Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El devorador de arte - capítulo 7

Solo una ráfaga de balas logró detener a Isaac.

Surgida de la nada, una figura femenina apareció en el salón para acabar con nuestro enemigo con siete certeros disparos que cambiarían para siempre nuestras vidas. Y es que, de no ser por ella, habríamos muerto. Nos habríamos resistido con uñas y dientes, y quizás lo habríamos conseguido durante un rato, pero tarde o temprano Isaac iba a matarnos. Era nuestro destino.

Por suerte, acababan de cambiar nuestro destino.

—¿Estáis bien? —preguntó la mujer, con el arma aún entre manos. No dejaba de apuntar a Isaac—. Alejaros, rápido.

Alta, atlética, con el cabello castaño recogido en una coleta alta y los ojos marrones cargados de determinación, no me cabía la menor duda de que la mujer que teníamos ante nosotros era la agente Celeste Vives.

En definitiva: había llegado la caballería.



—Señor, soy policía, yo me encargo.

Escuchaba a Celeste hablar con el vecino ruidoso del A desde el salón, donde era incapaz de apartar la mirada del cuerpo de Isaac Rodríguez. El artista había volcado su ordenador al ser derribado, lo que dejaba una imagen de lo más irónica de su final. Había muerto rodeado de desorden, arte y Twitter, la peor mezcla posible.

El escenario era un auténtico caos. Las llamas se habían apagado tras permanecer activas tres minutos, consumiendo en profundidad el cadáver. Bajo él se extendía un repugnante charco de carne líquida de la que emanaba un aroma vomitivo. Sin embargo, por feroz que hubiese sido mi magia, solo el hombro derecho había quedado desprovisto de carne, y era ahí donde no era capaz de dejar de mirar. Ni había sangre, ni tampoco hueso: aquello era metal.

Maldita sea.

La necesidad de obtener respuestas me obligó a acercarme al cuerpo. A mi lado, Rodrigo se secaba las heridas con una toalla. Iba a sacar un buen puñado de cicatrices de aquella aventura, pero se le veía relajado. Ahora que veía que la vida de ninguno de los dos peligraba, estaba mejor.

—No lo toques —me advirtió.

—¿Tú crees que es Isaac? —respondí, incapaz de contenerme.

—Yo ya no sé qué pensar, la verdad... pero diría que no.

—Era una trampa entonces.

Se encogió de hombros.

—Es probable.

Celeste se unió a nosotros. Tras despachar al vecino y hacer unas cuantas llamadas, entró al salón con paso firme. No eran necesarias las presentaciones, sabíamos quién era, pero incluso así quiso darnos su nombre y estrecharnos la mano de forma oficial. Incluso nos mostró la placa. Después, tras echar un rápido vistazo al cadáver, se agachó para comprobar las heridas de Rodrigo.

Era una mujer de lo más interesante. No había un ápice de fragilidad en su apariencia; tal era su determinación que parecía tenerlo controlado. Incluso me atrevería a decir que había sospechado lo que iba a pasar... Y, de hecho, en cierto modo, no me equivocaba.

—Después de que me escribieras por Instagram, me puse en contacto con Marcos —explicó—. Últimamente hablábamos poco, nos habíamos distanciado. Me preocupaba que pudiera llegar a verse implicado en lo que estaba pasando, y se sentía presionado. Sin embargo, con el Marcos que hablé, no había nada extraño. Nuestra relación volvía a ser tan estrecha como de costumbre... tan estrecha que resultaba incluso artificial. Le tanteé para ver si era consciente de nuestras últimas conversaciones, pero no hubo respuesta. No sabía lo que había pasado por la sencilla razón de que, en realidad, no era él. —Suspiró con amargura—. Perú está demasiado lejos como para poder personarme allí de inmediato, por lo que decidí actuar en la distancia. Informé al hotel de que mi hermano había interpuesto una denuncia por robo y que necesitaba tener acceso a las grabaciones de seguridad de su planta, solo para confirmarlo. De primeras se negaron, era de esperar, es una vulneración de la privacidad, pero por suerte tenía hilos de los que tirar. Tres horas después, pude visualizar la grabación del día anterior... y me vi a mí misma en la recepción. No me cedieron las de la planta de Marcos, pero me imagino que habría acabado apareciendo también.

Tragué saliva, incapaz de no sentir lástima por aquella mujer. Hablaba con firmeza, pero bajo la máscara de seguridad se notaba angustia. Lógico teniendo en cuenta que hablaba de su propio hermano. Alguien que, a falta de que apareciese el cadáver, había sido asesinado.

—Mis superiores han contactado con la policía peruana para intentar resolver qué está pasando con mi hermano, pero temo saber el desenlace. Sospeché desde el principio que algo malo iba a pasar, y ahora que he podido comprobar que no mentías, doy por sentado que mi hermano está en grave peligro... si es que no ha muerto ya. Pero eso es algo en lo que, al menos de momento, no puedo pensar: lo prioritario es lo que tenemos aquí. Lo que habéis descubierto. Tenéis que explicarme en detalle absolutamente todo, pero te adelanto que creo que habéis dado un paso de gigante. Estamos más cerca que nunca de descubrir la verdad. Ha sido una auténtica suerte que decidieras escribirme, de lo contrario...

—De lo contrario estaríamos muertos, sí —sentencié. Dediqué una fugaz mirada al cuerpo de Isaac y cogí aire—. Vale, te lo contaré todo... al fin y al cabo, no creo tener otra alternativa...



El equipo de apoyo de la policía llegó quince minutos después, con una ambulancia preparada para atendernos y un equipo científico para analizar el cadáver.

Intentaron que la operación fuera lo más discreta posible, pero teniendo en cuenta el alboroto que habíamos organizado con tiros incluidos, no había nadie en toda la urbanización que no supiera ya que algo grave había pasado. Para evitar que fuese a más con la llegada de la prensa, Celeste nos trasladó a una comisaría de Oviedo, donde el comisario al mando le cedió la sala de interrogatorios para poder hablar con tranquilidad. Y allí, bajo la atenta mirada de la policía, fue donde le expliqué todo lo que había ocurrido.

Absolutamente todo.



Dos horas después, tras esperar a que Rodrigo acabase su propia declaración, nos dejaron ir con la condición de no abandonar la ciudad y, por supuesto, estar localizables.

—¿Y ahora qué? —suspiré, dejándome caer en el escalón de entrada de la comisaría. Estaba tremendamente agotada—. ¿A dónde vamos?

—Buscaremos un hotel en el que pasar la noche y descansar un poco, que ambos lo necesitamos —decidió Rodrigo—. Después ya veremos, ¿vale? Confía en mí, yo me ocupo.

La actitud sobreprotectora de mi amigo el enterrador me permitió relajarme un poco. Le dejé que eligiera el hotel donde alojarnos y no rechisté cuando hicimos el viaje hasta allí en taxi. Tampoco al descubrir que dormiríamos en la misma habitación. Teníamos las camas separadas, así que habría espacio de sobras. Y en caso de haber sido de matrimonio, tampoco me habría importado. Teniendo en cuenta que tal y como llegué, me quedé dormida, poco importaba nada. Simplemente necesitaba descansar, punto.



—Es un androide —anunció Celeste a la mañana siguiente.

Nos encontrábamos en el restaurante del hotel, desayunando en un buffet libre bastante cutre, cuando la agente se unió a nosotros. Estaba cansada y ojerosa, pero tan enérgica como el día anterior. Una buena ducha podía hacer milagros.

—¿Un androide? —repetimos Rodrigo y yo con sorpresa—. Pero ¿eso existe de verdad?

—Existe, sí: ayer casi te mata uno, de hecho —ironizó la policía. Pidió a uno de los camareros un café y se acomodó con nosotros, dispuesta a quedarse—. No es una tecnología demasiado extendida, pero sí que se utilizan como apoyo en procesos mecanizados. De hecho, este modelo es bastante similar al que se está empezando a usar en grandes almacenes.

No supe qué responder. Mientras que Rodrigo parecía satisfecho con la revelación, pues daba sentido a la falta de éxito de sus golpes, para mí era un giro inesperado. Yo no era producto de la tecnología, mis orígenes se remontaban a la magia, ¿cómo imaginar entonces que, lejos de enfrentarme a un ser cambia formas, estaba haciendo frente a un robot?

Me daba escalofríos de solo pensarlo.

—¿Y para qué necesita tener piel un androide? —pregunté con inquietud.

—Para parecerse a los humanos —explicó Celeste—. Cuanto más "normal" parezca, más cómodos se sentirán el resto de los trabajadores a su lado. Es algo psicológico. Imagínate trabajar codo con codo con Terminator... Pero volviendo a lo nuestro: como os decía, todo apunta a que es un androide, pero no tenemos información sobre su origen ni datos de su fabricación. Es un modelo nuevo muy avanzado, seguramente con una CPU de última generación, pero estamos ciegos. Lo que está claro es que han trabajado mucho su apariencia, y sospecho que no es casualidad que la sustancia plástica que se utiliza para simular la piel sea muy maleable y con gran tolerancia a los tintes.

—Lo que estás intentando decir es que ese robot es perfecto para poder ir cambiando de apariencia, ¿verdad? —comprendió Rodrigo de inmediato—. Como un muñeco de plastilina, vaya.

Agradecí la comparativa. Aunque era extremadamente simple, mi mente estaba tan saturada que prefería que me lo explicasen como si tuviese cinco años.

—Mi equipo está analizándolo, pero tardarán. Nos enfrentamos a una tecnología muy avanzada de origen desconocido. No obstante, es real, alguien ha liberado androides, y teniendo en cuenta el contenido que hemos encontrado en las entrañas de este, o ha tenido un fallo en el sistema, o ha sido programado para devorar a los objetivos en los que después se transformará.

Respiré hondo, sintiendo la ansiedad estallar en mi interior. La verdad era tan cruel que, incluso habiendo logrado llegar a esa conclusión sin pruebas, me aterraba lo que estaba escuchando. Esos artistas estaban muriendo a manos de androides que, además de matarlos, los devoraban... ¿y todo para qué? ¿Qué sentido tenía?

—¿Y qué papel juega en todo esto los anuncios que están saliendo en Twitter? —pregunté con rabia—. ¡No lo entiendo! ¿Para qué los matan después de obligarles a hacer esas obras? ¿Es su forma de pago?

A los tres nos hubiese encantado obtener la respuesta, por desgracia nos tocaba esperar. El equipo informático de la policía estaba estudiando el ordenador de Isaac, pero era pronto para llegar a ninguna conclusión. Lo único que tenían claro era que el archivo con el cuadro de Isaac se había creado veinticuatro horas antes de su publicación, algo que ponía en evidencia que: una de dos, o que Isaac era un genio y el más rápido de todo el Oeste, o que no había sido él el creador. Había que ser una auténtica "máquina" para poder soportar esos plazos...

Respiré hondo.

Una máquina. Una maldita máquina. ¿Sería posible que, en el fondo, la respuesta fuese la más evidente? Resultaba aterrador pensarlo, pero...

No pude contenerme.

—¿Barajáis la posibilidad de que esos "androides" estén suplantando a los artistas?

—¿Te refieres a una IA? —inquirió Rodrigo, pensativo—. Tendría sentido. Se supone que las IA devoran el contenido de los artistas para poder copiar su estilo... ¿no sería posible que lo estuviesen haciendo de forma literal? Es una locura, pero tendría sentido.

Celeste respondió con un denso silencio frente al que la imaginación de ambos se disparó. Rodrigo se dejó caer en el respaldo de la silla con una mezcla de horror y fascinación, impactado ante lo que parecía ser una gran revelación, mientras que yo me limité a bajar la mirada hacia mi taza de café. Empezaba a tener náuseas.

—Apuesto a que entenderéis que no puedo avanzaros nada de la investigación, podría ser peligroso para vosotros.

—Se entiende —concedí—. Aunque, pensándolo con frialdad, cuesta creer que hayas venido hasta aquí solo para decirnos que un androide se ha comida a Isaac. Es escandaloso, sí, pero todos lo sospechábamos. En realidad, hay algo más, ¿verdad?

La policía sacó su teléfono móvil del bolsillo para mostrarnos una imagen. En ella se veía lo que sin lugar a duda era una placa identificativa de un ordenador, o en este caso, del androide. Al parecer el equipo de limpieza le había sometido a una limpieza profunda, y tras quitarle los restos de carne, habían descubierto un código. Veintiocho números y letras mezcladas sin aparente sentido que se hallaban sobre lo que parecía ser el logo del fabricante: una manzana coronada con una letra china dentro. O japonesa, no lo sé.

Fue una visión muy perturbadora.

Atenta a nuestras reacciones, Celeste permaneció en silencio. Supongo que tenía la esperanza de que pudiéramos reconocerlo. Para mí, sin embargo, era un símbolo totalmente desconocido. Rodrigo, en cambio, se quedó muy pensativo...

Tanto que incluso logró que me diera un vuelco el corazón.

—¿¡Sabes lo que es!? —pregunté casi a gritos.

Incapaz de darme una respuesta inmediata, se disculpó un momento para hacer una llamada a mi hermano. Las dos le observamos salir, atentas a todos sus movimientos. Se llevó el teléfono a la oreja y empezó a hablar mucho y muy rápido.

—¿Crees que puede saber lo que es? —me preguntó la policía con interés, incapaz de disimular el entusiasmo—. Estamos rastreando en todas nuestras fuentes de información, tratando de identificar su origen, pero no encontramos nada. Pero es algo importante, estoy convencida. Si logramos identificar ese logo, llegaremos hasta su fabricante.

—Y a través del fabricante, ¿al dueño? —Cogí aire—. Ojalá.

Diez minutos después, Rodrigo volvió con una sonrisa triunfal en la cara.

—Creo que sabemos quién es.








Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro