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Capítulo 5

Nomi

Suspiro frente a la pantalla de mi celular.

Como cada vez que contemplo su maravillosa estampa, mientras mastico con aburrimiento mi comida. No importa que días atrás me lamentara por ser una ilusa. Vuelvo a caer en la tentación.

¿Qué estará haciendo el súper agente especial Chris Webb?

Lo imagino persiguiendo criminales con su arma en alto y se me estremece todo el cuerpo. Recuerdo cómo lucía su camisa sobre sus músculos definidos. Parecía un atleta alto y esbelto, de espalda ancha y cintura estrecha, envuelto en traje y corbata. Una combinación letal para aturdir los sentidos.

—Boba. Deja de soñar despierta —me regaño en voz baja.

—Hola Nomi. —Me sacudo del susto al escuchar la voz masculina desde atrás. Volteo identificando a Asahi, a quien no veo desde nuestra primera tutoría. Está de pie con un envoltorio en una mano y una lata de jugo en la otra. Tiene una ceja alzada y creo que su visión enfoca mi móvil, el cual escondo ruborizada—. Perdón, no pretendía asustarte.

Pues deja de hacerlo, porque ya es la segunda vez.

—No-no es nada.

—¿Puedo acompañarte? Si es que no estás... ocupada, claro.

—¿A-acompañarme? —Trago duro—. Yo-yo...

Su ánimo decae y eso me hace sentir mal.

—Lo siento. No quería interrumpirte. Te vi sola y pensé que podíamos almorzar juntos. ¡Qué tontería!

Hace una mueca incómoda y noto la vergüenza en él.

¡Maldición!

Claro que me gustaría poder sentarme con él. No aterrorizarme por compartir tiempo con otros. Pero... pero... ¿Cómo le explico que me genera ansiedad?

—Nos vemos mañana, para estudiar.

Dispuesto a marcharse con el orgullo herido, lo detengo.

En realidad, es mi mano la que voló sin que me diera cuenta, atrapando la chaqueta de Asahi, tirando de él. No me atrevo a mirarlo porque sé que debo de tener mi rostro completamente encendido. Siento el calor en mi piel que lo confirma.

—Me-me encantaría que... —mi voz se vuelve imperceptible—, comiéramos juntos.

No se mueve, lo que me hace dudar de si me escuchó o no.

—Gracias —susurra.

Inhalo valor del aire y busco sus ojos con timidez. Lo que encuentro me quita el aliento.

Asahi me sonríe con las mejillas ruborizadas.

Sin bajar esa dulce curva de sus labios se sienta en la silla más próxima y yo me controlo de no alejarme. Se quita la mochila, que deja en otro asiento y abre el paquete que contiene un bocadillo.

Por mi parte, me enfoco en el resto de mi almuerzo, esperando que el temblor no se note en mi palillos al capturar mis bocados.

—Mi mejor amigo se fue para almorzar con su novia. Me invitaron, pero no quería ser mal tercio —explica.

Comprendo y se lo hago saber con un leve movimiento de mi cabeza. Me incomoda no saber cómo continuar la conversación, pero él parece hacerse cargo.

—Ese almuerzo luce increíble —insiste.

—¿Qué? Ah, gracias.

—¿Lo preparaste tú? —Asiento—. ¿Lo haces todos los días?

—Sí. Para mí y para mis hermanos. Bueno, para Raito no —tuerzo mi boca—. Ya no me permite hacérselo.

—¿Crees que es por lo de Makoto?

—Es lo más probable. —Rápidamente me doy cuenta de lo que dije—. Perdón, no quería insinuar nada. Ya eso está saldado, recuérdalo.

Río con nerviosismo.

—Lo lamento. Espero que pronto puedas volver a preparárselos. Se ve apetecible.

—Gracias. —Observo de reojo lo suyo—. Lo tuyo es un almuerzo desastroso.

Me tapo la boca por mi atrevimiento. Pero Asahi ríe y su sonido me alivia, maravillándome.

—Lo es, ¿verdad? —Repasa lo que le queda y se lo zambulle de una vez—. No soy bueno para cocinar. Y dejé de aceptar que mi madre me prepare la comida.

—Si quieres, yo puedo prepararte los almuerzos.

¿Qué acabo de proponer?

Mi lengua habló por sí misma, metiéndome en un gran problema.

—¿En serio? —Sus ojos resplandecen, pero enseguida niega—. No, no puedo aceptarlo. Es demasiada molestia.

—Para nada. —¿Estoy... entusiasmada?—. Hacer uno más no me llevaría ningún esfuerzo adicional. Al menos, déjame traértelos los días en que nos encontremos para las tutorías.

Sin que el color rosado abandone sus mejillas, acepta.

—Aguardaré feliz por probar lo que cocinas.

*

Me despierto renovada y decidida.

Tengo muchas viandas que armar.

Además, desde que comprendí, o al menos, empecé a vislumbrar por qué Raito prepara su propio almuerzo he intentado adelantarme a él sin éxito. Pero hoy será el día que lo logre. Con el cosquilleo de mi próxima travesura por ganarle una batalla, bajo rápido las escaleras, llegando a una muy silenciosa cocina.

—¡Sí! Le gané —celebro con mi puño en alto.

Sin demora, me lanzo a la preparación de todos los almuerzos. He descubierto que me gusta cocinar. Lo hacía con mi madre cuando era niña. Después, al crecer como huérfanos, se volvió una necesidad de supervivencia, rescatando lo mínimo comestible después de vender la pesca del día, y entonces se volvió una pesadilla con cada escuálida cena.

Sonrío, porque eso no es lo que tengo delante mío. En mi nueva vida, mis hermanos y yo podemos gozar de todo tipo de alimentos. Sé que para mí y Jun, nuestro crecimiento ya está condenado, pero Raito y Aiko todavía son niños y los nutrientes que podemos ingerir los ayudarán a crecer más sanos.

Suspiro por Haru y alzo una plegaria para su alma. Él hubiera disfrutado de estas delicias.

Sacudo mi cabeza y sigo con mi tarea, sin dejar que me embargue la nostalgia.

Cuando tengo las cinco viandas alineadas, sonrío satisfecha.

El rostro de Asahi se me aparece como una brisa de primavera arremolinando pétalos de cerezos.

¿Le gustará lo que preparé?

Otra vez mi corazón se pone a dar volteretas.

—¿Qué haces?

—¡Raito! ¡Qué susto!

—Vivo aquí, ¿no? —Con gesto serio, observa los almuerzos al pararse junto a mí—. ¿Por qué cinco?

—Llevaré uno a mi tutor. Es a modo de agradecimiento por enseñarme —indico, con algo de pudor y sin querer compartir la identidad de Asahi—. El resto, es para cada uno de nosotros, por supuesto.

—No tenías que hacer el mío. Ya estoy mayor para que lo hagas.

—Todo un hombre, ¿no? —rezongo, provocándolo.

No va a vencerme.

Me giro enfrentándolo, con las manos en la cintura.

—Tu hermana mayor te ama y tú soportarás que lo demuestre preparando cada comida que se haga en esta casa.

—¿Qué mosca te picó?

—No me hables así —molesto y lo sorprendo por la espalda, llevando mis brazos sobre sus delgados hombros con fuerza, a lo que él parece resistirse. Lo beso en la mejilla y eso lo congela en su lugar, lo que aprovecho para apretar mi abrazo, dejando nuestros rostros uno al lado del otro—. No sé qué fue lo que ocurrió aquel día, ni importa lo que digan, Raito. Quiero hacerte los almuerzos por todo el tiempo que se me permita. Por favor, déjame hacerlo. Eso me haría muy feliz.

Sus brazos no se mueven, flojos a cada lado de su cuerpo.

Su quietud empieza a alterarme y a punto de soltarlo, se voltea hacia mí para devolverme el abrazo, escondiendo su cara en mi pecho.

—Está bien —murmura muy suave. De golpe, se me escapa, sin levantar la cabeza—. ¡Qué pesada!

Y corre escaleras arriba.

No terminaré de desentrañar lo que pasa en su corazón, pero me aferraré a cada pequeño triunfo que obtenga hasta recuperar a mi hermano por completo.

*

Entro a la cafetería con nuevas emociones a estrenar y que no puedo identificar del todo, salvo la ansiedad y el... ¿entusiasmo nuevamente? Con mis palpitaciones ensordeciéndome, busco con la vista a Asahi, sosteniendo en mis manos nuestros almuerzos envueltos. Inconscientemente, también busco a Chinatsu, esperando evitarla una vez más. Porque si descubriera que me he acercado a un chico, uno lindo además, no podría sacarme sus gritos desquiciados de mi cabeza.

Encuentro a Asahi de pie junto a la máquina expendedora de bebidas, sosteniendo dos latas, una en cada mano. Nuestros ojos conectan a la distancia, entre medio de un mar de estudiantes que van y vienen con sus bandejas. Pero todo se vuelve borroso cuando Asahi mueve su largo y delgado cuerpo hacia mí. Una sonrisa ilumina su rostro, que me encandila al detenerse a un paso de mí, obligándome a inclinar hacia atrás mi cabeza debido a mi corta estatura.

—Hola Nomi.

—H-hola Asahi.

Noto las bebidas.

—No sabía bien qué te gustaba, así que compré dos diferentes. Es lo menos que podía hacer después de que trajeras una vianda para mí —habla despacio, pero sin pausa—. El día no está demasiado fresco. ¿Quieres que almorcemos afuera?

—Suena bien —susurro.

En realidad, no sé si suena tan bien. Pero no me atrevo a contradecirlo. En cambio lo sigo dando pasos rápidos para igualar los amplios suyos, tratando de no pensar en que afuera él y yo estaremos solos y sentados juntos en una misma banca.

—Creo que este es un buen lugar.

Toma asiento en un extremo y yo me quedo de pie, inmóvil.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Perdón.

Ocupo el otro extremo, agradeciendo todo el espacio que dejó libre. Me siento una tonta por exagerar, pero los miedos son venenos difíciles de limpiar del sistema.

—¿Puedo... tomar uno?

La cuidadosa pregunta de Asahi me recuerda el propósito de nuestro encuentro y asiento con fuerza, entregándole lo suyo. Con delicadeza lo recibe y descubre como si tuviera en sus manos un tesoro de cristal. Abre su boca y sus ojos con admiración y yo no puedo evitar que mis labios tironeen hacia arriba. En contraste, mi incomodidad cae al suelo, donde quiero pisarlo y mantenerlo.

—Esto se ve increíble. —Agradece con las palmas juntas y toma los palillos para iniciar con un primer bocado que saborea con ojos cerrados—. Mmmm... Y sabe increíble también.

—¿E-en serio lo crees?

Gira hacia mí, sonrojado, sin cambiar su hermosa sonrisa.

—No te mentiría nunca. Es el mejor almuerzo que he tenido desde que dejé la preparatoria. Gracias Nomi. —Observa mi vianda y arquea una ceja—. Tú no has tocado lo tuyo.

—Lo siento. Aquí voy.

También agradezco y empiezo a comer. No hablamos mucho más, pero se siente bien. Muy bien. Tanto, que noto que el sitio que Asahi eligió es, de hecho, excelente. Me doy el tiempo de inspeccionarlo. Estamos en un banco debajo de un cerezo —sin flor por ser otoño—, rodeados de otros árboles y mucho cielo. Amplio y celeste con nubes perezosas que navegan en su mar. Me imagino que en primavera esto se convertirá en una especie de jardín mágico con los árboles florecidos. Ya deseo verlo.

Me siento en calma y mi corazón lo disfruta con lentos latidos.

—¿Cuál prefieres? —interrumpe Asahi.

Entiendo que se refiere a las bebidas cuando me da a elegir.

—Cualquiera.

Me inspecciona con los párpados entornados y me entrega el de coco. No es de mis favoritos, pero lo acepto como castigo por no elegir el otro.

—¿Te gusta Kobe?

Lo miro a los ojos, pero la intensidad con la que me penetra me hace esquivarlo y llevar mi vista hacia arriba, a través de las ramas desnudas. Respiro un par de veces, recapitulando en segundos nuestro corto tiempo aquí. Sonrío.

—Me gusta. Sí. Aunque no conozco mucho. Así que, no podría decirte qué tiene. Sin embargo, para mí, vivir aquí es sinónimo de libertad.

—¿Libertad?

Reacciono ante mis dichos, percatándome de que hablé de más. No sé qué tiene este chico que baja mis defensas, pero debo cuidarme o podría llegar a ver demasiado de mí. Cosas que no puedo, que no debo mostrar.

—Son tonterías mías. Olvida lo que dije, por favor —pido.

Está a punto de replicar cuando una sombra nos bloquea y ambos miramos al recién llegado. Es un chico igual de alto que Asahi, o posiblemente más. Es muy atractivo y tiene una mirada curiosa puesta sobre nosotros, sin ocultar una sonrisa ladeada que irradia picardía.

—Asahi, hermano. Conque aquí estabas. Imagino que eres Nomi, ¿verdad? —Saluda con un guiño—. Yo soy Hotaro Kirishima. El mejor amigo de Asahi.

—¿Eh? S-sí, soy Nomi. Nomi Sakuragi—¿Asahi le habló de mí? Volteo hacia él y se muestra abochornado, con el rostro rojo. Me pongo de pie y tomo mi mochila y las loncheras vacías, lista para mi huida—. Asahi, nos vemos a la tarde en la biblioteca. Ahora tengo que ir a clases. Un gusto Hotaro Kirishima —saludo con una inclinación y me marcho.

Camino rápido para alejarme de su vista, pero no tanto como para que crean que soy una loca. O una loca peor de lo que debo de parecer.

Me freno al doblar en una esquina del edificio, apoyando mi espalda en la pared y respiro con mi mano en mi pecho. La aparición de Hotaro me alteró, pero me llevo el gusto de haber pasado un cálido momento con Asahi, disfrutando de su compañía.

Me llegan un par de suspiros desde mi costado, a unos metros. Evidentemente femeninos. Son chicas mayores preciosas que tienen su vista hacia un punto que desconozco.

—Allí están Asahi y Hotaro. —Así que eso era lo que admiraban—. Hoy están demasiado guapos.

—Prefiero a Hotaro. Es más amigable y divertido que Asahi. Siempre es muy reservado, aunque en el club... uf, ambos se lucen.

Agudizo mis oídos involuntariamente, algo molesta. No sé si porque hablan de ellos, o porque Asahi no queda como favorito, contradiciendo su apreciación cuando conmigo siempre ha sido simpático y amable.

¡Pero qué cosas pienso!

—Hotaro es el hombre perfecto. —La primera repite su suspiro, ahora más exagerado—. Podría estar todo el día mirándolo.

—Pues yo quiero que él me mire. —La otra suelta una risita coqueta—. ¿Cómo es posible que tenga una novia tan escandalosa e infantil? No sé qué le ve —reprocha.

—Es obvio. Lo debe tener engatusado con sus encantos. Solo así podría conquistar a Hotaro. Después de todo, es un chico. —Se ríen entre ellas de manera maliciosa—. Se nota a la legua que es una cualquiera. Sus padres no la aceptarán nunca y cuando deba casarse con alguien de buena familia, la desechará.

El tono venenoso me da escalofríos.

Creo que es hora de que me marche e inicio una retirada sigilosa.

—Aun así, no sé cómo la soporta. Por más buena que sea en el sexo, es demasiado tonta.

Ignoro lo que escupen después de aquello. Pero con lo que escuché, la indignación me queda como mal sabor de boca ante semejante actitud despreciativa hacia alguien que no puede defenderse. ¿Debí decir algo? ¿Qué podría haber dicho? No sé qué clase de chica será la novia de Hotaro, pero sé lo que es que te traten como si carecieras de valor.

¿Qué dirían de mí si supieran lo que mi cuerpo fue para tantos hombres?

¿Qué pensaría Asahi?

De pronto, la luz del día se oscurece y el almuerzo se revuelve en mi estómago.

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