Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

Asahi

No sé qué me poseyó para decirle una cosa así a Nomi. Pero me alegro haberlo hecho. Verla tan bonita incluso con varias capas de ropa por el frío en un día importante para mí revolucionó todo mi interior y dejó que fluyera una nueva emoción.

Pensar en ello no me distrae mientras me quito la indumentaria de mangas largas y quedo con el uniforme para jugar. De pie a mi lado, veo a Hotaro saludar con su brazo en alto hacia nuestra tribuna y me enciendo al comprobar que Nomi está allí arriba aplaudiendo para animarnos. Contemplarla con sus ojos en mí es como recibir una inyección de adrenalina. Me pregunto si así se siente Hotaro cada vez que China lo alienta.

Todos tomamos nuestras posiciones en la cancha para empezar con el calentamiento con pelota y me centro en ello. Los gritos que habitualmente suenan para nosotros siempre fueron ruido para mí. Sin embargo, hoy se siente diferente.

Ella lo hace diferente.


—¡Felicitaciones! Arrasaron con el otro equipo.

Mi hermano viene corriendo hacia mí, seguido de China que se cuelga a Hotaro; y Nomi, que llega rezagada. Después de haber saludado a los rivales y al público, nuestro capitán nos liberó para que nos pudiéramos marchar cada uno por su lado.

—Mako, exageras con el resultado. El equipo rival era muy bueno —respondo, recibiendo su abrazo.

Sin embargo... fue uno de los mejores partidos de mi vida. Fue como entrar en trance, a una zona mental y física donde todo se conectaba tal cual lo deseaba.

—Ahora que empezaré yo también en el club de mi escuela, espero ser como tú. O como Hotaro.

—Sigue mis pasos, pequeño, y brillarás como yo en la cancha —pronuncia mi amigo, hinchando su engreído pecho.

—No le hagas caso. Puedes ser incluso mejor, Mako. Mientras seas tú mismo. Y de practicar mucho, mucho.

Lo despeino con mi mano en la cima de su cabeza y él ríe, sujetándose de mi antebrazo con sus dos manos en un intento por librarse de mí.

Me fijo en Nomi y ella esboza una sonrisa al vernos. Creo que es una de las cosas que me gusta de ella, que entiende el amor, el lazo que existe entre los hermanos.

—Felicitaciones —susurra con ternura—. Nunca había visto un partido de voleibol, y me ha atrapado. Eres muy bueno.

—Gracias. Puedes venir a vernos siempre que quieras.

—¿Para esto... fue que preguntaste qué planes tenía este fin de semana?

Asiento con la cabeza, notando de reojo que China, Hota y Mako emprendieron el camino de salida, y los seguimos.

Nomi y yo caminamos por detrás de los demás. La vez que almorzamos juntos en la banca noté que le costaba igualarme el paso, por lo que ahora trato de ir más lento, buscando su ritmo.

—Perdóname por haberme negado.

—No hace falta. Me alegro de que hayas podido venir. Me gustó verte animándonos.

—Vine porque China me pidió que la acompañara y no podía negarme. Es por... nuestra amistad. —Deberé recordar elevarle un altar a Chii—. Me dijo que jugaba su novio, pero no sabía que era Hotaro. Tampoco sabía que tú jugabas al voleibol.

—¿No te lo había dicho?

—No. Solo mencionaste que pertenecías a un club, pero no creí que fuera este.

—¿Por qué?

Se encoje de hombros sin mirarme, y yo absorbo ese rubor que casi parece permanente cada vez que estamos juntos. ¿Será...? No quiero hacerme ideas. Es evidente que su timidez es con todos.

—Imagino que debe tenerte muy ocupado —prosigue en voz titubeante—. Quiero decir, seguro que entrenan mucho y no tienes tiempo libre. Y yo te quito el poco que te queda.

—No digas eso, Nomi. Sí. Entrenamos mucho, pero no ocupa el cien por ciento de mi día. Además... poder pasar momentos contigo me gusta... ¡Digo! Para ayudarte a estudiar, y también me sirve a mí.

Me palmeo la frente por mi torpeza.

—Yo... No creo que pueda seguir abusando de eso. —Se detiene en seco y regreso los dos pasos adicionales que di, expectante ante sus palabras—. Es que... ya no tendré la posibilidad de quedarme después de clases en la universidad. Debo estar en casa para cuidar de mis hermanos.

Mantiene la cabeza inclinada, pero su boca, su linda boca, tiembla en un puchero. Eso me provoca un nudo en mi garganta.

Todo me da vueltas y me veo cayendo por un despeñadero. Me embarga una desolación, un vacío que no puedo aceptar.

—Pero... Nomi... ¿Qué harás con los exámenes? Yo... yo... —Quiero seguir contigo...—. Puedo acomodar mis horarios. Ir incluso hasta tu casa. No me queda lejos. No te des por vencida Nomi.

Insisto casi sin ocultar mi desesperación. Me siento un idiota por no decirle directamente lo que me provoca. No quiero ahuyentarla. Alejarla de mí como lo hizo hace unos días. No. Se me ha revelado lo que deseo —estar con ella—, pero comprendo que Nomi, la joven delante mío, es como un animal temeroso al que debo acercarme con mucho cuidado para hacer que confíe en mí.

Y cuando lo logre, le confesaré lo que provoca en todo mi ser.

—¿E-en serio lo harías? Yo... había pensado en pedírtelo... —indica, evidentemente avergonzada—, pero entendí que sería una molestia e interrumpiría tus entrenamientos.

—Tú déjalo en mis manos. Si me lo permites, quiero continuar asistiéndote en todo.

—¿Lo harías?

—Ya te lo dije una vez, Nomi —digo recuperando mi seguridad. Me atrevo a acercarme a ella y admirar sus ojos resplandecientes, anclados en los míos. Espero que vea en ellos mi determinación—. Haré todo lo que necesites. Quiero que siempre puedas contar conmigo.

Parpadea, de esa manera en la que sus pestañas se agitan como alas de mariposa y su boca queda entreabierta.

Si antes tenía las mejillas sonrosadas, ahora estalla por toda su cara.

Creo que el rosado intenso se acaba de volver mi color favorito.

—¿Po-por qué? ¿Por qué me ayudas tanto?

Por ti, Nomi.

No respondo en voz alta. No puedo hacerlo. Nos quedamos mirándonos sin decir una palabra. Pero de alguna manera, siento que se lo estoy revelando.

Makoto regresa a nosotros al haberse dado cuenta de que los habíamos abandonado y me salva de tener que inventar una respuesta que obviamente, sigue aguardando.

—¿Qué hacen? Los estamos esperando.

—Disculpa, Mako. Ya los seguimos.

Mako sale corriendo, como niño que es y yo, inconscientemente —o no tanto—, capturo la mano de Nomi y la llevo conmigo. No se queja. No me rechaza y yo sonrío por dentro. Me arde el punto donde nos conectamos. Un calor que sube por todo mi brazo y envuelve mi corazón. No la había tocado antes y se siente increíble.

Se siente... destinado.

 *

Nuestro nuevo arreglo me tiene de pie en la puerta de la casa de la chica que me gusta veinte minutos antes de la hora prevista con una caja de una pastelería. Repaso la madera después de haber tocado el timbre, recordando que hace cerca de un mes, estuve aquí mismo, con Makoto, acompañándolo en su disculpa.

Todo cambió por una pelea. Una reconciliación.

Sonrío al pensar en eso.

Si a Chii le tengo que crear un altar, a Makoto le debo un templo.

Con la espera, me distraigo paseando mi vista y veo a mi derecha un acceso lateral al jardín desde donde se escuchan golpeteos de pelota. Regreso mi atención a la entrada cuando se abre la puerta y frunzo mi ceño al no encontrar el rostro de Nomi. De hecho, no hay nada. Necesito bajar mucho más mis ojos para descubrir quién me abrió.

Es un niño, que no es Raito. Este parece de unos siete años.

En serio, ¿cuántos hermanos son?

Esta versión más corta de los Sakuragi me observa con los ojos grandes llenos de curiosidad.

—Hola. Soy Asahi Kiyotake. Vengo a ver a Nomi.

—¡Hola! Yo soy Aiko Sakuragi —saluda con una sonrisa—. ¿Eso es pastel?

Sus ojitos se abren con golosa admiración.

—¿Eh? Sí.

Lo entrego —o más bien me lo arrebata—, todavía volando en la confusión.

—¡Gracias! Pasa, pasa.

Corre hacia el interior y regresa con las manos vacías.

Mientras, yo obedezco y me saco el calzado, que dejo acomodado. Mis tenis quedan enormes a comparación de los tres pares que hay y eso me causa gracia. Parece que Aiko también lo nota, porque suelta una larga exclamación.

—¡Qué grandes son tus zapatillas! —ríe y disfruto de su carcajada.

—Soy un chico alto.

—Muuuuuuuuy alto. Más alto que Shoma, el amigo de mi hermano Jun.

Usa sus dos menudas manos para tomar la mía y arrastrarme hasta adentro, guiándome a una sala amplia, que se nota limpia y ordenada. La inspecciono rápidamente y mi cabeza de arquitecto memoriza cada palmo. A un lado hay una mesa de comedor junto a la barra que separa la cocina —donde veo la caja que traje—; del otro, el kotatsu rodeado por dos sofás de tres plazas cada uno ubicados en ángulo recto, de frente al jardín cuidado, donde hay unas bicicletas apostadas sobre un costado, bajo techo. Es un buen espacio y tiene cierto toque, entre infantil y femenino que lo convierte en un hogar cálido.

Más allá, a través de los ventanales de vidrio veo a Raito golpeando una pelota de plástico en el verde exterior y sonrío al percatarme que son intentos de voleibol.

El aroma a incienso me llama hacia un rincón y noto el mueble ceremonial. No distingo a quién está dedicado, aunque tengo un presentimiento que me recorre la columna vertebral.

Sus padres.

Explicaría muchas cosas.

—Nomi tiene amigos altos.

¿Amigos?

Eso atrae mi atención.

—¿Tiene muchos amigos? ¿Vienen seguido?

—No. Son de Estados Unidos. Ellos son más altos que tú. ¡Así! —Salta con sus brazos hacia arriba. Claro que no llega a superarme, pero me da la pauta de que son grandes—. Los vi una vez nada más. Cuando nos ayudaron a mudarnos desde nuestra aldea.

—Vaya.

Aiko no tiene ningún problema en hablar con total fluidez. Todo lo opuesto a Nomi, que siempre parece resguardarse de decir cualquier cosa.

La puerta corrediza al exterior se abre y Raito grita desde afuera.

—¡Vamos Aiko! ¿Qué pasa? —Abre los ojos al verme parado en la sala.

—¡Ya vooooooy! Estoy con... —duda, con el entrecejo arrugado.

—¡Asahi! —grita Raito. Enseguida sonríe. Se quita los tenis casi de un tirón y se adentra hasta quedar frente a mí—. ¡Hola! ¿Viniste con Makoto?

Aiko mira a su hermano con sorpresa.

—¿Lo conoces?

—Es el hermano de Makoto. ¿Y bien? ¿Está contigo? —Busca a mi alrededor, como si lo tuviera escondido detrás de mí.

—No. Lo siento —río—. Vine para estudiar con tu hermana.

—¿Tú eres el tutor de Nomi, al que le prepara los almuerzos? ¿Eres su amigo?

Ni siquiera sé si me considera como tal, y yo quiero ser más que eso. Pero si lograra empezar por una amistad ya tendría un triunfo.

—¿Dónde está ella? —desvío.

—Ah. Está terminando de hablar con Aurora —explica Aiko—. Ven a jugar con nosotros afuera. Hasta que Nomi regrese.

Sé que debo de decir no, pero no puedo evitar reír cuando los dos niños me arrastran. Sin embargo, cuando paso frente al altar mi cuerpo se congela en el lugar, impactado por las imágenes que me regresan dos rostros. El primero, es el de una bella mujer de mediana edad, de mirada dulce y maternal con un vientre redondo y que me hace pensar que es la madre de Nomi. Pero el segundo es el que golpea mi pecho porque es un niño. Más pequeño que Aiko, sonriendo con un simpático hueco entre sus dientes.

—Son mi mamá y mis hermanitos —me explica Aiko, con la mirada entristecida.

Raito, a mi otro lado, aprieta los labios y sus ojos se licúan, aunque parece enojado. Dolido.

Comienzo a comprender la carga de la niña con mirada adulta. Triste.

Junto mis manos y saludo con solemnidad cerrando mis ojos y agachando mi cabeza, sintiendo una pesada densidad a mi alrededor. La sensación de pérdida abrumadora de una hija y una hermana. De una familia.

Y me pregunto dónde está el hombre que debería estar a su lado, haciéndose responsable.

Su padre.

El padre de todos ellos.

Los pasos en los escalones me dispersan de mi nebulosa y regreso el corto camino justo para ver las delgadas piernas de Nomi aparecer. Me vuelvo un idiota recorriendo con mis retinas su extensión. Tiene unos leggins negros y una gran sudadera que le llega por los muslos. Creo que se ve hermosa.

Ella queda estática al encontrarme aquí.

—¿Asahi? No... sabía que habías llegado. Perdón. Estaba hablando con una amiga. —Se dirige hacia sus hermanos—. Aiko, Raito, ¿hicieron sus tareas? —Asienten al mismo tiempo—. Si van a jugar afuera, abríguense bien. Y estén atentos, parece que va a llover.

—¡Hermana! ¡Asahi trajo pastel! ¿Podemos comer?

El pequeño codea a Raito, que desconocía esa información y enseguida pide con sus ojos lo mismo.

—¿Asahi trajo pastel? —Me observa agradecida—. No hacía falta. Pero gracias. Bien. Pero una porción cada uno. Y guarden para Jun y nosotros.

—Sí, hermanita —canturrea Aiko.

Raito toma el liderazgo y lleva a su hermano menor a la mesa. En cuestión de segundos, tienen vasos con leche y porciones de pasteles.

Nomi menea la cabeza con una suave sonrisa. Una distinta. La manera en la que observa a sus hermanos la hace lucir distinta. Por mi parte, me quedo prendado de su perfil, queriendo más de ella. De ver todas sus facetas.

Gira hacia mí y emerge el conocido sonrojo.

—Solo nos queda el kotatsu para acomodarnos. —Las risas jocosas de los niños invaden cada rincón y ambos miramos hacia ellos, pensando lo mismo—. Espero poder concentrarme.

—Podemos ir a tu habitación.

¡Error!

Noto mi equivocación al ver los expresivos ojos de Nomi abrirse con espanto.

¿Cómo pude proponer algo así? Creo que la costumbre de pasar tiempo con China y Hota en el apartamento de la primera me hizo decirlo sin pensar.

—Perdón. No quiero hacerte sentir incómoda. Es que, yo soy de estudiar en lugares silenciosos.

—Yo... —parece sopesar la situación—. Confío en ti. Tú me haces sentir... —su rubor sube hasta sus orejas y en contraste, su mirada y voz bajan—, segura.

Ahora soy yo el que enciende sus mejillas.

Es demasiado linda.

—Gracias por hacerlo. Digo, por confiar.

La sigo por las escaleras y luego por el pasillo con varias puertas hasta llegar a la del final. Al abrirla, el calor invade mi pecho. El espacio la representa perfectamente. Es luminoso, cálido, limpio y organizado. Con detalles que hacen parecer estar bajo un cerezo en flor y no puedo evitar sonreír. Y temblar. Comprendo de repente que estaré solo en su recámara.

Su refugio. Parte de su identidad.

Mis pupilas detallan un libro grueso sobre su escritorio cuando ella se acerca allí para tomar los textos. No logro refrenar mi impulso al reconocerlo y me ubico a su lado, tocando la dura portada.

—Yo tengo este mismo libro de arquitectura del mundo. Es genial.

—Lo mismo pienso. —Sonríe, compartiendo el tesoro conmigo y eso me hace flotar en una nube, envuelto en su aroma—. Algún día espero poder conocer algunos de ellos.

Desde esta posición, mi curiosidad me traiciona y quedo atraído por una fotografía en un rincón de la mesa de estudio. La inspecciono, extrañándome al ver que se trata de un grupo de occidentales y ella la única japonesa.

—¿Amigos tuyos?

Se detiene al percatarse lo que apunto. Primero se pone tensa, eliminando la sonrisa anterior, y me preocupo de haber sobrepasado un límite. Pero no tarda en dulcificar su mirada.

—Sí. Ella es Aurora. —Señala a la hermosa chica de cabello corto de color dorado. Sus ojos son increíbles—. Nos conocimos hace casi un año y nos hicimos amigas. Ese día era su casamiento y lucía bellísima. Con Steve. —indica al que debe ser el hombre más atractivo que he visto en alguna película americana. Me pregunto si será actor—. Ellos nos ayudaron a mudarnos aquí junto con... Chris.

Su titubeo me descoloca y la observo, notando un gran sonrojo en su rostro. No puede evitar que una tenue sonrisa se escabulla de sus labios y que borra en cuanto me ve.

No me quedan dudas de que es el mismo de la fotografía en su celular.

¿Acaso es un exnovio? Parece mucho más mayor que ella. No solo eso, en la fotografía, todos los hombres —hay un par más que no me presentó—, son impresionantes en altura y contextura física. El contraste con el menudo cuerpo de Nomi, que posa junto al que dijo que se llama Chris, es ridículamente cómico. Parece una niña de primaria.

Aiko tenía razón en afirmar que eran más altos que yo, que mido un metro ochenta y uno.

—Una celebración muy íntima.

No sé qué más decir.

—Para mí, fue perfecta. Las personas más importantes para ellos. Si yo... —La luz que creí ver aparecer en sus ojos negros se esfumó, devolviéndole la sombra que ya conozco en ella.

—Si tú... te casaras... ¿querrías algo así? —finalizo por ella, entendiendo que mi pregunta la abrumó, porque su mandíbula se tensa.

—¿Quieres té? Tengo preparado. Siéntate y lo traeré junto con pastel para que podamos empezar.

—¿Eh? Sí, claro.

Vaya finta que me hizo. ¿Por qué?

No tengo experiencias con chicas, pero por cómo actúa Chinatsu con respecto a las bodas —siempre con Hotaro como el novio, claro está—, parece ser un tema que provoca suspiros, corazones alados y muchas ideas exageradas y casi imposibles, rompiendo bastante con los parámetros de nuestras bodas tradicionales.

Desde el primer día Nomi me ha generado curiosidad porque es diferente.

Ahora resulta que lo es tanto, que hasta parece rechazar la idea del... ¿matrimonio? ¿O del amor? ¿Es por ese tal Chris?

La decepción toma mi corazón al pensar que es una escéptica del amor.

Me duele como si me hubieran quitado una oportunidad.


*

N/A:

-Kotatsu: mesa baja con cobija debajo de la cual se coloca una estufa.

-La altura promedio en Japón es de 1,58 mt para las mujeres (Nomi está un poco por debajo, con 1,50 aprox); y 1,70 mt para los hombres, lo que hace a Asahi un chico bastante alto. Algo adecuado para el vóley (aunque es bajo en comparación).

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro