CAPÍTULO 1
#Superbat #AlphaClark #Smallville #OmegaBruce #Gotham.
Clark caminó a través de la gran mansión Luthor. Lex había enviado un mensaje de una sola palabra que se leía ‘𝘷𝘦𝘯’ y, sea lo que sea que necesitara o quería Lex, Clark era el tipo de amigo que siempre estaba allí para lo que fuera. Se detuvo frente a la puerta del despacho de su amigo, detrás se escuchaba una segunda voz que no conocía y, percatándose en el ambiente, se dio cuenta de que había un tenue aroma desconocido a pólvora que le provocó cosquillas. Abrió la puerta lentamente, asomando la cabeza cuando dos pares de ojos se fijaron en su presencia. Al lado de Lex, un poco inclinado sobre su escritorio, estaba un omega; si tendría que juzgar, el más hermoso que había visto en su corta vida. El chico se enderezó en cuanto lo vio, sin apartar la mirada de Clark, poniendo sus manos atrás de su espalda baja en una pose demasiado elegante.
—Hey, Clark —Lex saludó con una sonrisa. Clark levantó su mano moviéndola apenas como saludo. —Te presento a Bruce, un amigo. Bruce, este es Clark. — Entró en la habitación, caminó hasta el escritorio intentando ocultar su nerviosismo y buscando las palabras correctas para hablarle a aquel chico que su cerebro y sus hormonas habían catalogado como «bonito».
—Hola Bruce. Soy guapo. —Su mente se detuvo un milisegundo, procesando lo que acaba de decir. Se puso totalmente rojo al darse cuenta y sacudió la cabeza intentando arreglarlo de inmediato. —Quiero decir, eres guapo. —Vio a Bruce mover la cabeza y su labio subir levemente en una sonrisa inquieta. Sacudió su cabeza sin entender por qué de todos los escenarios, decidía usar ese para quedar como idiota. —Es decir, soy Clark. —Llevó sus manos atrás, avergonzado, mirando al omega que estaba luchando por no reírse.
Lex, por su parte, se burló descaradamente, recostándose en su silla y mirando al otro alfa de la habitación como si acabara de hacer el mejor número de circo que hubiera visto en su vida.
—Es un placer, Clark. —El omega interrumpió el incómodo momento, regalándole una sonrisa agradable—Tú tampoco te ves nada mal.
La risa de Lex se convirtió en una tos mal disimulada, mientras miraba a Clark con pura burla en sus ojos. Miró de uno al otro, haciendo rotar un bolígrafo entre sus dedos mientras se daba cuenta de lo evidente. Mira que Clark podría llegar a ser un alfa tonto en ese aspecto, pero nunca llegó a pensar que se pondría metas para superar cada vez.
—Bruce quería conocer un poco el pueblo, pero estoy algo ocupado ahora mismo —Lex habló finalmente. —Así que pensé que la gentileza de los Kent podría echarnos una mano.
—Lex me ha dicho que hay algunas cosas interesantes por aquí. —Bruce se metió en la conversa, dejando esa postura rígida de hace un momento y relajándose un poco. —Además, he leído que suceden muchas cosas extrañas. Lex dijo que estuviste envuelto en la mayoría.
—Ah, sí, bueno. A veces parece que los problemas me persiguen.
Hubo silencio por un momento, en el que Clark dejó su vista fija en el chico y Bruce le seguía sonriendo bastante encantado. Lex se removió en su silla, volviendo a llamar la atención de ambos y rompiendo, conscientemente, la burbuja rosita y el aire pesado a caramelo que comenzaba a reinar en su despacho.
—Pues ya tenéis tema de conversación para el camino. —Lex se levantó. Se acercó a Bruce y lo empujó un poco para que caminara al centro de la habitación. Lo mismo hizo con Clark cuando estuvo cerca de él y los dirigió hacia la puerta antes de que volvieran a quedarse parados como estatuas mirándose como si no hubiese un mañana. —Buscaré a Bruce más tarde. —Con un empujoncito, sacó a ambos del despacho. —Y Clark.
—¿Qué? —El alfa se giró para mirar a Lex.
—Todavía no quiero ser tío de nadie.
—¡Lex!
.
.
Clark olía como a hierba recién cortada, lo cual le pareció a Bruce un olor un poco extraño para un alfa. A pesar de lo raro que era, le recordó los días de primavera en que cortaron los setos de la mansión y Alfred le dejó comer todo tipo de dulces solo por una especie de tradición de cambio de estación. Así, con ese recuerdo en mente, Clark se le hizo bastante agradable.
—Lo siento. —Después de una caminata no muy larga, Clark le habló. —Por lo de antes. No quería decir eso. Bueno, no es que no seas… Solo que… Mejor me callo.
Bruce volvió a soltar una pequeña risa —Está bien. Es inevitable admirarme.
—¿Ah?
—Digo que, no es difícil de entender. Soy atractivo. Yo también me parecería guapo.
Clark lo vio encogerse de hombros con pura petulancia, caminando solo un paso delante de él. Tenía que admitir que sus prejuicios sobre la personalidad adorable y tímida solo fue una idealización de su mente, porque, con eso último, Bruce no tenía pinta de ser modesto igual a Lana o Cloe.
—Es broma. —Bruce giró de nuevo a mirarlo, con esa sonrisita juguetona de nuevo dibujada en su cara. —Nunca nadie antes me lo había dicho. Suena lindo escucharlo tan sinceramente.
Es decir, no es que nunca hubiera leído algún tablón de la alta sociedad alabando lo bien que crecía y se parecía a Thomas Wayne o que algún compañero de clases se hubiera acercado con segundas intensiones, pero siempre fue eso, adulaciones y segundas intenciones. Clark no lo conocía, de haberlo hecho, lo hubiese reconocido al instante y su reacción fue tan espontánea que a Bruce le pareció lo más sincero que alguien le dijo en mucho tiempo.
—Me resulta difícil creer que nunca nadie te lo haya dicho. Aunque hubiera sido mejor si lo digo de otra manera.
—A mí me ha gustado así. —Bruce siguió caminando. A Clark le hubiera encantado agregar que también le gustó su respuesta, pero ya se había puesto demasiado en vergüenza. —¿Así que eres un poco problemático? Lex dijo que siempre que hay algo raro en el pueblo es cien por ciento seguro que Clark Kent es el protagonista.
—Incluso sabes mi nombre completo, pero Lex tiene razón. No es que me guste meterme en problemas, es que me buscan.
—Ajá.
—Pero siento que Lex te habló mucho de mí y nunca me ha hablado de ti… Ni siquiera sabía que tenía más amigos.
—No hay mucho que decir, la verdad.
—¿No? ¿De qué lo conoces?
—Oh, es un amigo de nuestra familia. —Hizo una pausa antes de seguir. —Al menos nuestros padres… Digamos que nos conocemos desde antes de nacer. —Era un poco difícil de explicar a veces cómo un millonario se conocía con otro. —En unos meses cumpliré la mayoría de edad y me haré cargo de la empresa de mis padres, así que Lex me está echando una mano con algunas cosas de la empresa.
—Así que también eres ¿Millonario?
—Multimillonario, en realidad.
—Ah. Ya veo. —Tuvo que reírse. —¿Y tus padres van a dejar que te encargues de todo así por así? —Su padre a veces no lo dejaba meterse en todos los asuntos de la granja, no se imaginaba dejándole a tu hijo de diecisiete años el legado multimillonario de nada.
—Están muertos.
—Uh, yo…
—¿Y tú? ¿A qué te dedicas? ¿De qué conoces a Lex? —Cambió tan rápido el tema de repente que se sintió un poco mal. Sin embargo, no hizo caso y prefirió seguir la línea de Bruce. —Me dijo que eras granjero y que te conoció por el pueblo, pero no le creo demasiado porque hace esa mueca rara cuando miente.
—¿Lex hace una mueca rara cuando miente?
—¿Sí? ¿No lo has visto? Le tiembla el labio superior. —Bruce comenzó a reír. —Es muy divertido.
—Mis padres sí tienen una granja, así que sí soy granjero. Y Lex y yo nos conocimos en este puente, me ‘atropelló’. —Hizo seña de comillas con las manos.
—¿Te ‘atropelló’?
—Bastante divertido, si lo contamos. Nah, no fue nada. Solo me rozó, nos caímos y luego le salvé de no morir ahogado.
—¿Y pudiste sobrevivir a algo así? Parece bastante alto. —El omega se detuvo un momento para asomarse por la barandilla.
—Es que ni siquiera me dio, solo fue como un empuje por el roce.
Bruce bromeó sobre eso, pero no intentó indagar más allá, así que Clark se ahorró explicaciones. La conversación siguió entre cosas triviales. En ella Clark había descubierto que tenían la misma edad, que ambos iban en último grado y estaban a unos meses de graduarse, que Bruce podría ser más vanidoso y orgulloso de lo poco que aparentaba su rostro bonito y que tenía una risa que le parecía encantadora. Además, descubrió que como podría imaginar de cualquier otro multimillonario, no tenía exactamente el estado físico de un chico de Smallville acostumbrado a caminar kilómetros entre tu casa y la casa del vecino.
—¿Pero dónde se supone que está tu casa? —preguntó Bruce frustrado, después de que, engañado por su desconocimiento del lugar, Clark lo había llevado por el camino más largo desde la mansión de hasta la granja. No es que fuera mala gente, pero tenía ganas de seguir escuchando al chico hablar, tarea que, admitía, no era exactamente fácil.
Bruce se detuvo un momento echándose aire con su propia mano en un gesto dramático. Había estado entrenando con Alfred bastante tiempo, corriendo desde la escuela hasta la mansión, pero nada como eso. Smallville podría tener ‘pequeño’ en el nombre, pero sus caminos, a veces solo acompañados por el campo abierto y el sol, parecían infinitos.
—No queda mucho. Pero si quieres ir al pueblo, tendrás que caminar un poco más.
Clark se burló del omega mientras lo veía resoplar. Bruce se quitó la chaqueta, finalmente, quedando en una camisa de manga larga por debajo que se arremangó, desordenando esa imagen elegante que traía desde la mansión. Le tiró la chaqueta a Clark quien la tomó en el aire fácilmente.
—Creí que estarías acostumbrado. Las mansiones por lo general están muy lejos, ¿No?
—Por lo general, tenemos un chofer.
—¿En serio? —Clark envolvió la chaqueta de Bruce como una bola de tela, sosteniéndola con una mano mientras disfrutaba de la vista agonizante del chico bajo el calor del sol de Smallville. —¿Y dónde está el tuyo?
—En casa, Lex me trajo hasta aquí.
La granja de los Kent era bonita. Tenía maizales a su alrededor y más allá había más y más campo. Olía todo a naturaleza y, cuanto más se acercaban al porche de la casita, una sensación a hogar y familiaridad a la que no estaba acostumbrado lo envolvió haciéndolo sentir un poco fuera de su propia piel. Siguió a Clark hasta la puerta de su casa, casi arrastrándose por el calor que hacía en el lugar. Ahora entendía por qué Clark estaba tan en buena forma, si tuviera que caminar todos los días tales kilómetros solo para ir a la escuela, también estaría de esa manera.
—¡Ma! ¡Pa! —El familiar sonido de Clark llamando a sus padres chirrió en los oídos de Bruce. Hacía mucho tiempo que no estaba acostumbrado a esos apodos y lo hizo sentir levemente molesto.
—¿Clark? —Una mujer salió a la vista, detrás de ella también se asomó un alfa.
Martha tenía una mirada amable, no olía a nada, por lo que Bruce supo de inmediato que era una beta. A pesar de eso, había un aura afable a su alrededor que hizo que el omega se sintiera acogido. Jonathan parecía un poco más el prototipo de alfa gruñón, desconfiado y sobreprotector, olía un poco a gasolina y aceite de motor, pero cuando vio que Bruce era solo un pequeño omega, su actitud cambió para parecerse solo un poco a la amabilidad de Alfred cuando hablaba con él.
—Ma, Pa, este es Bruce. Es amigo de Lex. Quería mostrarle un poco el pueblo, pero parece que no está acostumbrado a los largos caminos.
—Buenas tardes. —A pesar del calor y la caminata que lo tenía sofocado, su postura rígida y ese retintín elegante volvió a él como si hubiera activado un botón o algo en cuanto estuvo delante de los mayores. —Es un placer.
El joven omega extendió su mano, Jonathan fue el primero en tomarla, un poco contrariado por el saludo tan formal viniendo de un chico, pero le pareció lo suficientemente educado. Martha lo miró con una sonrisa y fue un poco más amigable, atreviéndose a darle un beso también como acostumbraban saludarse los omegas.
—Te atraeré un poco de agua, cariño. Te ves sediento.
—Por favor.
Los padres no preguntaron demasiado, pero Bruce les cayó lo suficientemente bien como para invitarlo a que se quedara a cenar y conociera la granja, cosa de la que se encargó Clark, jalando a Bruce con él fuera del pequeño lugar antes de que empezaran un verdadero interrogatorio hasta hacerlo sentir incómodo.
—Uh, esto es bonito.
Bruce miró un poco emocionado el acogedor ático de Clark. El aroma del alfa era intenso allí y Bruce no sabía que podía hacerse tan 𝘍𝘢𝘯 de un aroma en tan poco tiempo. Hasta tuvo ganas de tirarse en su sofá improvisado con mantas, que parecía más un nido de alfa hecho con poco esfuerzo y a fuerza del paso del tiempo, pero se contuvo. Eso no sería muy él de su parte. Lo que sí hizo, fue acercarse al telescopio.
—¿Te gustan las estrellas?
—Mucho. A veces siento que soy un poco más de allí que de aquí.
Era difícil para Clark explicar eso. Amaba la Tierra, pero ser Krytoniano era algo que llevaba dentro y, aunque se había criado allí toda su vida, a veces habían partes de él que sentían no acababan de encajar con todo lo que lo rodeaba.
—Bueno, aún no se comprueba que no existan los aliens, es más, yo diría que son más reales de lo que creemos. —Bruce dejó de mirar por el telescopio para mirar al alfa.
—¿Tú crees? ¿Qué harías si vieras a uno?
—Pues no sé, le preguntaría los secretos del universo o algo así.
—¿De verdad? —Clark se rio. Una decepción se llevaría como le preguntara eso si llegaba a descubrirlo.
—Es un extraterrestre. Espero que su inteligencia esté a años luz que la nuestra.
—¿Qué pasa si son demasiado parecido a los humanos?
Bruce se encogió de hombros. —No me lo había planteado. —Guardó silencio y luego miró a Clark. —Entonces espero que sean más guapos que tú.
—Estoy seguro que no lo son.
Bruce soltó a reír. Clark lo vio girar sobre sí mismo dándole otro vistazo a su pequeño espacio y luego caminar, como si estuviera inspeccionando algo. Bruce parecía demasiado elegante en todo, incluso cuando se movió por su sofá improvisado y se dejó caer, hundiéndose en el revoltijo de mantas que tenía allí. Por otro lado, de la misma manera, era terriblemente adorable. Nunca antes había tenido un sentimiento tan extraño por otra persona, entre los desconocido, la curiosidad y la emoción. Ni siquiera con Lana.
—Me gusta como hueles, Clark.
Bruce pasó su mano por las mantas del alfa. Era suave y agradable de alguna manera. Allí, la intensidad del aroma del alfa se hizo más fuerte y se sintió envuelto en un neblina de algo desconocido. Nunca hubiera hecho eso, meterse en el ¿nido? de un alfa desconocido solo porque su aroma lo estaba atrayendo como la luz a las moscas, pero algo en su sistema lo obligó a hacerlo. Su omega interior casi que se lo ordenó. Se hundió en las mantas. Fue reconfortante hacer lo que su omega interior le pidió a gritos.
—Y a mí el tuyo.
Clark se sentó cerca, no demasiado para no invadir su espacio, pero sí lo suficiente como para poder reconocer el olor ajeno en medio del suyo propio. Se quedaron en silencio, quietos, dejando que el animal que llevaban dentro fuera el que cureoseara el ambiente. Clark se atrevió a escuchar más allá; los latidos de Bruce le parecieron placenteros. Eran tranquilos, siempre al mismo ritmo, sin alterarse, como que si hasta eso lo tuviera calculado al más mínimo detalle. Se quedó allí, mirándolo por un largo rato mientras el omega permanecía sentado, marcando sin querer, con un impulso natural que desconocía, sus mantas hechas sofá con su propio toque.
.
.
La noche había caído. Después de ese momento tan extraño que habían tenido, tan solo la conversación volvió a fluir en otras cosas más cotidianas. Bruce descubrió de Clark que estaba en el periódico, que estaba intentando entrar al equipo de fútbol americano a escondidas de Jonathan y que era adoptado, así que se sintió un poco más conectado con él y entendió cómo fue posible que un alfa y un beta tuvieran un hijo, cuando fue casi naturalmente imposible.
—Oye, Clark. Han venido por Bruce.
Para cuando bajaron, Alfred estaba hablando animadamente con el padre de Clark. De él supo el alfa que Bruce había sacado ese manera tan elegante y fina de hablar y moverse. Los dos alfas parecían entenderse bien, demasiado bien, porque Lex solo estaba agazapado en un rincón viendo como los otros dos mayores hablaban y hablan de a saber qué cosa sobre la política actual ignorando prácticamente su presencia.
—Amo Bruce, allí esta.
—Alfred.
Todos en la habitación, a excepción de Lex, se quedaron un poco contrariados ante el saludo. Jonathan hizo una mueca sin entender y Clark se encogió de hombros.
—¿Y su chaqueta? —Clark se apresuró a pasarle la chaqueta, un poco arrugada, que Alfred tomó y extendió con una expresión indescifrable. —Vaya, parece que se ha divertido hoy. —Hizo una mueca de comprensión y luego se giró de nuevo hacia los Kent. —Muchas gracias por cuidar del señorito hoy.
—Claro es un placer, puedes volver las veces que quieras. Y tu padre también.
Bruce y Alfred se miraron. El alfa negó y soltó una sonrisa un poco rozando lo incómodo.
—Oh, yo… soy solo el mayordomo. Pero estoy seguro que el amo Bruce regresará en algún momento, así que gracias por la oferta. E igualmente, nosotros también esperamos que alguna vez tengan la amabilidad de visitarnos. —El pequeño Bruce asintió a su lado.
—Muchas gracias por todo, Sr. Kent. Creo que sí volveré. —Miró a Clark rápidamente y luego a Lex, que estaba más allá, observando lo que había causado inconscientemente.
—¿Vienes?
—No, vine por mi cuenta. Además, tengo que hablar con Clark.
La despedida no se alargó mucho más. Bruce y Alfred se fueron rápidamente y Lex y Clark se habían quedado en el porche mirando como el auto se alejaba después de que los padres del último entraran de nuevo hablando sobre lo educado y lindo que era Bruce.
—¿Así que te gustó mi prometido? —Clark se giró rápidamente, mirando al alfa totalmente fuera de sí.
—¿Es tu prometido?
—Lo es, hasta dentro de un par de meses. Romperemos oficialmente el compromiso que firmaron nuestros padres. No nos apetece casarnos ni ser nada. —El alfa sonrió ante la expresión de Clark. —Nuestros padres querían juntar las empresas y por eso nos comprometieron, pero no es algo que ninguno de los dos queramos. Bruce es más bien como un hermanito menor.
La mano de Lex se movió hacia el hombro de Clark y lo apretó con algo de fuerza, cosa que no le hizo demasiado a Clark, pero igual puso cara de pánico ante la acción del otro, porque la mirada seria que le lanzó de repente, sí le dio algo de miedo.
—Y como hermano mayor no oficial de Bruce, te advierto, Clark Kent, que como le hagas lo más mínimo, no me hará falta el auto para volverte a lanzar por ese puente.
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