Capítulo 12
Era la primera vez que mi madre me dejaba ir a dormir a la casa de un hombre, más bien hombres, aunque ella no sabía que sólo seríamos cuatro chicos y yo los que estaríamos en esa mansión por una noche. Ella creía que iría a una casa donde los padres de Yuma me cuidarían de no ser atacada por nadie.
Un fin de semana cualquiera, tras una semana de clases bastante alocada y pesada. Pero por una vez en la vida, mi mejor amigo me invitaba a pasar tiempo con él sin que nadie estuviera con nosotros... mejor dicho sin tener que compartirme, porque algo me decía que tener un momento solitario e íntimo conmigo, era lo que más anhelaba en su corazón.
Me daba la impresión de que quizás la soledad había sido parte de él durante mucho tiempo y que por lo tanto necesitaba alguien que lo escuchara, últimamente apenas nos veíamos fuera de la escuela y sentía que lo había dejado solo mucho tiempo.
Y ahí estaba yo, rumbo a la mansión de la familia Mukami, sentada en el asiento trasero de un auto negro como la noche y de vidrios polarizados, el cual era conducido por el chofer de la privilegiada casa, con mi maleta llena de una muda de ropa y objetos de uso personal.
Yuma me contaba sobre el huerto que nunca antes me había mostrado y que al fin vería; lo podía imaginar como un gran jardín al aire libre, o quizás techado para que no se mojara de más el cultivo, tan verde como una selva tropical y lleno de insectos que convivían en la pequeña vegetación como cualquier humano lo haría.
Quizás habría unos cuantos árboles de pequeño tamaño, por lo jóvenes que eran. Flores llenarían el pequeño pedazo que Yuma tenía para sí... Muchas cosas hermosas me pasaban por la mente cada vez que lo escuchaba hablar de sus logros y cultivos:
-La manzana que te di cuando nos conocimos era producto de mi primer cultivo fértil. Las había llevado para darle a un maestro o compartirlas –dicho lo último me miró a los ojos y esa mirada tan penetrante de tigre que tenía me dejó atrapada por un momento.
Después desvié mi mirada a la ventana, al parecer faltaba poco para que arribáramos a la casa de Yuma. Un presentimiento me decía que esa noche sería larga y apacible. Era viernes por la tarde, hacía una brisa pausada y calmada que daba signos de la llegada de abril.
Mi cumpleaños sería en unas cuantas semanas, pero eso no me importaba en lo absoluto.
La fachada ya conocida de la casa nos dio la bienvenida a su entrada y me hechizó de nuevo tanta belleza junta. Bajé del coche emocionada pues, no era lo mismo ver la mansión de día que de noche.
En la entrada principal estaba Kou, a su lado derecho Ruki y en el izquierdo Azusa. Sus miradas a pesar de ser un poco frías, me daban calidez como si me conocieran de mucho tiempo. Aunque seguía sin fiarme de todos ellos:
-Bienvenida de nuevo, Scarlet –dijo Ruki con esos ojos misteriosos que me atraían y que a la vez aterraban.
-Gracias –dije sonriendo falsamente.
-Bueno, ¿entramos? –ofreció Kou y Azusa lo siguió, y después Ruki. Yuma dejó que entrara primero y cerró la puerta.
Me tomó del brazo y me llevó escaleras arriba. No había visto esa parte de la casa aquella vez que me habían invitado a cenar. La decoración era de un tapiz blanco en las paredes, además, una alfombra roja se deslizaba por los escalones y me llamó la atención. Debajo había una entrada a una pequeña sala con chimenea.
Yo seguí a Yuma sin objeción porque con él sentía mayor seguridad que con sus hermanos. Además, ¿qué podría pasarme estando con él?
Subimos todas las escaleras y caminamos por el pasillo, el cual tenía un piso oscuro y las paredes blancas, mientras que las puertas de las habitaciones en él hacían juego con el piso. La poca iluminación me permitía caminar bien y no tropezarme.
Unos segundos después Yuma se detuvo en una habitación, mejor dicho su habitación. Me agradaba estar en ella, la ventana daba vista al cielo azul y a lo que yo diría era uno de los jardines de la enorme mansión; entré en la cálida estancia y me acomodé en la pequeña cama que alguna vez ya había probado:
-¿Y bien? ¿Qué hacemos? –dije con la cabeza ladeada y mirando la estancia a más detalle que la última vez.
-Esperar a que salgan por ahí, o se encierren en sus habitaciones. No quiero que te hagan nada de nuevo, además, el viento podría despeinarte y seguro no querrás que eso ocurra –dijo Yuma cerrando su habitación.
-Como si fuera tan cuidada en ese aspecto...
-Ya sé que poco o nada se te da lo vanidosa, pero de todas formas será mejor estar un rato aquí. Tienes que acomodar tus cosas y eso –contestó Yuma rascando su nuca.
-De acuerdo... Entonces dime, ¿dónde está mi habitación? Para llevar mi maleta hasta allí –pregunté.
Se quedó callado mirándome y una sonrisa burlona se le dibujó:
-¿No entendiste acaso que acomodaras tus cosas ¨aquí¨? –dijo con un tono más grave de lo normal al final de su respuesta.
-No... no... ¡NO DORMIRÉ AQUÍ! –grité levantándome de la cama. ¿Estaba loco? Jamás volvería a quedarme en la casa de nadie si hacía algo así.
-A menos que quieras morir en una casa ajena, deberás hacerlo. No hay nadie más que te proteja aquí, excepto yo –dijo con una nota de desesperación en la voz.
Suspiré tratando de calmar mi cabeza. Tenía razón, si me dejaba sola seguramente cualquiera de sus otros hermanos me jugaría una broma, o simplemente me dejaría anémica. Tendría que resignarme a quedarme con él y hacer como que no pasó nada.
-Está bien... T-Tienes razón... Es lo más conveniente –dije y le sonreí. Pero yo me quedó en el piso, o el sillón.
-Tch, eres una testaruda, es obvio que dormirás en la cama. Yo rondaré la habitación por cualquier cosa. Y si necesito dormir lo haré en el sillón –me dijo como una orden a la cual acepté al final de todo.
La tarde se veía bien desde su recámara. Me gustaba mucho admirar ese paisaje y el cielo. Seguramente las estrellas se veían de la misma manera.
-Entonces... Dejaré mi maleta cerca y cargaré mi celular para cuando llame mi madre –dije y caminé al contacto eléctrico que se encontraba en una pared contraria a la entrada.
-Sí, está bien. De cualquier forma ya vamos a ir a mi lugar especial para que te muestre lo que te contaba en el camino –dijo guiñando su ojo derecho y sentándose en el sillón frente a la cama. Yo asentí y conecté el cargador a la toma de corriente, lo dejé ahí y la maleta abajo sosteniéndolo. Volví a mi antiguo lugar y miré a Yuma:
-¿Qué? –dijo alzando una ceja mientras comía un cubito de azúcar.
-Nada, sólo me da curiosidad verte –dije con una sonrisa y riendo por su actitud infantil. Incluso noté un pequeño sonrojo en sus mejillas, lo que le hizo soltar una maldición y voltear a la ventana.
Minutos más tarde, se levantó abruptamente y me tomó de la cintura para cargarme en su hombro:
-Bien, ¡vámonos! –dijo mientras abría la puerta de su cuarto y me cargaba.
-¡Yuma! ¡No hagas eso! No porque lleve pantalón significa que puedes cargarme como si no pudiera caminar... -refunfuñé; aunque golpeé su espalda, despeiné su cabello y lo arañé, no me bajó.
La vista desde aquella altura no era tan mala, y al final dejé mi cuerpo flojo y que cayeran mis brazos y piernas, como si fuera muñeca de trapo. Salimos por la entrada principal, rodeó la casa y llegamos al jardín trasero, donde me bajó y me tapó los ojos. Me guió con su mano derecha en mi hombro derecho y la izquierda tapando mis ojos, aunque iba de frente tenía miedo de tropezarme. Finalmente me detuvo y me susurró:
-¿Lista?
-Desde hace mucho –contesté con una sonrisa y quitó su mano de mis ojos.
El amplio jardín estaba totalmente verde y frondoso, plantas, pasto, flores... Todo era de varios tonos y colores según la plantación. Había un cuerpo de agua como una especie de fuente pegada a la pared, unas cuantas enredaderas y un rosal.
La jardinería no era mi mayor fuerte pero, el de Yuma sí que lo era. Sonreí ampliamente y di unos brinquitos cuando observé aquel jardín. En verdad que esto era el pequeño paraíso de Yuma, y me alegraba que compartiera su felicidad conmigo después de todo lo pasado en nuestra infancia.
-¡Es hermoso, Yuma! –lo abracé y sonreí. Me alejé de él y justo cuando iba a tocar una planta me jaló de regreso.
-Amo tu entusiasmo pero, no se te ocurra tocar nada de lo que está aquí sin mi consentimiento. Es algo muy preciado para mí y no me gustaría que se destruyera así como así, ¿está bien? –dijo con su cara frente a la mía y con esa mirada que antes puso cuando volvió a ver a Subaru.
Asentí y pasé saliva, debía ser más cuidadosa, pero realmente quería tocar cuanto había en aquel lugar. Además el hambre ya llamaba en mi estómago.
-Aún así, ven, ayúdame a sacar los frutos nuevos que tengo –dijo mientras me llevaba de la mano hasta una cesta enorme y me la dio.
-Yo sacaré las raíces que están maduras de este lado y tú, saca los frutos de esos pequeños árboles. Deja la cesta en medio para que ambos dejemos los productos ahí –dijo acariciando mi cabello.
Obedecí y me dirigí a los pequeños árboles que se encontraban ahí. Unas manzanas bastante maduras ya estaban por caer y antes de que ello ocurriera, las tomé en mis brazos para dejarlas en la cesta. El viento me molestaba el cabello y no me dejaba ver, así que me amarré el cabello con una pequeña liga que llevaba en la mano como pulsera. Mis botas trataban de no pisar mal para evitar destruir algo. El Sol pegaba un poco en el lugar en el que estaba, en la pared que terminaba el jardín y que conectaba con la pared del que yo diría era un invernadero, ya que era de cristal el muro, así que me dio calor y la playera negra que llevaba no servía de mucho.
Rápidamente terminé mi tarea puesta por Yuma y antes de tomar un pequeño fruto le pregunté:
-Yuma, ya terminé... ¿puedo tomar una manzana? Tengo hambre... -me daba la espalda pero igual me prestaba atención.
-Sí, pero sólo una. Si te da más hambre come un cubo de azúcar –dijo y siguió sacando raíces, y al parecer también tenía tomates ahí.
Bendije para mis adentros a Yuma y tomé una manzana, era igual a la que había comido cuando lo conocí. Una lágrima resbaló por mi mejilla derecha al recordar aquellos días de nueva cuenta.
Terminé de sacar las raíces y puse todo en la cesta, el último lugar que me faltaba del jardín por revisar era el invernadero, así que llamé a Scarlet y la llevé a él. La entrada estaba al inicio del jardín, pero las paredes eran tan largas como el propio jardín:
-¿A dónde vamos ahora? –preguntó Scarlet mientras me seguía.
-Al invernadero, al lado del inicio del jardín, sólo quiero ver si ya hay nuevas flores –dije mientras abría la puerta al llegar al invernadero.
La poca luz que restaba de la tarde iluminaba muy bien lo que estaba dentro del invernadero, las flores de las macetas estaban creciendo muy bien, pronto podría sacarlas al jardín y replantarlas en él. Scarlet entró detrás de mí y sus ojos se abrieron:
-¡Wow, son muchas flores! No soy de las chicas que aman las flores de colores, pero tu labor con ellas es magnífica, son hermosas –dijo y me palmeó el hombro.
-Gracias, aquí tengo los próximos frutos, semillas y plantas que pasaré al jardín para que estén mejor y crezcan, como los árboles que viste –dije sonriendo con las manos en la cadera.
-Seguro que serán igual o más hermosos que los que acabo de ver. Y no lo puedo callar más... Amo las rosas que hay en el jardín, algún día desearía tener unas así sin que se marchiten –dijo Scarlet con la vista agachada.
-Confío en que si te enseño a plantarlas y cultivarlas, tendrás unas iguales o mejores –dije y la abracé. Ahora, salgamos al jardín, debemos ir por la cesta para dejarla en la cocina. El atardecer se acerca y podrás ver la luna en todo su esplendor.
Salí seguido por ella y cerré de nuevo el invernadero. Tomé la cesta que habíamos dejado en medio del jardín y volvimos a rodear la casa para llegar a la entrada principal.
La cocina estaba vacía, toda la casa estaba callada, ni siquiera un suspiro de mis hermanos se escuchaba. Kou seguro estaba afuera en su trabajo de Idol y Azusa... quizás con su nueva novia; el que me preocupaba era Ruki, en estos momentos era más peligroso de lo normal.
Dejé la cesta en el lavadero de la cocina pues más tarde debería lavar y limpiar lo que habíamos recogido para cocinar la cena.
-Listo, vamos a jardín, para ver el anochecer –dije y metí mis manos en las bolsas de mi pantalón. El viento seguía despejando el cielo y no había casi nubes en él.
Seguí a Yuma nuevamente y me sentí como niña chiquita siguiéndolo por todos lados. El viento me comenzaba a dar frío, pero fingí que no pasaba nada mientras caminaba detrás de él.
-Mira, está limpio el cielo. De algo sirve tanto viento –dijo mi amigo sonriendo al cielo.
Comprendí de cierto modo que aquello era una reacción más por lo que había sufrido durante su infancia y que, era de esperarse que reaccionara así. Una sonrisa se me dibujó al verlo tan animado y feliz con algo tan simple y maravilloso como eso.
-Tienes razón –convine y le sonreí con los ojos cerrados.
Mi pelo se movía de un lado al otro, y me parecía divertido verlo; la noche se acercaba y las estrellas estaban apareciendo en la bóveda celeste. Comencé a temblar y al parecer Yuma lo notó, el frío ya me estaba haciendo daño:
-¿Te sientes bien? –preguntó Yuma.
-S-Sí, es sólo un poco de f-frío –contesté y el castañeo en mi boca me delató.
-Tch, toma –Yuma se quitó la chamarra entre abierta que llevaba y la puso en mis hombros. Me resistí a que me la pusiera y terminó acorralándome en la pared de cristal del invernadero.
Seguí resistiéndome y su cara quedó frente a la mía:
-Entonces, si no quieres la chamarra... haré algo que realmente te calentará –la voz de Yuma era realmente seductora. Jamás había hablado conmigo de esa forma. Lo pervertido en él era normal, incluso cuando me decía cosas de ese tipo, pero esta vez algo había cambiado en su comentario.
-No será necesario... en verdad... sigamos viendo el cielo –contesté mirando a esos ojos tan intimidantes.
-Me he estado conteniendo pero... no puedo más, Scarlet –un susurro en mi oído mandó escalofríos por todo mi cuerpo.
Antes de que pudiera soltarme de su agarre y huir, la lengua de Yuma se paseó por el lado derecho de mi cuello, logrando que me temblara aún más el cuerpo y me retorciera para que parara:
-Detente, Yuma... -solté un gemido por la sensación.
Sin previo aviso sus dientes atravesaron mi cuello mientras abrazaba con su mano derecha mi cintura y con la izquierda, apresaba mi brazo al muro de cristal. Me sentía débil por no haber comido casi nada en el día, solté un grito pero no parecía que se detendría en un tiempo; mis piernas no respondían y mi brazo izquierdo no me dejaba empujarlo.
Movió sus colmillos y mordió más arriba de donde había realizado la primera mordedura. Mi cuerpo comenzaba a decaer, y de alguna forma, calentarse:
-No sabes lo que me provocó esa esencia que el aire llevaba a mis narices luego de que te amarraras el cabello. Mi cuerpo no deja de pedir que te haga mía, y de nadie más –gimió en mi oído después de succionar mi sangre de la segunda herida que había hecho.
Era incapaz de hablar ante sus acciones, tal vez porque en el fondo realmente deseaba lo mismo que él:
-Y... ¿por qué no lo haces? –dejé salir aquello en un susurro. Era la cosa más masoquista que jamás había dicho, y sin embargo, aunque él aceptara... no se lo dejaría tan fácil.
Levantó la cabeza y me miró a los ojos, que yo apenas podía mantener abiertos mirando la Luna frente a mí, ahora eclipsada por su mirada, y sonrió con los colmillos fuera de sus labios llenos de sangre mía que la luz lunar me permitió observar con detenimiento. Relamió sus labios y su mirada se hizo más lujuriosa, me tomó en sus hombros y me llevó a su habitación.
En el camino casi tropieza con las cosas a su paso, y mejor decidió usar una especie de teletransportación.
Dentro de aquel cuarto, soltó mi cabello y lamió el lado izquierdo de mi cuello, provocando ahora algo diferente en mí; a pesar de tener las sensaciones que había causado en la parte derecha antes, sentía una extraña excitación en cierta zona de mi cuerpo. Estaba atrapada contra uno de los muros de su recámara, me traté de librar de aquella situación, pero Yuma sólo mordía de nuevo mi cuello.
El cuerpo me quemaba por alguna rara razón, aquella sangre en mi lengua y garganta me estaba matando. No podía parar, era como un frenesí, mis músculos estaban tensos y me comenzaba a excitar.
Scarlet luchaba por soltarse de mí, aunque yo sabía lo débil que se encontraba, no paraba de beber de ella. Me instaba a seguir con mi trabajo de succionar y lamer su cuerpo:
-Eres una indecisa, quieres que te haga mía... pero te resistes y luchas –dije en un ronco gemido tras lamer su oreja izquierda.
-Jamás dije que permitiría que fuera fácil... -dijo, tomando mi rostro y plantando un beso en mis labios, inocente... de principiante pero que logró congelarme un momento para intensificarlo yo.
Mis manos recorrieron su espalda y la derecha quedó en ella, abrazándola, mientras que la izquierda se apoyó en la nuca de Scarlet profundizando la acción aún más. Sus brazos soltaron mi rostro y se enroscaron en mi cuello.
Su mano derecha se enredó en mi cabello y lo desamarró, entonces cortó el beso a falta de aire:
-Me gusta... cuando te amarras el cabello... pero esta vez quiero verte tal y como eres –dijo buscando su aliento y jadeando.
Yo jadeaba tratando de calmarme, pero no pude. Me acerqué a ella de nuevo y rompí su playera, dejando su hombro izquierdo descubierto, lo mordí y ella gimió aún más fuerte. Después, la llevé del brazo hasta la cama, donde me senté y a ella sobre mí.
-Podemos hacer cosas interesantes así –dije besando su clavícula.
-Tienes razón... -dijo Scarlet mientras se aferraba a mi cabello.
Destrocé lo que quedaba de playera y deslicé mis manos por su columna vertebral. Besé sus labios con pasión nuevamente y ella no se resistió.
¿Qué sensación era aquella? El éxtasis y el paraíso eran lo mismo en este momento. Sus manos frías y sus labios ardientes eran la cosa más placentera que jamás había sentido. Mis manos se abrazaban a aquel chico que, ya no parecía sólo un amigo, era algo más.
-Yuma... -me quejé por el dolor que me provocaba en las clavículas descubiertas.
-Sabes que te gusta, déjate caer en el infierno, Scarlet –dijo Yuma contra mi piel y me erizó los nervios aún más.
Cuando se cansó de beber la sangre de la parte superior de mi cuerpo, me rompió el pantalón y retiró mis botas rápidamente. Me dejó en ropa interior, pero antes de que hiciera algo más, lo empuje contra la cama y quité su playera y camisa, dejándolas en el piso. Lamí su cuello por ambos lados y logré escuchar sus gemidos, suspiraba tratando de controlarse pero le fue imposible.
Movió las manos por mi vientre hasta tocar mi intimidad, podía sentir su sonrisa sobre mí a la vez que yo jadeé sobre su piel. Para evitar que me escapara, afianzó su mano izquierda a mi cintura desnuda mientras que con la otra, se dedicaba a acariciar mi clítoris por sobre la ropa.
Me sonrojé por la sensación y cerré mi ojo izquierdo, jadeos y gemidos salían de mi boca. Pero a manera de venganza, cerré mis piernas y rocé su pantalón justamente donde su miembro comenzaba a levantarse, soltó un gruñido y dejó de tocarme, aproveché y mordí su cuello juguetonamente sacándole una arcada en la espalda y un gemido de puro placer. Ahora ya no podríamos parar...
Bajé lentamente hasta su pantalón y lo desabroché, lo dejé entre abierto y le quité los zapatos. Era mi primera vez teniendo este contacto con un chico, y al parecer la de él con una chica; su cara estaba sonrojada, igual que la mía, la desesperación y el deseo se dibujaban en ella:
-Te haré sentir muy bien, Yuma –dije con las mejillas rosadas y acercando mi mano izquierda a su bóxer color naranja.
Metí mi mano dentro de él y masajeé aquél pene ya erecto, mi mano apenas podía moverse de arriba hacia abajo, masturbarlo era difícil pero igual entrecerró los ojos y gimió mientras sus caderas se movían en sincronización con mi mano. No quería ver hacia abajo, pero sin querer lo hice, pasé saliva y me mordí el labio, Yuma lo notó y se incorporó:
-Estoy cerca, Scarlet –dijo y me besó mientras tomaba mi mano para que ya no continuara. Sus ojos habían sido cambiados por unos de petición y en el beso, gimió en mi boca mientras acariciaba mi rostro. Entonces sentí un líquido mojar mi vientre y manos.
Me separé de Scarlet y me quité lo que me restaba de ropa. Le di la vuelta a nuestras posiciones y tomé sus manos contra la cama, sobre su cabeza, evitando que se pudiera mover. Volví a besarla y con la mano derecha sostuve sus brazos, bajé la izquierda a su ropa interior, metí la mano totalmente entre la misma y moví dos dedos dentro de su vagina:
-¡AH, Yuma! –dijo rompiendo el beso y arqueó la espalda.
-¿Te gusta, no es cierto? –dije con la voz ronca y excitada.
Bajé aquél calzón negro y lo aventé a alguna parte, me consumían las ganas de tenerla gritando mi nombre. Su sangre se estaba calentando y perforé su cadera para beber un poco, ya que la garganta me ardía en exceso. Aumenté el ritmo de mis manos y añadí un tercer dedo a la ya mojada entrada de Scarlet; podía sentir con mi dedo medio la capa delgada que mantenía su virginidad.
-Mmh... Yuma... no puedo más... ¡Ah! –Scarlet apretó sus piernas y un líquido mojó mis dedos casi totalmente. Los retiré y los lamí sonriéndole, su rostro se sonrojó y ladeó la cara. Le besé los labios y mordí el inferior, su sangre volvió a tocar mi lengua y mandó un impulso eléctrico por mi columna. Me deslicé como una serpiente por su pequeño cuerpo hasta tocar con mi boca su clítoris, lo tomé entre mis dientes y lo halé un poco provocando que mi pelirroja favorita arqueara su espalda y jalara las sábanas.
Comencé a lamer su vagina como si fuera azúcar en mi mano, seguía eyaculando y me tragué todo ese líquido. No me hartaba nada de ella. Seguí haciendo movimientos circulares y de arriba hacia abajo con mi lengua. Dilaté sus paredes vaginales con ambas manos e introduje totalmente la misma, evitando que aquel líquido suyo se desperdiciara, provocando que se corriera de nuevo.
Yuma me había dejado exhausta con dos orgasmos seguidos, pero no paró ahí, rompió mi sostén y pellizcó mis pezones haciéndome soltar gemidos y enredar mis manos ahora libres a su cuello, jalé su cabello con la mano derecha. Me mordí el labio y luego halé su collar hasta que quedó frente a mí dándome la cara y volví a besarlo con deseo, mientras deslizaba mis manos por su espalda. Ese cuerpo enorme y trabajador que cuando se lo proponía me hacía sentir más viva de lo normal. Sus músculos no eran demasiado desarrollados, pero con ellos podía tomarme con demasiada fuerza:
-Muchas veces he deseado tenerte así conmigo, demostrando que eres mía desde que te vi. Que jamás te soltaría y que, cada vez que veo a alguien como Subaru acercarse a ti, me dan ganas de asesinarlo y dejar mi marca en tu piel. Me enloqueces cuando estás junto a mí... -dijo en mi oído tan lujurioso que me excité aún más y gemí en respuesta.
-Me enamoré de ti, no sé cómo hiciste para ponerme así pero... Te amo, Scarlet. Te haré mi mujer cuantas veces sea necesario y mataré a quien trate de lastimarte... Lo prometo –una lágrima salió por mi ojo izquierdo y lo abracé con todas mis fuerzas.
-Hazme tuya... Yuma –dije en su oído en un susurro que sólo él escucharía. Se apresuró a ponerse protección y aquella erección me atravesó totalmente, sacando un potente grito, seguido de varios gemidos de dolor desde lo más profundo de mis pulmones. Unas cuantas lágrimas resbalaban por ambos lados de mi rostro. El dolor no se acababa aún y Yuma lo aumentaba al reabrir las heridas que ya había hecho, así como haciendo unas nuevas cerca de mí tráquea. A este paso, seguramente me mataría por desangramiento, las sábanas se habían teñido de rojo y la cama se sacudía con cada penetración de Yuma:
-Mmm... Ngh... Ahh... Me duele –me quejé por la brusquedad, pero minutos después tocó un punto, en el que ya no sentía dolor, sino placer, y mis caderas se movían al compás de las de él con tal facilidad que ya estaba cada vez más adentro su pene en mí. Había roto aquella capa que nunca nadie antes había tocado, una barrera tan delgada que dolía romperla.
Lo besé y me abracé con mis piernas y brazos a su colosal cuerpo, de nueva cuenta.
Mis gemidos y jadeos no cesaban, seguramente alguien ya había escuchado todo, pero realmente me importaba poco. Hacerla sentir bien y mostrarle que era mía, eran mi misión. Tomé a Scarlet por los muslos y abrí más sus piernas, logrando que mi miembro entrara más a fondo, de modo que toqué su punto débil y se relajó aún más.
-B-Baja la voz... Nos van a escuchar –dijo Scarlet mientras se acercaba a lamer mi cuello y dejó una pequeña marca por succión. Supongo que su venganza por tantas mordidas era aquella.
-No me importa... ¡Quiero que sepan a quién perteneces! –dije y di una estocada nuevamente. Me aburrí de estar sobre mi cama y la estampé al muro, ahí la acorralé con mis manos en la fría pared y seguí penetrándola. Mis caderas se movían más rápido dentro de ella.
-¡Ah! Yuma... ¡Más, por favor! –esas palabras me incitaron a aumentar mi ritmo. La tomé del trasero y abrí más las paredes de su sexo, dándome mayor acceso a su intimidad.
Los gritos de Scarlet se hicieron más fuertes:
-¡Si, Yuma! ¡Ahí, más ahí! –mis deseos se estaban cumpliendo, estaba tocando el cielo.
¿Qué podía decir? Ella alimentaba mi sed por dominarla, poseerla eternamente de cualquier manera. Arañaba mi espalda y me daba órdenes de seguir con aquel ritmo que cambié, ya no era rápido sino lento y tortuoso.
Cansado de nuevo, la cargué hasta el sillón e hice que me diera la espalda para tomar su cabello con la mano izquierda, mientras que con la derecha le acariciaba el clítoris:
-No me gusta ser... dominada... Ngh –dijo y yo sonreí.
-Tú sacas mi lado sádico y perverso –susurré en su oído izquierdo mientras mordía el lóbulo del mismo.
Lamí su espalda superior, a la altura de su hombro y lo mordí provocando un gemido en ella.
-Yuma... siéntate, por favor –dije y se puso en la posición indicada, salió de mi interior y yo me agaché para masturbar su miembro con mi boca, quitando el condón. Me tomó el cabello para que aquello entrara aún más en mis labios, casi me ahogo pero igual continúe el trabajo con mi lengua.
Después, me senté sobre su -nuevamente- erecto miembro sin protección y gimió por la sensación, moví mis caderas más y más hasta que quedó dentro de mí en su totalidad. Agarró mis caderas e intensificó mis movimientos, sin embargo yo lo manejaba a mi gusto.
-Me encanta que seas tan ruda –dijo totalmente extasiado. Mis gemidos y gritos se hicieron más intensos y lascivos con la nueva posición. Me agarré buscando equilibrio a sus brazos. Además, el sonido acuoso de piel chocando contra piel sonaba por toda su habitación, y me hacía sonrojar pensar en ello siquiera.
-Eres muy ruidosa, vas a despertar a mis hermanos –se rió y agregó-: realmente no me interesa... que sepan que no deben meterse contigo nunca más. Eres mía.
Comencé a dar saltos sobre su erección y de pronto él se levantó y me volteó de espaldas contra el respaldo del sillón, abriendo mis piernas y penetrándome de nuevo con fuerza:
-Ya estás a punto de venirte, ¿me equivoco? –le dije a Yuma entre gemidos.
-Si me sigues apretando aún más, es claro que si –dijo y siguió con las embestidas.
Era cierto: ya estaba tocando el cielo y sentía la excitación mayor, gemí, jadeé y grité durante unos segundos más. Una descarga eléctrica recorrió mi espalda cuando me mordió el cuello y quedó totalmente adentro de mí, bebió mi sangre y me besó, probé aquel líquido escarlata mío en su lengua, fresco y húmedo:
-Eres mía, Scarlet –dijo y calló mi grito con sus labios sobre los míos, porque me vine en su miembro y él, pude sentir, llenó mi interior. Sangre y fluidos corporales mancharon aquel mueble.
Sentí la mirada de alguien y ahí estaba Ruki, puso el dedo índice derecho sobre sus labios para silenciarme y nos miró. Sonrió de lado y desapareció de la estancia, dejando la puerta cerrada. Había visto todo seguramente, pero de alguna forma no me importaba aquello.
-Casi me matas, pero... Me alegra que lo hayas hecho –dije y acaricié la mejilla de Yuma, mientras recuperaba el aliento.
-Tonta, tú me hiciste contener esto durante mucho tiempo –acarició mi cabello y salió de mi interior.
Me levanté del sillón y caminé como pude por el temblor en mis piernas hasta mi celular y vi los mensajes de mi madre, le contesté y vi la hora: ya eran las 2 de la mañana, solté un suspiro de cansancio y Yuma me abrazó por la espalda:
-Quédate conmigo eternamente, ¿quieres? –me sonrojé y no dije nada, ¿realmente quería aquello?
-Debo ir a lavarme los dientes –dije y me soltó. Tomé su camisa y me la puse para salir de la habitación. Llegué al baño y me lavé los dientes, me miré al espejo y algo dentro de mí se sentía culpable:
-Eres escandalosa, se escuchaba por toda la mansión tu pequeño romance –la voz de Ruki me llamó desde atrás. Yo simplemente salí del baño sin decir nada con la vista baja y regresé con Yuma, sin que me detuviera.
Abrí la puerta del cuarto de Yuma y me tumbó en la cama:
-A dormir, Scarlet –dijo mientras se abrazaba a mí, sonriendo como el Sol. La felicidad lo inundaba y me contagió, por lo que lo abracé también:
-Tienes razón –estuve de acuerdo y nos quedamosdormidos al instante.~0<#N
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro