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7. Ahora, estás en mi ring.

Me ha costado todo un triunfo quitarme a Derek de encima. Al principio he intentado evadir lo de ir esta noche a la discoteca, pero tras sus continuas insinuaciones con que oculto algo, he visto claro que lo que tengo que hacer, es dejarle ver que se equivoca.

Es más pesado que una vaca en brazos.

Y ahora, por su culpa, tengo que acelerar todos mis planes con el árbitro que tengo encerrado en el zulo. Por no mencionar, que para colmo, tengo que inventar alguna excusa para salir de mi propia casa sin que él sospeche nada.

¿Por qué no le mando a la mierda y ya esta?

Sabe Dios que me encantaría. Pero Derek no es cualquier persona. Fue mi amigo, mi amor en secreto de la infancia, y temo por su vida. Por norma general, siempre evito que la gente que quiero se meta tanto en mi vida, en mi mundo. Pero Derek es diferente. Derek ya estaba metido antes de reencontrarme con él.

Me irrita tener que andar escondiendo y ocultando mi verdadera forma de ser. Me siento como una adolescente huyendo de sus padres para cometer fechorías. Pero supongo que ahora mismo es lo que me conviene. Aparentar ser la antigua Norah, es lo que más me va a ayudar hasta que saque a Derek de toda esta mierda en la que ni sé cómo narices se ha metido.

Estoy segura de que él no es consciente de l magnitud del problema que tiene encima.

Subo a mi habitación y me pongo un viejo pantalón deportivo negro, una camiseta transpirable negra, y mis deportivas preferidas para salir a correr. Encierro mi lacia melena pelirroja en una cola de caballo, y salgo de mi habitación intentando hacerme a la idea de que realmente voy a salir correr. Me guste o no, es lo que voy a tener que hacer.

Me deslizo por las escaleras, y antes de poder llegar a la puerta, Derek me sorprende saliendo del salón de estar en...

-¡¿Pero qué coño haces desnudo?!- grito, obligándome a taparme los ojos y evitar quedarme mirando su escultural cuerpo desnudo.

El cabrón suelta una carcajada y, antes de que me dé tiempo a decir algo, siento sus manos apartando las mías de mi cara. Cierro los ojos como reflejo.

No mires, Norah. No mires. Me ordeno a mí misma.

-Lady pequitas...- ronronea con aire seductor.- Abre los ojos. Te prometo que llevo una toalla.

Rememoro el breve momento que he tenido para verle antes de taparme los ojos, y recuerdo que sí que he visto una toalla blanca enroscada a su cintura. Respiro aliviada y abro los ojos. No sin antes fruncir el ceño y prepararme para decirle lo maleducado que es por hacer este tipo de cosas, sabiendo que no está solo en casa. Además, ¡¿Qué coño?! ¡No es su casa!

Sacudo las manos para liberarlas de las suyas, y le empujo apartándolo de mí. El cabrón sonríe burlón.

-No puedes ir desnudo por casa, Derek - le reprendo, mientras lo someto a mi mirada verdosa y asesina. Intento que no parezca una orden, pero en realidad lo es. Intento no parecer la Norah que soy ahora, pero en realidad, lo soy.

-No estoy desnudo.- se excusa risueño. Señalando con los dedos índices, la toalla que vagamente oculta su masculinidad.

Uis... Encima me vacila el gilipollas.

Frunzo aún más el ceño, avanzo el paso que segundos atrás le he obligado a separarse, y me pego tanto a él que nuestros pechos terminan por chocar. Alzo un poquito la cabeza para mirarle a los ojos. Dura, seria, fría.

Pienso en las posibles maneras de hacerle entender que no puede ir así. Y aunque lo más lógico sería decirle que me incomoda, también sé que, para el Derek que conozco, eso sería como decirle que me pone bruta verle desnudo y que tiene carta blanca para seguir haciéndolo.

¿Y a quién no? Por dios... ¡Esta buenísimo!

Norah, basta.

- Estas en mi casa, Derek. No pienses que voy a permitir que a la pobre Alice le de un ataque al corazón por verte así - no sé en qué momento lo he pensado. Pero la realidad es que decir que es perjudicial para el corazón de Alice, es una muy buena excusa para que se vista de una puñetera vez.

-Claro... es tu casa. Lo entiendo.- Derek frunce el ceño unos segundos. Por un momento parece ofendido.

Obviamente, me mantengo firme y ni me inmuto ante la culpabilidad que amenaza con aflorar en mí.

Sus ojos siguen clavados en los míos, salvajes, prometedores. Como si quisiese decir o hacer algo, pero se viese incapaz de hacerlo.

-Me iré esta misma tarde - afirma.

Lucho contra las ganas de gritarle que no. Que no se marche y que se quede aquí, conmigo, a salvo bajo mi poder.
Pero mi orgullo me puede y me mantengo lo mas firme que puedo mientras nuestros ojos parecen sumirse en un duelo silencioso.

Al fin, Derek aparta la mirada, cede. Sacude la cabeza, negando suavemente, y se va. Pasa por mi lado haciendo que nuestros hombros se rocen, y provocándome un hormigueo en el estómago que hacía muchos, muchísimos años que no sentía.

Me siento culpable por ser tan bruta y no haberle dicho que podía quedarse. Pero... ¿Qué puedo decir? También me siento liberada al saber que no tendré que fingir ser quién no soy.

Sin pensármelo más, y ansiosa por salir de mi casa y de esta situación tan tensa, salgo por la puerta y empiezo a trotar calle abajo.

Nunca he sido amante de salir a correr. Me gusta todo el deporte que tenga que ver con la defensa personal, pero... ¿Correr? ¡Y un huevo!

Aún así, siento que me libero un poco en cada pisotón que doy en la acera. Quizá sea porque piso con fuerza, porque siento el cálido viento azotando mi cara y llevándose todo el mal rato vivido o, quizá, porque me alejo de mi propia casa y de Derek. No lo sé, pero me gusta.

Tiro calle abajo intentando aparentar normalidad. La urbanización en la que vivo es tranquila. Tan tranquila, que las ancianas se aburren y se dedican a inventar chismes de cada pequeñez que ven. A pesar del difícil estilo de vida que llevo, nunca les he dado algo de lo que hablar. Y por descontado que no les voy a dar el gusto ahora.

En cuanto giro la acera y enfilo la calle que da a las afueras de la urbanización, acelero el ritmo de mis zancadas todo lo que puedo, hasta adentrarme en el bosque.

Me deslizo cual sabandija entre la maleza y, a cada paso que doy, me enfado un poco más conmigo misma por tener que llegar al cobertizo al que llamo "el zulo" de esa manera.

La verdad es que me importa una mierda llegar embarrada, arañada por las ramas, o cualquier cosa que me pudiera hacer parecer débil. Sé que no lo soy. Mis chicos también. Y el árbitro... Bueno, ese desgraciado lo sabrá en unos minutos.

No llego a caminar más de un kilómetro bosque a través, cuando al fin vislumbro el viejo cobertizo frente a mí.

Nunca he sabido a quién perteneció esa pequeña caseta de no más de veinte metros cuadrados, situada en medio del bosque. Pero siempre me ha dado igual. Desde que vi ese cobertizo, me lo imaginé reformado y adaptado para mis torturas y venganzas. Insonorizado y preparado para encerrar los gritos agónicos de los hijos de puta a quienes eliminaría en mi plan de venganza.

Y ahí está mi pequeño cuchitril... "El zulo". Tan bien equipado y reformado cual sala de torturas en su interior, como abandonado y podrido visto desde el exterior. Salvo por uno de mis chicos que me espera fuera, claro.

Me acerco a él sin preámbulos, obviando la mirada de extrañeza que me lanza. Imagino que por verme con esa pinta de runner.

Por si las moscas (no vaya a ser que piense que valgo menos en deportivas que con tacones), le lanzo una mirada fría y chasqueo los dedos para que se aparte de la puerta.

Rápidamente, obece como el buen perro que es. Abro la puerta y entro al interior, viendo primera y únicamente a mi querido Jhon, de pie junto al árbitro inconsciente, amordazado y maniatado a la viga que se alza en medio de la habitación.

Miro a mi alrededor, preguntándome la razón por la cual no están esos otros tres chicos a quienes pago. Me cabrea pagar a gente vaga, la verdad.

-Supuse que te gustaría desquitarte sin interrupciones - dice Jhon, volviéndose para mirarme con una sonrisa torcida. Se acerca a mí y posa una mano sobre mi hombro izquierdo.- Ellos estarán vigilando la casa y a Derek en todo momento. No te preocupes por ello - se mete una mano en el bolsillo del pantalón, y la saca tendiéndome un pequeño mando negro con un botón rojo. - Estaré fuera si me necesitas.

Sonrío agradecida por tener a un hombre tan inteligente y aplicado en mi equipo. Jhon es tan... Tan atento en mis necesidades, que si no fuera por esa condición sexual que mantiene oculta al mundo, me lo follaría noche tras noche.

- Pásalo bien - suelta divertido, mientras sale por la puerta.

-No lo dudes - respondo ensanchando la sonrisa, aunque sé que ya no me escucha.

Me deslizo suavemente hasta la manguera que cuelga de la pared de mi izquierda. Agarro la amarillenta goma, la enfoco cara al árbitro que se mantiene en la inconsciencia y... ¡Plaf!
Abro la llave del agua. Dejando que la presión del agua helada arremeta contra su cara.

Se menea como un gusano antes de abrir los ojos. Cierro la llave del agua, y espero a que el condenado reaccione de algún modo.

El viejo asqueroso sacude la cabeza como un perro saliendo del río. Alza la cara y...

Uis, me corro de solo ver sus ojos desorbitados y la cara de espanto.

Sonrío ampliamente, pícara. Le guiño un ojo coqueto y digo:

- Ahora, estás en mi ring.

MontseRodriguezHerra LizetYitrum clarymorgen2 IkriiMNS4 NishaSaez TifaSteph MaryEstuardo2112 JaniSisLove xandy547 GraceSeidl20 IsPardo_ Britger26 AdictaAlChicoDelPan IsPardo_ eyesmoonbooks JuanDeEnero😘😘

Muchísimas gracias otra semana más!😘😘

Atte:
ItsasoAU#amagodeescritora#rompeclichesdelnorte

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