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Parte 1. Nos observan

Me estaban mirando. Estaba seguro que lo hacían.

Algo caía en mi mano. ¿Era agua?, ¿La gotera se había desgastado otra vez?

Me levanté para ir a la escuela, la maldita sensación de ser observado no se iba ni siquiera al llegar al aula. El aire fresco lamía mis mejillas cuando llegué al salón y supe que estaba ocupado por todos. ¿Por qué todos elegían ser puntuales cuando yo no podía? Qué poca empatía de ellos. Sus manos apuntaban lo que la maestra explicaba y yo solo traté de poner atención a lo que la docente explicaba, aunque la sensación en mi nuca no me permitía poner atención. Alguien me observaba.

-¿Todo quedó claro? -preguntó a los compañeros que ya tomaban sus mochilas para ir a donde quiera que fueran.

-¿Qué vamos a hacer? -le pregunté sin muchas ganas de saber.

-Harán un ensayo de un libro. Lo van a leer de aquí a una semana, los puntos están en el pizarrón.

Tomé una foto de los apuntes y salí a la biblioteca.

Varios compañeros ya habían tomado sus libros y algunos otros seguían buscando uno para ellos. Yo era uno de esos últimos.

Los textos seguían pasando por mis manos, hasta que repentinamente una extraña sensación se apoderó de mi cuerpo y el libro frente a mis ojos pareció brillar. Lo tomé entre mis manos y fui al asiento que sabía siempre estaba solo. El rincón junto a esa ventana siempre era el menos elegido, y mi preferido para desayunar alejado del mundo. Por la ventana, el frío se colaba y nubes lejanas de tormenta iban acercándose. Mi corazón palpitaba acelerado. Algo en el ambiente me incomodaba y las ganas de terminar el libro hacían arder mis manos. Abrí el escrito y las primeras palabras hipnotizaron de una manera extraña mi mente: "Jamás podría salir de aquí, los Nomerks seguían gritando desde lo lejos mientras, desesperada, yo corría."

¿Dónde estaba? Un mundo sin color envolvía mi mente de pronto, y, entonces... ¿Qué hacía yo ahí?

Un rayo se escurrió entre las nubes sobre mi cabeza cuando la tormenta comenzó a empapar mi ropa y mi cabello.

Gritos guturales venían de las montañas a lo lejos y se volvían maniáticos cuando la tormenta arreciaba. Se acercaban demasiado rápido a mí.

Las sombras parecían extenderse desde las cuevas que lograba divisar a lo lejos y parecían electrificar mi piel con hormigueos que quemaban mis brazos sin piedad, aun cuando las gotas heladas me golpeaban con una fuerza anormal.

Los pasos apresurados de un par de tenis blancos, rotos y enlodados pasaron junto a mi cabeza y solo entonces supe que había caído al suelo y que rascaba mis brazos como si así pudiera hacer que las hormigas en mi piel desaparecieran, pero es que ni siquiera había hormigas en aquel lugar...

Traté de mencionar un "Ayuda..." pero jamás supe si realmente lo pronuncié o si solo en mi mente pretendí pedir ayuda en ese mundo de sombras y tormentas eternas.

Los mismos tenis volvieron a mi lado y una cabellera empapada se inclinó sobre mí. De aquella persona desconocida salió la voz histérica de una chica que me gritó como si mi vida dependiera de ello:

-¿Qué haces? ¡Tienes que correr o ellos te van a comer! -y como si mi vida no le importara demasiado (además de advertirme la muerte segura que me esperaba), sus pasos desaparecieron a una velocidad que aunque solo corría, pude haber jurado que volaba para desaparecer de ahí.

¿"Ellos te van a comer"?, ¿A qué se refería con eso?

No pude ni siquiera averiguarlo o sobrepensarlo para cuando los gritos que solo sonaban a muerte cercana se hicieron más fuertes entre risas maniacas.

Planté mis pies al suelo y con toda mi desesperación y mi instinto de vivir corriendo como adrenalina en mis venas, corrí tras de la chica sin siquiera saber a dónde se había ido.

La cortina de agua arreció con más fuerza sobre mí mientras el agua enlodada saltaba lejos de mis pasos al pisarla y los truenos comenzaron a sonar tan seguidos que no hubo un momento donde el eco de destrucción y caos no sonara mientras huía.

No sabía a dónde iba, pero sabía que debía alejarme de dónde las risas y gritos venían y, sin saberlo, llegué al segundo nivel de ese mundo.

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