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32 No eres tan astuta, zorra.

El ensordecedor ruido de un disparo hace que la poca gente que no se había enterado de nada, se entere y grite perdiendo el control. Pero eso no es lo peor, no. Lo peor, es que ese disparo es seguido de otros muchos más, que acaban abatiendo a varios invitados que intentan correr despavoridos.

No puedo evitar buscar a Dakota con la mirada. Al principio no la veo, no se encuentra en su mesa ni por los alrededores. Sin embargo, cuando estoy a punto de abandonar mi posición para ir en su busca, oigo un grito de horror y dolor que proviene desde no muy lejos de mí. Miro en dirección al grito, encontrándome con una Dakota tirada en el suelo, de rodillas, llorando y con el vestido ensangrentado, mientras entre sus brazos sostiene el cuerpo inerte de su reciente marido.

¡Mierda!

Tengo que llegar hasta ella, sacarla de aquí y ponerla a salvo. Ya tendremos tiempo, toda una vida, para reponernos de este golpe.

- Cubrirme - ordeno, y salgo de debajo de la mesa sin esperar respuesta.

- ¡No! ¡Norah, no!- gritan tras de mí, pero me da igual. Ya he empezado a deslizarme a cuatro patas hasta donde se encuentra Dakota.

Los disparos prosiguen a mi alrededor, gritos de horror y lamento se mezclan con los aullidos agónicos de las víctimas que los reciben. Yo sigo gateando, acariciando los pocos metros que me quedan para llegar hasta mi amiga.

- ¡No!- la escucho sollozar.- No puede ser. No puedes irte. Por favor.

Me duele en el alma verla así, destrozada, abatida por el dolor de la perdida, y la impotencia de no poder hacer nada.

- ¡Cabrón!- escucho gritar a un hombre.

Un centro de mesa estalla a mi lado a causa de lo que no parece ser un disparo, sino un forcejeo, y provoca que los cristales de lo que era un precioso jarrón de flores, caigan sobre mí. Me detengo para cubrirme un poco la cara, lo que menos me apetece ahora es clavarme un cristal en el ojo y verme herida para continuar. Y he hecho bien en parar, sí, porque no de los invitados forcejea con un tipo armado sobre la mesa que tengo a mi lado. Los puñetazos van y vienen. Veo los cuerpos zarandeandose sobre el mantel, tirando platos sus cuerpos. Me va a ser difícil seguir avanzando sin que alguno de los dos caiga sobre mí. Escucho un golpe seco aterrizar sobre algo duro, y al mirar en hacia arriba, veo  que el tipo armado utiliza repetidas veces la culata de la pistola para asestarle en la cara al otro hombre. Otro hombre que...

¡Es el padre de Dakota!

- ¡Déjalo hijo de puta!- la voz desgarradora de Dakota entra en escena.

La veo levantarse, histérica a la vez que decidida, y arrancar hacia el hombre que forcejea con su padre sobre la mesa tras la que me cubro.

- ¡Para Dakota! ¡Para!- grito, a la vez que me levanto e intento correr hacia a ella para detenerla. Tengo la nueve milímetros en la mano, pero en este momento...

Es inútil. Todo es inútil cuando el peor instante de mi vida pasa frente a mí a cámara lenta, habiéndome dejado a mí en modo pausa, sin la posibilidad de poder hacer nada para evitar que la película avance.

Dakota se abalanza sobre el hombre que golpea a su padre, y cuando apenas está a punto de aterrizar contra su cuerpo, totalmente dispuesta a pelear por salvar a su padre, el hijo de puta se da la vuelta y le dispara directamente en la frente. Así, sin rodeos, sin miramientos, sin un ápice de titubeo por cargarse a la novia de una boda.

Mi bloqueo corporal se agrava, no soy capaz de nada. Caigo sobre mis rodillas, inútil, presa del dolor, de la impotencia, de la rabia que se apelmaza poco a poco en mis entrañas. La cólera se ensaña conmigo misma, y me torturo una y otra vez por no haber sabido reaccionar a tiempo. Veo su cuerpo inerte, sin vida, vacío y exento de aquella maravillosa persona que durante años fue mi única amiga.

Ya no está. No he sido capaz de protegerla. Si en lugar de cubrirme, hubiese disparado al cabrón que atacaba al padre de Dakota...

No puedo evitar pensar en la ironía del destino.

Tantos años siendo fría, dura y despiadada... Tantos años, alejando de mí a tanta gente de mi mundo, solo por no verlos morir... Y ahora, ahora que la vida me permitía alejarme un poquito de mi entorno, y disfrutar de un día feliz para Dakota, es mi propio mundo el que ha venido a destrozarlo todo.

Es mi propio mundo, mi círculo tóxico, el que me hace su presa y no me deja escapar.

Apenas soy consciente de que mientras me torturaba mentalmente, he ido trastabilleando hasta el cuerpo de Dakota, y que son mis manos temblorosas quienes toman el control de la situación, y me hacen cerrarle los ojos.

Esto no quedará así, Dak.

Y no sé si ha sido esa última frase mental la que me ha dado valor, no sé si es el caos de gritos, lamentos y disparos que escucho a mi alrededor, el hecho de saber que soy la única que puede vengar a Dakota, o si es el zarandeo brusco que alguien me está dando en los brazos. Pero reacciono.

Reacciono convirtiendo el dolor en rabia, la impotencia en cólera, y toda esa capa de mierda oscura y tóxica que me nace desde la conciencia, acusándome de ser la culpable de traer mi entorno asqueroso aquí, se me agolpa en el pecho, en las sienes, en el corazón... Y toda yo, queda sepultada bajo toda esa Norah fría, durante despiadada que debí ser unos segundos atrás. Unos segundos, en los que podría haber evitado perder a la única persona que realmente merecía disfrutar este día.

- ¡Norah!- la voz de Jhon se hace cada vez más presente a mi lado.- Reacciona. ¡Joder!

Sus zarandeos cada vez se sienten más cercanos, más sentidos y vividos, así como si mi cuerpo y mente ya estuviesen llegando a sintonizarse con el presente.

- Norah. Tenemos que irnos. No podemos quedarnos aquí - insiste, arrastrándome como puede.

- Cógela y vámonos - Derek aparece en mi campo visual, pero no pretendiendo consolarme ni nada por el estilo, no.

Derek aparece frente a mí, de pie y de espaldas, con el arma en alto y disparando a quien quiera que quisiera venir a por mí. Me está cubriendo.

Y esto solo significa, que la cosa no va a terminar aquí. Si huyo, si me largo y me pongo a salvo, esta mierda no hará más que seguirme allá donde vaya. Terminará arrancando de mi lado a todo aquel que me rodee, así como me ha quitado a Dakota. Así como me quitó a mi padre.

- No - siseo.

- ¿Qué?- escupe Jhon.

- He dicho, que no - bufo.

Cegada por la rabia, llevada por la sed de venganza más insana que he sentido en mi vida, y sin ningún tipo de aprecio por mi propia vida, me levanto. Miro a mi alrededor, observando que ya quedan más muertos que vivos, y que los pocos que aún respiran, aún luchan por seguir haciéndolo.

Reconozco al tiparraco con el que Thomas pelea a puñetazos, lanzando sillas y jarrones a lo lejos. Ninguno de los dos lleva armas por lo que veo. Desde mi posición, me aferro a mi nueve militros, la alzo y...

¡Pum!

La bala aterriza en el ojo izquierdo del hombre que peleaba con Thomas.

- Ya era hora, Fox - Jhon intenta bromear. Supongo que para quitarle hierro al asunto.

El crujido de un cristal resuena a nuestra lado, Jhon gira levemente, y sin siquiera mirar, dispara. Otro asesino caído, otro hijo de puta menos.

- Matarlos a todos - intento que parezca una orden, aunque más bien, es una orden que me doy a mí misma. Un juramento que me hago en voz alta.

Voy a matarlos a todos. Todos los que han hecho mi vida oscura y ponzoñosa.

La venganza termina hoy. Aquí, y ahora.

Con paso firme y decidido, me abro paso entre cadáveres, y voy directa hacia los asesinos que siguen en pie. Entre ellos, el hijo de puta de Marcos.

Analizo el panorama que tengo de frente, y todos los factores que puedo utilizar a mi favor.

¿Querían encontrar a Norah Fox? Pues vaya que si la van a encontrar.

Camino decidida, habiendo analizado mentalmente cinco pasos por delante de lo que voy. En este momento, mi mente casi tiene que ir más deprisa que mis actos. Necesito que todo salga tal cual lo planeo, y no me pudo permitir fallar. Tengo que llegar hasta Marcos y acabar con él. El puto colombiano traicionero está rodeado por cinco de sus hombres.

Como si eso le fuese a servir de algo.

Zigzageo entre cadáveres, plenamente consciente de que Jhon y Derek me siguen de cerca, cubriéndome, mientras Thomas sigue abriéndose camino alejado de nosotros, también en dirección a mi mismo objetivo.

A mi derecha, a pocos metros de Marcos, un cabronazo se levanta del suelo, oculto tras el cadáver de uno de los invitados, y utiliza el cuerpo inerte como escudo. Ladeo la cabeza hacia un lado, en un gesto maquiavélico para aquel que me vea, pero que en este momento, me sirve para analizar todos sus puntos flacos; el imbécil es zurdo, solo protege su lado izquierdo, y se olvida del derecho.

Aprovecho mi posición y me deslizo justamente por ese lado que él tiene como punto ciego, mientras está demasiado entretenido en intentar alcanzar a Thomas ( quién se está acercando mucho a Marcos),con sus balas. Derek, desde su posición a metros tras de mí, creo que intuye mis intenciones, así que lo distrae para que le dispare a él, y no me vea llegar.

Tengo que matarlo para tener mejor acceso al colombiano cabrón.

Aprovecho una de las columnas para esconderme cuando Derek se tira hacia un lado esquivando una de las balas, y mi objetivo se mueve en mi dirección.

No me ha visto. Por los pelos...

Asomo levemente la cabeza por un lateral de la columna, y lo veo justo a mi lado, a un metro poco más o menos. Sé que podría matarlo desde mi posición. Un simple disparo y se acabó el problema. Pero no quiero ser ruidosa, no es mi estilo, ni pretendo que Marcos me oiga llegar antes de tiempo. Además, no quiero que muera sin verme la cara, quiero que, a donde quiera que vaya una vez muerto, se lleve como recuerdo mi mirada asesina, mi venganza.

Él se mueve, y yo avanzo un paso. En cuanto Derek lanza otro disparo, y éste se mueve para esquivarlo, inconscientemente se planta de espaldas a mí.

Vaya mala suerte que has tenido, majo.

Avanzo, acortando el escaso medio metro que separa su triste existencia de mis garras, y me pego a su espalda. Mi mano derecha se desliza por su garganta, abarcando todo el campo de piel, frágil y delicada, que oculta una frágil tráquea. Clavo la uña del pulgar justo encima su nuez, y con la uña del índice, ejerzo presión sobre la yugular. Automáticamente, su cuerpo se tensa.

- ¿Te has afilado las uñas, Fox?- intenta disimular el miedo que le corroe por dentro. Lo sé por su postura tensa, y el sudor que acaba de empezar a deslizarse desde su sien hasta su cuello.

Sonrió abiertamente. Pego mis labios al lóbulo de su oído. Huelo, me deleito, y hasta paseo la punta de mi lengua por su mejilla, saboreando el miedo que le creo.

- Las zorras como yo, son conocidas por astucia, no por el filo de sus uñas, inepto - suelto en un susurro seductaromente perverso.

Los nervios le traicionan, traga saliva,  y yo me río abiertamente mientras su nuez acaricia la palma de mi mano. Estoy segura de que cree que le voy a desgarrar el cuello, pero no. No soy tan sucia ni quiero pringarme de su asquerosa sangre.

En un gesto rápido, seco, y totalmente premeditado, deslizo la mano desde garganta hasta el mentón, y con la otra, me ayudo para partirle el cuello.

El crujir de sus vértebras es como un calambre en mi entrepierna, humedad sobre mi sed de venganza.

Dejo caer su cuerpo frente a mí, y con él, el cuerpo con el que él se escudaba.

Miro a mi alrededor, analizando el panorama una vez más. Me jode percatarme de que Derek, Thomas y Jhon, han sido lo suficientemente profesionales como para haber matado a unos cuantos, y que sólo quedan en pie, Mark y otro tipejo.

Ya no tiene sentido que me esmere: está acabado.

- Marcos...- canturreo, avanzando con firmeza hacia él. En cuanto me mira, chasqueo la lengua con desaprobación.- Pequeño hijo de puta - río.

A medida que me acerco a Marcos, por el rabillo del ojo veo a Derek reduciendo al otro tipo que falta. Siento una mano, que en un intento frágil intenta aferrarse a mi tobillo. Con asco, y un golpe seco que demuestra la rabia que llevo dentro, aparto el pie de esa manaza asquerosa, y  con una mirada gélida, observo como se le escapa el último aliento a ese cabrón que intentaba detenerme. Antes de que sus ojos rueguen la súplica que sé que pretende transmitir, mi tacón se incrusta en su garganta.

- Agh - es lo último que escupe, seguido de un pequeño borbotón de sangre.

Alzo de nuevo la cabeza, mirando fijamente a Marcos.

- ¿Algo que decir, mamón?

- Sí - arquea una ceja a modo chulesco, se arregla la americana que lleva puesta.- Que no eres tan astuta, zorra.

- ¡Norah!

Pum.

Un golpe seco, un último grito, una oscuridad fría envolviéndome de pies a cabeza.

Muchísimas gracias😘😘 aquí os dejo otro capítulo más. Espero que os guste😘.

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