24- Príncipe oscuro
Pasó la noche sin antecedentes, la pobre de Emily seguía temblando levemente, aun sentía todas esas manos sobre su cuerpo, se sentía desnuda, hostigada, habían invadido su espacio, a fin de cuentas, más allá de haber intentado matarla, cosa que no había ocurrido y seguían sin saber por qué.
La rubia se había quitado el vestido con la ayuda de Axel, las ataduras tras su espalda eran difíciles de deshacer y el corsé no era capaz de quitárselo sola.
El desató nudo a nudo. Sentía sus dedos moverse por su espalda, e irremediablemente sintió cómo un escalofrió subía por su columna vertebral, estaba siendo muy cuidadoso.
Incluso atento.
El corsé cayó al suelo, y con ello llegó su liberación, gracias al cielo tenía una fina casi transparente tela debajo de esa prenda por lo que no había quedado del todo expuesta ante el chico, aunque esto no evitó que sus mejillas se tornaran de un color rosa intenso.
Después de desajustar el vestido él se tapó los ojos a la vez que le ofrecía una camiseta suya, algo mucho más cómodo y caliente para dormir.
Su acción le pareció hasta cierto punto tierna por lo que aceptó la ropa, y se derritió al ver el leve sonrojo de Axel que dejaba escapar después de quitarse la mano de los ojos para comprobar si ya se había cambiado.
Cuando quería podía llegar a ser realmente adorable.
Él al ver que todavía tenía puestos las zapatillas se agachó antes de que Emily pudiera reaccionar para ayudarla a deshacerse de los lazos que se enrollaban en su tobillo.
Cogió una de sus piernas y la apoyó en su hombro, él estaba arrodillado frente suya muy concentrado en deshacer los nudos con cuidado.
Mientras ella se había quedado paralizada al sentir su enorme mano en su tobillo, estaba estática y seguía sin reaccionar.
Hasta que Axel volvió a su altura con sus zapatos en la mano.
Cuando ella los recibió sus manos se rozaron, se quedaron viendo unos minutos hasta que el chico carraspeó e insistió en que cogiese el calzado.
Después de esa extraña escena se dispusieron a dormir, Emily con una camiseta de Axel y este con la cara más roja que un tomate.
Ese tipo de situaciones cada vez eran más frecuentes, y no sabía por qué, no quería que terminasen.
La semana pasó más rápido de lo previsto, no hicieron mucho durante esta, lo típico, discutir, pelear, gruñir y volver a discutir.
Lo de siempre.
Con el único cambio del inquietante perro, ahora mascota de Emily, la cual se había apegado mucho a la bola de pelos malolientes.
Y el canino seguía siendo igual de espeluznante cada vez que se quedaba mirando fijamente a Axel, no se cansaría nunca de decir que le daba mala espina, por mucho que la chica lo ignorase.
Llego el día de la fiesta.
La noche no tardó en caer y con ella el momento del baile.
Emily estaba nerviosa, Axel no mostraba nada más que despreocupación, hasta una chispa de aburrimiento.
Pero cuando ella salió por el espejo de teletransportación toda sombra de neutralidad se disipó.
Sus mejillas se calentaron, su corazón se aceleró y abrió ligeramente la boca por la magnitud de su sorpresa, eso era lo que la rubia causaba en él con su mera presencia.
Su vestido de época era arrastrado por el suelo y sujetado por la chica intentando no tropezarse con él, era un desastre encantador, sus pasos eran patosos, su andar descuidado, sus zapatillas estaban mal atadas y la ternura que ella derrochaba por cada paso que daba lo derretía.
Su cabello dorado como el sol estaba recogido en un moño del cual dos mechones rebeldes se escapaban formando rizos, su palidez era acentuada por el color del vestido, el cual era ni más ni menos que el que los maniquíes le pusieron a la fuerza.
Casualidad había sido que lo único que hicieran esos muñecos fuera vestirla con un vestido perfecto para la ocasión, pero él sabía que era más que un accidente.
En este momento se volvía a sentir con un adolescente con las hormonas flotando en el ambiente.
Ella llegó a su lado, entre alegre y tímida, no había pasado por alto la forma en la que la miraba, no se molestaba siquiera en disimular, pues no apartaba sus ojos de ella y Emily nunca se había sentido observada o con la atención de alguien puesta en ella.
Él se acercó para colocar uno de los mechones rebeldes detrás de su oreja y acarició su mejilla, la respiración de la chica se cortó, aguantó el aire sintiendo sus dedos rozar sus mofletes rojos, su tacto la afectaba más de lo que le gustaría admitir.
Y una vez más antes de que Emily pudiera decir nada él se agachó para atar correctamente sus zapatillas, enlazando las tiras doradas que adornaban el calzado.
Seguía sin acostumbrarse a eso, que la tratase tan... bien de repente, era atento, rozando lo caballeroso, cuando ella estaba acostumbrada a estar todo el día peleando como perros y gatos casi tirándose de los pelos.
No podía terminar de avezarse a que estuviera ahí, agachado, atando sus zapatos y tratándola como una reina.
Salió de sus pensamientos cada vez más confusos para prestar atención a lo que Axel le estaba diciendo, asintió fingiendo escucharlo hasta que volvió a hablar, esta vez con una sonrisa juguetona plasmada en el rostro.
- ¿Me estas escuchando amargada?
Volvió a asentir como a los tontos.
-No lo creo preciosa.
Sintió algo oprimirse en su estómago, como una cuerda tensándose, seguía sin acostumbrarse a los piropos.
- ¿Qué estaba diciendo entonces?
-Eh, lo pesado que eres y que te callarás, lo cual sería un gran alivio para mí.
-Error, estaba recordándote que tenemos que fingir ser un matrimonio feliz.
-Claro- volvió a asentir de nuevo- lo mismo.
Él soltó una carcajada con ganas y le ofreció el brazo para salir por la puerta mágica, la cual los transportaría directamente a la fiesta.
Se sentía como una princesa de Disney.
Solo que su príncipe no era uno azul, sino negro, su príncipe oscuro.
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