AQUAMAN
Después de pensarlo mucho, he decidido hacer una historia sobre los dos protagonistas. Estad atent@s porque subiré pronto el primer capítulo ;) Por cierto, la chica se llama Kim Yeong.
Y con lo dicho, os dejo con el extra ❤️🌹
🌟🌟🌟
"I'll be deep in your legs,
I'll be making you wet,
like it's my superpower
you gon' think I'm Aquaman ..."
~Aquaman, Jay Park
🌟🌟🌟
Llegué a casa, y después de comprobar que Jungkook todavía no había llegado, decidí limpiar algo el salón. El museo me quitaba cada vez más tiempo y el poco que tenía prefería gastarlo con él.
Nuestra casa no era execsivamente grande; tenía su salas común y cocina, además de dos baños, estando uno de ellos integrado a nuestro cuarto. Sin embargo, también tenía dos habitaciones extra. Jungkook y yo nunca lo hablamos cuando compramos la casa, pero los dos quisimos que fuera más amplia de lo que necesitábamos, y eso significaba que ninguno había desechado realmente la idea de que la familia creciera.
Al terminar, estaba sudando, así que fui a cambiarme y a ponerme el bañador. Otro detalle por el que compramos esa casa era por la piscina que venía incluida en la parcela. Con el tiempo, uno de mis sueños más recurrentes era tener mi hogar y poder tomar un baño relajante después de una cansada jornada laboral. Jungkook no dudó en aceptar la oferta de aquella casa al saberlo.
Encendí las luces fuera, ya que el sol había empezado a esconderse y casi no se veía. El verano había llegado y yo no veía el momento de que esa semana acabara para irme de viaje con él. Necesitaba unas vacaciones urgentes, cosa que corroboré en cuanto me zambullí en el agua de la piscina. Mis músculos agradecieron un baño así.
No negué que disfruté del momento, pero cuando escuché la voz de Jungkook a lo lejos, me apresuré a salir de la piscina, secándome lo justo para entrar a casa sin mojarlo todo. Me puse la bata que tenía junto al sofá y encontré a mi chico favorito dejando las llaves de casa en la mesa de la cocina.
—¿Yeong-ah? ¿Estás en casa?
—Eso creo —dije, caminando descalza hacia él.
Jungkook se giró hacia mí y una hermosa sonrisa se formó en sus esponjosos labios. Yo no me demoré ni un segundo y deslicé ambas manos por su nuca para nuestros cuerpos quedasen pegados. Me besó con cariño, deslizando las manos por mi cintura, y yo dejé que su lengua encontrara la mía.
—¿Estabas en la piscina? —murmuró, con los ojos cerrados.
—Sí —le confirmé, apartándome un poco para sacarle la ajustada corbata del cuello—. Te esperaba y decidí darme un baño. ¿Cómo ha ido el juicio? Jimin-ah me llamó esta tarde diciendo que sería complicado ganarlo.
Le saqué el accesorio, dejándolo sobre la mesa, junto a las llaves.
—Oh, bueno ... Respecto a eso debes saber que tu novio es el mejor abogado de toda la ciudad —se encogió de hombros.
—¿Lo ganaste? —pregunté, ilusionada por el brillo que distinguía en sus pupilas azabaches.
—Me duele que dudes de mí, noona —dijo, burlón.
Yo tomé su rostro, besándolo.
Jungkook había trabajado duro con ese juicio. Llevaba varias semanas ocupado en él y muchas noches se había quedado hasta tarde sin dormir, preparando papeleo y buscando la forma indicada de defender a su cliente. Nunca dudé de sus habilidades ni de su magnífica oratoria, sin embargo, la falta de sueño a lo largo de esos últimos días me tenía preocupada. Debía descansar más y aquello me llevó a pensar que sus sentidos se nublarían a la hora de la verdad y que no lo lograría.
Devoré sus labios por varias minutos hasta que él mismo me alejó entre suaves risas. Estaba realmente feliz y no pensaba ocultarlo.
—Vamos, Yeong ... Era solo un juicio más.
—Pero uno difícil.
Añorando tener un rato para nosotros, lo llevé hasta la mesa, dejándolo apoyado. Él me observó con curiosidad, desconociendo por completo lo que pretendía en esos momentos.
Mi mano acabó en su entrepierna y él esbozó una pequeña sonrisa. Masajeé poco a poco, pero terminé metiendo los dedos por dentro de su pantalón, topando con su miembro semierecto.
—¿Tanto lo has echado de menos? —me preguntó en un susurro—. Solo van unos días desde la última vez que lo hicimos.
—Como no tienes idea, Jungkookie —uní nuestras boca en un dulce baile que acabó con el chasquido de nuestras comisuras—. Lo cierto es que se me ocurre una manera de celebrarlo ...
Tras un último beso, me aparté y acabé de rodillas frente a él. Sabía que las piernas me dolerían más tarde, pero estaba tan eufórica y necesitada de sus benditos gemidos que me importó poco lo dolorida que terminase después.
Me encargué de bajar la cremallera de sus pantalones y continué desabrochando su cinturón. La hebilla se escurrió entre mis manos y repiqueteó contra el parqué de la cocina.
Jungkook se acomodó en el borde de la mesa sin perder detalle de cómo bajaba su ropa. Yo me relamí al ver sus bóxers negros, ansiando probarlo de nuevo. No solía masturbarlo mucho porque casi siempre se encendía en un abrir y cerrar de ojos, pero me gustó que siguiera estable y que solo se apreciara una débil erección.
—Noona ... —me llamó, consciente de lo poco alzada que se encontraba.
—No te preocupes, Jungkook-ah. Tengo mis métodos, ¿recuerdas?
—No podría olvidarlos por mucho que quisiera ... —farfulló al sentir cómo tiraba de su ropa interior hacia abajo.
Yo reí por el comentario y retiré sus bóxers, dejando su imponente sexo libre. Me relamí, gateando hasta quedar a escasos centímetros de él, y, entonces, lo tomé con cuidado, tensándolo.
—Relájate ...
Di un pequeño beso a su rosada punta. Cientos de corrientes me subieron por el vientre al ver que solo ese simple gesto lo hizo gruñir. Desinhibida por completo, lo palpeé de arriba a abajo con la mano derecha, y con la izquierda abrí un cajón a mis espaldas, tomando el botecito de lubricante que guardábamos para cuando hacer la comida se hacía demasiado aburrido.
Sin dejar de repartir castos besos, abrí el frasco y llené mis manos en el pringoso líquido. Tras eso, embadurné todo su tronco, apretando con delicadeza en los lugares indicados. Así fue como empecé a arrancarle los primeros gemidos, roncos y rotos por lo bien que se sentía que acariciara su miembro con tal familiaridad.
—Demasiado trabajo, ¿verdad?
—Mierda, cariño ... Más fuerte ...
Sonreí ante sus ruegos. Los había echado tanto de menos que no me había dado cuenta de lo satisfactorio que era hasta que lo tuve, literalmente, en mis manos.
Fui moviendo los dedos por toda su longitud, masturbándolo sin ir demasiado rápido. Al poco, llevé mi lengua a su cabeza, lamiéndola sin pudor alguno. Solo eran lametones suaves, pero, al tomar sus testículos en mi otra mano, Jungkook comenzó a jadear, descompuesto por el pausado bombeo que le estaba proporcionando a su virilidad.
No tardó en alzarse, cada vez más alto. Cuando estuvo en la posición adecuada, me lo introduje hasta la mitad, provocando que enredara los dedos en mi cabello mojado, necesitando que fuera más hondo. Así que, cumpliendo sus silenciosas demandas, me lo metí hasta que tocó el fondo de mi garganta. Lo chupé, notando todas sus venas palpitar por la excitación acumulada, y estrujé sus testículos. Él alzó la pelvis, pidiendo más y más.
—Oh, no ... Yeong ... N-noona ... —farfulló, apoyándose en la mesa después de que yo lamiera su punta.
Jungkook se corrió un minuto más tarde, y yo tragué hasta la última gota de semen. Cuando me saqué su aliviado miembro de la boca, la notaba algo dolorida por el esfuerzo, pero eso no me impidió levantarme y dejar que tomara mis labios a su gusto, chupándolos suavemente sin llegar a meter la lengua.
—Vamos a la piscina, noona ...
Su mano tocó el tirante de mi bañador, a lo que sonreí. Hacía ya algunos días que no teníamos relaciones y realmente necesitaba sentirlo dentro. Se sacó el pantalón de etiqueta del todo, dejándolo tirado en el suelo de la cocina junto a los zapato. Solo se dejó la ropa interior.
Cogidos de la mano, atravesamos el jardín, y allí yo apagué los focos de luz, dejando únicamente los que iluminaban el interior de la piscina. Lo bueno de esa zona de la ciudad era que casi todas las casas era nuevas y no habían encontrado compradores para casi ninguna. Era un bonito detalle cuando teníamos un día libre y lo gastábamos haciéndolo en el jardín o simplemente con las ventanas abiertas. Aunque siempre quedaba el morbo a que alguien supiera lo que hacíamos, tema que nos aceleraba todavía más.
Regresé junto a él, ayudándolo con su camisa para acabar tirándola a algún lugar del césped artificial. Desabotoné y tiré de ella, contemplando, a pesar de la poca luz, su trabajado cuerpo. Nadie más que yo sabía lo excitante que era lamerle los abdominales y la sola idea de volver a hacerlo hizo que algo en mí quemara y se propagara por todo mi cuerpo.
Después de unos pocos besos más, Jungkook se las arregló para desatarme la bata y arrojarla junto con el resto de su ropa. Quedé en bañador para él, pero decidí hacerle sufrir un poco y me aparté. Bajé el primer escalón, uno ancho y desbordado levemente por el agua que me dio una maravillosa idea.
Sorprendiéndolo, me senté sobre él y le hice un gesto para que se me uniera. Cuando lo tuve casi desnudo frente a mí, disfruté de la pícara sonrisa que se extendió en sus labios mientras se arrodillaba, separándome las piernas para quedar entre ellas. Recorrió mis muslos con total libertad y su dulce boca atrapó la mía.
Divertida, mojé su cabello negro al meter la mano en el mismo. Lo jalé cuando Jungkook mordió mi labio, provocándole un áspero gruñido.
Lo estaba llevando al límite, cosa que me encantaba. Ver cómo pasaba de ser ese chico obediente y sumiso a desatarse con solo saber que me tenía por entera ... Sentir su ansiedad era mi placer personal, y él lo sabía. Por eso no se controló y me ancló en su entrepierna de un rápido tirón para que notara lo fácil que había vuelto a la vida su miembro. Tal y como le gustaba, levanté la cadera logrando que nuestros sexos se encontraran cara a cara.
—Noona ... Había echado de menos esto —dijo, absorto en el suave bamboleo que daba sobre su erección.
—Ya lo sé, Jungkookie —sacó el primer tirante de mi bañador.
Cuando quise darme cuenta, Jungkook ya me había sacado la parte superior del bañador de una pieza. Mis pechos brillaban para él, empapados y erectos. Con su instinto animal, se abalanzó sobre ellos y se dedicó a hacerme gemir por las maravillas que hacía con los dientes. Los chupaba, los retorcía con mimo y yo solo arañaba su espalda por el creciente burbujeo que nacía en mi vientre.
Decidí que era hora de intercambiar posiciones cuando pellizcó mi pezón, así que lo empujé hacia la derecha, y gracias a que el escalón era amplio, pude quedar sobre él sin problema.
Habría tomado las riendas, pero él estaba ya en ello, por lo que no me sorprendió que me impulsara hacia arriba y se entretuviera en lamerme la aureola mientras trataba de quitarme el resto del bañador. Tras unos segundos incapaz de bajar la prenda húmeda y sacarla del todo, se quejó.
—Mierda, noona ... Odio tus bañadores —reí por su comentario cargado de frustración—. ¿No podías ponerte un bikini? Son mucho más sencillos de quitar ...
Tomé su cara entre risas y atropellé sus palabras al besarlo. Fue incorporándose, conmigo encima, hasta terminar sentado, olvidándose un poco de lo pegado que estaba el bañador a mi cuerpo.
—No es como si supiera que íbamos a terminar así —le dije, intentando bajarlo por mis caderas correctamente.
—Claro ... Porque no es lo normal en nuestra relación —rodó la mirada—. Eso de tener sexo en todas partes no va con nosotros, ¿cierto?
—No lo hacemos en cualquier sitio —negué, deslizando por mis muslos el traje de baño.
—De acuerdo —lo tomó en su mano una vez se lo mostré, satisfecha por haberlo logrado, y lo dejó junto a su ropa—. Entonces, hace dos semanas, en el centro comercial, cuando mandaste a la dependienta a buscar una talla errónea solo para que nadie nos molestara en el probador y poder echar un polvo rápido ... ¿Eso no es en "cualquier sitio"?
Me sostuve de su cuello, apoyándome antes de volver a besarlo. Él gimió, agarrándome de mi cintura a la vez que iba descendiendo por los escalones.
—Me haces muy irresponsable a veces —murmuré, luchando por no perder la cordura y bajar sus bóxers para llevar su miembro a mi hendidura.
—Yeong ... No llevabas bragas ese día —contestó tras dejarme contra una de las paredes.
—Ya ... Puede que las olvidara en casa —susurré, aguantando la risa.
Jungkook me acomodó encima, sentándome en el borde de la piscina y dejando únicamente mis piernas en el agua. La sonrisa en sus labios me llevó a separar las piernas sin esperar a que él intentara hacerlo por sí mismo. Se relamió con gusto al ver mi centro hinchado y húmedo, no solo por el baño.
Se metió entre estas, dando besos castos y sueltos por mis muslos internos, chupando las gotas que resbalaban por mi piel. Cuando lo tuve cerca, pasé ambas piernas por sus hombros y apoyé los codos en las baldosas, dejándole espacio.
—Entonces ... Resulta que eres una chica olvidadiza, Kim Yeong—jadeé al escuchar mi nombre completo, consciente de que Jungkook solo lo hacía si iba en serio—. Porque también olvidaste la ropa interior la otra vez en mi despacho.
Dio un pequeño beso a mi monte de Venus y yo tuve que aferrarme al filo, excitada por la oscuridad que reflejaba su voz.
—Puede que ese día no se me olvidara —dije, siéndole sincera.
—No puedo creerlo, noona ... —tragué saliva y él dio una lamida a mi sensible clítoris, provocándome un tembloroso espasmo y que terminara reclinada por la intensidad con la que estaba amenazándome—. No creí que fueras de es manera ...
Yo estaba temiendo el resultado de aquella conversación, pues siempre que adoptaba esa postura conmigo, acababa gritando de una forma descontrolada. Comencé a temblar, así que me recosté sobre el suelo de madera y disfruté de aquella paz momentánea que acabó con la boca de Jungkook amoldándose a mi entrepierna.
—No es eso ... —le aclaré, sintiendo sus manos agarrándome las piernas—. Es simplemente ... Que me haces una maldita ninfómana, Jungko ...
Mordí mi labio ante la oleada de ardor que me sobrepasó. Había comenzado a jugar con mis labios vaginales, con el santo propósito de hacerme sufrir hasta que decidiera que quería ir más allá. Intenté incorporarme, pero olvidé cómo hacerlo por culpa de su lengua repasando mis pliegues y tapé mi rostro con ambas manos, intentando amortiguar así los gemidos que ya me sacaba.
Podía sentir a la perfección los movimientos que hacía para ir abriendo su camino a mi interior. En menos de dos minutos, me encontraba gritando su nombre y abrazando su cuello con las piernas para que llegara más hondo si era posible.
Mi visión estaba basada en una nebulosa que crecía conforme él lamía mis paredes. No podía concentrarme en nada, solo en las magistrales lamidas que daba a mi dilatada vagina y en el poco oxígeno que tenía dentro, aprisionándome la caja torácica y consiguiendo que lo que se oyera en un kilómetro a la redonda fueran mis desesperadas súplicas.
—¡Joder! ¡Jungkook! —encorvé la espalda, ansiosa por alcanzar el clímax de una vez—. ¡Hazlo ya!
Él sabía a lo que me estaba refiriendo, y supongo que acabó apiadándose de mí. Hacía tiempo que no se encargaba de mis necesidades de esa forma y admitía que lo había añorado. Tener su boca pegada a mi sexo, explorando y quedándose con mis fluidos, era un pecado que me consumía cada vez que ocurría.
Las últimas veces habíamos tenido sexo en la cama, nada más. Solo unos minutos de preparación y él ya estaba absorbiéndome por dentro. Era lo que los dos pedíamos, lo que más nos gustaba después de horas de trabajo y estrés acumulado, sin embargo, había olvidado lo placentero que era tenerlo ahí abajo, haciendo maravillas con esos esponjosos labios. Y por la manera en que él clavaba los dedos en mis muslos, no era necesario que le preguntase nada para saber que estaba gozando aquello. Sobre todo de mis ruegos incesantes.
A Jungkook le gustaba que yo lo dirigiera mientras teníamos un momento así, pero la realidad era que amaba hacerlo por sí solo, llevándome hacia donde él quería y arrancándome gritos hasta que la garganta me ardiera.
Por eso no se demoró y los suaves viajes con su lengua por mi matriz se convirtieron en succiones horrorosamente placenteras. Me arrastró hacia él, sujetándome del trasero, y entonces dio comienzo a la recta final para mi convulso sexo.
Notaba que me contraía, que mis paredes se cerraban y que mi clítoris demandaba atenciones. Antes de que yo pudiera llevar la mano hasta él, Jungkook presionó con su pulgar, y luego de una última y certera succión, me tumbé. No tenía fuerzas. Por un momento, creí que él se había encargado de chupármelas también y cerré los ojos, jadeando y liberando su cuello al dejar las piernas inertes. Nadé en aquel orgasmo que tanto había deseado esos días, relamiéndome por lo bien que se sentía que el éxtasis me bajara por el útero y que el sexo me palpitara, evidenciando el magnífico trabajo que había hecho en él.
Todavía me encontraba aturdida por la fuerte picazón cuando escuché el agua chapotear ligeramente y me atreví a alzar los párpados. Jungkook se acercaba a mí, ya fuera del agua, con su espléndido físico otorgando unas excelentes vistas tras estar al borde del colapso.
Casi tuve un segundo orgasmo con solo ver los músculos de su estómago contraerse por sentarse en mi entrepierna. Estaba muy sensible porque hacía semanas que no tenía una explosión como aquella y Jungkook no tuvo duda de ello, puesto que solo con acariciarme el pezón una pequeña corriente me recorrió de pies a cabeza.
Saboreando la victoria, se agachó y besó mi torso, obteniendo mis gemidos de vuelta. Incluso si me tocaba con un dedo me retorcería en busca de más. Jungkook y yo nos conocíamos bien, y después de algo así, normalmente le rogaba por más e intentaba quitarle el resto de ropa. Era él quien se veía en la obligación de detener mi apetito sexual para evitar que estuviera días con dolor al andar. Habiendo llegado a ese punto, tenía la entrepierna medio adormilada por el orgasmo y toda yo estaba hipersensible.
—Cada vez gritas más, noona —dijo lo que ya sabíamos ambos y me sacó un nuevo gemido con tan solo rozar la forma de mi seno—. Y adoro eso.
—En serio ... Para o mañana no podré moverme ... —besó repetidas veces mis pechos y rio débilmente.
Me besó con cariño y murmuró que siguiera con el baño relajante mientras él se encargaba de la cena. Le observé marcharse en nada más que ropa interior hacia casa y tomar en el camino una de las toallas que dejábamos al entrar. Aproveché para seguir su consejo y tomar un bikini en lugar del bañador.
Cenaríamos tranquilamente en el jardín, pero eso no quitaba que después pudiéramos acabar con lo que habíamos empezado. Me zambullí nuevamente en la piscina, desestresándome y respirando hondo, oliendo el aroma a comida procedente de la cocina. Acabé deduciendo que se trataba de pasta y lo confirmé un rato más tarde.
Salió al jardín con dos platos de ravioli y yo emergí del agua para ayudarle y extender una toalla. En realidad teníamos una mesa fuera y podríamos haberla usado, pero nuestra costumbre era esa. Nos sentábamos en el césped y cenábamos juntos. Siempre había sido así desde que compramos la casa.
—Estaba muy bueno —admití, apilando ambos platos y apartándolos para que él pudiera rodearme con sus brazos—. Tus dotes culinarias no dejarán nunca de sorprenderme.
—Tienes el mejor novio del mundo —se encogió de hombros—. Creo que ya te lo he demostrado con creces, noona.
Besó mi frente y yo recordé algo a lo que había estado un tiempo dándole vueltas. No habían sido más que unas semanas, pero sí había pensado bastante en ello y todavía no había encontrando el momento de contárselo.
Me encogí en su pecho, sintiéndome recogida por su abrazo, y volví a meditarlo. Era algo que, sin duda, había sopesado bastante y que apenas había considerado hasta que nos instalamos allí, pero que cada vez tenía más lugar en mi mente.
—¿Yeong? —me giré para mirarlo—. ¿Estás bien?
Su mano tomó mi mejilla y lo miré a los ojos.
Él comprendía que algo me rondaba la cabeza. Sobre todo porque, si no me pasara nada, ya le habría arrancado el bañador y lo estaría montando a causa de la abstinencia que habíamos mantenido.
La realidad era que todo me llevaba a desearlo. Ya fuera por la luna reflejada en sus pupilas o por la calidez que me proporcionaba. Mi cuerpo comenzaba a reaccionar, así que no me sorprendió en absoluto esa creciente exigencia que casi me obligó a besarlo. Lo sostuve del rostro, escuchando su gemido una vez me deslicé hasta quedar encima de su cadera. Pronto sentí su mano reptar hacia la braga de mi conjunto, pero su atención se desvió rápidamente. Bastó con quitarme la parte de arriba y él abandonó mis labios. Lo sentía jadear en mis pechos, mientras los lamía con ansia y me arañaba la cintura por la excitación acumulada.
Mis sentidos se nublaban por momentos debido a las mimosas chupadas que Jungkook propiciaba en mis senos. Por eso lo detuve, alzando su barbilla y observando la hermosa vista de sus pómulos sonrojados, acalorado, y con sus comisuras brillantes y abiertas. Me pegué a su torso, cosa que lo hizo temblar y buscar mi boca al instante. Me mordió, me succionó, y todo fue en aumento sin siquiera percatarme.
—¿Tienes calor? —le pregunté, nerviosa a la par que excitada. Jungkook asintió, perdido en mi cuello. Enterré los dedos en su cabello, al límite por culpa de sus mordiscos—. Yo también ...
Recopilando unas fuerzas inexistentes, lo alejé y me puse en pie a pesar de lo gelatinosas que eran mis piernas en esos momentos. Él me miraba, respirando a trompicones y con una erección de carrera.
Deseaba que me tocara y que me hiciera el amor toda la maldita noche, pero lo que tenía que contarle no podía esperar mucho más. No me retrasé y fui directa a la piscina, sentándome en el filo para luego zambullirme en ella. Quería claridad para explicarle, y con el calentón que llevaba era casi imposible.
Segundos después, salí a la superficie. Me eché el pelo hacia atrás, incómoda por notar lo mojada que estaba. En todos los sentidos de la palabra.
Vi a Jungkook todavía sentado, con los orbes puestos en mí. Yo nunca huía de un encuentro sexual con él. Solo sucedió en una ocasión, años atrás.
No pretendía asustarlo y su gesto me decía que ya notaba algo, por lo que no lo hice esperar y me desnudé por completo. Al sacar yo las braguas rojas a la superficie y tirarlas hacia los escalones, decidió dejar de imaginar qué me pasaba e imitó mis acciones una tras otra. Antes de acompañarme al agua, se sacó el bañador y toda su prominente hombría quedó a la vista, humedeciéndome todavía más.
Buceó en silencio bajo el agua, con la camiseta todavía encima, obligándome a retroceder hasta lo más hondo de la piscina y tocar uno de los bordes, el que quedaba junto a la escalera de metal.
Llegó hasta mí con vigor, más amenazante que de costumbre. Imponente, se pasó los dedos por el cabello para apartarlo de su frente. Jungkook estaba serio. Llegó a mí, preguntándome con la mirada y me empotró contra la pared sumergida.
Yo no sabía cómo hablarle, pero él se encargó de facilitarme la tarea y pasó a arrancarme las palabras a base de besos.
Ambos estábamos empapados, calientes y temerosos. Podía sentir su miembro apuntando hacia mi vientre mientras me mordía los labios, insistente y desesperado por conocer el motivo de mi silencio.
—Noona, ¿qué es? —dijo, ablandándome el corazón—. Sabes que lo entenderé ... Vamos, dime ...
Esa era nuestra manera habitual de solucionar los problemas. Lo hacíamos hasta que apenas teníamos consciencia de lo que había ocurrido ni de cuántas veces nos habíamos corrido. Era lo mejor para dejar los miedos a un lado y Jungkook lo sabía. Por eso me separó con suavidad las piernas y acarició mis pliegues, abriendo mi entrada con los dedos y llevando hacia ella su hombría. Podía sentirla abrasándome la entrepierna, ofreciéndome la droga del sexo en estado puro, pero no lo dejé seguir.
A medias, puse la mano en su antebrazo, y paró.
Con el rostro gacho, tragué saliva.
—¿Desde cuándo no tenemos sexo?
Mi pregunta lo desconcertó. Poco a poco, sacó su miembro de mi contraída vagina. Tras un suspiro, fui capaz de mirarlo a los ojos y esperar su respuesta.
—Desde el martes pasado —sus cejas se mantenían fruncidas—. Hace una semana y media. ¿Qué buscas con eso, Yeonnie? —apreté los labios, tentada a causa del dulce apodo. Me acarició el pómulo, confundido—. ¿Quieres que sea suave? ¿Es eso? Yo ... Háblame, noona. Quiero entender por qué estás ...
—No tomo la píldora desde entonces —dije deprisa, asustada de mis propias intenciones.
Jungkook tardó unos segundos en entender. Se apartó un poco más, ablandando el gesto.
—Iré por un preservativo si es lo que te preocupa.
Iba a girarse, en dirección a la salida, sin embargo, mis dedos tomaron su mano con avidez, negándome a que se marchara sin escuchar lo que tanto me había costado aceptar.
—No quiero preservativo, Jungkook —negué, nerviosa.
—Pero entones ... ¿No quieres protección? —volví a menear la cabeza—. ¿Por qué ...?
—Quiero un bebé.
El silencio que secundó mi afirmación fue aterrador para mis pobres suposiciones. Había temido tanto aquello y ahora ... Ahora lo deseaba. Puede que hubiera sido una cruz años atrás y que llegase a odiar la sola idea de tener a una criatura en mi vientre, luchando por vivir cuando ni yo misma podía sostenerme, pero las cosas ... Las cosas habían cambiado mucho desde esos días. Ahora tenía a Jungkook siempre, para lo bueno y para lo malo.
Él me ayudó a pasar el duelo cuando todo ocurrió, me consoló y me quiso. Tenía miedo de que eso cambiara ahora que yo empezaba a soñar con tener a un pequeño correteando por el patio, llenando la casa de risas y trastadas.
¿Qué pasaba si él decidía que no quería un hijo? ¿Y si no me podía apoyar por lo que pasó?
—Noona ... —me rogó, alzando el brazo cuando sollocé.
No le dejé tocarme. Aparté su mano tan rápido como pude y yo misma limpié las lágrimas que caían y se camuflaban con las gotas de agua.
No quería esa vulnerabilidad. No quería volver a sentir indecisión, pero era un tema tan delicado que las fuerzas me abandonaron y tuve que apoyarme en el bordillo de la piscina.
Por vergüenza, decidí girarme y darle la espalda. Hacía siglos que no me veía llorar y hacerlo me recordaba momentos que debían seguir enterrados en lo más recóndito de mi vida.
Sus brazos se deslizaron por mi estómago, abrazándome a pesar del llanto en el que había estallado. Tapé mis ojos y su voz cerca de mi oído logró que retuviera el siguiente sollozo.
—No llores, Yeong-ah ... —agarré sus manos, rememorando el sufrimiento que me llenó en ese tiempo, y le permití acariciarme el vientre—. Estoy contigo.
—Llevo desde entonces ... Tomando esa pastilla —me acomodó en su pecho, besando mi cabello—. Ni un solo día ... He dejado de tomarla. Era una costumbre, Jungkook ...
—¿Por qué no me lo dijiste? —dijo en voz baja—. ¿Desde cuándo pensabas en ...?
—N-No lo sé —miré al cielo, recopilando algo de valor—. Solo ... Empecé a hacerlo. Casi todos los días. Cómo ... Cómo se sentiría tener a un niño dentro. Un niño tuyo ... Nuestro y ... —rompí otra vez en lágrimas, deshecha por el maldito recuerdo que me perseguiría siempre.
—Mierda, noona ... Dijimos que nada de secretos, ¿recuerdas? Un bebé ... Un bebé es ...
—Es algo por lo que no estás dispuesto a pasar —lo empujé levemente, intentando irme—. No he olvidado lo que dijiste, Jungkook.
Iba a escapar de allí, a culparme, pero me atrajo de nuevo, apoyándome contra la pared sumergida y reteniéndome a pesar de lo que acababa de decir; rescatando el pasado que tanto daño nos había hecho.
Me obligó a alzar la mirada al coger mis mofletes, enfrentando sus turbadas pupilas y viendo en ellas las escenas de aquel fatídico día.
—Lo dije. Es verdad —reconoció, recto—. Hace siete años, Yeong. Cuando tú no eras mía y yo sólo era un crío que apenas conocía lo que significaba amar a alguien. Puedes juzgar a ese Jungkook ... El que estuvo a punto de perderte para siempre —sorbí mi nariz, atenta a sus palabras—. O hablar con el Jungkook de ahora. Noona ... Prometimos no temer al otro nunca. Me haces daño si crees que te rechazaría por pensar en tener un niño. Yo ... Yo te quiero.
—Por eso no quieres un hijo. Porque ... Porque prefieres tenerme a mí y ... —dije a golpes.
Su boca me calló, devorando los lamentos y tragando con mis miedos para que no pesasen tanto en mi pecho.
Pasé las manos por su espalda, angustiada y liberada por haberlo dicho de una vez.
Había razones de peso para que él se negara a que yo quedara embarazada. Razones que yo había tenido en cuenta todos esos años, pero las personas cambian, y yo ya no era la misma chica de veinte años que se dejaba manipular como una marioneta, aterrada de algo tan simple como respirar.
Si me pedía que no lo hiciera, que no pensara en ello, lo haría. Porque era débil. Jungkook sabía de mis puntos débiles, y uno de ellos era el amor que le profesaba. Si él me suplicaba que no pusiera en riesgo mi existencia por el deseo de tener un niño propio, yo accedería y todo seguiría como siempre.
Lo amaba demasiado. Puede que ese fuese mi problema. Amar por encima de todo.
Nos quedamos sin aire y él apartó sus labios, dejándome sollozar de nuevo.
—No ... No es así. Puede que no quiera que te pase nada, pero ... Eso no significa que vaya a negarte algo como tener un hijo —lo miré—. ¿Crees que no me he fijado en cómo miras a los niños del parque? O a la niña de nuestra vecina. Cómo la tratas y cómo sonríes cuando te da los buenos días ... Me he dado cuenta de eso, noona. Sé que te haría feliz llenar la casa de pequeños bebés.
No podía entender cómo había visto eso si yo hacía apenas una semana había comprendido que quería formar una familia. ¿Era evidente para todos menos para mí acaso?
—Pero ... Pero ya oíste al médico aquella vez —dije mientras secaba mis mejillas—. Dijo que si me quedaba en cinta tenía peligro de no pasar de los primeros meses. De ... De perder al niño —me besó, intentando así que no dijera aquello. Lo observé, asustada—. Otra vez ...
—Lo sé. Sé lo que dijo —dejó caer los párpados, negándose a seguir escuchando.
—Y que yo también tenía riesgo de no poder soportarlo. Podría morir si decidimos hacerlo —era doloroso, pero la realidad ya me había golpeado tantas veces que no suponía lo mismo que en aquella época.
—Pero tú quieres, ¿no es así? —mis hombros cayeron, cediendo ante mis propios deseos—. No me mientas, noona. Sé que deseas ver a un niño correteando por casa. Aunque el embarazo sea peligroso y te pongas en peligro.
Succioné mi labio, asintiendo. Los últimos días no había dejado de darle vueltas. ¿Y si lo conseguíamos y había complicaciones? ¿Qué pasaba si perdía a otro hijo más? Sería mucho más doloroso, más traumático. Pero ese instinto de madre me podía, gritando por darle una oportunidad y probar.
—Podemos ... Podemos adoptar —di la opción.
—No es lo que quieres. Quieres llevarlo aquí —depositó su palma en mi barriga, acariciándola—. Que sea tuyo. Tu hijo. Darle una vida mejor que la que tú tuviste desde el principio, llevándolo en tu vientre y cuidándolo. Naciste para ser madre, Yeong ... No me lo niegues.
¿Por tenía que conocerme tan bien? Al fin y al cabo, Jungkook era el único que conocía hasta el último entresijo de mis desgracias. Solo él sabía lo que deseaba antes de que yo misma lo supiera.
—No lo haré si tú crees que es lo mejor. Si ... Si me pides que ... —intenté explicarle, pero me impidió decir más.
—Yo no soy así, noona. Aunque una pequeña parte de mí piense que podría perderte ... Si te hace feliz, vamos a intentarlo —una diminuta sonrisa acompañó la confesión, asombrándome.
—Jungkook ... Es algo que nos compete a ambos. Si no quieres un niño, yo ...
—Quiero —dijo, convencido—. Quiero un niño. Una niña. Gemelos. Montar toda una guardería —se echó a reír—. Quiero tener hijos contigo porque eres la mujer de mi vida y daría lo que fuera por ello. Si estás dispuesta a correr los riesgos ... Yo también lo estoy.
Con los ojos empañados, me aferré a su cuello y lo besé. Jungkook me correspondió, abrazándome al notar que había empezado a llorar de felicidad.
No había rechazo. Aunque pudiera ser un embarazo de riesgo, realmente quería eso. Y él me lo daría.
En su momento, me ayudó a salir del mismísimo infierno, a huir de los demonios que me habían perseguido siempre. Me salvó. Me dio el aliento para continuar. Fue mi soporte cuando pensé que la vida me consumiría, que me ahogaría en la maldad de ese hombre. Me apoyó entonces y, en el fondo de mi ser, sabía que también lo haría en esto.
—¿Tienes que ir mañana al bufete? —le pregunté al rato, acariciando su nuca.
—No. Oficialmente, mi mes de vacaciones empieza mañana —rozó su nariz con la mía.
—De acuerdo. Yo avisaré para coger las mías. Podemos ... Podemos ir a ver a mi ginecólogo mañana. Puede que ahora sea distinto y no haya tanto peligro de que ...
—Iremos a todos los médicos que hagan falta, noona —me sonrió, contento—. Y tendremos todos los niños que quieras.
Conmovida por su interés y por la ilusión que denotaban sus palabras, dejé que me besara repetidas veces, apoyándome en la escalera y envolviendo mis piernas a su cintura.
—¿Cuántos quieres tú? —le pregunté, curiosa.
Nunca habíamos entrado en ese tema, pero quería que me dijera.
—Veamos ... —su talante cambió a uno más oscuro, más intenso. Yo comprendí sus intenciones inmediatas y esbocé una amplia sonrisa mientras me colocaba contra la pared para tener una cómoda posición—. Una niña, tan linda e inteligente como su maravillosa madre estaría bien, ¿cierto? Aunque ... También me gustaría tener un niño.
—Un niño tan bueno y cariñoso como su padre, ¿verdad?
—¿Qué tal cuatro? —estallé en carcajadas por su sugerencia tan precipitada—. Dos niñas y dos niños, para que nunca estén solos.
—Bien. Creo que deberíamos empezar por uno primero —dije, notando cómo acariciaba mi trasero.
Presionó su pelvis contra mi entrepierna, dejándome acorralada entre la escalera y la esquina. Sus labios recorrieron los míos, lamiendo y chupando en un acto de evidente deseo que se propagó por mis venas como la pólvora.
—¿Podemos comenzar ya, noona? —su tono era ronco, entreabriendo mis piernas con tacto—. Tener un niño requiere de mucho esfuerzo y de muchos intentos. Podemos pasar la noche intentándolo. Es temprano todavía ...
Su índice hizo presión en mi clítoris, haciéndome jadear y enviar por todo mi cuerpo ese deseo primitivo. Había algo en su roce que me invitaba a perder el control, y era más fácil si continuaba masturbándome.
—Jungkook-ah ...
Y antes de que pudiera decir nada más, él ya se había hundido en mí, ampliando su sonrisa por la presión que se sintió al estar bajo el agua y sacando un mayor gruñido de mis labios. Los besó, tratando de silenciarme, pero sus embestidas comenzaron siendo tan fuertes que ni siquiera su boca logró esconder mis gemidos al vecindario entero.
Mis dedos se aferraron a la escalera de metal que quedaba a la derecha, tomándola de apoyo para aquella improvisada reconciliación. No tardó en empezar a crujir, chirriando con sus movimientos de cadera. Cada vez que golpeaba a mi centro, yo apretaba la mandíbula, intentando no gritar como una desesperada.
—Noona ... —jadeó, hundiendo los dedos en mi cintura para tener una mejor inclinación—. No te contengas ... Después de una semana sin sexo ... Seguro que quieres ... Vamos ...
—Pero ...
El agua me salpicaba, mis pechos se mecían bajo el agua cristalina, y él continuaba clavándose en mí. Los gritos comenzaron a desprenderse de mi garganta, uniéndose al constante sonido del metal, rugiendo por las sacudidas de mi mano con cada estocada. Jungkook no se contuvo entonces y yo tampoco, pues no recordaba haber sentido tal necesidad por él desde hacía mucho.
Me sujeté a los escalones y conseguí colocarme entre ellos, apoyándome así para que pudiera sostenerse también de los barrotes y entrar en mí con una mayor facilidad. Su bombeo se volvió más animal, dejándome apenas sin sujeción. Me llenaba, me complementaba, y sentirlo tan hondo, tan mío, solo me hacía confirmar lo que ya sabía; si iba a formar una familia con alguien, sería con él.
Me hizo el amor con una salvaje insistencia que terminó en el orgasmo más intenso de los últimos meses. Toda su semilla se desparramó en mí, sintiéndose diferente a otras veces anteriores.
La calidez me invadió desde abajo, permitiéndome respirar y quedar sentada en esos escalones.
Jungkook gruñó, tomando mi pierna. Él, tras un rezagado pero certero golpe en mi útero, dejó ir un agudo quejido, a la par que escondía el rostro en mi hombro, escaso de aire pero satisfecho con ese orgasmo que nos alimentaba a ambos mientras el agua de la piscina se apaciguaba. Yo fui apartándome de la escalera, segura de que algunos tornillos se habrían soltado después de tal vaivén. Con una sonrisa, acaricié sus omoplatos, descendiendo por la columna y dejando que mis paredes envolvieran su miembro, evidenciando lo mucho que lo habían añorado.
Ya no había ningún método anticonceptivo de por medio. Jungkook se derramó en mí con la principal y única intención de que yo quedara embarazada, y la sensación de seguridad que aquello me proporcionó bastó para que no temiera las complicaciones que pudieran presentarse a partir de esa noche. Si debía ser difícil, que lo fuera. No tenía que perder nada, porque si él estaba allí, ya lo tenía todo.
Dio dulces besos en mi yugular, sin moverse un solo centímetro. Permaneció quieto, exhausto y maravillado por lo desalmado del acto.
—Te has cerrado más de lo que pensé en una semana, noona ... —admitió—. Más estrecha de lo que recordaba ... Y me encanta.
—Tú sigues igual —recibí su beso, ayudándonos para que dejara de llenarme con su gruesa virilidad—. Igual de impaciente que siempre.
Se apartó, palpando mis piernas abiertas y acomodándolas para que no me molestara. Yo, sin palabras, lo atraje y me perdí en su boca, jalando de su cabello una vez lo tuve tan cerca que podía escuchar su corazón saltar de alegría.
Lo dejé descansar por unos minutos, solo besándolo y llenándolo de caricias. Esos ratos me daban la vida, pero aquella noche mi euforia era desmedida, sin control alguno.
Salimos de la piscina y terminamos tirados sobre una de las tumbonas. Nada había cambiado desde que nos conocimos: seguíamos queriéndonos con una necesidad alarmante, atrayéndonos como imanes.
Mientras mis labios espolvoreaban besos sobre su pecho desnudo y húmedo, Jungkook enumeraba todos los nombres que le parecían bonitos para nuestros futuros niños.
Estaba demasiado exaltada y emocionada, y Jungkook se encargó de inflar aún más mis ilusiones con tan solo una frase.
—Yeong-ah ... Cásate conmigo.
—¿Qué? —fue un murmullo.
—Lo que has oído —mis ojos empezaron a humedecerse con la proposición. Sus adorables dientes salieron a la luz al sonreír—. Llevaba pensándolo un tiempo, pero no me atrevía a decírtelo porque estábamos bien así. Lo estamos, y aún así ... Quiero que seas mi esposa. Que haya un documento que ponga por escrito que eres mía y que yo sólo te voy a pertenecer a ti —se relamió los labios, con sus ojitos titilando de puros nervios—. Pensé que una petición de matrimonio debía tener algo más romántico ... Como un anillo o una cita, pero ahora entiendo que no es necesario. Yeong ... —su mano acarició mi mejilla—. ¿Quieres casarte conmigo?
—¿Y ser tu mujer? —le pregunté, reteniendo las lágrimas a duras penas.
—Ya lo eres, noona —sonrió con ternura—. Siempre lo has sido.
Me besó al instante, apoyándome de nuevo en la hamaca. Mis sollozos se hicieron audibles y él corrió a tomarme de la mano en señal de unión. Ya vivíamos como marido y mujer, desde hacía años, pero entendía sus deseos por hacerlo oficial ante un notario. Para que así todos supieran que éramos del otro y quedase esa muestra para siempre.
Aquella noche iba a marcar un antes y un después en lo que siempre tuvimos. Niños, matrimonio, ... Demasiadas novedades, pero todas y cada una de ellas me hacían querer saltar por todas partes porque la adrenalina que me recorría era impresionante. Un punto y aparte en nuestra vida.
—Claro que quiero —asentí repetidas veces, casi sin abandonar su dulce boca—. Quiero casarme contigo.
Me sostuvo del rostro, profundizando el beso debido a la alegría y arrancándome risas. Lo notaba tan emocionado, tan feliz que deseaba que su estado de embriaguez por las nuevas noticias no terminara nunca.
Poco a poco, la euforia fue tornándose en la más esencial de las lujurias, augurando uno de los muchos encuentros que se sucederían esa noche.
Jungkook se entretenía tironeando de la camiseta que me había colocado, mas sus roces se convirtieron en suaves masajes a la parte baja de mi columna, y tan pronto como pudo, empezó a masturbarme por mi otra entrada.
No pude continuar el ritmo de sus besos y acabé apoyándome en su hombro mientras él disfrutaba de su propio juego. Sentía su par de dedos rasgarme sin piedad mientras mis gemidos eran lo único que se escuchaba. Demasiado intenso, pero yo solo le supliqué por más, consciente de lo duro que se encontraba y de que así la locura atacaría su sistema.
—Vamos ... —jadeé, próxima a su oído—. Pídemelo ...
Besé su boca entreabierta, rememorando los tiempos en los que su timidez le impedía pedirme más allá de unos pocos mimos por miedo a incomodarme.
No correspondió a mi beso, sino que se acomodó sobre la tumbona, receptivo al repentino toque de mi mano en su miembro. Lo acaricié, esperando que me dijera lo que quería, pero cuando echó la cabeza hacia atrás y sacó sus dedos de mi interior, supe que estaba en mis manos por completo.
Lentamente y sin dejar de besar sus labios, abandoné mi tarea. Puse mis piernas a cada lado de su atlético cuerpo, hirviendo de placer por tenerlo donde quería, y fui deslizándome hasta que su punta tocó mi centro.
—N-Noona ... —trató de sostenerme, sufriendo por el infinito ardor que le provocaba aquel dulce castigo.
—No, no así ... —retiré sus muñecas de mis caderas, alejando sus brazos para que no pudiera tocarme con la libertad habitual—. Hazme feliz, Jungkook ... —succioné su labio inferior, atrasando el momento en que él pudiera liberarse.
—Móntame, noona.
Gimió, dejando de oponer resistencia.
Aquella era la versatilidad que existía en nuestra relación, la que tanto me gustaba y explotaba en ocasiones como esa. Jungkook podía pasar de ser un chico seguro y dominante a todo lo contrario. Siempre lo complacía, nunca anteponía mis deseos a los suyos porque era los mismos, y por ello la adrenalina estalló en mi estómago bajo, llevándome a tomar asiento sobre su erección. Fui guiándolo con cuidado, con tranquilidad para que sus peticiones continuasen.
—Noona ... Por favor —sus mejillas sonrojadas, mostrándolo vulnerable y tierno—. Sigue ... Sigue ...
—¿Más, Jungkookie? —asintió, cerrando los ojos y murmurando un pequeño 'sí'.
Introduje gran parte en mi sexo, haciéndole ahogar un grito repleto de ansiedad. Acaricié su pómulo, sonriendo antes de autopenetrarme totalmente y recibir un gemido roto por su parte.
Lo besé, ahogada en la magnífica sensación que me otorgaba estar sobre él. Sus pupilas, dilatadas, y sus músculos, contraídos, me invitaban a seguir.
Con el primer movimiento hacia adelante, Jungkook exhaló. Sus manos acabaron en una infantil lucha por sacar mi camiseta y, cuando lo logró, yo no le di siquiera tiempo a respirar y comencé a moverme con más rapidez.
Permanecí así unos minutos, friccionando mi cuerpo contra el suyo mientras Jungkook se dedicaba simplemente a complacerme con besos ansiosos. Cuando cambiaba la velocidad o decidía saltar con mayor contundencia, él clavaba sus uñas en mis costados, canalizando la imposibilidad de tomar las riendas al apoderarse de mi boca y morder mis comisuras.
Entre dulces gemidos que se le escapaban, yo decidí parar, pues podía sentir el grosor de su miembro creciendo con cada bombeo, más y más cerca del orgasmo que quería retrasar.
Jungkook pellizcó mi labio al sentirme hacerlo, y yo me aparté para poder descansar y vaciar mi lubricada entrada. Me senté en sus rodillas, recobrando el aliento y entonces se incorporó, suplicante.
—No pares, Yeong-ssi —los dos sabíamos que estaba a punto de llegar al clímax—. Estoy muy cerca ... Mierda ... —me tomó de la cintura, intentando acercarme para que acabase con lo que había empezado, pero yo acaricié su pecho desnudo y sudado, negándoselo—. Noona ... Noona, te lo suplico ... —dijo de forma atropellada—. Continúa ... Por favor.
Meneé la cabeza, sin poder hablar por lo fuerte que me había movido, y tiré de su mano para levantarlo. Bajé de la tumbona y logré que me siguiera. Para que no perdiera la excitación, coloqué mi mano en su tronco, manteniéndolo a punto y fui besando sus carnosos labios con calma.
—Relájate —le dije, acariciando sus incendiadas mejillas.
—Te deseo tanto, noona ... —me acercó, obligándome a notar la fuerte presión de su miembro en mi vientre—. Quiero hacerte el amor todo el tiempo ...
—Y de todas las formas, ¿verdad, Jungkook? —murmuré antes de sentarme de nuevo en la tumbona, esta vez sin él.
Kook no tardó en comprender, y debido a la urgente necesidad de hundirse en mí de nuevo, se arrodilló al filo de la hamaca, observando cómo me sentaba y jadeando con la sola idea de hacer lo que le estaba proponiendo.
Tomó mi nuca, fundiendo su lengua y la mía en una sola, intercambiando los roles que hacía un momento compartíamos, y cogiendo con posesión mis caderas.
—Vas a despertar a todo el vecindario, noona —sonrió, lamiendo mis labios sin medida.
—Nunca me ha importado hacerlo ... —gemí con el mordisco que dio a mi cuello.
—Está bien —dijo, sus ojos tornándose oscuros y exigentes—. Si mañana no eres capaz de caminar, te llevaré en brazos, Yeonnie —mi risa chocó contra sus labios.
—De acuerdo ...—asentí, conforme con ello.
—Date la vuelta, noona —demandó, sacando su lado más oscuro. Hice lo que me ordenó, tomando los lados de la tumbona una vez quedé en cuatro y lo noté arrodillarse tras de mí. Besó mi espalda baja, erizándome el vello de todo el cuerpo—. Va a ser una noche muy larga, ¿no crees?
Y se adentró en mí, ansioso. Quise acomodarme mejor, pero él me lo prohibió.
Cogió mis hombros, haciendo que quedase de rodillas mientras se divertía penetrándome seguidamente. Me excité tan pronto como su mano llegó a mi sexo, jugando con mi entrada más lubricada aunque sin dejar de bombear desde mi trasero.
Tiré de su cabello, exigiéndole que se acercara, y con el rostro girado, él me besó, embadurnando mis labios con excesos de saliva.
Esas punzadas me arrancaban la vida. Necesitaba más. Necesitaba que esa noche él dejase de ser mi chico inocente y me marcara sin parar.
—Jungkook ... No ...
Dejé la cabeza descansar en su hombro y sus caderas chocaron contra las mías, ejerciendo fuerza y descargando toda la necesidad que había retenido esos días sin poder hacerme suya.
Lo noté sonreír en mi cuello y morderlo, guiando mis movimientos.
—Has sido una chica mala, ¿verdad, Yeonnie?
Oh, Dios ...
Mordió mi labio inferior, haciéndome sonreír como una morbosa de primera.
—La peor de todas ...
—Entonces ... Tendré que castigarte, noona —sonrió.
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