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43- El amargo sabor de la mentira


El sonido ensordecedor de la bala la aturdió, tocó todo su cuerpo revisando que no la haya dado a ella y cuando iba a correr pensando que había fallado escuchó un sonido sordo, como el de un cuerpo flácido caer al suelo.

Giró sobre su eje, con los ojos de par en par y todavía cristalinos, para encontrarse con un ser monstruoso, una sombra, entero de negro y sin rostro, como los oscuros que había observado en el limbo, como el que la había atacado en el baño de aquella fiesta.

El cuerpo agonizaba y tenía espasmos, la bala había acertado justo en donde debería estar su corazón. Su aura era oscura, al igual que todo lo que le rodeaba y la sangre que se acumulaba en el suelo formando un charco era igual negra.

Dio un par de pasos, mareada al ver tal escena, todo le daba vueltas y la confusión la estaba dando dolor de cabeza.

Cuando creyó que iba a caer por tropezar con sus propios pies unos brazos la cogieron.

Axel.

No el que conocía, el de ojos negros y mirada tenebrosa.

La sujetaba evitando que cayese y la observaba neutro, era imposible saber lo que se le pasaba por la mente en estos instantes.

Ella se zafó del agarre con brusquedad, su corazón bombeaba como loco detrás de sus oídos, y el miedo la paralizaba. Había creído que iba a dispararla, a matarla.

-Lo siento- dijo él volviendo a sus arrebatadores ojos verdes.

Sus enigmáticos ojos verdes que la habían atrapado ahora la observaban con preocupación y arrepentimiento.

-Tú has... casi me... él...- no podía hablar, el pecho le subía y bajaba acelerado y sentía que no podía respirar.

-Tranquila, respira conmigo- intento coger su mano y darle las suaves caricias en ella, lo que siempre hacia para tranquilizarla.

- ¡No, suéltame! ¡No me toques!

-Lo siento, no quería asustarte, tenemos que irnos.

- ¿Quién era él? ¿Por qué le has disparado? ¿Por qué narices tienes armas escondidas? ¿Quién eres, como has puesto los ojos negros? Mejor dicho ¿Qué eres?

-Entiendo que tengas tantas preguntas, pero tenemos que irnos.

-No me pienso ir hasta que me contestes, deja de mentirme Axel.

-Lo siento.

- ¡Deja de disculparte y dime la verdad! – exclamó exaltada.

-Cálmate por favor.

-No me digas que me calme y cuéntame por qué lo has matado, ¿Qué hacía aquí? ¿Cómo ha entrado? ¿Dónde has estado todo el día? ¿A dónde ibas todas esas veces que desaparecías? - no podía más, todas las preguntas que había contenido alguna vez ahora salían disparadas sin control.

-Nos vamos.

-Axel, no- dejó de hablar cuando le apuntó con la pistola en la cabeza.

-Nos vamos- repitió más fuerte.

Una gota de sudor frio resbaló por su frente.

- ¿Qué haces? -preguntó horrorizada, este no era Axel.

-No hables y camina, delante de mí- la cogió de las muñecas con brusquedad y la hizo salir de la sala y subir escalón a escalón.

Cuando estaban a punto de salir por la puerta de la biblioteca sintió una pequeña caricia en su mano, una simple y desinteresada, pero la que daba todas las noches que despertaba de pesadillas, algo tan pequeño que significaba tanto. Intentó girar hacia atrás y comprobar si era Axel, pero este se acercó a su oído.

-Sígueme el juego, nos observan.

- ¿Quiénes?

-No hables.

Se calló, suplicando que todo esto fuera una broma de muy mal gusto.

-Blair está escondida, no dejare que te toquen, pero necesito que colabores.

No confiaba en él, no después de ver la oscuridad en sus ojos, pero al verle por el rabillo del ojo lo pilló mirándola, de esa forma que hacía que su mundo temblase.

La indecisión pesaba en ella, de todos modos, no podía hacer más que confiar en él, había nombrado a alguien más, y tenía el presentimiento de que ese alguien no sería precisamente su amigo.

Subieron los peldaños, sus piernas temblaban del miedo, apenas podía dar dos seguidos sin tropezar, él intentaba tranquilizarla o darle un poco de fuerza con disimuladas y pequeñas caricias en sus manos.

Cuando llegaron había un grupo de personas esperándoles, no cualquiera, personas encapuchadas y vestidas de negro con la cara cubierta, su aura alrededor suya era oscura, como el de la sombra que Axel había matado en la biblioteca.

- ¿La tienes? – preguntó el que parecía ser el líder del grupo.

-Si, señor- respondió Axel con notable respeto hacia él.

Qué error había cometido al confiar mínimamente en él, aunque fuera por un instante.

Los encapuchados empezaban a rodearlos, haciendo un círculo perfecto a su alrededor.

-Bien, muchacho, dánosla.

Ella asustada miró al pelinegro que la sujetaba aun de las muñecas, ¿lo haría? ¿sería capaz?

Cuando empezaba a creer que así sería escuchó una gran risotada detrás suya, proveniente de Axel.

- ¿Enserio creíais que después de todo os la daría? Sois más ilusos de lo que creía entonces.

A los oscuros no pareció gustarles eso, pues su aura creció hasta llegar hasta ellos, como sombras arrastrándose escurridizas serpientes hasta enroscarse en sus piernas y tirar de ellos, exactamente como había ocurrido en su alucinación en el bosque.

Entonces todo estalló.

El círculo de encapuchados avanzó hacia ellos amenazantes, y Axel, que aun la tenía cogida por las muñecas hizo algo que la pilló totalmente desprevenida.

De su espalda salieron dos imponentes y enormes alas negras, tan negras como la noche misma y tan altas que la copa de los árboles, se alzaban con orgullo, batiéndose y haciendo volar todo a su alrededor unos cuantos metros lejos, excepto a Emily, que ahora la abrazaba con fuerza para que no se cayera.

-Agárrate fuerte- ella obedeció sin dudarlo, aferrándose a su cuello con fuerza- pero no tanto, que me estrangulas.

-Axel, no creo que este sea el mejor momento para bromear.

-Siempre es buen momento para bromear- guiñándola un ojo y dedicándole una sonrisa traviesa despegó el vuelo.

-No mires abajo- le recomendó una vez estaban en el cielo.

Ella rodeaba su cuello con fuerza, y enroscaba sus piernas en su cintura, su miedo a las alturas no era ningún secreto, y depender de Axel, que no era en el que más confiaba en estos momentos, para no caer a mil metros de altura no ayudaba con su temor.

Sacó su cabeza del hueco en su cuello para mirar lo que había debajo de sus pies, para llevarse la terrorífica sorpresa de que estaban tan altos que no se llegaba a ver Nocturm, solo pequeñas luces en el horizonte y la gigantesca cúpula del palacio, que podía ser comparada con un rascacielos.

Pegó un grito ahogado y se aferró a él como si su vida dependiera de ello, que en verdad lo hacía, apretando tanto que le sacó un jadeo.

-He dicho que no mires abajo.

-Lo siento- murmuró bajito, no se atrevía a mirarle a la cara.

Él le dio un beso en la coronilla y voló más despacio para no asustarla más de lo que estaba.

-Y yo siento la escena que has tenido que ver antes.

-Aún me debes una explicación- dijo esta vez un poco más calmada que hace un rato.

-Lo sé, te contaré todo cuando lleguemos.

Emily se quedó pensando, tenía la sensación de que se olvidaba de algo, y cuando recordó el qué era sintió un enorme balde en agua helada caerle encima.

- ¡Blair! – gritó como si eso pudiera traerla de vuelta.

Se había olvidado de su chica dragón.

No podía perdonárselo, ¿Cómo había sido capaz? Tal vez porque estaba inmovilizada por Axel y rodeada de oscuros, pero esa no era excusa, tendría que haber intentado algo.

Empezó a removerse en sus brazos.

- ¿Qué haces? - preguntó alarmado, sujetándola con mayor firmeza- te vas a caer.

-Bájame, tenemos que volver a por ella.

-Tranquila, mamá oso, tu adorable niña esta sana y salva en el lugar al que nos dirigimos.

- ¿Cómo ha llegado hasta allí? - no podía haber llegado tan rápido a menos que no sea volando, por lo que le había dicho antes el chico ella estaba escondida en la casa. Era imposible.

-Volando, ¿para qué tiene las alitas en la espalda sino? ¿de decoración?

-Espera- estaba todavía asimilando todo- ¿tú lo sabias? – pregunto enfadada otra vez.

-Pues claro, al principio cuando la vimos en la casa abandonada tenía mis dudas, pero la semana con ella me sirvió para darme cuenta, y cuando la cocina estuvo a punto de incendiarse comprobé mis sospechas. Que hubieras quemado la cocina tú intentado hacer galletas era muy creíble, no te ofendas, pero al ver a Blair todavía con ceniza en el pelo y rastros de fuego en su ropa me di cuenta.

- ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Cómo te diste cuenta tan pronto?

-Porque si te lo decía sospecharías.

-Sospechar de qué.

-Te lo explicaré todo cuando lleguemos, ¿recuerdas?

Asintió cansada de todo lo que había pasado en tan poco tiempo y descansó la cabeza en su pecho.

Seguía sin confiar del todo en él, lo que acababa de pasar había roto esa fina línea que contenía todas sus sospechas y paranoias que Emily intentaba evitar para no ver de otra manera a Axel. Pero ahora no sabía qué pensar.

Estaba perdida.


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