Epilogo
La luz de la mañana se filtraba por las ventanas de la casa que Taehyung y Jungkook ahora compartían, tiñendo el espacio con un resplandor cálido y sereno.
El aroma del desayuno recién hecho llenaba el aire, mientras Jungkook se movía por la cocina, tarareando suavemente una melodía y sus manos trabajaban con facilidad en el desayuno que preparaba.
Desde el marco de la puerta, Taehyung lo observaba en silencio con una sonrisa en los labios. Ver a Jungkook así, tan en paz, le traía calidez a su pecho.
Caminó hacia él y sin decir una palabra, rodeó su cintura con los brazos, abrazándolo por detrás. Jungkook inclinó la cabeza hacia un lado, buscando sus labios y cuando los encontró, el beso fue lento, suave, como una bienvenida tranquila al día.
—Buenos días, amor —murmuró Taehyung contra su cuello.
—Buenos días, cariño —respondió Jungkook igual de sonriente.
Durante el desayuno se sentaron frente a frente, disfrutando del silencio cómodo entre ellos, interrumpido solo por la suave conversación sobre pequeños detalles del día a día. Hablaron de la lista de tareas pendientes para la semana, de la tienda en la que Jungkook se encontraría con un cliente y de los elixires que Taehyung debía entregar.
Se rieron al recordar cómo solían pelear por tonterías en el pasado: discusiones acaloradas sobre quién debía lavar los platos o cómo debían organizar la casa. Ahora, esas cosas parecían tan lejanas, tan irrelevantes.
Taehyung acarició la mano de Jungkook por encima de la mesa, recordándole lo mucho que habían crecido, tanto individualmente como juntos. El vampiro le devolvió una mirada cálida, y el silencio entre ellos habló más que cualquier palabra.
Una noche estaban en un pueblo lejos de Umbravilla pero muy parecido a este ya que en él habitaban únicamente criaturas sobrenaturales. Allí, Taehyung tenía una casa en la que a menudo se quedaban cuando querían desconectar del mundo exterior.
Pasaron la tarde en un bar del pueblo, disfrutando de una velada tranquila entre risas y miradas cómplices. Al regresar a casa, la noche los recibió con una luna llena que brillaba intensamente sobre el bosque que rodeaba la casa.
En la terraza, bajo la luz plateada, Jungkook se acercó al brujo que se encontraba sentado a su lado, lo miró con deseo y no tardó en besarlo con pasión, el tipo de beso que siempre dejaba a Taehyung sin aliento.
Jungkook se levantó de su lugar lentamente y sin abandonar los labios carnosos del brujo que alfa llevaba sus manos a la cintura del vampiro que terminó sentándose en su regazo, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
—Te amo, brujito —masculló Jungkook sobre los labios de Taehyung, sonriendo y jugando con los aretes en la oreja de su novio.
Taehyung sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de una paz inmensa.
—Yo también te amo, vampirito.
—Ay de vampírico no tengo nada, Tae —se quejó Jungkook moviendo su nariz de un lado a otro contra la de Taehyung.
—Eres mi vampirito
El momento era perfecto, pero, como siempre, había un toque de diversión en ellos. Taehyung, con una sonrisa traviesa, empezó a hacerle cosquillas a Jungkook, provocando carcajadas que resonaron en la quietud de la noche. Jungkook trató de resistir, pero pronto estaba riendo a pleno pulmón, mientras ambos se revolcaban entre risas sobre el sofá de la terraza.
El juego continuó por unos minutos, con cada uno tratando de ganarle al otro, hasta que finalmente se rindieron, exhaustos de tanto reír.
Al recostarse juntos bajo las estrellas, Taehyung se quedó en silencio, mirando al hombre que tenía a su lado. A pesar de la simplicidad de sus días, de la cotidianidad que a veces parecía insignificante, se dio cuenta de lo afortunado que era. Había encontrado un nuevo comienzo con Jungkook, uno donde ya no había miedo ni control, sino una aceptación completa de quienes eran.
Jungkook, al sentir la mirada de Taehyung sobre él, le devolvió una sonrisa cálida, esa sonrisa que siempre le decía que todo estaría bien. Era una sonrisa que significaba mucho más que palabras: era la certeza de que lo que habían construido ahora era inquebrantable.
Después de todo el dolor, las luchas y los conflictos, habían llegado a un lugar donde la estabilidad y la pasión coexistían, donde las diferencias que antes los separaban ahora los unían. Ambos habían crecido, habían aprendido a cuidarse no solo en los momentos de ternura, sino también en los de silencio. Y, al final del día, eso era todo lo que importaba.
Este si es el final definitivo.
Gracias a todos por leer. Espero que que les haya gustando bastante.
Nos seguimos leyendo🤌🏻✨
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