Mew miraba a Gulf como si lo hubiera visto por primera vez; como si todo el fuego que lo consumió la noche anterior cuando aquella boca que ahora temblaba lo besó en cada centímetro de su piel, como si lo devorara, no fuera real.

" Fue un sueño, tuvo que ser un sueño", pensó Mew.

   Aquel Gulf fogoso, tierno, cariñoso, dulce fue un sueño. En cambio ese otro Gulf que ahora escuchaba a su hermana sin decir absolutamente nada era el real.

   —¿Hasta cuándo seguirás con tu teatro? ¿Por qué no le dices la verdad? Parece un buen chico, ¿ por qué le mientes? ¡Lo harás sufrir como haces siempre con todas las personas que se te acercan! Ya dile la verdad, Gulf, dile que nunca has perdido la memoria, que sólo tuviste un bloqueo los primeros minutos luego de que te despertaras... ¡O se lo dices tú o se lo digo yo! Si es una broma de tu parte ,ya no tiene ninguna gracia. Y si es una apuesta, yo te pago el doble, pero ya... ¡déjalo en paz! Si nuestros padres se enteran que otra vez has hecho de las tuyas, me castigarán a mí también por no impedírtelo...

   Aquella conversación no se le borraría a Mew ni de la mente, ni del corazón. Miraba ahora el río con ojos empañados. Había permanecido deambulando por calles solitarias desde la mañana temprano, previendo que quizás Gulf lo buscaría allí, cuando había huido de aquella mansión, sin siquiera a terminar de oír la conversación o pedirle a Gulf una explicación. Ahora, sin energías, después de cerciorarse de que la verá del río estaba desolada, había vuelto a su refugio improvisado.

   La tarde caía cubriendo todo de un color gris plomizo. Una tormenta estaba llegando. El frío arreciaba. El cuerpo de Mew temblaba de frío pero también de ira y de vergüenza.

   Se acurrucó en el viejo bote resquebrajado y cerró los ojos. Trató de no pensar en el hambre, ni en las lágrimas, ni en su corazón roto. Se sentía otra vez abandonado...

¿ Cuántas veces ya lo habían abandonado en esta vida? ¿Cuánto dolor más debería soportar? ¿Por qué el mundo lo odiaba tan despiadadamente? ¿Por qué todos lo odiaban? Siempre se había hecho esas preguntas... pero ahora, aún en el medio del dolor y las lágrimas, tuvo que reconocer que no le importaba el odio del mundo, que sólo le importaba el odio de Gulf. Porque a pesar de sentirse herido, traicionado, el calor de los besos de Gulf en sus labios y en su piel no se habían apagado. Y Mew sabía, tenía la certeza, de que jamás se apagarían. Se había enamorado del mismo Diablo.

   Suspiró y llevó su mente a ese viejo sueño que desde niño era el único consuelo que tenía ante la vida dura y cruel. En su mente, recorrió su jardín, con sus interminables hileras de macetas de flores de todos los colores. Aspiró el perfume del aire de su imaginación y solo dejó de llorar cuando se sintió colmado por el aroma de aquellas flores imaginadas. Siempre en su mente, y con los ojos cerrados, se cobijó bajo unas hermosas y enigmáticas nomeolvides.  Imaginó que sus flores azul pálidas lo arrullaban y le cantaban una canción de cuna y así en medio del llanto silencioso y del aguacero que había empezado a caer se durmió, deseando no volver a despertar cuando llegara el amanecer...