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El devorador de arte - capítulo 5

—Y dice que lo ha visto todo con sus propios ojos...

—Eso he dicho, sí, a través de la pantalla del teléfono. Estábamos hablando vía WhatsApp cuando llamaron a la puerta y Marcos...

—¿Y tiene alguna prueba de lo que quiere denunciar?

—¿Prueba? Le estoy diciendo que lo he visto con mis propios ojos, ¿¡de qué prueba me está hablando!?

Había sido una mala idea recurrir a la policía de Corinto, el pueblo más cercano al Puerto.

Rodrigo me había propuesto ir de inmediato, y aunque el instinto me decía que era un error, no había visto ningún motivo para no hacerlo. Al contrario, era lo lógico. Al fin y al cabo, acabábamos de presenciar como Marcos Vives era devorado. ¡Alguien tenía que hacer algo!

Pero entonces, después de prestar declaración tras cinco horas de espera, y de repetir mi historia tres veces, comprendí que nada de lo que dijese iba a ser investigado ni tenido en cuenta. Mi condición como habitante del Puerto me cerraba todas las puertas, y si eso era poco, el ser hija de quien era acababa por completo con mi credibilidad. Eso y los problemillas legales en los que nos habíamos metido mis hermanas y yo de más jovencitas, pero eso no venía a cuento. No estaba mintiendo, daba mi palabra de que era cierto lo que había presenciado, pero el policía no iba a creerme. No cuando nos consideraban un atajo de degenerados y mentirosos.

Era perder el tiempo, lo sabía, pero al menos no me quedaría el cargo de conciencia.



Después del fracaso en la comisaría, volví a casa tarde y cansada. No diré que deprimida, pero sí decepcionada con el mundo. Podía comprender la incredulidad del agente ante los hechos, pero el saber que era real me hacía sentir impotente. ¡alguien tenía que hacer algo! Tenían que detener a la asesina, y no solo por la muerte de Marcos, que también, sino porque me había visto.

Celeste.

Obviamente, no era ella. Mis ojos podrían decir lo que quisieran, pero estaba convencida de que acababa de presenciar el destino que habría corrido en caso de no haber logrado defenderme del ataque de mi "padre". Ni ella era Celeste, ni mi atacante había sido Gabriel. Nuestro enemigo era alguien capaz de tomar sus apariencias, y eso me preocupaba. ¿Cómo descubrirlo cuando desconocíamos su identidad o apariencia?

Por si acaso, decidí mandar un mensaje a Celeste Vives vía Instagram. No la tenía agregada y tampoco tenía claro que fuera ella, pero quería asegurarme de que al menos ella supiera lo que había pasado con su hermano. Era probable que aquello jugase en mi contra, pues desvelaba lo que sabía, pero convencida como estaba de que no era la asesina, valía la pena intentarlo.

Me revolví a de puro miedo en la cama. Había querido compartir con mis hermanas lo ocurrido, pero su indiferencia había sido tal que había optado por cortar la narración. Ni les importaba lo que me pasara, ni mucho menos lo que les pasara a otros. Malditas arpías.

Probé entonces con mi madre, cuyo resultado no fue el esperado. Aunque no mostró demasiado interés en lo que le había pasado a Marcos, sí que logré contagiarla con mi preocupación. Entendía que me sintiese amenazada. Es más, era lo normal: ahora que había visto aquel asesinato, era de esperar que viniesen a acabar conmigo.

—Así que, por el bien de la familia, te quedarás aquí.

Mi madre hablaba en serio, no iba a permitirme salir del Puerto mientras ese asesino estuviese suelto, decisión más que comprensible. En su posición, yo habría hecho lo mismo. Sin embargo, permanecer a salvo, pues no había lugar más seguro en todo el mundo que el Puerto, no iba a servirme de nada si lo que quería era acabar con aquella pesadilla. Debía entender qué estaba pasando, y para ello era básico que pudiera moverme con libertad.

Claro que, ¿a dónde iba a ir?

No sabía ni por dónde empezar. Atrapada bajo las sábanas demasiado apretadas con las que me había arropado mi padre antes de despedirse de mí con un beso en la frente, me costaba pensar. Mi mente estaba en Perú, en aquel hotel en el que aquella loca se comía a Marcos Vives, pero también el faro, donde mi hermano y Rodrigo seguían traumatizados por la escena que les había obligado a vivir; en Twitter, allí donde la famosa lista de artistas seguía publicada con mi nombre en la duodécima posición, y en el hilo que había empezado LadySátira.

Aquel maldito hilo me desquiciaba. Dos nuevos autores se habían unido a la conversación, ampliando el cuadro con sus dos aportaciones, y el resultado estaba enloqueciendo a la masa de seguidores. Claro que, ¿qué otra reacción se podría esperar cuando era la impresionista Núria Bosch, teóricamente desaparecida, la que se había sumado al evento?

Mientras veía su ilustración cargada de luz y color, no pude evitar preguntarme si realmente habrían llegado a tenerme presente para formar parte de aquel selecto club. Me horrorizaba la idea de tener que morir por ello, o al menos ser víctima de un secuestro violento, pero admitía que sentía cierta envidia. Si había que morir, ¿qué mejor que hacerlo por ser considerada un genio?

Era una fantasía absurda. Si realmente alguien me había elegido, únicamente había sido por la maldita lista, no por mi talento. De hecho, era por mi falta de él por lo que había sobrevivido, así que, en cierto modo, debía estar agradecida...

Pura ironía.

La quinta ilustración venía de la mano del artista conocido como el Niño Almendra, un experto en simbolismo que había sabido salvaguardar muy bien su identidad. Se le solía ver en redes sociales, haciendo colaboraciones pagadas con marcas. Un tipo inteligente cuyo talento desbordante le había conseguido un puesto dentro del top de autores españoles.

—Me pregunto si a ti te habrán hecho también una visita macabra, Niño Almendra...



A la mañana siguiente me reuní con mi hermano y Rodrigo en el faro, nuestra fortaleza. Aunque me sentía muy segura en el restaurante, rodeada de mi familia y la constante clientela que llenaba el salón, era innegable que la casa de Arturo tenía algo especial. Quizás fuese por su localización, aislada del mundo, o por la presencia de Rodrigo, un armario humano, pero me sentía segura. Demasiado segura como para no empezar a preocuparme.

—¡Esta madrugada ha habido una nueva publicación! —anunció mi hermano, con el hilo de Twitter abierto en la pantalla del portátil.

En la televisión había pinchado el collage que él mismo había preparado al unir las distintas ilustraciones. Tal y como habíamos adivinado desde el inicio, se trataba de la escena inicial del Rey León, cuando Mufasa presentaba a su heredero al mundo. Un mensaje cargado de fuerza que, teniendo en cuenta que todo apuntaba a que iba a ser utilizado para un gran anuncio, llenaba de emoción y ansia las redes.

—¿De quién es? —pregunté, observando con curiosidad el nuevo cuadro.

A la reunión de animales salvajes se había unido una ilustración hecha con tableta gráfica muy colorida cuyo estilo me resultaba vagamente familiar. El trazo era fino y delicado, con una paleta de colores pastel muy cuidada. Destacaba por el juego de sombras y la fuerza de la mirada de los protagonistas, dejando en un segundo plano el paisaje.

—Es de Isaac Rodríguez, uno de los ilustradores más populares dentro del mundo del gaming —anunció Arturo con orgullo—. Ha participado ya en varios juegos indie, y tiene pinta de que va a llegar lejos. Dicen que Blizzard le ha estado sondeando.

—¿Blizzard?

Los dos amigos intercambiaron una larga mirada cargada de indignación ante mi falta de conocimiento. Blizzard era la empresa creadora de su videojuego favorito, el World of Warcraft, por lo que mi desconocimiento era prácticamente una falta de respeto a su "religión".

Una auténtica gilipollez, vaya.

—De veras, ¿vosotros dos sois hermanos? —exclamó Rodrigo con indignación.

—Ya te lo he dicho muchas veces, yo creo que es adoptada —se burló Arturo, dedicándome un inquietante guiño con el tercer ojo de la frente—. Te perdonamos porque estás nerviosa, hermana, pero a ver si te pones las pilas, ¿o es que en Madrid no jugáis a los videojuegos?

—Tenemos cosas mejores que hacer —respondí, aunque no era del todo cierto—. Entonces, el tipo ese, Isaac Rodríguez, ¿dices que es el autor de la nueva imagen?

Para complementar su respuesta, pues sabía cuáles serían las preguntas que la seguirían, Arturo me mostró no solo varios de sus mejores trabajos, sino también su ausencia en Twitter desde hacía unas semanas. No era del todo extraño, pues el artista no era demasiado asiduo a las redes sociales, pero sí que era un punto que tener en cuenta.

—Aunque no hemos encontrado ninguna noticia relacionada con una posible desaparición, hemos estado preguntando por él. Puede que te sorpresa, pero compartimos Hermandad con él en el Wow. Le he mandado un par de mensajes a ver si me respondía, y he preguntado a los más cercanos, con los que suele raidear, pero nadie sabe nada. O está muy concentrado, o...

—O se lo han comido —sentenció Rodrigo con dureza.

Escuchado en boca de otro, aquellas palabras resultaron tan terroríficas que no pude evitar tener un escalofrío.

—Sería complicado que hiciera esa imagen después de muerto —murmuré—, pero puede que le hayan secuestrado, sí... ¿no sabemos nada más? ¿Hay alguna otra manera de ponerse en contacto con él?

Los dos amigos volvieron a mirarse de nuevo, todo complicidad. Sin necesidad de que me lo dijeran, supe que habían estado hablando sobre aquella cuestión antes de mi llegada. Seguramente hubiesen practicado la conversación, y mi hermano, conociéndome como me conocía, habría llegado a la conclusión de que querría llegar hasta él.

Y sí, había una manera.

—Tenemos su dirección —comentó Arturo con timidez—. Hace un par de meses se le organizó un regalo de parte de la Hermandad, cumplía cuarenta, y se lo hicieron llegar a casa. He tenido que pedir un par de favores para que me compartieran la dirección, no era pública, pero...

—¿Estás diciendo que sabes dónde vive? —Tragué saliva.

Arturo asintió con gravedad.

—Si lo que quieres es asegurarte de que no ha desaparecido, la mejor forma es comprobarlo —sentenció—. Vive en Asturias, así que en unas cuantas horas puedes plantarte en su casa. De hecho, ya le he avisado de que irías hacia allí. No creo que lea el mensaje, pero bueno, por si acaso. —Me dedicó una sonrisa torcida—. Es el momento de la verdad, hermanita. Plántate en tu casa y no te vayas hasta que te lo cuente todo. Una de dos, o no tendrá ni idea de lo que le estás hablando, o lo sabrá todo, así que no puedes perder la oportunidad.

Respiré hondo, sintiéndome abrumada. Era una oportunidad única, era cierto, pero el vértigo que sentía ante la posibilidad de meterme en la boca del lobo era aterrador. No quería acabar como Marcos Vives. Por suerte, mi hermano también había valorado aquella opción.

—Pero no creerás que te vamos a dejar ir sola, claro —me tranquilizó. Señaló a su amigo con el mentón y ambos sonrieron a dúo—. No lo había más grande.

—Todo irá bien —aseguró Rodrigo, apoyando su manaza sobre mi hombro—. No creo que pase nada, parece un buen tipo, pero por si acaso voy contigo. ¿Te parece bien?

¿Sinceramente?, nunca una idea de aquel par me había parecido mejor.







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