Capitulo único.
Era una bailarina. Su nombre nunca lo supe. En el lugar la conocían como Jerez. Se caracterizaba como una reina del antiguo Egipto y lo parecía. Una mezcla entre Cleopatra y Nerfetiti, con ojos de gata. Yo era una mesera en aquel club nocturno y mientras me abría paso entre las mesas, la veía danzar exaltando los ánimos febriles de los clientes. También los míos. A veces cuando pasaba junto a ella o le llevaba una bebida, me hacía una coqueta caricia en el rostro. Siempre pensé que le gustaba molestarme, pero sus dedos suaves, finos y helados lograban otra cosa en mí.
Cuando tenía la oportunidad me quedaba viendo como bailaba. Me perdía en ese compás de sus caderas, lento y sugerente. Era un movimiento hipnótico. Una flauta de domador de serpientes que obligaba a lo que, esos sujetos, llevaban entre las piernas a levantarse sedienta de los elixir que no iban a probar. Pero no solo ellos sufrían viendo a esa mujer bailar, yo también lo hacia. Apartaba mi vista y llenaba los vasos de licor,
mientras a mi espalda, Jerez seguía con su danza demencial.
En mi cabeza ella bailaba al ritmo de Sway. Y es que el balanceo de ese cuerpo me parecía el vaivén del traicionero mar. Me parecía tantas cosas en realidad. Noche tras noche, cada fin de semana, yo la miraba desprenderse de sus ropas entre los sugerentes movimientos de su baile. La seda de su escaso atuendo se deslizaba como una pluma por esa piel color del café con leche, pero con la textura del caramelo. Algo suave, perfumado y dulce que en sus imperfecciones guardaba filos capaz de cortar lenguas, labios quién sabe que más. Esa boca roja como dos cerezas maduras,
apretadas y jugosas era otro cuchillo más en mi corazón. Me resistía a caer en un lado de mí que desprecio por completo. Me sentía como Tántalo, cada vez que la veía. A ratos la odiaba, luego volvía a desear una sola de sus caricias. Como detestaba mi naturaleza. Haber nacido con la peculiaridad de amar y desear tanto a hombres como a mujeres, era una maldición infame que no encontraba consuelo en ninguna de las partes. Ni entre los que son como yo ni entre los que no lo son.
Anhelarla era demasiado torturante para alguien en mi posición, pero como si el masoquismo emocional fuera otro de mis flagelos, ahí seguí. Como un perro que se echa bajo la mesa aguardando que caigan las sobras para alimentarse y una noche para mi suerte o desgracia, aquello sucedió.
Jerez pidió le llevaran una botella de champaña a su camerino. El local estaba por cerrar y antes de poder irme,el dueño me pidió que le llevara el pedido a la bailarina. Lo hice como un condenado avanza por el pasillo hacia al patíbulo.
Golpee la puerta antes de entrar y esa voz seductora me dijo que podía pasar. La encontré envuelta en una bata blanca,
como crema, sentada frente al espejo. Me pareció que había estado llorando. Mire el piso y vi un par de fotografías convertidas en pedazos. Algunas cosas fueron tiradas al suelo y había también un vestido cortado con tijeras. Era uno de color blanco, con encajes y pedrería.
-¿Qué estas esperando? Sirveme una copa- me dijo sin mirarme.
Obedecí, pero no pude evitar,
mirar a través de la transparencia de esa bata, la ropa interior de aquella mujer que giró esa silla hacia mi, haciendo un sonido molesto. Me extendió su mano y le di la copa. Iba a retirarme, pero entonces me llamó y pregunto:
-¿Tienes novio?
-No- conteste un poco incomoda.
-Mejor así. Los hombres son como niños que creen ser hombres, pero nunca pasan de la adolescencia- me dijo mirando su copa.
Hice otro intento por ir hacia la puerta, pero volvió a hablarme.
-¿Tienes prisa?- me preguntó.
-Si. Debo tomar el autobús- dije y no pude evitar mirar sus piernas.
-Quédate un poco. Necesito hablar con alguien- me dijo y bebió de su copa- Te llevaré a casa o te pagare el taxi- agregó y me señaló llenar la copa otra vez.
Pude negarme, pero me quede. Me invitó a beber y acepte. No era una idea muy brillante. Nunca he tenido mucho aguante para las bebidas alcohólicas. Sabia que pronto atontaria mi cabeza lo suficiente como para perder el sentido común. Sabia que estaba por cometer una locura, pero es que el escenario era perfecto para eso. Además podía echarle la culpa al licor.
-¿Llevas mucho tiempo sin novio?- me preguntó después de medio contarme su tragedia.
-Un año o dos. No lo recuerdo- conteste honestamente- Aunque si soy sincera, como tal, novio nunca he tenido. No sirvo para eso.
-¿Por que no?
-¿Le molesta si pongo música?- le pregunté sacando mi celular. Solo quería distraer mi mente, huir de sus ojos de gata grandes y verdes.
-Adelante, pero responde mi pregunta- insistió cuando comenzó a sonar esa canción que tanto me gustaba.
-No me esfuerzo en cumplir las expectativas de nadie.
-Expectativas- repitió mirando al techo,como reflexionando
-Supongo que el amor se a convertido en eso. Simples expectativas de la experiencia del momento...
-El amor ya no es un sentimiento sino un producto- dije sacudiendo la cabeza. Veía algo borroso- Ya no hay amantes solo cazadores de quimeras febriles- agregue vaciando mi copa.
-Eso fue muy poético- comento y me dio una mirada que me causo un escalofrío.
-Llename de besos la tetera, quiero tomar un té de tu boca. Desayunar tus liquidos sabores hasta la nota más acre, para envenenar mi dia de tus amores- le dije como si las palabras huyeran de mis hogueras.
-Esas palabras no están reservadas para un hombre ¿me equivoco?
-No están reservadas para nadie en realidad- le dije- Son versos de ocasión. Como una copa en un bar...
-¿Has estado con una mujer alguna vez, linda?-me preguntó y moví la cabeza para responder afirmativamente- ¿También le improvisaste un poema?
-Si. Decenas de poemas y bailamos en su sala una canción de Tcha-Badjo. Me pelee por ella una vez.
-Es mucho por una simple mujer...
-¿Diría lo mismo si lo hiciera por usted?- le cuestioné y creo que hizo un gesto de desdén.
La cabeza me daba vueltas y mi cuerpo se sentía muy ligero. Cuando me tomo por la mano, me levantó como a una muñeca. Era un poco más alta que yo, por llevar tacones. Sentí sus dedos en mi barbilla, después su lengua hurgando en mi boca y lo admito, no supe que demonios hacer. Fue muy súbito y mis sentidos estaban atolondrados. Su boca tenía gusto a Champaña y se sintió como si hubieran vertido, en mis papilas gustativas, un misterioso jarabe que me despavilo.
Sus manos se quedaron en mi rostro, mientras las mías se sujetaron a su cintura, con mucha timidez. Lo hicieron por debajo de esa bata mal cerrada, donde su piel estaba desnuda y húmeda. Fue el principio de un descenso al abismo al que me asome temblorasamente. El beso terminó, pudiendo volver a respirar, pero sus dientes tiraron de mi labio inferior rompiendolo. Ni tiempo me dio de limpiar la sangre que escurría por mi mentón, Jerez lo hizo con su lengua lo que terminó en mi boca otra vez. Pero en esa oportunidad fue una embestida violenta y calurosa, acompañada de caricias que buscaron la cremallera de mi minifalda. Un susurro con una sucia instrucción en mi oído, me alerto del papel que estaba tomando, pero lo tomé por un momento. Me desnudo lentamente. Quitandome una prenda a la vez. Rozar su cuerpo de forma lenta,
sin prisa alguna disfrutando de cada segundo, fue como en mis fantasías con ella. La había tenido un par de veces en los delirios de noches solitarias.
Lentamente sus manos fueron avivando el fuego entre mis piernas. Recorrer su cuerpo de redondas y sinuosas formas, era mucho más interesante que las planicies masculinas, sin mencionar que lo desee por tanto tiempo y tan improbable se me hizo realmente tenerla,que aquello me parecía una visión producto del alcohol en mis venas.
Esos roces lentos y premiosos,
por encima del cuerpo, eran como un sortilegio del que no me podía liberar. Quería más de esos gemidos sutiles y sensuales que escapaban de aquella boca y terminé por derribarla sobre ese tapete descolorido, para entregarme de una vez a la vorágine de pasión que me despertaba esa mujer, que libró una contienda para no adquirir el papel al que me intento arrastrar al principio. Sus manos y las mías estaban descontroladas. Subían y bajaban aumentando la temperatura. No había cabida para caricias dulces ahí.
En un momento de distracción,
logró el control, poniendome de cara al piso. Me aparto el cabello para besar mi nuca y luego comenzó a lamer mi espalda bajando hasta mis caderas,lo que me provoco un ligero temblor. Subio un poco por mi columna vertebral con su boca, mientras su mano buscó un camino hacia mi húmeda entrepierna. Lo logró y mordiendo el lóbulo de mi oreja, reclamo su victoria. Sus manos tenían mucha más experiencia que yo si, mas no me iba a derrotar. La deje creer que dominaba la situación, hurgando en mi interior con esos dedos ágiles y atrevidos. Solté algunos bravos gemidos esperando el momento para invertir los papeles. Lo logré unos minutos después y por varias horas nos quedamos en esa batalla desenfrenada, en que gemidos llenaron el silencio de un edificio apagado y vacío.
No recuerdo cuantas veces puse las manos en ese par de tersos y firmes pechos con pezones no muy grandes, pero sí bien erectos por las muchas caricias que recibían. Ni menos, recuerdo, las veces que respire el olor a almizcle de la cavidad entre sus piernas. Ni las veces que ella lo hizo entre las mías. La imagen más presente en mi memoria es la de Jerez moviéndose al compás de la canción Sway. Disfrutó hacer aquello esa noche,sabiéndose deseada y la cantidad de pensamientos que me desataba. Quizá este, es el recuerdo más vivido porque desde esa noche cada vez que, en el escenario, sonaba esa canción Jerez bailaba para mí y no para el público.
Todavía ahora, que estoy lejos de ese club nocturno la recuerdo desnuda delante de mi,
recorriendo su cuerpo con sus nanos. Subiéndolas por su abdomen hacia sus pechos de una forma que me invitaba a devorar el veneno de su piel. Esa dermis medio erizada por la excitación de librarse del despecho, porque ese fue el afrodisíaco que la puso en mis brazos permitiendo entregarme a la tentación de mis noches.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro