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🍒9🍒

Pasó lo que quedaba de mañana.
Y llego la tarde. Tarde que escaseaba por el horario y la llegada de la noche.

Keith no se movió de la esquina.
Lance se había tumbado y a los pocos minutos había caído rendido. Entre lo poco que había dormido y la sangre perdida y el mareo, no había aguantado mucho más.

Keith respetó el espacio de Lance. No se movió de allí, como os había dicho.

Se le acabaron las cerezas y terminó apoyando su cabeza en la pared de madera. Apreció detenidamente su casa.
Era tan... acogedora.
Le producía un calor muy agradable. Como familiar.
Sentía que esa casa era suya. O de los dos.
Que vivía o vivió en ella. Tenía una calidez materna y familiar que se le hacía más que agradable.
Se acomodó en la esquina y observó cada marco colgado en las paredes.
La mayor parte estaban vacios, pero aprecio una foto: una familia numerosa.
Afinó la mirada y trató de definir cuerpos y caras.

-¿Por que pones esa cara? -una voz ronca y seca despertó al azabache de su concentración. Miró al moreno y carraspeó.

-No, yo... sólo estaba...

-¿La foto? -murmuró el moreno. Es mi familia. - el cubano se incorporó tras soltar un suave quejido. Keith frunció su ceño.

-¿Dónde vas? No deberías...

-Que voy a por comida. Tengo hambre. -Keith se levantó antes que él.

-Yo te la traigo. -ambos se quedaron mirándose. Lance suspiró y se tumbó de nuevo.

-Bueno...traeme las cerezas mismo. -Keith asintió y fue a la cocina a por ellas. Se las acercó y se sentó en la esquina de nuevo. -Que haces. -dijo riendo suavemente.

-Bueno, no quiero molestar y...

-Ven anda. Siéntate aquí. -murmuró. Señaló la alfombra y la parte de abajo del sofá. Keith se sentó a los pies de este. Lance suspiró y asustado y disimuladamente, pasó sus dedos por la mordida del azabache. Keith miraba un punto fijo en silencio.
Entonces Lance miró al chico.
-¿Quieres una cereza? -Keith negó

-No, estoy bien. No tengo hambre. -murmuró en voz suave y baja.

-Bueno... -Lance empezó a comer cerezas. Divisó en la mesita de la tele su mando. -Acercámelo porfa. -Keith le acercó el mando. -Va a haber luz, te aviso.

-Ah. -se disponía a levantarse.

-No no, luz artificial. No hace daño. - la tele se encendió tras un fondo grisáceo de inicio. A Keith se le afinaron las pupilas al sentir la luz chocar contra sus ojos. Lance suspiró con fuerza y se incorporó. Cerró sus ojos y frunció el ceño. Vaya mareito rico.
Cuando se le fue el mareo se acomodó y se pasó la manta por los hombros. Observó a Keith en el suelo.
-Anda siéntate aquí.

Keith observó la mano de Lance palmera el sofá. Acabó sentado a su lado, serio y recto.

-¿Que estamos viendo? -murmuró curioso.

-Pues... creo que un documental. Aún no he sintetizado bien la antena. Es de lo poco que pilla la tele.

-¿Hace cuanto que estás aquí?

-A penas llega a la semana. Has llegado tú y me has roto los esquemas. -Lance sonrió. Keith se tomó aquello como una queja, pero al verle la sonrisa supo que no era así.
Y a Lance no se le ocurrió nada mejor.
-Oye... ¿esto va a quedarse para siempre? -se señaló el cuello. Keith suspiró.

-No. No es una película de ciencia ficción. En unos días cicatrizará. Igual queda marca, pero lo dudo.

-¿Por?

-Por que no he profundizado con los colmillos.

-Pues se sentía rarísimo. -Keith seguía mirándole. Lance desvió la mirada. -Es raro tío. Es surrealista.

-Lo siento. -Lance negó.

-No no, no por ti. O sea si. No tú, sino todo esto. La situación. Yo pensaba que me mudaría y... -dejó un suspiro en el aire.- encontraría a una chica morena de pelo larguito y curvas peligrosas en la playa, vendría a casa y no se, ya sabes. -sonrió y miró el techo. -Y me pasa esto. Es raro.

-Siento estropear tus expectativas. - Lance se rió de nuevo.

-Que no es eso. Es sólo que bueno, no estoy acostumbrado.

-No tienes por qué. -murmuró. -A la noche me iré. No quiero molestar.

-Vale. -murmuró Lance. Y miró al azabache detenidamente. -¿Estás bien de sangre? -el de tez pálida asintió.

-Si. Creo que si.

-Eso del sol... ¿es diario?

-Es biológico.

-¿Bio...?

-Que no va a dejar de pasarme. -murmuró. -Cada vez que me roza la luz del sol me quemo.

-¿Y ni siquiera te vale un parasol? -negó.

-La temperatura cálida me quema.

-Pues has elegido el mejor sitio para vivir. -dijo riendo el cubano. Keith sonrió suavemente. -¿Entonces no puedes salir por la mañana? -negó. -¿Y no hay cura?

- Si quieres voy al médico y le comento que soy vampiro... -murmuró el azabache. Lance suspiró y miró la tele de nuevo.

-Es verdad... perdona. -y se quedó pensando. -Y siento... lo de antes. Lo de dejarte fuera con el sol. -a Keith le recorrió por el cuerpo una corriente desagradable.

-No pasa nada. Tu reacción fue normal.

Y llegó la noche.
Estuvieron hablando.
Pero era de noche.

Lance le abrió la puerta al azabache. Keith, mirando el suelo y el alrededor, cogió aire y lo tiró lentamente.

-Bueno... -Keith se giró. -Gracias. - Lance sonrió ligeramente. Ambos se miraban.

-No es nada. -un silencio espeso.

-Adiós. -sentenció Keith.

-Adiós. -respondió Lance.

Y Keith emprendió camino hacía donde de alguna vez vino.

Y Lance no pudo meterse dentro de casa.
No sabiendo que al día siguiente saldría el sol. Y Keith no llegaría a casa.

-Joder... -gruñó negando molesto. -¡Keith! -alzó la voz. El azabache se giró y Lance apreció el perfil angelical y misterioso que la luz de la Luna y las sombras de las ramas le concedían.
Keith se quedó mirándole confuso.
-No te vayas. No hoy. -dijo de forma que le oyese.

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