Capítulo 10
Músculos tensos y un frío constante por todo el cuerpo, eran las cosas que sentía en ese momento. Al parecer tenía síntomas de anemia debido al accidente de días atrás, pero no me dignaba a ir al doctor... no ahora. Estábamos a finales de marzo y faltaba aproximadamente un mes y medio para salir de vacaciones, ya estaba algo estresada con las tareas y demás situaciones ocurridas en los últimos días.
Eran casi las trece horas en la escuela, hora de salida. Me preparaba para irme sola... esta vez quería descansar en mi camino a casa pero igual me alcanzó alguien:
-Enana, no te vayas –dijo Subaru mientras me acariciaba el cabello y me estrujaba.
-No hagas eso –dije medio enojada.
-¿¡Eh!? Te recuerdo que toda tu vida me hiciste eso, me lo debes –contestó el albino un poco ofendido.
Suspiré, era cierto, yo siempre había sido así con él y realmente no me molestaba llevarme así. Acto seguido me acarició de nuevo y se rió... era la primera vez en años que lo hacía frente a mí... era algo inigualable, ante ello no era posible contenerme y me reí con él.
-Te llevaré a casa hoy... ¿te parece? –me miró algo preocupado, la verdad yo quería irme sola pero habían sido tantos los días sin estar junto a él así que contesté que sí sin un solo titubeo. Bien, vamos entonces –volvió a sonreír.
En el camino a casa me hizo reír demasiado, sus bromas eran algo que me encantaba escuchar, eran demasiado graciosas. Ese era el lado de Subaru que nadie más veía en la vida diaria y en verdad, me sentía afortunada de estar en su compañía para ver esas expresiones y formas de ser que lo hacían ser tan especial para mí.
-Oye... Subaru... espero no te moleste pero... ¿me dirás la razón por la que tanto te distanciaste de Yuma? –pregunté en un susurro, con miedo de recibir un gruñido suyo o algo peor.
-Bueno... después del incidente en sexto año la relación que tuvimos empeoró... creo que hay ciertas cosas debo decirte para que lo comprendas mejor –dijo mirando al suelo.
Yo guardé silencio evitando presionarlo y de repente volvió a hablar:
-Yuma y yo somos de cierta forma ¨hermanos¨, no de sangre, sino porque mi padre lo adoptó junto a los otros tres... realmente no soy del tipo de persona que le gusta meterme en lo que no es mi asunto pero Reiji siempre quiere que escuchemos lo que nos dice, así que a veces nos reúne para hablar de asuntos relacionados con nuestro progenitor, fue de esa forma que supe que él estaría como un miembro más... como mi hermano adoptivo.
¨Cuando conocí a Yuma jamás pensé que sería alguien de mi familia. No sé muy bien los detalles de por qué terminó siendo convertido por mi padre pero en cuanto me enteré de que se quedaría con nosotros un tiempo mientras padre conseguía una casa para todos ellos, una sensación de odio se apoderó de mí... sin saber por qué. Fue entonces que en último año de primaria compartimos tu sangre y encontré una razón para odiarlo. Reiji nos había advertido que nuestro viejo no hacía las cosas porque sí y aunque yo no le creía, terminé comprobando que así era.
¨No tendría problema con ello de no ser porque te involucraría la situación a ti también y no quería eso, siempre fuiste considerada con nosotros y no dejaría que te hiciera daño –un sonrojo cruzó sus mejillas mientras decía lo último.
-Entonces... ¿te peleaste con él por mi culpa? –dije en verdad acomplejada de que yo fuera la causa.
-No, no, fue por cosas de hombres –contestó rápidamente. Yo alcé la ceja incrédula.
-¿Cosas de hombres vampiros? –pregunté un poco divertida y escéptica.
-S.Sí... algo así.
No quise preguntar más, al menos se había abierto a mí un poco y eso era algo bueno. Dentro de mí la espinita de que yo era la causante de todo el problema crecía pero no estaba totalmente segura, ya había escuchado una parte de cada uno, por ahora dejaría todo fluir como estaba.
-Bueno... agradezco que me cuentes un poco de esto cuando sé que debe ser duro vivirlo día con día... el pasado va sanando ahora –sonreí un tanto indecisa pero tratando de sonar calmada y comprensiva.
Tan pronto como llegamos a mi casa lo abracé y reí por mi propia diversión haciendo que dudara un tiempo en contestar o reaccionar. Su compañía también me hacía falta después de tantos años, los meses no eran suficientes para mí tratando de compensar su alejamiento tanto tiempo.
-Gracias por seguir conmigo –dije cuando lo solté mientras sentía mis ojos brillando.
-N-No es nada, idiota... -dijo desviando sus ojos y con la cara sonrojada me palpó la cabeza unos segundos. Yo reí con una carcajada y abrí mi casa para despedirme de él. Entonces lo pensé un poco y lo invité a entrar.
-¿Quieres entrar? –dije cuando estaba a punto de irse y se paró para voltear a verme.
-¿Segura? ¿No molesto a nadie? –preguntó inocentemente.
-Sabes que mis padres están trabajando, así que si molestaras a alguien sería a mí –le dije cruzando mis brazos y una leve sonrisa se le dibujó.
-Si se trata de molestarte a ti acepto –dicho esto lo dejé entrar mientras le daba una palmada en el hombro.
Apenas entramos a mi cuarto – tras pasar a mis perros–, me aventé sobre el sillón y dejé la mochila en la silla de mi escritorio. Él en cambio se quedó parado viendo los muros de mi habitación tapizados de pósters de bandas y anime.
-Y bien... ¿qué hacemos?, Subaru –dije con la vista en el techo-. Hoy no hay tarea así que podemos hacer lo que queramos.
-No sé qué quieras hacer, yo sólo vine a molestarte –me contestó alzando los hombros.
-¿Y si jugamos algo
-¿Juegos de computadora?
-No soy muy buena en ellos pero... ¡vamos!
Entonces prendí la laptop y le dejé el buscador de juegos a él. Tan pronto encontró uno me llamó para explicarme cómo jugarlo:
-Bien, mira cómo se hace –una sonrisa burlona se le delineó en los labios a la vez que iniciaba el juego.
Se trataba de un campo de estrategia con el cual se podía interactuar entre los propios jugadores por medio de una ventana chat. Miré sus movimientos en la pantalla y ganó repetidas veces. Cuando llegó mi turno fui un desastre pero al final logré ganar una vez de tantas.
Tomamos un descanso y le traje comida, que se terminó en minutos y yo apenas y había dado un bocado. Solté una carcajada mientras hablamos de lo gracioso que era estar en ciertos lugares de la primaria que para otros eran aterradores e incluso asquerosos.
-¿Recuerdas aquella vez en la que Yuma casi tiró a Ethan en el jardín trasero de la escuela? Donde se hacían los desayunos que se vendían en el descanso –dije jugando con unos listones salidos de mi edredón.
-Sí, también cuando una chica se rodó sobre sí misma hasta terminar bajo el árbol de limones y se le cayeron todos encima –se rió estruendosamente pero con un aire de inocencia en su risa.
Me reí a la vez que él y me senté en la cama de nuevo. Él se quedó mirando la batería de mi habitación un rato y luego se sentó en el banco de piel que estaba detrás de ella, tomó las baquetas y empezó a tocar los tambores sin sentido alguno. Se levantó de nuevo y me dijo:
-¿Cómo se toca? Yo no sé hacerlo, sabes que la guitarra apenas me sale pero esa máquina del diablo apenas y sé cómo se llama.
-Pues estoy falta de práctica desde hace unos meses pero no hay nada que no se pueda arreglar.
Inmediatamente me levanté para dirigirme a su anterior asiento y comencé a tocar un ritmo básico constituido por redoblante-bombo-hi-hat, nada difícil y que bien dominado podía lograr buenas melodías. Miraba a los instrumentos y de vez en cuando a él. Su sonrisa se ensanchó un poco y yo me sentí feliz de que viera mi poca habilidad adquirida con el instrumento, dejé de tocar y lo miré de nuevo sonriendo un poco:
-Es lo único que sé del todo bien con la batería –dije avergonzada de ello pues ya tenía tiempo con ella.
-Pero si no dejas de practicar te aseguro que no perderás la habilidad –comentó genuinamente.
Me levanté del banquillo y me estiré un poco, tenía razón y eso yo lo sabía de antemano en mi interior. Volví a la computadora portátil y revisé si tenía mensajes de alguien, como no había ninguno prácticamente le dejé entrar a él en su cuenta personal. Mientras tanto me acosté en mi cama un poco aburrida y me dijo que si quería ver algo. Referente a esas cosas, no compartíamos en definitiva los gustos de anime pero de películas sí:
-Una película de terror tal vez...
-¿Ah? ¿Te gustan esas cosas? Creí que te habías hecho algo miedosa con el pasar de los años y que no te gustaban para nada –dijo mientras me miraba algo sorprendido.
-Parece pero no es así, tonto –crucé los brazos apenada de que supiera algo más de mí.
.Entonces veamos una, ya la busco.
Esperé pacientemente mientras buscaba la película y me llamó a la pantalla, al parecer era de posesiones demoníacas, cosas con las que no estaba tan familiarizada después de todo y la dejó cargando a la vez que yo salía a la cocina a preparar palomitas y bebidas, él no tenía algo en específico que le gustase comer o beber, así que cualquier cosa podía ser buena para la película.
Regresé, me senté a su lado dejando los tazones de comida en una mesita, la película estaba comenzando y uno que otro susto salía de vez en cuando. Unos minutos más tarde mamá llegó y ambos gritamos cuando abrió la puerta de la habitación súbitamente:
-Ya llegué... Hola Subaru –sonrió a mi amigo y se despidió cerrando la puerta a su espalda. Eran alrededor de las 5 de la tarde cuando ocurrió eso, Subaru miró a la ventana y vio que la tarde se comenzaba a terminar, dando paso a la noche.
-En unas dos horas me voy, sino, seguro que Reiji no se callará –dijo con una sonrisa burlona en los labios y a su vez, movía la cabeza negando.
-Está bien, justo vamos a un cuarto de película, si la terminamos antes de que te vayas –dije riendo.
Así continuamos mirando la pantalla y de pronto sentí algo húmedo en mi cuello, la iluminación del cuarto se había reducido considerablemente pues ya eran las 7 de la noche y todavía no cambiaba el horario. Mis manos se aferraron al piso como si fuera una sustancia viscosa que me alejaría de aquello que atacaba mi cuello mojando todo a su paso, entonces lo comprendí: Subaru estaba lamiendo el lugar que ocupaba mi yugular, con tal paciencia que me desesperaba cada vez más. Se aseguraba de que ningún milímetro de piel se quedara libre de humedad. Me estremecí y un sonrojo se me dibujó en las mejillas, la película había dejado de tomar sentido mientras yo sólo me concentraba en la lengua de Subaru. De pronto, sus manos me apegaron más a sus labios y quitaron el cabello que estorbaba su camino hacia mi cuello; seguía absorta en ello, no podía moverme por más que lo intenté. Esa actitud de cierta forma violenta en Subaru era casi nula, esa había sido quizás la razón por la cual dudaba de moverme o quedarme quieta ante su contacto.
Y entonces, antes de que pudiera seguir cuestionando algo tan absurdo y extraño, sus colmillos atravesaron dolorosamente mi carne haciéndome gritar de nuevo por la rareza de la mordida. Su mano derecha soltó mi cabello para evitar que el grito saliera más allá de mis labios y garganta, así mamá no se daría cuenta. Forcejeé y me vi inmovilizada de nueva cuenta. Mis respiraciones se hicieron más y más lentas hasta que perdí la conciencia.
No pude evitarlo, hacía días que no tomaba sangre y lo único en lo que pensaba era en tener sus venas llenando mi cuerpo vacío y frío. Cerré los ojos mientras dejaba que la corriente carmesí llenara mis adentros y me aseguré de no pasarme del límite para no matarla.
En cuanto mi sed fue acallada me limpié los restos de sangre tibia con el dorso de la mano y tomé a la chica pelirroja en mis brazos, la dejé sobre su cama no sin antes lamer la herida en su cuello para que dejara de sangrar. Apagué la computadora y tomé mis cosas, salí con sigilo de la habitación y la mirada de su mamá me hizo sonrojarme un poco:
-¿Y Scarlet? –preguntó confundida.
-Se quedó dormida, y yo ya debo irme –dije rascando mi nuca con un poco de nervios, ella sonrió y me acompañó a la entrada para que sus mascotas no hicieran ruido.
En la calle comencé a caminar tras despedirme de la señora. Suspiré de regreso a casa, sabía que Reiji me daría una reprimenda de nuevo diciendo que no debía perderme buscando alimento, o yendo a ver a esa niña.
Crucé el umbral de la puerta y ahí estaba él, mirándome con desdén y subiendo sus gafas con un suspiro:
-La cena se sirve a una hora, ya deberías acostumbrarte –dijo con el ceño levemente fruncido. Yo en cambio suspiré y subía a mi habitación. Dejé la mochila en el piso y toqué la ventana de mi habitación con cierta nostalgia y melancolía. Extrañaba a mamá y la amaba demasiado. Recordé las veces en las que iba a verla y me corría por faltarle el respeto supuestamente a nuestro padre. Cuando era niño solía llorar en muchas ocasiones al recordar su rechazo, durante las noches a veces no podía conciliar mi sueño como era debido. Crecí creyendo que era una molestia y que si desaparecía sería una buena noticia para los que me rodeaban.
Conocí a Scarlet en esos momentos de soledad pero ella no podría compensar el amor de madre e hijo, porque era más que nada una hermana para mí. Me alegraba que su familia la quisiera a ella a pesar de todo y por dentro, a veces me llenaba de celos que ella pudiera vivir así, sin sufrir...
Esos pensamientos estaban en mi cabeza cuando unos golpecitos tocaron mi puerta y la voz de Ikkary me avisó de la cena ya preparada. Suspiré y me acerqué a la puerta, la abrí y salí. Bajé con pesadez las escaleras y caminé sin ganas al comedor. De nuevo mis tontos hermanos mayores ahí sentados.
Ayato no dejaba de hablar con Andie mientras le pellizcaba las mejillas, a lo que ella se sonrojó, haciendo que Reiji los regañara. A pesar de que a veces los sentía insoportables los quería un poco, alguien debía cuidar que no hicieran idioteces. La cena había iniciado a y Kanato picaba el plato, Shu apenas y tocaba su comida, Laito comía tranquilamente y yo lo imitaba, no tenía razón para comer de manera desesperada, además me había alimentado ya.
Minutos más tarde, yo ya había terminado, así que me retiré a dejar el plato en el lavavajillas mientras me limpiaba las comisuras de los labios. Regresé a la parte superior de la mansión para sentarme en el balcón, la Luna menguaba en lo alto del cielo y yo me sentí un poco atontado viendo su belleza, un monstruo no tenía derecho presenciar nada bello, como bello pero aún así me sentía feliz de tener un poco de belleza y luz aunque fuera un mero gusto egoísta. Las nubes pasaban de vez en cuando por la pequeña fuente de luz nocturna, oscureciendo su brillo cuando podían. Ese ir y venir me estaba adormeciendo, así que me levanté y fui a mi habitación, abrí mi ataúd y me recosté, esta vez el recuerdo de mamá me dejó dormir pacíficamente.
Un mes más tarde...
Ya era abril... mes de mi cumpleaños, aunque tratara de ocultarlo, me gustaba la idea de que ya casi tendría 16 años; a pesar de los comentarios de Lilith sobre que era ¨un día más cercano a mi muerte¨, ¨un día común y corriente¨, la sensación me atrapaba y me emocionaba mucho. Pero a la vez, me asustaba crecer...
Así pasaron los días, las semanas, hasta que finalmente llegó el día:
-¡Felicidades! –gritó Lilith cuando entré en el umbral del salón mientras se me echaba encima.
-¡Feliz cumpleaños, Scar! –dijo Aline a la vez que me abrazaba y me daba un dibujo de un personaje favorito mío. Yo me reí y correspondí sus abrazos, Subaru ni Yuma habían llegado aún, así que me senté con ellas a platicar.
La clase inició antes de lo normal y pusimos atención rápidamente, no fue tan tediosa ni aburrida como otras veces. Al cambiar de clase, por poco olvido la falta de presencia de mis amigos. Entonces llegamos a la próxima clase y unos brazos me tomaron del cuello por detrás, a la vez que un cuerpo me atrapaba por la delantera. Me sonrojé demasiado, un beso me fue plantado en la frente y dos pares de brazos me aplastaron en medio del pasillo. Las personas se nos quedaron viendo como locos, éramos un trío obstruyendo el paso:
-Felicidades, enana –se rió Subaru mientras me despeinaba. Yo apenas podía respirar, mis costillas estaban a punto de expirar, hasta que Yuma me soltó.
-Felicidades, Scar –se separó el grandulón dejando entrar oxígeno a mis pulmones. Recuperé la respiración y me reí, mientras los abrazaba y les agradecía.
Las clases pasaron rápido y me divertí un poco en cada una, al llegar a casa, mis padres me habían preparado un pastel, que parecía bañado en sangre en la cubierta.
Por la noche, contesté las felicitaciones que las personas me ponían por correo, algunas eran de personas que casi no conocía, otras de gente que nunca me hablaba. Estaba en ello cuando me quedé dormida con la luz de la Luna en la ventana. Por una vez en los últimos días, no tuve alguna pesadilla.
y0A
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