39- La niña que quería tener una casa
Llegaron a casa caminando, todo el camino había sido en tensión por la niña desconfiada en cada paso que daban.
Todavía recordaba cuánto le había costado convencerla.
-No.
Repitió por quinta vez.
- ¿Solo sabes decir eso?
-No.
-Mira Emily si es igualita a ti.
Ella le dedico una mala mirada para luego agacharse quedando frente a la pequeña enfurruñada mirando al pelinegro como si fuera a volver a morderlo.
-Es un pesado ignóralo- le susurró ganándose una pequeña risa de Blair, al menos estaban avanzando.
-Las noches aquí son muy frías, solo con mi chaqueta no va a ser suficiente, ¿Qué tal si hoy duermes en nuestra casa? y tal vez si te gusta una cama calentita te puedes quedar una temporada.
Ella dudó eternos segundos hasta que después de un par de insistencias accedió.
Así fue como ahora mismo se encontraba callejeando para llegar cuanto antes, al final se les había hecho bastante tarde ya que pararon a almorzar en una pastelería donde compraron infinidad de pastelitos tanto para Blair como para Emily, al parecer las dos compartían esa adicción por el dulce.
- ¿Quieres algo? – preguntó la rubia a la mini pelinegra al ver que miraba todo con ilusión.
Habían entrado a la ya conocido pastelería, al pasar por la puerta sonó la campanita y el camarero que la otra vez los atendió volvía a estar junto a ellos con una sonrisa deslumbrante.
-Bienvenidos jóvenes- después reparó en la niña que los acompañaba y su sonrisa se ensanchó- ¿es vuestra hija? Que alegría, es igualita a ambos, los ojos de su madre y el pelo de su padre, todo un orgullo- dijo él felizmente.
Emily se puso más roja que las tartaletas de fresa que se exponían en el mostrador y Axel abrió los ojos como platos antes de negar repetidas veces.
La niña debería de tener acerca de seis años, y Emily dieciocho recién cumplidos, no se consideraba tan mayor.
-Es mi hermana- se inventó Emily improvisadamente.
Ahora el que estaba rojo de vergüenza era el pastelero.
-Disculpen, disculpen, solo creí que como eran una pareja joven... mejor olvídenlo, me callo.
La rubia aguantó una risa al verlo tan abochornado y se apresuró a aclarar que no pasaba nada.
Después se sentaron en la mesa junto a la ventana, Emily y Blair en dos asientos similares a un sofá a la vez que Axel en el otro.
Pidieron una tartaleta de frambuesa entre las dos chicas y el faltante prefirió un café amargo, mientras que Emily vivía por y para el dulce él se decantaba por lo amargo o acido, totalmente contrarios, y totalmente atrayentes.
La niña había cogido un poco de confianza, la suficiente para al menos mostrar lo que quería, señalando uno de los bollos en el escaparate.
Segundos después ya tenía el bollo acompañado de un buen vaso de leche.
Comieron todos entre risas de las dos chicas y Axel indignado, sus risas se habían basado en molestarlo por lo amargado y aburrido que era.
-Oh, vamos, no te enfades- dijo ella aguantando una sonrisa.
La niña miraba primero a Emily y luego al chico, y así sucesivamente, después reía con fuerza cuando la rubia contaba alguna historia graciosa de Axel y él hacía muecas ofendido.
Al acabar la merienda la niña parecía tener mejor ánimo y no tanta hambre, un punto positivo en todo esto, lo malo era pensar en lo que pasaría unas semanas después de tenerla en casa como invitada.
¿Qué se hacía con una niña sin padres y sola?
Ella misma era huérfana, no estaba sola gracias a Axel y todavía se consideraba muy joven para ser adulta, apenas había cumplido la mayoría de edad, era una cría comparada con el mundo, siendo una niña no podía cuidar o hacerse cargo de otra todavía mucho menor que seguramente tuviera más de un trauma por todo lo que tendría que haber pasado.
Era algo complicado, muy complicado.
Aunque también estaba la opción de tratarla como a una hermana pequeña, y dudaba mucho que la niña quisiera un intento de sustituir a su madre, ni siquiera sabía lo que le había pasado a la madre de Blair.
Por fin llegaron, la pelinegra miraba todo curiosa y recelosa a cualquier movimiento que hicieran ambos desconocidos amables para ella.
Prepararon entre los dos la cena, su día había consistido después de encontrar a Blair en dar vueltas enseñándole la cuidad, yendo a un par de tiendas a comprarle ropa y entrar a cualquier sitio que la pequeña curiosa quisiese explorar, algo que Axel no dejaba de recordarle las similitudes entre la niña y ella.
Después de merendar en la pastelería volvieron a casa y ahora, unas horas después de haber instalado a la niña en su cuarto, se encontraban en la cocina.
Por lo visto los primeros días Axel le había mentido con lo de la única habitación y el zoo o lo que fuese, todo había sido una artimaña suya muy típica de él para que durmieran juntos, y el gusano solo había sido una pequeña demostración ya que sabía la habitación exacta en la que estaba.
Cuando le enseñaron los espejos transportadores a Blair ella quedo maravillada, a sus ojos era algo nuevo nunca visto, se pasó la próxima hora entera transportándose de un lugar a otro de la casa y los chicos buscándolos hasta por debajo de las piedras.
Cuando por fin lograron calmarla, después de un arduo trabajo de búsqueda, dejaron a la niña elegir la habitación, la cual no se pensó ni dos veces antes de decir que la quería en la planta más alta, justo en la planta en la que dormían ellos, y la que más peligro tenia de caerse por las escaleras o por la ventana si esta estaba abierta, al principio Emily se negó, pero sus ojitos azules mirándola con ilusión la bastaron para no poder resistirse.
Era demasiado blanda.
Estaba segura de que si algún día tenía hijos no sabría decirles que no.
Al parecer Blair adoraba las alturas, no sabía si era por las vistas o por afán, pero su esperanza por que la dejase quedarse allí pudo con ella.
Definitivamente era muy blanda.
Subieron sus cosas a su nueva habitación, ropa, abrigos, y cualquier tipo de prenda, aunque se había negado a quitarse la chaqueta de Emily, parecía gustarle. También compraron algunos juguetes o caprichos que la niña había querido por el camino, no estaba mal permitirle alguna que otra tontería, de las cuales no había podido disfrutar por mucho tiempo, tal vez nunca.
Quedaron en ir al día siguiente a las tiendas a comprar material para decorar su habitación, ya que era cuatro paredes blancas, con un ventanal, una cama con dosel y sin tela y apenas un par de muebles.
Después de dejar todo bajaron a preparar la cena, que fue una pizza mal hecha entre los tres.
Prepararon la masa entre Emily y Axel mientras Blair estaba subida a la encimera de en frente, luego la llamaron para que juntos echaran los ingredientes, ahí fue cuando todo se descontroló, la pelinegra quería queso y pepperoni, pero su versión en chico más gruñón y mayor quería aceitunas y atún, algo que la niña aborrecía.
Le tocó a Emily poner orden entre esos dos que se miraban a muerte para dividir la amorfa pizza en dos y así poner todos los ingredientes.
Minutos más tarde se encontraban los tres comiendo pizza chamuscada en el sofá.
Blair, que los últimos minutos había estado muy callada, miró a Emily, la chica guapa que había sido amable con ella desde el primer segundo, y después a Axel, el chico amargado al que había mordido y no se arrepentía, contempló curiosa su forma de hablarse entre ellos, la forma en la que se miraban.
Justo como se miraban sus padres antes de que todo pasara.
Y por un momento, sintió que tal vez podría llegar a tener una casa.
Durante unos instantes quiso creerlo.
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