13
No había forma de detener lo que sentía. No había forma de detener ese calor que se había apoderado de él con la cercanía de Gulf.
Mew ya no lo soportó más. Llevaba horas quieto sintiendo sólo los latidos alocados de su corazón y la respiración de Gulf a su lado. Una luna llena imponente ya estaba en el cielo y los iluminaba desde los grandes ventanales de aquel refugio que ahora los cobijaba.
Mew se mordía los labios. Y se aferraba con fuerza a la manta que lo cubría como si fuera una pared sólida que lo separaba del calor de un Gulf que por su respiración acelerada era evidente que tampoco podía dormir.
Con un movimiento muy lento y muy suave, Mew giró su cabeza buscando el rostro de Gulf.
Tenía los ojos cerrados. Su pecho se elevaba con más cadencia de la que delataba su respiración.
Quizá Mew se equivocaba; quizás sí realmente estaba durmiendo. Mew envidió esa habilidad de poder dormir en paz. Quizás realmente Gulf iba a cumplir su promesa. Y se conformaba sólo con tenerlo a su lado. Tal vez no lo deseaba, tal vez no sentía ese calor arrebatado que Mew sentía ahora y que lo estaba devorando por dentro.
Y sin poder evitarlo Mew dejó escapar un leve sonido, un quejido de frustración y antes de que se diera cuenta sus labios pronunciaron:
—Bésame...
Sin siquiera abrir los ojos y con apenas un hilo de voz Gulf susurró :
—No me pidas eso... no puedo hacerlo.
Mew volvió a morderse el labio compulsivamente y sintió que la vergüenza y el ridículo se apoderaban de él. Pero entonces sintió el cuerpo de Gulf acercándose al suyo y sintió la voz de Gulf que en un susurro le decía al oído:
— No es que no te desee...pero es que si te beso ahora, querré besarte toda la noche...No seré capaz de parar y sé que tú no me dejarás... así que por favor, no me pidas algo que me hará feliz pero que luego me terminará matando...
Con aquellas últimas palabras, el mundo pareció detenerse, los pensamientos cesaron, todo se volvió una sola cosa: deseo.
Sin decir nada, Mew comenzó a quitarse la ropa. Y ante la mirada azorada e hipnotizada de un Gulf que temblaba de emoción al ver aquella desnudez el deseo irremediable e irrefrenable se apoderó de ambos. Con dedos nerviosos y torpes como nunca antes, Gulf Se despojó de su propia ropa y se abalanzó hacia Mew con su boca desesperada, buscando aquellos labios que tanto tiempo llevaba deseando.
Mordiendo, lamiendo, arañando... como si fuera un animalito salvaje que hubiese estado preso toda su vida y que ahora había sido liberado. Bastaron solo dos ó tres besos apasionados y profundos y bastó sólo un segundo de roce de aquella piel encendida para que Gulf no lo soportara más y se entregara a ese deseo animal que ahora lo dominaba.
Sin mediar palabra y sin pedir permiso hizo girar a Mew, se colocó encima de él y apresó sus manos, con las suyas. Con voz jadeante y lujuriosa alcanzó a decirle al oído:
—¿Estás listo?
—He estado listo para ti la vida
entera...—respondió Mew en otro jadeo— ¡Entra ya o me matarás!
Y entonces la danza de deseo, de fuego ardiente, de salvaje erotismo comenzó. La noche se cargó de gemidos... y de ruegos...
"Sigue así..."
"No pares..."
"Hazme tuyo..."
"Entra más..."
"No me sueltes aún ..."
—¿Seguirás hablando toda la noche?— preguntó Gulf mientras aceleraba su danza dentro de Mew.
—No lo puedo evitar, ¿te molesta?
— Al contrario...—respondió Gulf— Cuanto más te escucho, más me excitas y hablándome así solo lograrás que no te suelte hasta el amanecer...
— Que así sea...—sentenció Mew, aferrándose más a la mano de un Gulf que cumpliendo su promesa no lo soltó hasta que los primeros rayos de sol envolvieron sus cuerpos empapados y exhaustos de placer...
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