━ 002 ; dream or truth
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THEODORE CONDUCÍA EN SILENCIO MIENTRAS SU HERMANA ESTABA AL PENDIENTE DEL TELÉFONO. Las clases del primer día habían terminado, pero Ariella le había pedido a su hermano si podía llevarla a Port Angeles, ya que había quedado en juntarse con sus amigas. Theo no se negó, pero reconocía que el viaje era algo incómodo dado los sucesos anteriores.
— Ary yo... Lo siento. — Theo apretó los labios a penas esa frase abandonó su boca.— No era mi intención lastimarte.
— Está bien, Theo, no pasa nada. — Inconscientemente la chica llevó su mano a la zona donde un perfecto hematoma de color morado se ocultaba bajo la manga de su suéter.— Sé que no estás pasando por un buen momento.
— Si quieres sacar a luz las palabras de la doctora, te prometo que te dejo aquí mismo en la carretera. — Theo soltó un suspiro, arrepentido de lo dicho.— Mira, sé que no estoy bien ¿de acuerdo? Lo sé perfectamente, pero me parece ridículo que me hayan diagnósticado como un psicópata de la noche a la mañana, es absurdo
— ¿Lo es? ¿O temes enfrentarte a la realidad de las cosas?
El castaño se quedó en silencio, no volvió a dirigirle la palabra a su hermana luego de que soltara esas palabras. Quería gritar, con todas sus fuerzas si era posible, quería dejar a su hermana tirada en plena carretera y manejar hasta donde el combustible le permitiese. Odiaba que no le creyeran, quizás su hermana podría en el fondo tener la razón, si hablamos de que se tratase de un caso médico. Pero en este caso, no lo era.
El auto se estacionó en un centro comercial, en la entrada, los hermanos Goldberg lograron distinguir a Ángela y Jessica, quienes esperaban pacientemente a la castaña.
— Nos vemos en casa, asegúrate de que la abuela se tome sus medicamentos. — Dijo Ariella tomando sus cosas, sin esperar alguna respuesta de su hermano, bajó del vehículo cerrando la puerta atrás de ella.
Theodore vio como su hermana entraba al centro comercial junto a sus amigas, perdiendolas de vista luego de unos segundos. A veces el joven Goldberg se preguntaba que era tener un amigo real, él jamás los tuvo, ni siquiera cuando era pequeño, al único que consideraba amigo para ese entonces era el gato del vecino Brooke, siempre que salía al patio para jugar se encontraba al gato de color naranja de pelaje abundante. Nunca supo que pasó con él, un día simplemente dejó de ir a visitarlo al jardín, luego se entero de que el pobre gato había sido envenenado.
¿Quien podría haber cometido semejante horror a un pobre gato inocente?
Él pretendía no saberlo.
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— ¡Abuela, ya llegué! —Theodore cerró la puerta principal y colgó las llaves de su jeep en el gancho de la entrada.
Cómo era evidente, no obtuvo respuesta, supuso que se había quedado nuevamente dormida en la sala de estar. Desde que Theodore tenía 6 años, él y su hermana se habían ido a vivir con su abuela materna, Bridget. La razón no era ningún secreto para los chicos, el padre de los niños Goldberg había sufrido un accidente de auto a las afueras del pueblo, su madre no pudo aguantar las penas y se aseguró primero de que sus hijos quedarán en buenas manos antes de quitarse la vida. Theodore tenía muy pocos recuerdos acerca de sus padres, a penas recordaba cuales eran sus caras y eso gracias a las fotos familiares que estaban colgadas alrededor de la casa.
Theo se acercó lentamente a la sala de estar, donde se encontraba su abuela descansando plácidamente. Soltó un largo suspiro antes de dirigirse a su habitación, cerrando la puerta con llave una vez entró. Se tumbó en cuestión de segundos a la cama y se dedicó a mirar el techo.
Se sentía muy cansado, como si su cuerpo no hubiera descansado por horas. Si bien en la última semana no había logrado dormir más de 5 horas, lo compensaba a veces con algunas siestas que lamentablemente no se extendían por más de 15 minutos. Un dolor punzante lo hizo revolcarse en la cama, obligandolo a cerrar los ojos e intentar dormir para calmar aquel malestar. Dio una vuelta, luego dos, hasta 8 vueltas dio en la cama intentando dormir, pero aquel dolor d cabeza no lo dejaba tranquilo.
— ¿Qué demonios me está pasando? — Susurro para si mismo golpeandose repetidas veces con una almohada que estaba a su lado.
Al ver que el dolor no paraba salió de su habitación y caminó hacia la cocina, en busca de alguna pastilla que pudiera aliviar su malestar, una vez la encontró, tomó un vaso con agua y llevó la pastilla a su boca, rogando de rodillas que el medicamento tuviera efecto lo más rápido posible. Una alarma sonó de su teléfono, indicando que era hora de que su abuela tomara sus gran cóctel de medicinas. Tomando la cajita de la cocina, se encaminó hacia la señora de cabello canoso, que aun permanecía durmiendo sobre el cómodo sillón de la sala de estar.
— Abuelita, debes tomar tu medicina. — Dijo el castaño dejando las medicinas sobre la pequeña mesa. Al no obtener respuesta alguna tocó suavemente su hombro.— Abuelita, despierta, es hora de tus medicinas.
Pese a sus intentos, la abuela no despertaba, seguía durmiendo tan plácidamente como si de un bebé se tratrase. Theo comenzó a estresarse, por lo que optó con tomar un cojín y apretarlo con fuerza.
— Abuela, vamos, debes tomar tus medicamentos si no quieres morir aún.
Al ver que sus intentos por despertar a la señora frente a el no funcionaban, soltó un suspiro, admirando a la mujer frente a él. Ella era lo que consideraba madre, se esmero en cuidar a su hermana y a él pese a que ella pasaba por un momento tan difícil como perder a una hija. Bridget siempre intentó darles a los hermanos Goldberg lo mejor, se encargó de inculcarles valores, los educó de la mejor forma posible además de darles todo el amor que un niño podría merecer.
En resumen, él amaba a su abuela, con todo su corazón, de verdad que lo hacía, por ende, no comprendía el porque había colocado el cojín sobre la cara de Bridget, asfixiandola lentamente. Theo sujetaba con fuerza el cojín sobre la cara de Bridget, quien había despertado a causa de la falta de oxígeno. Intentó librarse del agarre de su nieto, intentar golpearlo para salir de esa situación, pero lamentablemente el chico tenía más fuerza, solo fue cuestión de minutos para que el corazón de la querida abuela Bridget se detuviera. Theodore soltó un suspiro, apartando la almohada una vez se dio cuenta que Bridget había muerto. Creyó haber sentido tristeza, remordimiento, incluso horror ante lo que acaba de hacer, sin embargo, ninguna emoción más que satisfacción ante el crimen que había cometido brotó de su cara.
— ¿Theo?
El castaño ni siquiera se dio cuenta en el momento en que su hermana había llegado a casa. Pero cuando su mirada se encontró con la de ella, notó el horror y el miedo escurrirse en sus ojos, Ariella llevó ambas manos a su cara, horrorizada ante la escena qué estaba presenciando.
— ¿Qué hiciste...? — Aquella pregunta salió como un hilo en su voz, antes de gritar con todas sus fuerzas.— ¡¿Qué mierda hiciste, Theodore?!
Theodore ladeo ligeramente su cabeza, una sonrisa fría se dibujó en su rostro. Miró sobre la pequeña mesa de la sala de estar y pudo distinguir un cuchillo sobre la mesa, al parecer la abuela Bridget antes de morir había picado algo de fruta.
— Llamaré a la policía, vas a pudrirte en prisión ¿me oíste?
— Te reto a hacerlo.
Ariella notó en donde estaba posada la mirada de Theodore, un escalofrío recorrió toda su espalda al ver sus intenciones, debía escapar rápidamente. Theo tomó el cuchillo entre sus manos, mirando a la que sería su próximo objetivo, sin previo aviso, se lanzó sobre Ariella, quien muy a penas logró esquivar el ataque de su hermano, empujandolo con todas sus fuerzas antes de salir corriendo a la puerta principal. Theo no se iba a rendir yan fácil, se levantó del suelo rápidamente y corrió en dirección de Ariella. Se lanzó sobre ella derribandola al suelo, entonces comenzó una pelea, Ariella intentaba librarse del ataque de Theo, mientras el luchaba por clavar el arma sobre ella. Fue en un momento en donde la castaña se distrajo por un segundo, momento perfecto para que Theodore alzara el arma filosa con todas sus fuerzas dispuesto a clavarlo en el corazón de su hermana. Sin embargo, ese momento jamás llegó.
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Un Theo muy sudado se levantó de golpe de la cama, soltando una bocanada de aire que no sabía que estaba reteniendo. Solo había sido un sueño, no había sido real, nada de eso había pasado, por ende, un alivio gigante recorrió su cuerpo. Pasó ambas manos por toda su cara, sentía que las lágrimas se avecinaban, entonces, sintió como una mano acariciaba suavemente su espalda.
— ¿Todo bien, cariño? — Rosalie se incorporó en la cama, abrazando al castaño por los hombros.
— Solo fue una pesadilla, vuelve a dormir, preciosa. — Theodore tomó entre sus manos las frías manos de la rubia depositando un suave beso en ellas.— Lamento que tengas que aguantar esto cada noche.
— No digas tonterías, no me molesta en absoluto, te quiero y eso es lo que importa.
Theo sonrió levemente, perdiendose en la mirada dorada de la chica, se sentía tan afortunado de tenerla a su lado, durmiendo en su cama con tal de calmarlo de sus pesadillas.
Entonces, su sonrisa se borró de golpe, soltó lentamente las manos de la rubia quien lo miró con el celo fruncido.
— ¿Desde cuando empezamos a salir tú y yo? — Preguntó Theo arqueando una ceja, no se había dado cuenta del momento en el que se levantó de la cama y comenzó a alejarse.
— Cariño, no seas ridículo, vuelve a la cama.
— A penas nos conocemos.
— Theodore, por favor vuelve a la cama.
La vista del castaño cayó en la puerta de su habitación que estaba entre abierta, con una mueca llena de confusión caminó lentamente a la puerta
— Theodore ¿qué haces? Vuelve a la cama. — Rogaba la rubia, su rostro derrochaba preocupación.
— Solo cerraré la puerta.
— Theodore, es peligroso, por favor ¡vuelve a la cama!
Para este punto, el joven Goldberg hacia caso omiso a los llamados de Rosalie, sentía que algo no andaba bien, se sentía irreal la situación. Una vez alcanzó el pomo de su puerta, abrió completamente la puerta examinando el pasillo de su casa. Por alguna razón, no lograba ver nada, ni siquiera lograba distinguir las puertas de las habitaciones de su abuela y su hermana. Entonces, una pequeña silueta apareció al final del pasillo, Theodore intentaba reconocer aquella figura, sin éxito alguno, entonces las luces del pasillo de su casa comenzaron a parpadear tenebrosamente y fue entonces cuando lo vio a él. Aquella figura similar a una momia pero con dientes afilados. El protagonista de sus pesadillas.
Era él.
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Gritos desgarradores se escucharon en la habitación de Theodore, quien había despertado de un gran salto de su cama, envuelto en una capa de sudor y lágrimas. El chico examinó por completo su dormitorio, notando que todo estaba igual a cuando llegó de la escuela, quería pensar que se encontraba despierto, que no estaba soñando y que esa era la vid real ¿pero realmente lo era?
La puerta su dormitorio se abrió de golpe, de esta apareció su hermana con un semblante lleno de preocupación. Rápidamente corrió hacia su cama y abrazó con fuerza a su hermano, quien se aferro a su agarre. Su hermana había llegado hace media hora a casa, estaba preparando la cena cuando escucho los gritos desgarradores de Theo.
— Shh...Shh... Theo, solo fue un sueño, solo eso.
Los gritos de Theo rápidamente se transformaron en llanto, lágrimas caían sin parar de su rostro, mientras que Ariella lo abrazaba con gran fuerza por los hombros, en un intento de contener al castaño.
— Cuenta tus dedos, Theo, no estás soñando. — Habló suavemente Ariella, dejando un beso en la cabeza de su hermano.
Theodore estaba temblando, no podía dejar de llorar, incluso los colores de su cara se habían ido. Entonces dirigió su vista a ambas manos y lentamente comenzó a contar uno a uno cada dedo de su mano. Soltando un fuerte suspiro al ver que tenía un total de diez dedos, correspondió con fuerza al abrazo de su hermana. Por primera vez en tanto tiempo, necesitaba ese abrazo con todas sus fuerzas, temiendo a que si se separaba de su hermana, reviviria aquella pesadilla.
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