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37- Una terrible pesadilla



Todo estaba oscuro, ni siquiera podía distinguir sus propias manos.

Caminaba en la penumbra sin destino seguro, por un momento pensó que volvía a estar en el limbo y desesperadamente busco a sus padres. Desagraciadamente no los encontró.

En cambio, lo que la recibió no le gustó nada.

Mas allá, al final del camino oscuro sin fin la esperaba alguien.

Una sombra.

Una persona gritaba, lo escuchaba perfectamente, pitando en sus oídos.

Eran gritos agónicos.

El suelo que pisaba paso de ser solido a estar compuesto por algo viscoso y pegajoso a la suela de sus zapatillas de casa, levanto el pie y comprobó con horror que era sangre, espesa y oscura.

Intento correr evitando la sangre que se aferraba a sus zapatos, pero sentía todo su cuerpo entumecido, y su carrera ralentizada, era desesperante no poder dar más de dos pasos con tanto esfuerzo que cansaba.

Los gritos se escuchaban cada vez más cerca y más fuertes, y al instante pudo reconocerlos.

Era su madre, la cual estaba agonizando.

La angustia la carcomía y el miedo la paralizaba.

No podía moverse, no podía correr, solo escuchar los lamentos y observar con horror la sombra al final de la cartera sangrienta.

Después el fuerte pitido de un claxon se escuchaba, las ruedas girar en las llantas de una carretera muy bruscamente y por último un coche caer al vacío de un acantilado, y en la misma carretera una sombra mirándola fijamente.

Lo próximo que pasaba era lo más desagradable, veía cómo el coche en el que iban sus padres caía al vacío y luego el cadáver de estos mismos, a su madre con los ojos abiertos y vacíos mirándola fijamente y a su padre con un ojo desfigurado, como si lo hubieran atravesado con un cuchillo, y la sangre cayendo por su cara hasta el cuello.

Era una imagen que tendría enterrada en su cabeza seguramente para toda su vida.

Pero no acababa ahí.

Estaba lloviendo, la lluvia caía al asfalto y limpiaba este de sangre, encharcándolo todo de agua y sangre color carmín intenso.

Las gotas se mezclaban con sus lágrimas y el cadáver de sus padres se perdía de vista, ella estaba de rodillas en medio de la carretera, con la maldita sombra acechándola y el corazón que poco a poco se estaba reconstruyendo gracias a la ayuda de cierto pesado pelinegro destrozado en miles de pedacitos.

La lluvia la estaba tragando, literalmente, y el dolor consumiendo.

Se estaba inundando todo a velocidad desmesurada si seguía ahí pronto se ahogaría a pesar de ser una simple carretera.

Pero ciertamente no le importaba, ya no.

El agua terminaba de hundirla en el vacío, y lo peor es que esta pesadilla en vida todavía no acababa.

Ahora se encontraba en el mismo baño en el que vio a la sombra por primera vez, en la fiesta, solo que esta vez estaba sola y el charco en el que estaba sumergida la había llevado hasta allí saliendo por el espejo por el que se metió la otra vez.

Todo muy desconcertante, pero por un momento tuvo la pequeña esperanza de poder volver al limbo mediante el espejo, la cual murió en el instante en el que tocó este comprobando que era totalmente sólido.

De repente se escuchó un golpe, uno muy fuerte, y demasiado cerca.

Ella a diferencia de la otra vez corrió a esconderse en uno de los cubículos del baño, rezando todo lo que sabia para que no la encontrase la sombra.

El sonido sordo se repetía, esta vez más cerca.

Ella temblaba dentro del cubículo, con los pies subidos al retrete y una mano tapando su boca en un misero intento de que no la descubriese.

La tensión era palpable.

Los ruidos pararon por un minuto y cuando creía que lo que sea que estaba ahí fuera se iba a ir alguien abrió bruscamente la puerta del baño sobresaltándola.

Ella dio un pequeño salto en su lugar usando sus dos manos para no emitir ningún sonido.

El desconocido empezó a abrir cada cubículo, de uno en uno, pateando cada puerta con brutalidad para comprobar si había alguien dentro.

Los golpes se iban acercando, solo estaba a un par de cubículos de abrir el suyo y tenía que pensar en algo rápido.

No servía de nada deslizarse por la rendija de abajo porque de todos modos el cubículo de al lado lo abriría después y si salía la vería a la primera.

Faltaba un solo cubículo, el tiempo se agotaba, ella se desesperaba.

Los ruidos pararon.

Miraba atentamente por la rendija que había debajo de la puerta buscando a alguien cuando unos zapatos manchados de sangre se pararon justo frente a su cubículo.

El desconocido la llamaba, decía su nombre muy lentamente, como si estuviera saboreando cada sílaba.

Era espeluznante escuchar su nombre de sus labios, tan lentamente, tan tétricamente.

-Despierta - dijo alguien.

Ella estaba aturdida.

-Despierta- repitieron.

La puerta se abría lentamente, ella se pegaba a la pared más lejana a él.

-Despierta.

Un guante negro se asomaba empujando la puerta y un hombre vestido totalmente del mismo color la sonreía macabramente, su sombrero le cubría la mitad de la cara dejando a la vista únicamente su sonrisa.

-Despierta- grito alguien.

La sombra se acercaba a ella con un hacha, estaba a punto de cortarle le cabeza.

Entonces abrió los ojos.

Su respiración iba a mil por hora, al igual que su corazón, el miedo seguía latente en su interior y la costó reconocer donde se encontraba.

A su lado la recibía el rostro preocupado de Axel, la estaba hablando, movía los labios, pero apenas lo escuchaba, un pitido molesto seguía en sus oídos, aturdiéndola.

Solo había sido una pesadilla.

Una terrible pesadilla.

Ella no respondió a sus constantes preguntas, no podía hablar, apenas respirar. Sentía su pecho martillear y sus pulmones oprimirse hasta estrujar y exprimir hasta su último suspiro.

Él intentaba calmarla, pero parecía no reaccionar.

-Emily- la llamaba preocupado.

Había sentido en mitad de la noche cómo se removía y después su respiración agitada, estaba sudando y alguna que otra lagrima escapaba de sus preciosos ojos, incluso hablaba en sueños.

La preocupación lo embarco y le costo varios intentos despertarla hasta llegar a esta situación.

Al ver que no respondía cogió su rostro entre sus manos y sin más la besó.

Había oído que en este tipo circunstancias lo mejor era aguantar la respiración cuando te faltaba de esta y ocupar tu mente con cualquier otra cosa.

Ella se quedo quieta, su pecho que bajaba y subía frenético paró y sus intentos desesperados por respirar correctamente frenaron.

Por un momento no hizo nada y él pensó que no le correspondería el beso cuando muy lentamente movió los labios a la par.

Ella estaba tumbada, hecha un ovillo en la cama y sujetada entre los brazos de Axel, él la acariciaba las mejillas como si fuera un frágil cristal.

Se separaron por un momento del beso y la chica parecía un poco mas tranquila. El azabache cogió la mano de la rubia y la dirigió a su pecho, justo en su corazón para que sintierra su respiración tranquila.

-Respira conmigo. – susurró contra su frente.

Hicieron varios ejercicios de respiración, inspirando y expirando, con sus frentes unidas y sus narices rozándose.

Axel la mantenía en un abrazo de oso mientras acariciaba su espalda con cariño.

Ella se apoyó en su pecho, por obvias razones dudaba mucho que pudiera conciliar el sueño en una larga temporada y simplemente se quedaron así.

Abrazados, juntos.


Capítulo dedicado a mi querida catalana.

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