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5- Mercadillos


Fue Axel quien se encargó de cogerla en brazos y llevarla a su habitación.

Por eso a la mañana siguiente despertó en una cómoda cama y no en el sillón rodeada de libros.

Parpadeó hasta acostumbrarse a la luz que entraba de la ventana, y cuando quiso darse cuenta estaba observando las vistas de esta, se veía toda la ciudad, solo que esta vez de día, la noche anterior no se había parado a observar y tampoco a pensar.

Hoy seguiría preguntando todo lo que ayer su jaqueca no le dejo cuestionar, al encontrar la biblioteca después de lo abrumada que se había encontrado fue como su descanso, la sirvió para relajarse y aprender un poco del mundo en el que se estaba metiendo.

Se levantó de la cama con mucho esfuerzo y salió de la habitación intentando bajar las escaleras.

Falló.

Rotundamente.

Axel la vio desde la cocina, estaba preparado el desayuno con su delantal de conejitos.

Utilizó uno de los espejos transportándose al más cercano a la planta más alta, el cual se encontraba en el pasillo en el que ella estaba, justamente detrás suya.

-Buenos días señorita.

Ella pegó un saltito del susto que perjudicó a su tobillo.

Intentó no quejarse, pero solo con fruncir los labios aguantando el dolor el chico ya se dio cuenta.

Se acercó al borde de las escaleras intentando no cojear, se apoyó en la barandilla y se quedó allí unos segundos antes de intentar bajar el primer escalón, su orgullo siempre por delante, y sus intentos de que Axel no lo notara fallaron irremediablemente.

-Tengo un truco para no bajar todas las escaleras, ¿quieres que te lo enseñe?

Ahora la curiosidad revoloteaba en su interior.

Giró hacia él y se acercó con cuidado. El azabache la llevó al espejo por el que había aparecido.

Le dijo que tocase el cristal, ella lo hizo, y lo que ocurrió la dejó impresionada.

Su mano traspasaba el cristal, se metía en este, volvió a sacarla asustada comprobando que estaba intacta y probó a meter de nuevo la punta de sus dedos.

Axel metió el cuerpo por completo y apareció en la cocina, la cual reflejaba el espejo, la saludo desde ella y volvió a salir del cristal volviendo junto a la rubia sorprendida.

La animó a hacer ella lo mismo. Primero metió un pie, después una parte de su cara para ver que efectivamente se trataba de la cocina, y por último metió el cuerpo entero sin saber si era muy valiente o muy imprudente.

De repente se encontraba en la cocina, era increíble, era magia, Axel se transportó a su lado con su típica cara egocéntrica de "te lo dije".

Ignoró para su bien su ceja alzada y mirada burlona con vibras de Damon Salvatore, si, era fan de las crónicas vampíricas, no la culpéis, el único y pequeño problema es que ahora los vampiros también eran reales.

Ahora que se daba cuenta, debería de estar alucinando con lo que acababa de ver y no pensando en un tonto pretencioso.

Llegó a la mesera donde había café, galletas y un tarrito de azúcar para servirse, siguió su recorrido por los huevos friéndose en la sartén, el típico desayuno americano, y una exprimidora con una naranja en ella.

-Hoy haremos una excursión a la ciudad- informó durante el desayuno.

- ¿Eso en qué momento lo has preguntado?

-No lo estoy preguntando preciosa, lo estoy afirmando.

-Pues desde ya cuentas con mi no rotundo "cariño"- devolvió el mote ridículo que le había puesto él.

-De todos modos, vamos a ir mi melocotoncito.

Ella que estaba bebiendo tranquilamente su café se atragantó con él y acabo escupiéndolo, empezó a toser y el riendo aprovechó para dar palmadas y acariciar su espalda "inocentemente".

Quitó sus manos de su espalda y lo miró raro.

- ¿Qué ha sido eso?

-Un mote cariñoso ¿algún problema con eso preciosa?

-Si, muchos, es horrible, incluso peor que me llames preciosa.

-Yo no veo ningún problema con llamarte preciosa, lo eres, no tengo porque mentir.

Prefirió dejar ahí la conversación antes de sonrojarse sin querer.

Muy tarde, y lo peor, Axel lo noto y se rio abiertamente de ella.

Le tiro la servilleta a la cara mosqueada.

-Vamos amargada, no te enfades.

- ¿Ahora la amargada soy yo? Que yo sepa hace unas horas lo eras tu.

-He cambiado de opinión, lo eres tú y no hay más que hablar.

Después de desayunar y volver a transportarse con el nuevo invento para Emily salieron de la casa para dar una vuelta, tenía que admitir que un poco de ilusión le hacía conocer este nuevo mundo, lo que no le gustaba era con quien lo conocía.

"No te mientas"

Cállate.

"Pero mentir está mal"

Que te calles.

Dejó de hablar consigo misma cuando se dio cuenta de que el azabache le había dicho algo y ella no se había enterado.

- ¿Qué?

-Y luego soy yo el sordo, decía que si quieres conocer la ciudad, al menos los mercadillos, los turistas es lo primero que visitan.

-Yo no estoy aquí de turismo, vengo a encontrar mi abuela y largarme ¿recuerdas?

-Pero si ni siquiera sabes cómo salir de aquí- se mofo él.

-Para eso te tengo a ti.

Resopló y la siguió guiando hasta los mercadillos, de verdad nadie lo valoraba como se debía, su trabajo estaba mal pagado.

En realidad, no era un trabajo, aunque podría replanteárselo.

Siguieron caminando y conociendo sitios según Axel importantes.

La ciudad parecía sacada de un cuento de hadas.

Los habitantes iban con diferentes galas, pero con algo en común, extrañas, todos parecían estar disfrazados. Unos lucían vestidos y trajes medievales, otros portaban ropa digna de reyes, otros con ropas oscuras, otros con túnicas y capucha, de esas que usaban las sectas o las brujas en las películas, otros directamente no tenían ropa, la tenían rasgada o con prendas faltantes.

Ella iba con la misma ropa con la que vino, la cual ya llevaba usando un par de días y empezaba a oler mal, necesitaba ropa nueva urgentemente.

El sol abrasaba, casi sentía como se derretía en mitad de la calle.

Apresuró el paso para alcanzar a Axel que iba unos pasos por delante.

De verdad había sido mala idea ir, aun no sabía cómo se había dejado engatusar por el chico que caminaba como si no hubiera cuarenta grados de mínimo, no volvería hacerle caso, ni siquiera sabía porque se lo había hecho.

- ¿Me recuerdas porque tenemos que fingir ser pareja? Es totalmente innecesario.

Se había olvidado mencionar que Axel antes de salir le explico que por una razón misteriosa tenían que fingir estar juntos, de hecho, cada tanto tiempo la cogía de la mano o de la cintura, incluso le pasaba el brazo por los hombros, como si fueran pareja o algo por el estilo, y aún no le había dado explicación.

Empezaba a creer que no había motivo y simplemente se estaba aprovechando.

Quitó por enésima vez su brazo sobre su hombro.

- ¿Podrías dejar de hacer eso?

-No.

- ¿Por qué?

-Eres enana, y me gusta hacerlo, es gracioso la cara que pones.

-No soy baja, mido uno sesenta y cinco, o incluso más, hace mucho que no me mido.

- ¿Lo ves? Eres como una pitufina, incluso rubia y todo, y te lo dice una persona que ha conocido a gnomos y enanos de verdad.

- ¿Existen los gnomos?

-Si, y algunos son incluso más altos que tú- la puso la mano en la cabeza como comparando su altura con la de un enano.

-Deja de hacer eso- dijo enfadada.

-Y además de baja gruñona, tienes todas las cualidades.

-Cállate.

-Cállame- dijo pícaramente levantando las cejas.

-Si, a tortazos.

-No era lo que había pensado, pero con eso me vale.

-Que te calles, pesado.

Le dio un empujón que no lo movió ni un centímetro y siguió andando sin él.

Todavía no le había contestado a su pregunta, pero prefería no seguir con el tema antes de que le saliera con cualquier tontería.

-Por cierto, sobre tu primera pregunta.

Y otra vez a la carga, no llevaba ni una semana con él y ya sentía que le había robado mil años de vida.

-Nos presentamos en la ciudad fingiendo ser un matrimonio feliz, ahora tenemos que seguir siéndolo.

- ¿Qué hicimos qué? - preguntó horrorizada, ella en ningún momento había dicho eso. - yo nunca dije estar casada contigo.

-La casa en la que estamos viviendo era de un matrimonio que accidentalmente murió y por eso ahora nosotros fingimos ser ellos estando casados.

- ¿Le robaste la casa a unos difuntos? - casi gritó histérica.

-Pero mujer cálmate que nos van a oír.

-Yo estoy muy calmada- interrumpió.

-Lo que decía, solo tomé prestado algo que ya no va a ser usado pero que a mostos nos servirá mucho.

-Eso está mal Axel.

-Oh vamos, no me des clases de moralidad, ¿no quieres divertirte un poco?

-No.

-Luego dices que no eres amargada.

-Y, en segundo lugar, no vivimos juntos, es algo temporal hasta encontrar a mi abuela y largarme, ya te lo he dicho muchas veces.

-Auch, mi corazón, y yo que ya había visto una vida entera contigo mi esposita.

-Cállate anda.

-La oferta sigue en pie, ¿no la quieres?

-No.

Siguieron andando y para alivio de Emily sin hablar.

Después callejearon un poco a petición de la chica, no lo admitiría, pero sentía un poco de curiosidad por conocer el lugar.

Llegaron por fin a la zona de mercadillos que por lo que él había dicho era muy grande, tanto como para ser una región.

Según su explicación el mundo mágico llamada Nocturm era dividido por reinos o regiones cada uno de una diferente especie, de los cuales uno predominaba, las brujas, tenían varios aquelarres y eran las más numerosas, el cual era dirigido por una antigua bruja suprema que controlaba los cuatro elementos.

Dejo de pensar en eso cuando un brazo rodeo su cintura y acaricio su cadera.

No admitiría que se puso nerviosa, pero tal vez lo hizo.

-Te he dicho que dejes de hacer eso.

Él negó divertido.

-Finges muy mal amargada.

-Es que no quiero fingir.

-Siento decirte esto amor, pero tienes que hacerlo. - susurró en su oído muy cerca de su cara, se agacho todavía más cerca suya, eso la estremeció y se intentó apartar, no podía, estaba atrapada en sus brazos.

-Tal vez fingiría mejor si dejases de llamarme así y si me soltases.

- ¿Es una proposición? -sonrió pícaramente por enésima vez en el día.

-No.

- ¿Solo sabes decir eso?

-No.

- ¿Has dicho alguna vez en tu vida sí?

-No.

Él iba a insistir en algo más, pero le dio una colleja y lo llevo de la oreja como a un niño hasta el mercado más próximo.

Había de todo.

Desde joyas que nunca había visto en su mundo hasta ropa de otra época u objetos mágicos.

Pasaron allí la mayor parte del día.

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