32- Inseguridades
Empezar música cuando lo diga a lo largo del capitulo
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-Despierta preciosa- susurraron en su oído, sería el mejor despertar si no fuera porque odia levantarse por las mañanas.
Gruñó en respuesta y giró en la cama.
-Arriba amargada.
-No.
- ¿Por qué no?
-No quiero.
-Pues tienes que hacerlo.
- ¿Quién lo dice?
-Yo.
-Entonces no me sirve.
No escuchó nada más y pensó que la había dejado en paz, por lo que se acurrucó en las sábanas satisfecha, su pasatiempo favorito era dormir, después de leer o comer claro.
Pero como Axel es un pesado obviamente no la iba a dejar tranquila.
Se tiró encima suya sobre la cama sin lastimar su pierna e inundó su cara a besos.
Ella se movía como un gato que no quiere ser bañado.
Él le dio un beso en la frente, la nariz, cada mejilla y por último en los labios, logrando así que ella se quedara embobada con el beso.
Le encantaba las reacciones de Emily en cada beso, podía alejarlo todo lo que quisiese, o gruñir como si fuera el perro que tiene como mascota, nombrado Chispas por su energía, e incluso podía ignorarlo, pero nunca podría evitar ponerse nerviosa ante un beso, caricia, o simplemente un apodo cariñoso, era algo que Axel había aprendido a ver en ella, le costaba expresarse, pero dentro de esa roca con mal carácter que tenía Emily por corazón sentía, había sentimientos, la mayoría dirigidos a él.
Cuando estuvo desprevenida la cogió en brazos aun con la sábana envuelta en ella e ignorando sus protestas bajó a la cocina y no la soltó hasta asegurarse de que no se movería de la silla junto a la encimera.
Encimera en la que hace cuestión de días habían estado a punto de darse un beso, cuando el maldito la provocó para luego dejarla con las ganas.
- ¿Qué quieres de desayunar? - preguntó.
- ¿No está la opción de hacerme yo misma mi comida?
- ¿Qué parte de tienes que estar en reposo y que te quiero cuidar no entiendes? Además, cariño, no es por ofender, pero cocinas horriblemente mal, hasta el saco de pulgas huye al oler tu comida.
- ¿El saco de pulgas?
-Tu chucho.
-No lo llames así, es un cielo.
-Cielo al que te va a mandar como le sigas permitiendo dormir contigo, ese perro tiene pinta de matarte mientras duermes.
-Deja de decir tonterías.
-Lo que tu digas amor- dijo aleteando sus pestañas como si de un ángel tratara.
-Y deja de llamarme amor.
-Pero eso eres, amor.
-Tu eres un pesado.
-Y tu una amargada.
-Tú me amargas la existencia.
-Y a mí me la amarga el chucho, pero la vida es injusta.
Ella rodó los ojos y ocultó su mini sonrisa con una servilleta, a veces le era inevitable sonreír estando con él.
Desayunaron como otro día normal con la excepción de la ahora coja de Emily, después Axel propuso un día de maratón de pelis y palomitas, ya que afuera estaba lloviendo a cantaros y la pierna no debía usarla en la medida de lo posible.
Axel la cogió en brazos una vez más para llevarla al salón, no quiso decirlo en voz alta, pero tenía cierta inseguridad con su peso, peso que él estaba llevando en brazos como si nada.
Y no era la primera vez, desde que había aparecido el kraken y tenía la pierna inutilizable, que exactamente desde ayer, se había hecho costumbre llevarla a todos lados por la casa en brazos, pues no tenían muletas.
Se removió esta vez incómoda, no quería que él lo notara. Lo que no sabía es que él ya lo había notado en cuanto la había cogido en alto la primera vez ella se había tensado.
- ¿Qué pasa?
-Nada- negó como una niña pequeña contra su cuello escondiendo su rostro en este, pero algo la pasaba.
Tiempo después de caminar con ella encima habló.
-Te vas a hacer daño en la espalda.
- ¿Por qué?
Ella no le contestó y él intuyó esa respuesta.
Era su peso.
¿Acaso ella pensaba que pesaba mucho? eso sería mentira.
Llevarla a ella era como llevar a una pluma, liviana y suave, le gustaba llevarla en brazos ya había asumido interiormente que él inconscientemente siempre buscaba una excusa para cargarla en brazos o tocarla.
-No pesas nada- y era verdad, era ligera y cálida, le encantaba esa sensación de llevarla en brazos.
Ella no parecía compartir su mismo pensamiento, al notar esto dejó de andar y la miró fijamente.
-Gracias, pero porque lo digas no significa que vaya a cambiar mi percepción de mí misma- dijo evitando su mirada, el pelinegro la cogió de la barbilla con delicadeza y levantó su rostro, él mismo se lo demostraría.
-Empezar música-
La bajó con cuidado y una vez sus pies tocaron el suelo Axel se agachó, poniéndose de rodillas, hasta su cara quedar cerca de su estómago, miró hacia arriba pidiendo permiso con la mirada donde estaba Emily pasmada, levantó las cejas con la mirada más suave que jamás pudo dedicar a alguien y ella asintió torpemente.
Levantó un poco su camiseta, con cuidado de no asustarla, y dio un inocente beso en su ombligo. Su estómago era plano, sin curvas ni nada que lo hiciese sobresalir del resto, pero para él era perfecto.
Besó su abdomen, costillas y repartió un camino de besos por toda su tripa. Después abrazó su cintura y subió hasta dar un último beso en su frente.
- ¿Es esto lo que odias?, ¿es esto lo que no te gusta? – besó un lunar en su ceja- porque a mí me encanta- susurró contra sus labios.
Ella se había quedado paralizada, su cara había adquirido diferentes tonalidades, al principio, pálidas sus mejillas, luego rosadas hasta volverse roja como un tomate viéndose así muy tierna.
La llevó al espejo más cercano de la casa y la puso frente a este, no le gustó nada como se miró ella misma en este.
- ¿Qué es lo que no te gusta de tu cuerpo? Señálalo- preguntó suave, tampoco quería hacerla sentir forzada a hacer nada.
Ella empezó señalando su abdomen, y antes de que siguiera se volvió a agachar y besar con cariño este, luego la parte de los costados donde sus costillas se marcaban y según ella la hacían verse una tabla de planchar.
No le gustó ese comentario despectivo que se hizo a sí misma.
Siguió por la zona plana sin curvas que había sido culpable de un complejo que hasta ahora no había salido a la luz nada más que a Axel.
Besó con delicadeza cada costilla y después las apenas imperceptibles curvas que se notaba si te fijabas bien.
Si prestabas la suficiente atención.
Y él desde el primer momento tuvo toda su atención en ella.
Después besó cada abdominal, que, aunque no estuviesen marcados ni tonificados para él seguía siendo perfecto, porque era Emily, y Emily era ella misma.
Perfecta.
Besó también el leve bello que crecía debajo de su ombligo, pequeños pelitos que crecían a causa de la edad y eran totalmente normales.
Ella dudó un poco antes de señalar su mandíbula, la cual no estaba marcada, a diferencia de las modelos de revista, era de cara redondeada y lejos de afearle a él siempre le había parecido tierno cómo se veía, era simplemente preciosa, repleta de pecas adornando su cara y mejillas rojas.
Las cuales cuando sonreía se le marcaban los hoyuelos sentía todo su mundo temblar.
Siguió sus besos hasta sus mejillas, su nariz y su perfil, el cual era odiado por la insegura chica.
Y por último ella señaló sus labios con un pequeño lunar al lado, dedicándole una mirada que no se podría comparar ni con el fuego del mismísimo infierno, una mirada en llamas.
Ahí todo se descontroló.
Se acercó poco a poco sus labios, sus reparaciones chocaban y sus manos suspendidas en el aire picaban por tocarse.
Su control estaba peligrando, ninguno de los dos quería besar al otro antes.
- ¿Qué quieres que haga, Emily?
-Sabes perfectamente lo que quiero que hagas.
-Pero quiero escucharte pedírmelo.
-Ni en tus sueños más húmedos. -bromeó
-Te haré rogar por un beso, amargada.
-Eso ya lo veremos pesado.
Ahí empezó la competición, Axel quería que Emily cediera primero, lo mismo que ella quería.
Él, para tentarla, la besó muy cerca de la comisura de los labios, justo en el lunar, después en la punta de su nariz, en sus mejillas, algunas pecas de su mejilla izquierda, otro lunar en su oreja, detrás de las orejas, y un lunar más que asomaba por su hombro.
Se sentía un astronauta explorando y besando todos y cada uno de sus lunares.
Le encantaba, sentía que podía perderse en ellos.
Como se perdió en sus ojos desde el primer día en el que despertó en su casa después de la tormenta.
Y justo como se estaba perdiendo ahora en esos pozos azul claro.
Ella tomó venganza.
Le dio un delicado beso en la mejilla que lo puso a delirar, sentir el tacto de sus labios en su piel era el cielo.
Siguió sus besos inocentes por su cuello hasta llegar a su hombro, a su vez su mano no se quedaba quita, se enroscaba en su pelo azabache, tanteaba por su cuello, se posaba en sus hombros y se deslizaba por su pecho.
Estaba a punto de ceder.
No podía con sus labios rozando su piel y sus manos atrayendo su cuerpo, abrazándolo y tocándolo.
Gruñó cuando dio un último beso tan cerca de sus labios que casi los toco y luego intentó alejarse, burlándose de él.
No lo permitió.
La cogió de las caderas atrapó su cintura, la presionó contra su cuerpo, la cazó.
Cuando Emily rio él fijo su vista en sus labios, rosados, risueños, inocentes, prometiendo saber al azúcar más dulce que jamás haya probado.
No se resistió más.
La tensión crecía y ella no miraba precisamente sus ojos.
Miraba sus labios.
Como él lo hacía con los suyos.
Cortó la distancia.
Besó sus labios, profanándolos, disfrutándolos, saboreándolos.
Al final había perdido, pero no era lo que más importancia tenía ahora mismo, sino ella.
La apretó más de la cintura si era posible, era tan estrecha, tan pequeña, tenía que agacharse para llegar a sus labios, le encantaba.
El beso era lento, como si se hubieran perdido cada uno en su mundo.
Ella lo abrazaba por el cuello.
No se centró en si lo hacía bien, tampoco en sus cuerpos pegados, en nada, no se centró en nada más que él.
Todo lo demás desapareció, era una sensación adictiva, quería más, y no podía resistirse a obtenerlo.
No había nada más que él y sus labios, no sentía nada más y ese beso era una sensación indescriptible.
Una vez más como pasó aquella tarde bajo la lluvia, todo despareció, quedando solo ellos, nada más importaba, solo su tacto, sus labios tocándose y moviéndose a un ritmo que nunca creyó tener con nadie.
Su primer amor.
No tenía título lo que eran, pero no quería que acabase.
Axel era esa persona especial.
El pesado divertido poco a poco se estaba convirtiendo en su persona.
Al igual que Emily para él.
Pues había robado su primer beso aquella noche abrazado a su pecho.
Era el primer beso que siempre había soñado tener, romántico, cuidadoso, salvaje, tierno.
Una mezcla extraña pero perfecta.
Se separaron mirándose a los ojos, con esa mirada intensa que solo ellos sabían crear.
Después se dedicó a abrazarla como si tratara de un peluche, como si fuera su flote en medio del mar.
Le dio un beso en la frente y sonrió con ella.
Una de las sonrisas más sinceras de su vida, las que tenía junto a ella.
Estaba muy nerviosa y la pierna mala le fallaba, estaba casi perdiendo el equilibrio, de no ser por Axel que la sujetaba bien fuerte.
-Al final has perdido- recordó unos minutos después cuando pudo hablar un poco mejor, seguía temblándole la voz.
- ¿Quieres la revancha?
Y solo esas tres palabras sirvieron para ponerla todavía más nerviosa.
A él le encantaba verla sonrojada y nerviosa, le gustaba aún más provocarlo él.
- ¿Sigues pesando eso de tu cuerpo? ¿quieres que te lo vuelva a demostrar?
Sabía las dobles intenciones en su sonrisa ladeada, negó como pudo con la cabeza, seguía sin poder hablar.
Realmente el beso la había dejado mal.
La volvió a besar la frente, era algo que adoraba hacer.
-Ha sido increíble– susurró contra sus labios- eres increíble
No podía dejar de verlos, rojos, hinchados, nariz y mejillas rojas, y ojos grandes muy expresivos de cervatillo nervioso.
Y cayó en la locura cuando se los mordió en un acto nervioso.
Cedió a su impulso y volvió a besarla como tantas veces había deseado desde hacía ya tiempo.
Durante el beso la cogió de la cintura elevándola y haciendo rodear su cadera con sus piernas, así los llevó a ambos hasta el salón donde los dejo a los dos tumbados en el sofá.
La depositó con cuidado rodeándola de mantas ya que el clima fuera era frio y se tumbó junto a ella.
Se quedaron unos minutos mirándose el uno al otro, sonrieron sin razón como dos tontos enamorados.
Estuvieron un rato sin hacer nada, disfrutando de la presencia del otro.
Emily distraída en lo que acababa de pasar, nunca pensó que alguien subiría de esa forma su autoestima, y Axel observando todo el rato su expresión pensativa.
Cuando se concentraba en algo solía morder su lengua, era algo que había podido notar de ella, eso si no estaba el resto del tiempo perdida en su propio mundo, casi siempre estaba distraída.
Se giró en el sofá para quedar más cerca suya.
Le acariciaba la cintura y de vez en cuando dejaba su enorme mano descansando en su estómago, era algo que adoraba hacer, repartía caricias tranquilizándola y haciendo que se durmiese fácilmente.
Y eso que acababa de despertarse, pero su sueño podía más que ella, y le vendría bien para recuperar fuerzas después de haber muerto por segundos.
Por mucho que ella dijera que no le gustaba que la tocara la tripa él adoraba hacerlo, y la demostraría cómo era en realidad.
Preciosa.
Perfecta.
Que viese mucho más allá de cómo se miraba a sí misma, que se viese como él la veía.
Le enseñaría a quererse, a querer su bonito físico, porque independientemente de si lo tenía o no, que lo tenía, al menos para él, tenía que amarse tal y como era.
También había gustos diferentes, a él le encantaba cada mínima curva suya, cada peca, cada lunar, cada hebra de cabello, pero podía haber otro que no pensase lo mismo.
Aunque siendo sinceros a Emily le importaba mucho más la opinión de Axel que del resto.
Le dio un último beso en la cabeza, aspirando su aroma a menta y frambuesa, la combinación perfecta, y se dispuso a descansar abrazado a su chica especial.
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