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Capítulo 6

Asahi

No desprendo mis ojos de la delgada figura de Nomi. Sus piernas se mueven rápido en sus pantalones holgados y eso me tiene algo consternado.

¿Acaso escapa de mí?

—Estabas sonriendo.

—Claro que no.

—Antes, idiota. Te vi de lejos. Ahora tienes cara de que te hubieran pateado y dejado en el suelo. —Me da la espalda, observando hacia el punto ya vacío que dejó Nomi—. Es linda. Me gusta.

—Lo es.

—Y también te gusta, te faltó decir.

—Me genera interés.

—¿Interés? Bueno, eso es nuevo. ¿Qué te interesa?

—Nomi tiene algo... No sé. —Me encojo de hombros, porque tampoco estoy seguro, tratando de disimular el calor en mis mejillas—. Puede que sean sus ojos. Me recordó a Makoto de alguna manera. Esa forma de sostener mucho siendo tan chico. Nomi... creo que es una niña que luce demasiado adulta. Pero las pocas sonrisas que me cedió, fueron... No sé cómo explicarlo.

—Pero no te gusta.

Me ataca con su mirada inquisidora por encima de su hombro y sé lo que pretende.

—Sabes que no podría ser.

—Y tú sabes lo que pienso de eso. Míranos a Chinatsu y a mí. Esa chica me tiene loco hace años y por ella haría cualquier cosa. ¿No te gustaría encontrar a una chica que te haga sentir así? ¿Feliz y completo?

¿Que si me gustaría?

Por supuesto.

Miro al cielo y no puedo evitar que una sonrisa aflore. Este resultó ser un magnífico sitio para almorzar.

Con Nomi.

Es la primera vez que me pasa algo así.

Y es...

Brillante.

Luminoso.

Como los cerezos en flor.

—Esa es la mirada que quería ver en ti.

—¿Qué mirada? —esquivo haciéndome el desentendido y él ríe. Me levanto y me cargo la mochila en un hombro—. Vamos. Tengo clase.

Me gusta pensar que en un par de horas, volveré a tener a mi lado a Nomi.

Dos chicas interrumpen nuestro camino. Las reconozco. Son de tercer año, igual que nosotros. Ambas de la carrera de administración de empresas como Hota. Suelen venir a vernos jugar en los partidos y siempre son muy entusiastas.

—Hola Asahi. Hola Hotaro. —El nombre de mi amigo sonó mucho más insinuante—. Se ven bien hoy.

—Gracias chicas. Mi novia también me lo dice. Debe ser porque me siento muy bien.

Las chicas mantienen sus sonrisas, aunque les quedaron algo tiesas en sus rostros. Yo casi que río. Nunca sé si Hotaro menciona adrede a su novia, o es una necesidad de él de irradiar su devoción hacia ella. Después de todo, en los años previos a la llegada de Chinatsu, todas las chicas lo perseguían, declarándosele, y él se la pasaba rechazándolas constantemente de manera amable. Pero cuando esta inició sus estudios a principios de este año, fue como una ola de decepción que asoló a las que le coqueteaban. Aunque algunas no dejan de hacerlo. Con mayor sutileza, pero ahí está latente, esperando alguna señal de mi amigo para tomarlo.

—Qué... bueno —carraspea una de ellas—. Tienen partido en unos días, ¿verdad? 

—Así es. Aquí, nuestro armador estrella —me palmea la espalda con demasiada efusividad—, nos llevará a la victoria una vez más.

—¡Qué dices! —rebato—. Si el capitán y tú son los que anotan la mayoría de los tantos.

—No seas modesto. Lo logramos solo por ti, que eres un maestro de la táctica ofensiva. No podríamos hacerlo con cualquiera. Tanto es así, que tú serás el próximo capitán. Todos lo sabemos.

Me sonrojo, porque, para qué negarlo, soy muy bueno en mi posición. Es algo innato que despierta mi instinto al jugar al deporte que amo.

—¡Los dos son increíbles! ¡No podemos aguantar por verlos!

—¡Estaremos ahí para alentarlos!

—Las esperaremos, chicas. Ahora nos tenemos que ir. Las veo en clase.

Uso esa señal para proseguir y él me acompaña unos pasos atrasado después de despedirse de sus admiradoras.

De repente, me dieron ganas de poder escuchar la voz de Nomi animándome desde la tribuna. Me gusta tanto la idea, que no puedo evitar recrearla en mi mente y mi corazón se agita contra mis costillas.

*

Nuestro segundo encuentro en la biblioteca. Y del día. Las pocas horas desde el almuerzo se me hicieron eternas. Casi no presté atención al profesor, pero no me preocupo. Se me da muy bien estudiar y sacar excelentes calificaciones.

Gracias a ello, puedo ayudar a Nomi.

Rayos, no sé de dónde viene tanta energía. Pero estoy muy animado. Entro a la biblioteca y de inmediato me acomodo en la que he dictaminado, es nuestra mesa de trabajo. Saco los apuntes que guardé de mi primer año y que creo que le servirán a mi estudiante.

Mi. Estudiante.

Vaya, eso sonó muuuuuuy bien.

Miro mi reloj y compruebo que falta un minuto, y por impulso, volteo hacia la puerta justo cuando la retraída muchacha aparece.

—Hola, Asahi.

—Hola, Nomi. Tanto tiempo —bromeo, contento de que su saludo no suene tan estrangulado como en las ocasiones anteriores.

Ella ríe muy bajito mientras se acomoda y saca sus libros.

—Sí. Mucho. Un almuerzo atrás.

¿Me siguió la broma?

Está toda sonrosada y me parece demasiado linda.

¿Qué me está pasando? Si hace unas horas le dije a Hotaro que nada podía ser con ella. Y sin embargo, aquí estoy, como perro haciendo trucos para obtener una mínima sonrisa.

Un tonto.

Presto atención a una hoja que me entrega y que sacó de su mochila.

—Ehm... ordené una lista de mis dudas. E-en realidad, son varias. Muchas.

—Qué organizada. —Me calzo las gafas y ella se me queda mirando, con su bonita boca entreabierta—. Las uso para estudiar —explico.

Ella aparta los ojos, enrojeciendo hasta las orejas. Evito reírme y me dedico a leer lo que anotó, desviando cada tanto mis pupilas a Nomi.

—Nos llevará algo de tiempo. Pero lo lograremos. Podríamos encontrarnos dos veces por semana. ¿Te parece? Después te paso los horarios que tengo disponibles y tú me dices si te sirven.

—S-sí. Puedo organizarme. Solo tengo un día que no puedo quedarme.

—Estupendo. Por cierto —me estiro sobre la mesa y le paso lo que le traje. Lo contempla estupefacta al entender lo que tiene en sus manos—. Son todos mis apuntes. Espero que te ayuden mientras tanto. Además, te dejaré tareas para que hagas, así practicas. Siempre y cuando no estés muy ocupada con tus hermanos —apuro a decir.

Se queda callada por unos instantes que me parecen agobiantes, sujetando contra su pecho mis cuadernos. Sus labios empiezan a temblar y no sé qué hacer. Cuando sus ojos aguados me encuentran, todo mi cuerpo estalla como si millones de abejas rompieran una colmena.

—Gra-gracias. Nadie en mucho tiempo había hecho algo así por mí —susurra de forma melodiosa y yo quiero abrazarla.

¿De dónde ha salido esta chica? ¿Qué demonios le ha pasado?


Después de pedirme perdón por su reacción —algo que no merecía disculpas—, secó la furtiva lágrima y nos dedicamos a sus tareas. Yo aproveché también para hacer las mías, dejando que cada tanto mis ojos rodaran hacia mi compañera de estudio, deleitándome con las delicadas líneas de sus preciosas facciones.

Tiene ojos grandes y muy hermosos. Lamentablemente, la mayor parte del tiempo lucen apagados. Demasiado adultos en su cara de niña. Sus pestañas son largas y curvas. Parecen aletear cuando algo la sorprende. Sus cejas tienen un grosor elegante. Un ancho perfecto para esculpir las expresiones de sus miradas. Su nariz es pequeña y sus pómulos altos. Sus labios... parecen suaves y húmedos. Me quedo prendado de ellos, imaginando... Me quito las ideas que quieren asaltarme y que solo me pondrían en una posición incómoda.

Trato de concentrarme en lo mío. Y en asistirla con cada duda. En esos momentos donde me habla fijando sus iris en mí y con sus mejillas arreboladas siento los efectos embriagantes de su cercanía.

Y con cada problema resuelto, su tímida celebración me eleva a las nubes, dejándome entrever una inocencia y dulzura atrapantes.

El tiempo pasa demasiado rápido y la hora se cumple.

Hoy, a diferencia de la vez anterior, bajamos juntos hasta la salida, donde deberemos separarnos. Nunca me costó tanto ir a entrenar. Me abordan una ganas enormes de quedarme con ella, de seguirla adonde fuere.

—Lamento no poder acompañarte hasta tu casa, pero debo ir al club.

—No, por favor. No esperaba que me acompañaras. Ya es demasiada molestia ocupar parte de tu tiempo en mis tutorías.

—No es ninguna molestia, Nomi. Ya te lo dije. —Vacilo un poco. Estuve todo el tiempo pensando cómo hacer para invitarla al próximo partido, pero algo me tiene refrenado—. Dime, Nomi... ¿qué sueles hacer los fines de semana? Más precisamente, este fin de semana.

Parpadea, sorprendida... y creo que algo preocupada, porque da un paso hacia atrás y aprieta sus manos, removiendo sus dedos con nerviosismo.

—Yo... estoy ocupada. Con mis hermanos. Debo... debo hacer cosas en la casa. ¡Estudiar y hacer las tareas que me dejaste! —¡Ahora mismo me estoy arrepintiendo tanto de eso!—. Todavía tengo mucho que cumplir para recuperar los exámenes reprobados.

—Ah, claro.

—Nos vemos la próxima vez. Y no te olvides que te traeré el almuerzo —saluda y se marcha, dejándome con ganas de más.

*

Voy pateando el suelo usando mi desánimo como objetivo. Quisiera poder sacármelo de encima de la misma manera que lo hago con las piedras del camino. ¿Por qué sentí la evasión de Nomi como un rechazo contundente? No llegué a mencionarle el partido que ya rehuía de mí. Pensé... pensé que habíamos avanzado, porque cuando estamos juntos, la veo ir desarmando su coraza. ¿Qué la reactivó? Ni que le hubiera invitado a una cita nosotros dos solos.

Me freno.

¿Acaso pensó que esa era mi intención? ¿Sería muy malo que la invitase?

Se me aparece su rostro en mi mente. Uno sufrido. Y no puedo evitar preguntarme por qué.

¿Qué te tiene así, Nomi?

¿Por qué las pocas veces que sonríes lo haces como si pidieras permiso?

¿Ríes alguna vez?

¿Te... enamoras?

¿Podrías hacerlo de mí?

¡Alto!

¿Quiero que se enamore de mí?

La revelación relampaguea en mí.

Tengo la respuesta clara.

Sí.

¡Rayos! ¿Cómo hago para que una asustadiza chica se enamore de mí?

La voz de Hotaro me trae de regreso y dejo caer con una sacudida mis pensamientos. No tardo en descifrar de qué está hablando, ni con quién, a pesar de que todavía no lo tengo en mi campo visual. Sigo su rastro y los encuentro a él y a su novia sentados en uno de los bancos de la universidad, uno junto al otro, con sus cuerpos rotados de manera de verse de frente.

Me paro a un lado, para no interrumpirlos, aunque quedo a la vista de mis amigos.

—Dicen que en la prefectura de Nagano, en los bosques montañosos del norte existía una criatura que protegía a los animales de los cazadores. Una mujer de extrema belleza.

—Eso me gusta.

—Esto no te gustará. Sostienen que era un demonio de ojos dorados que podía fulminar a cualquiera que osara penetrar sus bosques, tan solo fijando su mirada en quien fuera. Su poder era tan grande, que revivía a los animales que morían en manos de los cazadores y a estos, los devoraba con un beso abrasador. Sus cabellos de oro se enredaban en los cuerpos de los hombres, atrapándolos, en tanto sus labios les robaban el oxígeno y absorbían sus almas.

Chinatsu abre sus ojos, espantada por la secuencia, tapando su boca con sus manos.

Yo en cambio, no puedo evitar reírme por lo bajo, por lo que recibo un par de ojos agudos en mi dirección con la suficiente amenaza como para contenerme de comentar.

—Su piel era de un dorado suave, como la nieve bañada por rayos de sol, y caminaba desnuda incluso en invierno, derritiendo el suelo congelado a su paso —continúa Hota—. Ni siquiera los proyectiles de las armas podían dañarla. Los habitantes aseguraban que las balas eran escupidas por su carne y cualquier herida sanaba en un pestañeo. Eso sí, el causante moría irremediablemente enloquecido por su brujería. Le llamaban la Shiroi Akuma de Uiyamamachi.

Me quedo sumergido en su relato hipnótico hasta que Chinatsu pregunta algo con voz temblorosa.

—¿Qué fue de esa Shiroi Akuma?

—¿Qué? Ah... no lo sé.

Tose, mirando a cualquier otro punto distante. Tanto China como yo sabemos que está esquivando la respuesta.

Por suerte para Hotaro, es hora de ir al club y lo salvo como buen amigo que soy.

—Ya es suficiente de tanto cuento de terror, Hota, traumatizas a tu novia.

Regresa su vista a su chica, estirando al máximo su boca en una sonrisa traviesa.

—A ella le encanta, ¿verdad Chii?

—Solo cuando me abrazas —gimotea de forma cariñosa.

—Ven entonces.

La envuelve en sus largos brazos y ella parece desaparecer contra su cuerpo.

—No hagan eso delante mío.

—¿Celoso, querido? También tengo para ti.

Para qué mentir. No me importaría cambiar a esos dos por Nomi y por mí.

Ya estoy enloqueciendo.

Mejor me centro en nuestro club.

—Idiota. Vamos a entrenar, Hota. Se nos va a hacer tarde.

—Eh, sí, sí. Claro. Lo siento, Chii, cariño. —Le da un beso en la mejilla y captura su bolso deportivo, poniéndose de pie—. ¿Nos vemos después del entrenamiento?

—Sí. Pasaré por ti. ¡Practiquen mucho! Tienen un partido que ganar.

Grita lo último ya que ambos nos fuimos casi a las corridas.

A unos metros de nuestra huida, dejamos de trotar y continuamos caminando.

—¿Qué fue eso, Hota? ¿Por qué no le respondiste?

—Es que... —Se rasca el cuello, nervioso—. No le iba a gustar lo que continuaba.

—¿Que es...? —insto a que me cuente. No parece seguro—. Vamos, no me dejes así. Yo no me impresiono fácil.

Resopla y cierra los ojos brevemente. Al abrirlos, su semblante se endurece.

—Los hombres podemos ser una mierda. La peor escoria del mundo.

—Sí, el ser humano es jodido.

—No. No hablo de la especie humana. Hablo del hombre. El sexo masculino.

—¿A qué te refieres?

—Según la leyenda, los hombres de la aldea capturaron a la demonio, enjaulándola. Y luego... la vendieron, aprovechando su hermosura. Nunca más se supo de ella.

—¿La... vendieron? ¿Cómo...?

—Mejor, ni te cuento.

La llegada al gimnasio permitió que Hotaro se librara de mí. Y que yo terminara olvidándome de semejante leyenda.


*

N/A:

La prefectura de Nagano existe, pero el nombre del pueblo, Uiyamamachi, es ficticio, inventado por mí. Significaría algo así como: Aldea montañosa junto al mar.

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