6- Una broma que sale mal
- ¿No vas a querer nada? -repitió por enésima vez.
-No, gracias. - dijo esquivando a un vendedor que la ofrecía abalorios de protección y adivinación.
Le estresaba las multitudes de gente, y ahí había demasiada.
Así llevaban los últimos diez minutos, Axel insistiendo en comprarse algo y ella negándose, el vendedor estaba confundido, parecían un matrimonio casi, si usted supiera que fingían serlo.
El de rizos negros no sabía si lo hacía por llevarle la contraria o porque algo la pasaba, se había empezado a encontrar mal desde hace unas horas que llevaban andando y él lo había notado.
-Será un bonito recuerdo de la magia, y, quien sabe, quizá te sirva en un futuro.
-No tengo dinero- su equipaje se había quedado en la casa de infinitas plantas por lo apresurados que habían salido, casi parecía que Axel quería dejar la casa vacía, no se había esperado ni a después del desayuno y una vez ella estaba lista salió escopetado.
-No hace falta, aquí se paga diferente, ven- cogió su mano y juntos caminaron a la exposición que mostraba el pobre hombre de la tienda.
El puesto era de piedras preciosas, colgantes, pendientes, anillos, todo tipo de joyería.
Una en concreto llamo su atención, "Lapislázuli" decía el cartelito, una piedra azul oscuro con motas doradas, de alguna manera le recordaba al color característico de Nocturm.
Axel al notar que se quedaba viéndolo lo señaló.
- ¿Qué tal estos? -preguntó con esperanza.
No sabía por qué se empeñaba tanto en comprar algo.
Las últimas horas no había podido evitar sentirse mal. Ella estaba tranquilamente comprando caprichos sin pensar en su abuela mientras que ella podía estar en peligro, no sabían nada de ella desde hacía años.
Su ánimo no era el mejor ahora mismo.
Axel lo notó, y también supo el motivo a la perfección, casi como si le leyese la mente.
-Oye, déjate llevar, estamos haciendo todo lo posible para encontrarla, ahora relájate señorita amargada y olvídate de eso un rato.
-Pero podríamos estar haciendo más.
-Tu abuela tenía mucha importancia en este mundo, todas las especies llevan buscándola durante años, si todavía no la han hallado es que no quiere ser encontrada, si ellos no pudieron nosotros no podremos. Hasta el momento me has llenado a todo tipo de preguntas posibles y te has pasado una noche entera buscando una manera de encontrarla, te vi Emily, no has dormido nada.
Ella iba a replicar, la interrumpió.
-Así que ahora señorita amargada no seas tan amargada al menos durante unas horas.
Casi iba a agradecerle esa primera charla sorprendentemente madura, casi, pero con la última frase ya había echado al traste toda madurez.
Volvía ser el niño infantil y egocéntrico de siempre.
Bueno, solo lo conocía de un par de días, pero por lo que había visto hasta ahora esta era una de sus facetas más comunes.
Se giró al vendedor que estaba viendo todo como una telenovela y evitando poner los ojos en blanco le pasó el colgante que había elegido.
- ¿Cuánto cuesta?
-Un día de sueño.
- ¿Y eso que es?
-Que durante una noche entera no podrás dormir y esa energía me la darás a mí. - no tenía nada que perder, después de todo, estos meses apenas había dormido por la muerte de sus padres, la tenía muy presente.
-Acepto.
El vendedor le indico que se pinchara un dedo y dejara caer una gota de sangre en un frasquito.
-El lapislázuli te transportara con un ser querido que este cerca de ti en ese momento.
Después de eso entraron a una tienda de pociones, había frascos de todos los tamaños, tarros, botes, cada uno con un líquido dentro de diferente color.
Las etiquetas decían de todo tipo de barbaridades, uno era pedazos de nube, sueños enfrascados, estrellas caídas, polvo de estrellas, rayos embotellados, bebida cambia formas, una para hacer dormir a la gente y otra para causar insomnio.
Era separado por secciones, la parte de sueños, las de cambio de aspecto desde animales hasta facial, otras de hechicería.
Estuvo dando vueltas por la tienda una hora como mínimo, todo era nuevo para ella, leyó y estudio hasta el último frasco, hasta la última poción.
Axel después de la media hora estuvo sentado en una silla aburrido pensando en cómo sería verter una poción cambia formas a cerdo por encima de Emily.
Arruinaría su belleza.
Se centró en otra cosa antes que admitir que ese pensamiento era suyo.
Porque ella no era guapa.
Siempre traía el pelo despeinado o recogido en moños mal hechos, llevó el moño toda la noche que la pasó leyendo, la vio cuando se asomó accidentalmente a la biblioteca y se quedó allí un rato solo por aburrimiento.
Sus ojos azules eran unos cualquiera y tenía una sonrisa preciosa, el día parecía brillar cuando ella reía, aunque lo hacía muy poco, solo lo hizo un par de veces y era para reírse de él, pero cuando la hizo reír en el salón tomando chocolate o cuando hizo el tonto por la calle mereció la pena.
Pero qué estaba pensando, tenía que parar.
Se suponía que la estaba criticando, no alagando.
"Concéntrate Axel"
Se dijo a sí mismo.
Eso no le duro mucho, Emily miró en su dirección para comprobar si seguía allí y basto una mirada ilusionada suya para quedarse babeando.
Maldita sea, esto ya no era normal, la conocía de dos días.
Sus ojos eran preciosos, azules, profundos.
Se veía tierna cuando sonreía como una niña.
Tierna, que asco.
Se estaba poniendo tan ñoño que se daba asco a él mismo.
Pero para compensar toda esa cursilería le pareció buena idea gastarle una pequeña bromita.
Que se diese un sustito.
Cuando salieron la guio a una tienda que según él le encantaría.
Una relojería.
Pero no una normal.
Por fuera parecía una corriente, pero en el interior era diferente.
Había relojes por todas partes, casi no se podía ver ni el tapiz de la pared pues estos la cubrían, las manecillas de los relojes se movían solas y avanzaban o atrasaban el tiempo, los sonidos que hacían a cada segundo y el del reloj de cuco que había en una esquina no dejaban de sonar, estaba empezando a ser estresante el sonido repetitivo y constante.
En definitiva, esta tienda no le gustaba, sobre todo por los relojes sonando cada vez más rápido y fuerte y el mal sentimiento que la acompañaba desde que había entrado.
La misma puerta por la que habían entrado era redonda, con forma de reloj y números romanos pintados en ella, el pomo eran las manecillas.
Era algo original pero extraño.
También había lámparas colgadas del techo creadas también como si fueran relojes, con manecillas metálicas y grandes que sus puntas acababan en bombillas.
Axel cogió un reloj fingiendo verlo con interés e intentando no reírse para no delatarse él mismo.
Les dio vueltas a las manecillas y le entregó el reloj de bolsillo a la chica confundida.
Lo aceptó como si contuviese veneno, no le transmitía mucha confianza la mirada de pillo que tenía.
El reloj empezó a vibrar y a moverse como un despertador.
Polvo dorado salía de él como si estuviese escacharrado.
El reloj salto de su mano al suelo y con dos patas que le salieron corrieron por toda la relojería, lo extraño es que con todo el desorden causado el dueño de la tienda aun no hubiese salido.
Ella lo persiguió por todas partes, agachada, buscando debajo de las estanterías, el reloj era más rápido que ella, aparecía corriendo de una esquina a otra del local en segundos.
Axel se estaba partiendo de risa, el reloj de bolsillo era una vieja broma que te hacia correr el tiempo que el que te lo había entregado quisiese, era un complejo invento de magia, pues allá a donde vaya el reloj corriendo ella tendría que perseguirlo quisiera o no, era como controlar su voluntad.
El reloj salió por la puerta de la tienda y la pobre Emily con fatiga y un pie cojo tuvo que perseguirlo entre toda la aglomeración de gente, chocando con unos y con otros.
- ¡Axel!
No podía parar de correr y el pie de verdad estaba doliéndole horrores casi no podía moverse y estaba empezando a perder sensibilidad en él.
El azabache corría detrás de ella riéndose todavía pero todo rastro de diversión se borró al ver su expresión de dolor incluso una pequeña lagrima deslizando su mejilla.
Ella no pudo más y cayó al suelo destrozada, el hechizo la hacía avanzar más, aunque no pudiese y como consecuencia arrastrarse, Axel de inmediato lo detuvo y corrió junto a ella.
Antes de salir de casa se había atado el tobillo para hacer presión y se había tomado una infusión para el dolor, incluso había bajado la hinchazón, puede que antes de todo esto se estuviese replanteando estudiar medicina y había empezado a informarse.
Pero ahora el efecto de la infusión había pasado y el pie después de haber corrido le dolía demasiado, además de haber pasado todo el día andando, había sido mala idea, tenía el pie cargado e hinchado, y ahora seguramente después de haber corrido así había empeorado.
- ¿Qué te ha pasado?, ¿te sigue doliendo el tobillo? - acortó la distancia que la quedaba a ella para llegar y la sujetó cuando se tambaleó intentando levantarse.
-No es nada, he caído mal.
-Estas casi llorando y no puedes mover el pie, eso no es nada.
De repente él se arrodilló dándola la espalda.
Al ver que ella se quedaba callada habló.
-Sube.
-Peso mucho- tenía una pequeña inseguridad con su peso que no pensaba compartir, y mucho menos con él.
-Eso es mentira.
Ella dudó, pero al final subió sin rechistar.
Subió a caballito a su espalda, él la sujeto por las piernas que rodeaban su cintura y ella después de pensarlo un rato se atrevió a pasar los brazos alrededor de su cuello.
Apoyó la cabeza en su hombro y ya más relajada aspiró disimuladamente su aroma.
Olía bien.
Fue lo primero que pensó cuando escondió la cabeza en su cuello, pero luego prefirió centrarse en una mariposa que volaba cerca suya, de un azul intenso fosforescente.
Sería más fácil centrarse en el dolor de su tobillo, pero era mejor tratar de olvidarlo e intentar que disminuyera de aquí a casa.
El movimiento la mecía dándole al instante sueño, los rizos negros de Axel la hacían cosquillas en la mejilla, ella literalmente estaba abrazada a él como un koala, pero al nombrado no parecía importarle.
Usó su cuello de almohada y estuvo a punto de dormirse, pero obviamente no pudo, por el dolor y en especial por el pacto que había hecho con el mercader.
Al final del día y después de esa tonta broma que acabó muy mal los dos acabaron agotados, más Emily que Axel que aún le dolía el pie.
Axel no la dejó en el suelo por mucho que insistiera Emily en bajarla y la subió a la habitación mediante un espejo.
La dejó tumbada con cuidado en la cama y cuando ella intentó levantarse se lo impidió.
Realmente era cabezota, no quería admitir que le dolía y tampoco se dejaba ayudar.
Y luego decía que él era el infantil de los dos.
Una vez consiguió que se estuviera quieta elevo su pie con un par de cojines y fue a buscar un botiquín y algo para el dolor.
Se dio toda la prisa que pudo y en cuestión de minutos ya estaba de vuelta con una infusión que según las indicaciones de Emily a la cual añadió sabor menta para que no le supiera tan malo y lo calentó para que entrara en calor, por el día la temperatura era alta, por la noche todo lo contrario.
Sustituyó su pañuelo atado al pie por una gasa que vendó el tobillo mejor de lo que la rubia hubiera pensado, hasta la sorprendió y todo.
Estaba siendo atento con ella, más de lo que habría imaginado, ella creía que se reiría en su cara o algo, que lo hizo, pero dejo de hacerlo cuando se dio cuenta de lo que pasaba, y desde que la había traído en brazos no había quitado esa cara de perrito regañado.
La típica cara de niño pequeño pidiendo perdón.
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