30- Kraken
Su pie estaba peor de lo que pensaba, había empezado a sangrar y el dolor era insoportable, peor que la vez que casi se lo rompe, no podía dar un paso sin derramar alguna lagrima, y ni siquiera lo había logrado, al primer intento se había caído de lleno al suelo.
Axel que la vio salir del rio cojeando corrió a socorrerla, y al ver tanta sangre saliendo de ella se asustó, no temía a la sangre, nunca había sido un problema para él, lo que le preocupaba era verla saliendo de ella y en tal cantidad, estaba perdiendo demasiada.
Le hizo un torniquete improvisado con ramas y ropa rasgada, la levantó en brazos y con ella salió disparado a la pent-house.
No tuvieron tiempo para recoger el picnic que habían hecho a la orilla, esa cosa seguía rondando y por tal seguía siendo una amenaza para ellos.
Llegaron en cuestión de segundos a la casa, él con ella todavía en brazos la llevó al sillón del salón donde la recostó con delicadeza y fue a buscar un botiquín o algo que los sirviese.
Era extraño tener un botiquín de primeros auxilios para humanos cuando en Nocturm apenas había, y los pocos que habitaban allí estaban locos.
Pero cuando Emily llegó a casa con una mordida de vampiro y solo encontraron gasas para limpiarla y tuvieron que usar plantas curativas mágicas desde ese preciso instante tiene como mínimo tres maletines de esos para humanos.
Ahora mismo una vez más había servido de algo, siguiendo las instrucciones de Emily limpió la sangre con cuidado, rozando los bordes de la herida sin tocar la mordedura.
Lo que quedaba fuera del alcance de Emily era los efectos secundarios de que una criatura desconocida para ella la hubiera mordido.
- ¿Qué clase de monstruo era ese? - quiso saber.
-Era un kraken, una criatura marina, lo que para vosotros sería el monstruo del lago Ness, solo que habita en los ríos de agua dulce, no es tan grande como lo pintan los libros y tiene dientes tan afilados como cuchillas, en vez de cola cuenta con tres tentáculos, el número de cabezas de cerbero el guardián del infra mundo, de ahí su nombre, hubo una época en la que no se ocultaban de los humanos y estos empezaron a cazarlos diciendo que eran demonios, en eso no se equivocaban, son demonios del mismísimo infierno.
Existen diferentes tipos de demonios, razas y especies, una de ellas es la acuática, en el infierno no hay solo lava, almas en pena y fuego, también hay muchas criaturas terroríficas, los kraken eran mandados antiguamente para castigar a aquellos de alma oscura, pecadores, se dice que allá a donde pasan sus aguas se vuelven oscura si los que nadan en ellas son de alma negra.
-Cuando nosotros nos sumergimos el agua se volvió negra- dijo asustada- y me mordió- enfatizó.
-No necesariamente tenemos que tener el alma oscura, desde hace unos siglos ataca a todo aquel que se cruce en su camino y disfruta matando.
Su conversación finalizo después de ahí, él se concentró en curar su herida.
- ¿Su mordedura es venenosa o letal? - preguntó con miedo a la respuesta.
-Normalmente te habría paralizado el cuerpo, así es como caza a sus presas, pero contigo no ha funcionado, que extraño.
- ¿Será por mi control sobre el agua?
-Tal vez, aunque el kraken ataca cualquier tipo de criatura, no solo humanos, por lo que habrá intentado matar a alguna bruja del agua y nunca se ha hablado de que sean inmunes a este tipo de mordidas.
-La herida se ve mal, ¿estás seguro de que soy inmune?
-Si no fueses inmune probablemente ya estarías muerta o habrías perdido la capacidad de movilidad en tu cuerpo- dijo de forma natural, como si fuera algo casual.
No terminaba de acostumbrarse a este tipo de cosas, pero que lo dijese así de normal la seguía sorprendiendo.
-Y por qué tengo la piel negra.
No mentía, su piel se estaba tornando más oscura en la zona afectada y le escocía como el diablo, apenas podía mantenerse despierta por el dolor y la conversación que estaba teniendo la ayudaba a mantenerse consciente.
-Arriba- dijo cargándola de nuevo en brazos.
Ella se sintió incomoda, tenía algunos complejos con su peso, pero no dijo nada, ella no podría andar sola, así que simplemente lo dejó estar.
Frunció el ceño cuando vio que entraban a la biblioteca.
- ¿Qué hacemos aquí?
Él no respondió, la deposito en la mesa apartando las especias y pociones y simplemente se fue.
Minutos después llegaba con un inventario, hojas, hierbas, plantas que nunca había visto que algún que otro tarro.
Cuando lo dejo todo en la mesa junto a ella trato de retroceder, pero él la agarró de las piernas y tiró de ella hasta dejarla cerca suya, muy cerca.
-Quédate quieta.
La tumbó en la mesa como si de una muñeca tratara y elevó su pierna mala con un cojín.
Puso tarros a su alrededor, ella observaba todo desde su posición lo más quieta que podía, seguía sin entender lo que hacía hasta que destapó uno de los botes que enseguida esparció su aroma, y cogió unas hojas secas con forma textura, color y hasta olor diferente a lo que estaba acostumbrada a ver.
Preparó vendajes cerca suya, dejándolos a mano por si los necesitaba y se inclinó hasta estar cara a cara con la chica.
-No voy a mentirte, dolerá mucho y será muy desagradable, pero tienes que aguantar despierta hasta que acabe, tengo que sacarte el veneno antes de que se esparza por tus venas, puede que seas inmune pero no inmortal, te acabara matando de una forma u otra, lentamente, sé cómo evitar eso, pero será doloroso.
-Hazlo- dijo preparándose mentalmente para el dolor.
Sabía que sería mucho más del que alguna vez había sentido, y seguramente no estaba lista, pero prefería eso a morir.
-Muerde esto, y aguanta.
Le besó la frente con cariño dándole una paleta de madera para hacer más ameno lo que estaba a punto de suceder.
- ¿Lista?
Asintió con el trozo de madera entre sus dientes.
Él suspiró y echó el contenido del bote en la herida.
El dolor llegó junto a un grito ahogado por la paleta, la mordía fuertemente intentando no moverse, él la sujeto acariciando sus brazos mientras la inmovilizaba contra la mesa.
Y lo peor todavía estaba por llegar.
Le pidió que no mirara pues era realmente desagradable y cuando se aseguró de que no veía lo que hacía metió unas pinzas en la herida rebuscando lo que quería encontrar.
Fue un momento agónico, no supo cuánto pasó, ni cuánto gritó, ni cuánto se movió intentando que acabase, ni siquiera noto las lágrimas saladas resbalar por sus mejillas, no sentía nada más que dolor en su estado máximo, si creía que sería malo, fue mucho peor.
Él intentaba a duras penas mantenerla quieta, tranquilizarla y a la vez arrancarle lo que tenía adherido a la piel y casi la vena.
Este tipo de seres al morder introducían en la piel una especie de bacteria, una criatura que forma parte de su sistema, como un tejido humano en su cuerpo, pero en un recipiente muy diferente al mundano.
Revolvió las pinzas en el interior de la piel de la chica, dejándola clavada en el sitio, el dolor que tenía que estar sintiendo era inimaginable, había puesto un aroma fuerte como lo es el alcohol cerca de su nariz para mantenerla despierta, pero veía como sus ojos se cerraban poco a poco, evitaba mirarla directamente a los ojos, no sería capaz de ver su dolor reflejado en ellos.
Después de varios minutos que parecieron horas logró encontrar el tejido que se movía como una cola de lagartija recién cortada, era negro, viscoso y tenía un olor putrefacto, lo peor era que se había agarrado al musculo de su pierna por lo que sería aún más difícil sacarlo si no quería romperle alguna articulación.
Le echó acónito en polvo, usado también por los cazadores en tiempo antiguos para dar caza a los hombres lobo, y hojas de díctamo mezclado con raíces de mandrágora.
Eso tendría que servir, al menos para bajar el dolor y matar al bicho negro.
Tiró de las pinzas viendo como poco a poco el tejido negro salía de su interior, escarbando en su piel, intentando volver a enterrarse en esta, sino estuviera acostumbrado a estas cosas le harían entrado nauseas al ver el interior de la piel y la cosa viscosa saliendo manchada de sangre.
Era como una larva, te chupaba hasta dejarte seco, te quitaba la sangre poco a poco, esperaba haberlo quitado a tiempo.
Con miedo atenazando en él miró en la dirección de la chica y nunca creyó haber tenido tanto miedo al verla inconsciente.
Sin respirar.
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