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36- Perlas


Le costó varios intentos recuperar la respiración, sentía el cuerpo frio e inerte, le costaba moverlo por el entumecimiento de sus músculos.

Estaba tambada en el suelo del baño, al pasar el espejo su cuerpo había caído flácido como si de una muñeca tratara, lo más extraño era que el oscuro de antes había desaparecido en cuanto la había obligado a entrar.

¿Por qué ese ser quería que se encontrara con sus padres?

¿Los conocía?

Al principio nada más verlo su primera impresión había sido la de echar a correr y la sombra o lo que fuese esa criatura tampoco la había tratado del todo bien, hasta podría decir con hostilidad.

Se levantó poco a poco, agarrándose al mármol del lavabo, orientándose y recuperando sus sentidos.

Al ver que todavía estaba en el baño recordó a Axel esperándola, le extrañaba que todavía no la haya ido a buscar, tendría que haber pasado un poco más de media hora.

Al salir del baño otra cosa que la aturdió fue que la fila que antes esperaba a entrar estaba igual, una chica con escamas como piel y otra con esta coloreada de rojo, pero a pesar de haber más de un cubículo desocupado ellas no habían entrado en lo que calculaba un buen rato.

Que extraño.

Pero al bajar a la planta principal se encontró con el mismo ambiente con el que lo había dejado, misma canción, mismas personas, misma hora marcaba el extravagante reloj colgado del techo, y mismo pelinegro sentado en la silla al fondo de la sala con sus bebidas.

Se había parado el tiempo, o este simplemente no había transcurrido mientras ella estaba en el limbo.

Bajó el último peldaño preparándose para lo que venía y planteándose el contarle a Axel de lo ocurrido o no.

-Axel- lo llamó.

Él contempló su paso tembloroso acercarse y al instante hundió las cejas.

- ¿Y ahora qué te ocurre?

-Ha pasado algo. -iba a contarle lo que había visto pero una sombra la detuvo.

En una esquina, la más alejada de todas, oculto entre los cuerpos bailando apareció la sombra del señor de negro, la miraba fijamente con sus ojos rojos, observó cómo con movimientos lentos subía un dedo a sus labios haciéndola callar, en señal de que guardase silencio.

Se le secó la garganta.

El sujeto tan rápido como vino desapareció, esfumándose entre el pelotón de cuerpos bailando pegados.

- ¿El qué? - dijo Axel ajeno a la sombra.

-Un chico se ha intentado meter conmigo a los baños, pero le he dado una patada y salido corriendo- se inventó una ridícula historia sobre la marcha.

Se dio una palmadita en la espalda a si misma por su espontaneidad y control de nervios, normalmente se le daba fatal mentir.

Pero al parecer esta vez coló.

- ¿Dónde está? - preguntó apretando la mandíbula, parecía tenso, y mucho.

-Se ha ido corriendo, creo que ha salido de la fiesta.

Él se empeñó en ir a buscarlo y según lo que decía darle su merecido, pero acabó convenciéndole de que no merecía la pena, pues seguramente su acosador inventado ya estaría bastante lejos de aquí.

El resto de la noche la pasaron bailando en la pista, aunque a Emily se le complicaba con las alas al mover su espalda un poco ya las hacia chocar con cualquiera que tuviese cerca, lo mismo que le pasaba a Axel el cual tenía sus alas postizas el doble o incluso triple que las suyas, solo que él tenía más fluidez de movimiento y sabia esquivar al resto con facilidad.

Al principio le había costado acostumbrarse a bailar rodeada de todo tipo de seres en todo su esplendor, pero tiempo después incluso le había cogido el gusto sorprendiéndose por cada criatura con la que se encontraba.

La charla con sus padres seguía presente en ella, por eso había estado esas horas ausente, cosa que el pelinegro notó desde que bajó las escaleras, y lo atribuía a la experiencia incomoda y amarga que había tenido según ella.

Ella sentía su mente en otra parte, tal vez en el limbo, o en el intento de abrazo con sus padres, incluso en su discurso digno de un pirómano al mencionar el fuego.

La fiesta termino antes de que se diesen cuenta, habían bailado tantas canciones y comido tantas cosas extrañas que el tiempo se había pasado volando.

Al darse por finalizada la celebración cada uno fue a sus casas, ellos mediante una perla.

-Las perlas de Poseidón- había dicho Axel en su caminata para distraerla.

Repartidas en todo el mundo, y no solo el nuestro que ya es grande de por sí, sino también el mundo humano. Están escondidas, al alcance de todos, pero a la vez de nadie, sitios tan previsibles en los que nadie miraría, desde un collar de perlas extremadamente caro hasta las perlas relucientes de las conchas cerradas en el fondo del mar.

Estas perlas por así decirlo tienen su propia magia como todo en este lugar, están encantadas, y hay muchísimas, por eso no le toman demasiado valor, si hay gran número de ellas entonces no tienen mayor importancia, pero si hay pocas en el mundo pasan a ser únicas, a mí me parece que no necesariamente necesitan estar casi extinguidas para ser especiales, pero bueno eso es solo mi opinión.

Estas perlas tienen diferentes habilidades según el tipo de material, color y demás variantes. Por ejemplo, las más conocidas son las que fueron creadas y usadas por el mismísimo dios del océano, se dice que si te la comes podrás estar bajo el agua durante horas sin ahogarte, pero es un efecto duradero, en poco tiempo se pasa.

También las que te hacen cambiar de aspecto, hay muchas formas de modificar tu cara o cuerpo, a veces se pueden robar, otras copiar, estas perlas son conocidas por una mezcla de ambas cosas y hacen un calco perfecto de la persona que quieres ser durante el tiempo que quieras, ¿fascinante verdad? - dijo entornando los ojos burlón- luego también está la de transportación y muchas más, como ya he dicho muchas veces, aquí hay infinitas maneras de teletransportarse pero solo dentro de la ciudad, por eso tuve que traerte a las orillas de esta para poder acercarnos a la entrada de la ciudad mediante la teletransportación del fuego.

Esta preciosidad de aquí- dijo levantando en alto la reluciente perla con luz propia- es una perla de transportación, usada en tiempos de guerra para sorprender al enemigo.

- ¿Y el enemigo no sabía de estas perlas? - preguntó ella atenta a toda la información que estaba recibiendo.

-El enemigo en aquel entonces no tenía en su poder ese tipo de objetos mágicos.

- ¿Tienes alguna perla mas a parte de la de transportación?

-Son muy difíciles de conseguir, da gracias que la tengo.

-Entonces ¿por qué la usas?

-Porque están para gastarse, además pueden usarse más de una vez.

Con eso dio por finalizada su charla.

Él tiró la perla al suelo y la aplastó con la punta de su pie haciendo que esta se partiera a la mitad y en cuestión de segundos se encontraran en casa, delante del sofá y el revoltijo de comida basura y cajas de pizza por todos lados.

Recogieron todo y subieron arriba cansados a dormir un par de horas.

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