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Prólogo


Sus cejas estaban alborotadas, su pelo oscuro como la noche, lacio y desordenado por las veces que había caído al hielo, contrastaba a la perfección con la palidez de su piel, su cara acompañada de unos labios adorables de un color coral, sus mejillas y su nariz estaban enrojecidas por el frío, sus pecas imperfectas adornaban sus rojeces, sus orejas diminutas estaban tapadas por un gorro blanco de lana y sus ojos...unos ojos grandes y llamativos, de un color verde hiedra que conseguían hipnotizarte...igualitos a los de su abuela.

Me quedaban leves recuerdos de mi esposa. 

Cada día uno menos, pero siempre me quedará uno.

Uno que jamás olvidaré.

Ya que no se encontraba en mi mente rota.

Ni en mi corazón lento y delicado.

Si no que lo veía reflejado en sus iris verdes.

Es y siempre será la niña de mis ojos.

—Babu mira, mira. —La voz de mi nieta me devolvió la lucidez.

Catarina tenía cuatro años cuando fuimos por primera vez a una pista de patinaje sobre hielo, imagine que no le gustaría, hacía frío, el equilibrio era difícil de aguantar y el duro suelo de hielo no amortiguaba la caída, era un deporte difícil y sobre todo para una niña tan pequeña.

Conforme Catarina iba creciendo su pasión por el patinaje también, en numerosas ocasiones preguntaba por su abuela, pero no tenía palabras para describirla y siempre acababa poniendo los vídeos de cuando mi esposa era joven y practicaba el patinaje sobre hielo, se pasaba horas embelesada mirando aquellos vídeos de penosa calidad, pero que yo guardaba como si fueran un gran tesoro, Catarina era una niña muy curiosa y siempre tenía muchas preguntas, preguntas que intentaba responder, pero cada vez eran más y mi mente recordaba menos.

La llevé a la pista innumerables veces, a escondidas de sus padres; era nuestro pequeño secreto.

Con cada escapada Catarina tenía más claro que quería ser como su abuela, nunca me lo dijo con palabras, pero no hacían falta, lo decía con sonrisas, con intentos fallidos, cada vez que me miraba dentro de la pista y veía cómo sus ojos se iluminaban, cada momento en el que soltaba mi mano y conseguía mantenerse de pie, en esos momentos yo me sentía orgulloso y ella era feliz.

Catarina estaba viendo por séptima vez una de las competiciones en la que su abuela se llevaba la medalla de oro, al terminar la grabación aplaudió como si fuera parte del público, sonreí al verla, pero sus palabras resonaron en mis oídos, por todas las veces que había soñado con este momento.

—Babu, cuando sea grande, quiero ser como ella.—Se me abrieron los ojos como platos, la miré a los ojos, en ellos se reflejaba la pasión y admiración por aquel deporte, la felicidad invadió mi viejo corazón por completo, y las lágrimas comenzaron a rebosar por mis mejillas.

—Y yo te ayudaré a serlo Catarina —le dije entre sollozos mientras me abrazaba y yo le acariciaba su larga melena negra.

<<Quiero ser como ella>>

Esa frase resonaba en mi cabeza una y otra vez.

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