Parte 3. Es mejor si nunca se hubiera sabido el fallo en el sistema.

No sabía cómo, pero tenía que salir. Tenía la firme creencia de que cualquier lugar al que se pudiera entrar también debía tener salida, así fuera por la misma entrada, y con ese ánimo de jamás rendirme hasta encontrar un lugar de escape, salí de la cueva y sin una orientación correcta comencé a recorrer lo que yo creía que era el camino hacia donde había llegado.

Sabía que en todas las novelas con el tipo de trama que había adentro de ese mundo, los orígenes de los personajes siempre guardaban pistas de huida o de cómo descifrar los misterios que la trama escondía, así que con ese presentimiento recorrí el mundo tratando de encontrar algo que me diera familiaridad.

La chica me perseguía como si estuviera loco y repitiendo algo que no lograba entender pero sonaban a amenazas.

No me importó. Yo tenía que salir de ahí. No quería ni que un segundo pasara conmigo huyendo sabiendo que en la realidad pasarían tal vez años sin que yo hiciera algo por volver a ese mundo.

En cierto momento, la chica me enfrentó. No podía volver al inicio. Volver a donde había caído hubiera significado enfrentarme a los Normeks y si ellos llegaban a solo tocarme, no moriría, me convertías en uno de ellos y no podría volver de ninguna forma si eso pasaba.

¿Qué solución había a eso? Para la chica era simple: Buscar el nivel más bajo de las montañas y ver qué había ahí. Los Normeks no eran buenos bajando y extrañamente los números en sus ojos eran bastante menores mientras más abajo se iba. Y mientras menor fuera el número que representaban, más débiles eran para atacar.

Eso fue lo que hicimos, huimos durante horas de los Normeks hasta que, atravesando uno de los niveles cercanos a donde nos habíamos encontrado, una manada grande de Normeks nos encontró y comenzó a perseguirnos.

Corrimos con todas nuestras fuerzas bajando entre los peñascos hasta que entendimos la razón de la existencia de números menores. Mientras corríamos, un Normek 5 tropezó con un 3 y sus cuerpos se dividieron en varios Normeks pequeños que representaban al 2. Se restaban. Si un Normek chocaba con otro, sus números se restaban y quedaban en números más pequeños que a la vez eran mucho más débiles que sus antecesores.

El nuevo objetivo cambió y se convirtió en crear la mayor cantidad de Normeks pequeños posibles para que pudiéramos habitar con mayor paz y buscar una salida con menor pánico.

-¿Qué pasa si creamos ceros?

Dijo la chica mientras mirábamos desde lejos una manada de Normeks mayores y seguíamos planeando cómo hacerlos chocar.

-¿Has visto algún Cero alguna vez?

-No, ese es el punto. Es el único número que no he visto que exista y el que podría ser el menor de todos. Igual y hasta se mueren siendo Ceros, ¿no?

Para ambos tenía sentido eso, así que eso hicimos. Movimos la estrategia para hacer chocar algún numero igual al otro y cuando lo logramos, se desató el verdadero caos.