esa mujer que tanto amé me abandonó, mi madre...

Me arrepiento de haberla mordido, pero sus palabras me exasperaron demasiado, me retó y no me pude contener. Esa cálida y dulce sangre no me fastidiaba, desde aquella vez que la probé me gustó, con el tiempo aprendí a contener la respiración para que no me diera una crisis y por lo tanto, evitar morderla.

Sin embargo, creo que la frustración me consumió y el coraje de que estuviera él ahí me llevó a explotar de esa forma. Su madre no había entrado ni nada, por lo que decidí salir de la habitación y entretenerla un poco para que no notara lo que le pasaba a su hija. Me preguntó por Scarlet cuando salí y le dije que estaba bien, que Yuma estaba cuidándola y se despreocupó un poco su voz.

Una hora más tarde dije que iba por mis cosas para irme y regresé a la habitación. Yuma estaba junto a ella esperando a que despertara. Chasqueé la lengua y tomé mis cosas.

Creo que me pasé esta vez, seguía inconsciente y no quería que se lastimara más de lo que ya estaba. Me acerqué a ella lentamente y acaricié su mejilla izquierda con la yema de mis dedos, su piel estaba más blanca de lo normal y su pequeño rubor había disminuido. Un nudo se formó en mi garganta al ver eso, ¿por qué no despertaba aún?, ¿de verdad había bebido tanto?

Bajé las manos hasta su cuello y toqué las pequeñas perforaciones que le hice, antes de que hiciera otro movimiento una enorme mano la tomó en el aire:

- ¿Ves lo que provocas?

- Cállate, tú lo hiciste primero.

- Pero no bebí tanto – él tenía razón, ella no se veía tan mal cuando había entrado a la habitación minutos atrás a comparación de ahora. Solté mi mano de su agarre con un brusco movimiento.

- ¿Te alejaste de ella para al final perjudicarla más? – dijo Yuma con cierto tono de irritación en la voz.

- Sabes que no podía estar lejos de ella por mucho, no quería que pensara que soy peor de lo que yo mismo creo ser. Ella no tiene la culpa de que haya nacido así, ni de que sea un monstruo.

El nudo aumentaba en mi garganta, esa frustración la sentía desde niño, ella jamás lo supo. Yuma lo había descubierto justo cuando entramos al último año de primaria. Sabía todo de mí como yo de él. Prometimos nunca contarlo a Scarlet para que no se asustara, - o se emocionara como en este caso -, la promesa fue rota cuando fue nuestra salida de sexto grado.

- Deberías irte ya – Yuma habló en un tono seco y frío, con una voz muy sombría.

Di la vuelta sin objeción alguna y salí de la recámara de Scarlet. Me despedí de sus padres y caminé un poco en busca de tranquilidad. La había lastimado aún más, no podía protegerla por mucho, esto lo demostraba en su totalidad. Mi ceño se frunció más aún y decidí apresurarme a mi casa, si es que así se le puede llamar.

Cuando llegué, esos malditos estaban ahí, no entendía por qué debía estar con personas tan desagradables como ellos. Mis hermanos mayores eran demasiado odiosos, los odiaba en extremo; como siempre, Reiji esperaba mi entrada en la recepción para invitados de la casa.

Una casa fría y enorme, una mansión muy bien amueblada y con un cuarto para cada habitante. Perteneciente a nuestro ¨padre¨, nos dio una vida de ricos, porque él lo es. Por su culpa, mi vida fue arruinada poco antes de conocer a Scarlet. Mi madre y yo fuimos separados gracias a él, por llenarle la cabeza de ilusiones y cosas falsas, por haberla lastimado y utilizado como le placía, poco a poco me fue dejando solo. No me quería ver, se encerraba en su cuarto, me gritaba de la nada.

Cuando era niño, lloraba cada vez que me alzaba la voz y me iba corriendo del cuarto para no molestarla más. Llegó a golpearme por no haberla obedecido y quedarme ahí cuando ella no me quería ver.

Scarlet trataba de no verme triste, me hacía reír cuando estábamos en la escuela, ponía un balance a mi vida. No le confesé nada de mi naturaleza alguna vez, solamente, quería que fuéramos amigos sin importar lo que pasara alrededor. Ella me daba tranquilidad, me hacía sentir ¨vivo¨ y alejaba todo, hasta que la mordí.

Me hice a un lado en su vida por un tiempo, tal vez la preocupé demasiado pero sentía que la había traicionado a pesar de todo.

Ahora estaba ahí, Reiji me pedía una explicación con la vista, nada fuera de lo común. No contesté como de costumbre y subí a mi cuarto. A medio camino estaba el mayor de todos, Shu, dormía en el pasillo cercano a mi cuarto con los audífonos puestos.

Ni siquiera lo miré, seguí mi trayectoria y pronto estaba Ayato molestando como lo hacía a diario, me trató de bromear y no le funcionó, cerré mi puerta en sus narices y vi que tenía una cara como preguntándose, ¨ ¿qué le pasa? ¨.

No salí a cenar y me encerré en mi ¨cama¨, en mi apreciado ataúd, hasta que cerré los ojos y me dormí.

En mis sueños, me encontraba en la escuela junto a Scarlet. Ella parecía diferente de alguna forma, pero era igual a la Scarlet que yo conocía.

La tomaba de la mano y le pedía perdón por la mordida de esa tarde. Su rostro no era visibles, una capucha lo tapaba, su tacto era más frío de como recordaba, y el vestido que llevaba puesto estaba mojado por litros de sangre. La miraba por unos instantes y de pronto Yuma estaba detrás de ella, le tapó los ojos e ignoraba mi presencia, lentamente bajaba hasta su cuello e inclinando su cuerpo la mordía.

Ella no ponía objeción y momentos más tarde, ella volvía a incorporarse, mirando hacia donde estaba parado frente a ella, sosteniendo su mano, me sonreía con unos dientes totalmente diferentes, muy afilados y yo trataba de soltarme por la impresión.

Apretaba mi mano y no podía zafarme, entonces, me desperté.

Estaba agitado por ese sueño, mejor dicho pesadilla. Sabía que le gustaban los vampiros a Scarlet pero no me convencía la idea de verla convertida en vampiresa, ¡menos de Yuma!

Me levanté del ataúd abriendo la tapa con cuidado. Me vestí como de costumbre y me fui sin decir nada a nadie, estaba en el jardín, donde solía ver a mamá a veces, donde los rosales crecían intensamente y formaban flores muy bonitas.

¨- Toma esta daga, Subaru.

- ¿Para qué?

- Para que termines con mi vida, es una daga de plata que, al atravesar el corazón de los vampiros, los mata instantáneamente, cuando llegue el momento, mátame con ella.¨

Los recuerdos se metían a mi cabeza con fuerza, apreté mis manos en ambos lados de ella para no seguir pensando en el pasado. No quería volver a ese momento en el que la perdí para siempre.


Ya casi era hora de ir a la escuela, así que subí por mis cosas y me fui en dirección a ella. Caminé y tomé el transporte para llegar y subí. Me senté en un lugar de la esquina derecha y me dormí un rato más. Llegué temprano de nuevo, antes que todo mi grupo completo. Aventé la mochila en la banca de siempre y me senté, con los pies sobre la mesa y las manos en las bolsas de mi chamarra de cuero negro. Cerré los ojos y de poco a poco fueron llenando el salón los demás estudiantes, alejados de mí, y entonces la escuché, esa voz que me calmaba.



Me sentía débil, Subaru había bebido en exceso mi sangre. El cuello me dolía de ambos lados, las heridas apenas cerraban y mi cuello no podía moverse mucho. Tomé unas pastillas por la mañana luego de despertarme para que se bajara el dolor y funcionó a la perfección.

Mamá me ayudó a vestirme pues durante unos meses debía llevar el yeso hasta que el hueso sanara bien. No me divertía eso en lo absoluto, pero me acostumbré después.

Yuma llegó en la mañana por mí, me dijeron que se había ido porque me había quedado ¨dormida¨, quizás sí, mientras recuperaba esa sangre que perdí. Pero, aún así me sentía muy débil, no me había recobrado del todo. Yuma me miró entristecido, de nuevo sintiéndose culpable por lo ocurrido.

Desvié mi mirada a otro lado para despedirme de mis padres y me fui con él. Al principio estuve bien, pero caí dormida rápidamente en cuanto me senté en el lugar trasero.

Sentí la mirada de Yuma mientras dormía y apoyó mi cabeza en su hombro. Cuando llegamos estaba algo mareada así que, Yuma me tomó en brazos hasta la entrada, pasamos y volvió a cargarme hasta el salón donde nos tocaba clase.

- Yuma, no es necesario, de verdad, puedo caminar.

- Mírate, sigues débil, tienes la presión muy baja. Puedo sentir tu pequeño y débil pulso, así cállate y déjame llevarte.

Hice un gesto con los labios como si estuviera enojada y crucé los brazos. Se rió de mi berrinche y me besó la mejilla. Lo miré con una ceja arriba y me dijo:

- ¿Qué?, ¿te molesta?

- No, no, nada. Yo no dije nada.

- Tonta...

Lo fulminé con los ojos y desordenó mi cabello de nuevo.

- Y dime, ¿qué pasó después de que te rompí la muñeca? – me preguntó de repente.

- Pues, Subaru me llevó a un hospital cercano, que él conocía. Luego me acompañó con el médico y se quedó ahí hasta que me pusieron el yeso en la mano. Nos dieron indicaciones y medicamento para la casa y me llevó de regreso. Me dormí en sus brazos je, je, pero cuando llegué a casa ya no supe más del mundo hasta que llegaste tú en la mañana.

- Y ahora estás aquí, regresando a la aburrida escuela.

- Sí, pero al menos estaré con ustedes y no me sentiré aburrida en mi casa.

Nos reímos a carcajadas y ya estábamos frente al salón. No me bajó, sólo pateó la puerta y me sorprendió que no se hubiera roto. Todos los que estaban ya en el salón se nos quedaron viendo, menos Subaru, él estaba ahí sentado como el chico malo que es.

Llamamos su atención porque venía peleando con Yuma:

- ¡Yuma!, ¡por eso te dije que me bajarás!

- ¡Ahh!, ¡cállate, tonta! El punto es entrar, ¿no?

- No me digas tonta, titán.

- ¿Eh?, ¿a qué viene eso?

- A tu altura, gigante, ahora ¡bájame!

- No te bajaré y punto.

Estaba golpeando a Yuma en plan de juego y me agarró la mano, luego me solté de su agarre y le jalé el cabello.

- ¡Estate quieta, carajo!

- ¡No! – le saqué la lengua y Subaru se rió de nuestra pequeña disputa cuando habíamos llegado a nuestros asientos.

Subaru bajó sus pies de la mesa y me dejó sentar, ya que Yuma por fin me había bajado. Después, los demás alumnos en el aula se comenzaron a murmurar entre ellos y nosotros tres nos reímos de que hablaran tanto sobre lo que hacíamos.

El día pasó agradable, me fui recuperando de la presión al pasar el día y me sentía mejor. Subaru estaba más distante que de costumbre, y sabía la razón, se sentía mal por haberme dejado tan débil. Para tratar de calmarlo le dediqué una sonrisa tierna como cuando era niña y me regresó el gesto, también ruborizado.

Por la tarde, ambos me llevaron a casa, Subaru cargó mi mochila y Yuma, seguía insistiendo en llevarme en sus brazos.

Ese día, Aline y Liltith me habían invitado a salir y dije que estaba bien, pues ya casi terminaba el semestre y no tenía casi nada de tarea. Mis ¨guardias¨ me acompañaron con ellas y se mantuvieron a distancia de nosotras:

- ¿Por qué se alejan de nosotras? –me preguntó Aline un poco divertida.

- Porque no socializan mucho.

- Eso está bien... me dan miedo, en especial el gigante –dijo Lilith con un poco de miedo.

- Pero está guapo –le contestó Aline.

- Bueno, los puedo llamar y pueden preguntarles lo que quieran –les ofrecí.

Ambas se vieron con complicidad y me dijeron que les hablara. Subí los hombros y les grité para que se acercaran.

Estábamos en un parque cerca de la escuela, una tarde algo fría, ya anunciando diciembre. A nuestro alrededor habían rosas y arbustos enormes. No había sol pero la brisa no estaba nada mal. Mis amigos de la infancia se unieron a nosotras y los obligué a sentarse:

- Bueno, Yuma, ella es Aline y ella Lilith, Subaru, ella es Lilith y ella Aline –los presenté para romper un poco el hielo. Sonrieron un poco ante la presentación y luego se tensaron de nuevo.

- ¿Podemos preguntarles cosas? –cuestionó Lilith un tanto misteriosa.

Los dos se miraron y subieron los hombros como dando un ¨sí¨.

- Bueno, ¿cómo la conocieron? –preguntó Aline con cara de niño pequeño que quiere saber más.

Yuma se rascó la nuca y dijo:

- Yo... la vi en el jardín de niños, acababa de transferirme a la escuela y bueno, no había nadie que se quedara junto a mí por mi tamaño. Estaba sola y me acerqué a ella, le di una manzana y me junté con ella en el salón. Después, nos hicimos inseparables.

- ¡Qué bonito! Y tú, ¿Subaru?, ¿cómo fue? –Lilith le preguntó.

- Pues... yo... no le hablaba en un principio. Me alejé de ellos dos, pero, ella nos hizo juntarnos a los tres. Me acosó durante el primer receso en el que había llegado, en mi primer día, porque entré semanas después, quería saber mi nombre y me tiró al suelo.

¨Como no le dije nada, me siguió molestando hasta que se lo dije, después me llevó con Yuma y poco a poco nos hicimos buenos amigos. Me retraía un poco pero, igual me juntaba con ellos –las mejillas de Subaru estaban rojas y miraba hacia abajo, como con vergüenza.

Aline y Lilith les siguieron haciendo preguntas y yo me comenzaba a poner nerviosa, algunas eran muy graciosas pero otras, dejaban a ambos chicos con cara de no saber qué responder.

Entonces llegaron a esa pregunta que nunca debe hacerse al amigo de cualquier chica:

- ¿Les gusta Scarlet? –ambas dijeron al unísono.

Los rostros de Yuma y Subaru se ponían cada vez más rojos y sus nervios aumentaban, se trababan con sus lenguas y soltaban maldiciones y palabras ininteligibles para el oído humano:

- ¡Claro que no! –sus rostros estaban totalmente rojos cuando respondieron a eso y yo volteé la mirada para no verlos más, fijando mi atención en las flores.

Mis amigas soltaron una carcajada y los chicos quedaron ruborizados durante varios minutos. Al final, me acompañaron a dejarlas en sus casas y me llevaron a la mía, mamá los detuvo:

- ¿Les gustaría cenar? –en un tono demasiado maternal.

Se miraron un poco y dijeron que sí, nos sentamos los tres juntos frente a mis padres y recordé cuando asistían a mis fiestas de cumpleaños. Bromeamos un poco y al final, los acompañé a la salida, les besé la mejilla en modo de despedida y los vi alejarse.

Finalmente, me bañé y me fui a dormir, después de tan largo y maravilloso día.




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