Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4- La casa de infinitas plantas


Acurrucó a Emily en su pecho y caminó hasta llegar a la casa de madera con grandes balaustradas en el exterior, un camino de faroles encendidos daba paso a una alfombra roja que acababa en la entrada de la casa/mansión. La puerta se alzaba altiva, como las medievales de punta de arco, tocó el picaporte y enseguida la puerta se abrió sin haber nadie detrás, haciendo un sonido chirriante por la falta de aceite.

Entró y en cuanto cerró la puerta con el pie todos los faroles se apagaron a la vez, como si el viento les hubiera apagado la llama, a la vez que la alfombra roja digna de ser pisada por gente importante; famosos, actores, cantantes... o, al menos, eso era en el mundo humano, se enroscó hasta llegar al pie de las escaleras, perfectamente doblada sin que nadie lo haya hecho.

Dentro la casa era mucho más grande de lo que parecía por fuera. Era de infinitos pisos.

Les recibía una espaciosa sala principal que conducía a unas escaleras de caracol anchas, las escaleras enroscadas subían tanto que desde abajo no se llegaba a ver el final, era imposible calcular cuantas plantas tenía.

La estancia estaba iluminada por lámparas de telaraña dándole un aire elegante, junto con el perchero de la entrada para los abrigos y los sillones junto a la chimenea del salón era ciertamente acogedor.

Subió y empezó a ascender los infinitos pisos.

La llevó al piso veintitrés, uno de los más bajos. Esa planta era donde había toda clase de espejos en el pasillo: unos te enseñaban lo que más deseabas, tu mayor secreto, tu futuro, tu lado más oscuro, reflejaba todo lo que quisieses ver, hasta algunos, los más comunes, teletransportaban al lugar en el que estuvieses pensando.

En su mundo había muchas maneras de teletransportarse de un sitio a otro mediante magia.

Subió a la siguiente planta donde había pasillos sin fin, la veinticinco, donde esta vez había tantas puertas que no se alcanzaba a ver el final que daban a diferentes lugares, recuerdos o al pasado, incluso los más exclusivos eran una puerta al futuro.

Todas contenían magia, esta era parte de ellas. Se podía notar en los bordes de la madera o en el pomo de la puerta, contenían destellos dorados, el color de la magia, los deseos y las promesas del futuro.

Esa aura con una pizca de magia infantil destilaba por todo el lugar, convirtiéndose en neblina dorada con matices púrpuras y llegaba a sus pies convertidos en polvo.

Las lámparas de araña que colgaban del techo tintineaban a medida que pasaban, y la niebla dorada se apartaba a los lados con su presencia dándoles el camino libre.

Se acercó a la puerta que llevaba al lugar que deseases y la abrió sujetando bien a la rubia. Sus cuerpos se consumieron hasta quedarse en nada y reaparecer en la última planta. Sintió el conocido mareo, los síntomas de una teletransportación a la que estaba tan acostumbrado, pero la chica no.

Cambiar el espacio tiempo y materializarse en otro lugar solía causar dolor de cabeza, mareos o aturdimientos, pero nada grave.

Así que no queriendo molestar más a la chica entró a la habitación más y prestigiosa de la casa, la planta más alta.

La dejo con cuidado en la cama de dosel y cerro las cortinas blancas con luces decorativas a los alrededores.

Cuando cerró la puerta evitando hacer ruido se fue a una de las muchas terrazas con las que contaba la casa.

Cuando la chica despertase el sería el primero en enterarse, la observaba desde la elegante lampara de araña que colgaba en el techo de su habitación.

Era un conjuro simple, solo tenía que proyectar la luz que esta ofrecía y así verla sin necesidad de estar en la misma sala que ella, como una especie de visión.

Desde la terraza con barandilla más alta del lugar se alcanzaba a ver los alrededores, hasta podría decir que las fronteras que separaban su mundo del humano.

El palacio, el centro de todo, y lo más importante que se podía encontrar allí, se alzaba sobre la colina más alta de la ciudad. En su centro su célebre torre dorada, el color característico del lugar, resplandecía como un faro en brillantes tonos cobres con toques purpuras disimulados.

Rodeando dicho castillo estaban los mercaderes, toda clase de puestos de venta, desde pociones, ropa, amuletos, hasta sueños, trozos de nube enfrascados y huevos de dragón.

Toda clase de productos eran vendidos en los mercadillos, los cuales tenían localidad en el centro de la ciudad, junto al castillo.

Después está separado por zonas.

Reinos, dirigidos por diferentes criaturas y especies, todas unificadas en paz bajo un pacto comandado por la especie más numerosa o poderosa.

Están los aquelarres con brujas cada uno creyente de diferentes costumbres.

Son las criaturas más poderosas y que sometieron al resto de especies al tratado.

Brujas de sangre, tierra, y las más letales, las practicantes de magia oscura.

Los hombres lobo, escondidos en lo más recóndito del bosque.

Vampiros, aunque muy pocos, acechando entre las sombras, algunos tan viejos que llegaron a vivir hechos humanos que han pasado a la historia.

Sirenas, en las costas del mar. Peligrosas, tanto su voz como su canto, atrayentes con su físico y su cuerpo, que como muy bien contadas son las historias, te atraen con mentiras embaucadoras y tentadoras para luego ahogarte en las profundidades de sus aguas.

Habitantes del bosque, diferentes seres ocultos en este, ninfas, gnomos, enanos, espíritus, gigantes hechos pasar por árboles durmientes.

Esa es una pequeña parte de la punta del iceberg que conlleva su mundo.

Mundo en el que Emily quisiera o no estaba metida, y del que no podría salir.

Mundo que pronto descubriría.

Había millones de luces de diferentes tiendas o casas alrededor del castillo que iluminaban el firmamento oscuro como si tratase de la capa de un mago que hubiese robado todas las estrellas. Claro que no más luminoso que el propio castillo dorado.

Aún a esa distancia tan alta la magia era palpable en el ambiente. Las nubes de la noche sin luna habían adquirido colores magentas, las colinas que elevaban el castillo tenían brillo propio resaltando así la gama de colores claros en una noche oscura, el color púrpura se sentía en el aire, mezclada con la neblina dorada que rondaba en ese mundo y era principalmente proveniente del palacio. Casi parecía que hubieran echado toda la purpurina del reino y esta se hubiera esparcido por la ciudad.

Púrpura, el color destinado a la realeza, riqueza, liderazgo y poder, y, por último, el dorado, el color asociado a la magia, los deseos y la esperanza. Eso era Nocturm.

Los cristales de telaraña se movieron meciendo la luz de su interior.

Parpadeó y él decidió echar un vistazo.

En la cama, que era la primera vista que presentaba la lámpara, la joven ya no estaba.

Eso solo significaba una cosa: la chica había despertado.

Llegó a la habitación justo antes de que la puerta de esta fuera abierta de sopetón, apareciendo por ahí a una Emily despeinada, de pelo enmarañado, ojos muy abiertos y atentos a cualquier cosa, y cara asustadiza y desafiante a partes iguales.

Mostró su mejor sonrisa según él tranquilizadora que solo logró inquietarla más, no sabía por qué en momentos de tensión sonreía.

Dio un paso atrás, primer error, no tenía que mostrar miedo, pero eso a estas alturas ya daba igual, seguramente sabía que ella solo era una chiquilla asustadiza desde el primer momento en el que la trajo a su casa y se conocieron de esa forma tan extraña.

-Antes que nada, buenas noches, espero que con el pequeño descanso hallas recuperado fuerzas- dijo él cordial- y el segundo punto que quiero dejar claro es que no voy a hacerte daño, no tienes que temer de mí.

-Nadie me asegura eso.

-Son hechos no palabras señorita Jones, hasta el momento tendrá que confiar en que no hare nada en contra suya.

-No me digas señorita- seguía insegura, y en la sala hacía frío, se abrazó a sí misma cuando sintió un escalofrío- y explícame que ha pasado hasta ahora, desde el principio.

Él le ofreció una manta y sentarse junto a la chimenea tomando chocolate caliente, ella aceptó después de meditarlo un rato con la única condición de que preparasen la bebida juntos.

Ahora se encontraban en el sofá envueltos en una manta grande como para caber los dos y que aún haya distancia, con las dos tazas, la leche y el chocolate recién calentado de frente.

Lo prepararon entre los dos y Emily no sabía cuánto necesitaba esa bebida caliente hasta que la probo y en instantes la reconfortó.

- ¿Por qué los pájaros nos querían picar, y también las ramas que me tiraron al suelo?

-Eran guardianes, los guardianes del bosque. Por muy extraño que parezca tienes que creerme, lo has visto con tus propios ojos. Fueron creados por la senadora, usados para proteger este mundo de intrusos o ataques externos, y como casi nadie entra ni sale de estas murallas y la senadora abandonó nuestro reino hace tiempo ahora atacan a cualquiera que puedan considerar un intruso.

No pudo contestar nada, seguía procesándolo así que prefirió dejarlo hablar hasta el final.

-Te quedaste dormida en la cueva y te traje aquí, es una casa muy alta y no hay ascensor, pero de momento servirá para poder dormir y vivir aquí por un tiempo.

- ¿Por un tiempo?

-Como habrás comprobado este mundo es diferente al tuyo, es más peligroso y será más difícil avanzar.

- ¿Puedes dejar de nombrar los mundos como si fueran diferentes?

-Son mundos diferentes Emily.

-No puede ser, ¿es un mundo paralelo, uno oculto o algo así? - no hacía más que confundirse.

-Lo has visto con tus propios ojos, aquí las cosas no son iguales a las que solías conocer. Aquí existe la magia, aquí las leyendas o las criaturas que catalogaban como fantasía en los libros humanos son reales, habitan con nosotros, separados por reinos, algunas son más humanas que otras, pero todas tienen una pizca de humanidad en su interior.

-Todo esto es muy confuso- dijo tocándose la cabeza, seguía mareada desde que se despertó, y esto no ayudaba mucho a su malestar.

-Tomate tu tiempo, después te contare el resto.

- ¿Todavía hay más? - preguntó horrorizada.

-Si, pero por el momento descansa, lo necesitas.

Seguramente, aunque se tumbara un rato no podría conciliar el sueño, no con todas las interrogantes que tenía.

Denegó la ayuda de Axel a subir todas esas escaleras y prefirió descansar un rato en el sofá, aunque sea cerrar los ojos por unos minutos.

Ni siquiera pudo cerrar los ojos. Cada vez que lo hacia la imagen de sus padres muertos asaltaba su mente.

Después de estar una hora tumbada en el sofá mirando al techo decidió hacer algo más productivo.

Exploró la casa.

O, al menos, eso intentó.

Su tobillo dolía horrores, no podía moverlo y lo sentía hinchado, seguramente se había hecho un esguince.

Fue cojeando a la cocina apoyándose en los muebles, no sabía dónde estaba Axel, pero tampoco necesitaba su ayuda. Después de haberla dicho que descanse simplemente se había esfumado.

Cogió unos hielos y volvió al sofá del salón a reposar el pie sobre unos cojines e intentar bajar la hinchazón.

Desde el sofá vio sobre su cabeza.

Era cierto que tenía muchas plantas, y tampoco tenía ascensor, era una completa pesadilla, se veía las escaleras de caracol subir hasta arriba y perderse en la oscuridad, ni siquiera se alcanzaba a ver el final.

En la primera planta, la principal, se encontraba la cocina, el comedor/salón, y una mini biblioteca de la que quedó maravillada.

El resto de la noche la pasó en vela leyendo todos los libros posibles.

Se hizo su propio rincón, en un sofá con una mesita en la que depositar sus libros y algunas enredaderas naturales decorando las estanterías, lo que no sabía era cómo habían crecido allí las enredaderas, también había luces colgando por todas partes y bombillas colgando de hilos en el techo, incluso algunas velas aromáticas.

Era el paraíso que toda lectora o escritora quisiera tener.

Aunque casi todos estos libros eran diferentes a los que normalmente leía.

Eran grimorios, o al menos, ese era el título que la mayoría tenía en la portada, trataban de brujería antigua, magia con sangre, magia oscura, y diferentes hechizos o pociones con ingredientes y donde encontrarlos.

Lo que más le gusto era que la biblioteca tenía su propio inventario, su zona en la que guardaba algunos de los ingredientes en frascos, botes de cristal o cualquier otra cosa.

Estaban todos colocados en una extensa mesa cada uno junto a su nombre.

Todo le parecía surreal, casi como un cuento de hadas. Pero por lo que había visto desde que había llegado sentía que parte de eso podía ser verdad, o ser practicado por gente con esas creencias.

Una evidencia de eso era todo el material en esa sala que había preferido no tocar por precaución.

La verdad siempre le interesó ese tipo de costumbres, mitología, o simplemente leyendas.

Pero ahora que se hacían realidad ya no estaba tan segura de sus gustos.

Al final de la noche acabó dormida en el sofá con el libro en su cara y el pie malo elevado en un cojín.

                                                         -----------:----------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro